¿QUÉ SIGNIFICA ESTA NOTICIA?:
EL "PAPA" DECRETÓ LA MUERTE DEL LIMBO
"El espíritu Santo no ha sido
prometido a los sucesores de Pedro para permitirles
publicar según sus revelaciones, una doctrina nueva, sino
para guardar santamente
y exponer fielmente, con Su asistencia, las revelaciones
transmitidas por los Apóstoles, es decir, el Depósito de
la Fe".
(Concilio Vaticano I en su IV sesión capítulo IV)
¡Y
el padre Ratzinger no es Papa, ni siquiera obispo!
En la
prensa, la noticia apareció como sigue, en este caso, en
el diario "La Nación" de Buenos Aires, del viernes 20 de
abril de 2007:
El papa Benedicto XVI
aprobó la publicación del documento que
anula el lugar al que iban los
bebes que morían sin ser bautizados
CIUDAD DEL VATICANO (Reuters).- La Iglesia católica abolió el concepto
de limbo, el lugar al que siglos de
tradición y enseñanza sostuvieron que iban los bebes que morían sin
recibir el bautismo.
En un documento largamente esperado, la Comisión Teológica Internacional
de la Iglesia dijo que el limbo
reflejaba una "visión excesivamente restrictiva de la salvación", según la
agencia Catholic News Service (CNS).
El veredicto que desecha el limbo fue
esperado durante años y el documento, llamado "La esperanza de salvación
de los niños que mueren sin ser bautizados", era visto como el posible
final del limbo, dado que éste nunca
formó parte formalmente de la doctrinas de la Iglesia. El Papa Benedicto
XVI autorizó la publicación del documento.
El documento. Según el despacho de CNS, el documento de 41 páginas
dice que los teólogos que aconsejan al Papa concluyeron que dado que Dios
es misericordioso, "quiere que todos los seres humanos se salven".
El escrito asegura que la gracia tiene prioridad sobre el pecado, y que la
exclusión de bebés inocentes del cielo no parece reflejar el amor especial
de Cristo por los niños.
Limbo. Los teólogos medievales
consideraban que el limbo, que proviene
de la palabra latina que significa "borde" u "orilla", era un estado o
lugar reservado para los muertos no bautizados, incluyendo la gente buena
que vivió antes de la llegada de Cristo.
"Nuestra conclusión es que los muchos factores que consideramos dan serios
fundamentos teológicos y litúrgicos para la esperanza de que los niños no
bautizados que mueren serán salvados y gozarán de la visión beatífica",
anunció el documento.
La decisión. La comisión ha estado trabajando en el documento por
algún tiempo, y sus miembros dijeron en el pasado que recomendarían
abandonar el concepto de limbo.
En escritos antes de su elección como Papa en el 2005, el entonces
cardenal Joseph Ratzinger dejó en claro que creía que debía abandonarse el
concepto de limbo porque es "sólo una
hipótesis teológica" y "nunca una verdad de fe definida.
Hasta aquí, la noticia. Ahora bien:
La doctrina tradicional sobre el Limbo es más que una
hipótesis teológica desechable.
Es parte de la enseñanza de la Iglesia
desde tiempos inmemoriales, y está contenida en
pronunciamientos del magisterio.
He
aquí algunos textos:
Primero: La respuesta del Papa Pío VI, al obispo
cismático de Pistoya, Escipión Ricci, acerca de los que
mueren con sólo el pecado original:
"La doctrina según la cual debe ser rechazado como una
fábula pelagiana aquel lugar de los infiernos (que los
fieles suelen designar con el nombre de limbo de los
niños), en el cual las almas de los que mueren con sólo el
pecado original son castigadas con la pena de daño sin la
pena de fuego -como si descartar de estas almas la pena de
fuego fuera resucitar la fábula pelagiana según la cual
habría un lugar y un estado intermedio, exento de culpa y
de pena, entre el reino de los cielos y la condenación
eterna, es falsa, temeraria e injuriosa a las escuelas
católicas (Denzinger, 1526)
Segundo. En la profesión de fe de Miguel Paleólogo,
propuesta por Clemente IV en 1267 y sometida después al
concilio segundo de Lyón (a. 1274), se dice que "las almas
de los que mueren en pecado mortal, o con sólo el
original, descienden en el acto al infierno, para ser
castigados con penas distintas o dispares (Denzinger,
464). Lo mismo enseñó poco después (1321) el Papa Juan
XXII, pero añadiendo que son castigadas "con penas y
lugares distintos" (Denzinger, 493 a). La misma
declaración del concilio de Lyon vuelve a encontrarse en
el de Florencia (1439) y con sus mismas palabras (Denzinger,.
693).
Tercero. Las diversas hipótesis lanzadas para llevar al
cielo a los que han ingresado en el limbo, han sido
puestas en el Indice de libros prohibidos, o han sido
rechazadas por los teólogos (pueden verse algunas de estas
teorías en los artículos Baptéme, y Limbes, del
Dictionnaire de Theologie Catholique).
Cuarto. En Santo Tomás el tema del limbo de los niños
tiene la siguiente consideración:
a. Va a distinguir primero en la Suma Teológica, III,
q. 69, a. 5, entre el limbo de los justos (el seno de
Abrahám) y el infierno. Entre ambos lugares hay
diferencia. El limbo de los padres, o el seno de Abrahám,
es el lugar donde residían las almas justas del Antiguo
Testamento en espera de la Redención de Cristo. Este lugar
quedó vacío luego de la obra salvadora de Cristo y ya no
existe hoy. El infierno, en cambio, es el lugar de los
condenados, de los que nunca más van a entrar en el cielo.
b. También se pregunta si el limbo de los niños es lo
mismo que el de los justos. La respuesta es negativa.
"Sin duda alguna difiere el limbo de los padres y el de
los niños por la calidad del premio y del castigo; pues no
luce en los niños la esperanza de vida eterna, como en los
padres del limbo, en quienes también brillaba la luz de la
fe y de la gracia" (III, 69, 6).
c. En cuanto al castigo de los niños que están en el
limbo, se encuentra, por un lado, en Santo Tomás, el
Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo (II Sent.,
distinción 33, cuestión 2 artículo 2) y por otro lado su
Cuestión disputada De Malo, 5, 3. Escuchemos a un teólogo
de nuestros días explicitando la doctrina del Aquinate en
esta última obra:
"Ya maduro, el razonamiento anterior no debió parecerle
del todo convincente al propio Santo Tomás, puesto que
razona de diferente manera. En la cuestión disputada De
Malo - escrita entre 1269 y 1271, o sea, unos 15 años
después - da una razón más clara y sencilla para llegar a
la misma conclusión: los niños del limbo ignoran que
hubieran podido llegar a la visión beatífica y, por lo
mismo, no pueden tener ninguna tristeza por su privación,
según aquello de que ignoti, nulla cupido: no se puede
desear lo que se ignora. Y que los niños del limbo ignoran
esa posibilidad, es cosa clara si se tiene en cuenta que
la razón natural no puede sospechar la existencia o
posibilidad de la visión beatífica, ya que se trata de una
realidad estrictamente sobrenatural, que únicamente la fe
nos la da a conocer; y como los niños del limbo nunca
tuvieron fe sobrenatural ni en acto ni en hábito (ya que
el hábito o virtud de la fe se nos infunde con la gracia
bautismal) hay que concluir que ignoran en absoluto la
existencia o posibilidad de la visión beatífica.
-
Por donde se ve que la "pena de daño" de los niños del
limbo es diferentísima de la que padecen los condenados
del infierno y aun las mismas almas del purgatorio. He
aquí sus principales diferencias: «a. Los condenados del
infierno saben que hubieran podido alcanzar la vida
eterna, que consiste substancialmente en la visión y
posesión fruitiva de Dios; y al ver que por su propia y
voluntaria culpa perdieron para siempre ese Bien
infinito sin esperanza de remedio, experimentarán una
tristeza y desesperación espantosas. Esta es la
verdadera y definitiva 'pena de daño' en toda la
extensión de la palabra.
-
b.
Las almas del purgatorio experimentan en otra forma la
llamada 'pena de daño' en cuanto que se les retrasa por
su propia culpa la posesión de ese Bien infinito por la
visión y goce beatífico. Ello les produce también un
dolor inmenso, aunque muy diferente del de los
condenados del infierno. Porque, estando íntimamente
unidas a Dios por la caridad, ya le poseen realmente
aunque no le gocen, y saben, además, ciertísimamente que
saldrán a su debido tiempo del purgatorio para gozar
eternamente de la visión beatífica. Se trata de un
simple compás de espera, de un simple retraso; no de una
pérdida total y definitiva, como la que afecta a los
condenados. La diferencia es grandísima.
-
c.
Los niños del limbo ignoran en absoluto que exista la
visión beatífica. Y por eso, aunque en realidad
permanecerán eternamente privados de ella (y en este
sentido meramente privativo están en las mismas
condiciones que los condenados del infierno) sin embargo
no padecen por ello pena ni tristeza alguna, ya que
ignoran en absoluto que hubieran podido poseer aquel
tesoro divino. O sea que su 'pena de daño' es
objetivamente infinita (como en los condenados), pero
subjetivamente nula (ignoran que la tienen)" (P. Royo
Marín, O.P., La teología de la salvación, BAC, Madrid,
1966, p. 390).
El segundo Concilio de Lyon (1274) y el Concilio de
Florencia (1438-45) enseñaron infaliblemente:
"Las almas
de aquellos que mueren en pecado mortal o con sólo el original, descienden
inmediatamente al infierno, para ser castigadas, aunque con penas desiguales (Denzinger
464, 693).
La enseñanza del limbo lógicamente procede de esta verdad
infalible. Los bebés sin bautizar, por encantadores que sean, tienen sus almas
manchadas por el pecado original heredado de Adán. Puesto que "nada vil puede
entrar en el Paraíso"
(Apoc. 21:27),
esas almas inocentes que mueren antes de ser bautizadas, privadas de la gracia
santificante, no pueden entrar al cielo. Ahora bien, siendo Dios infinitamente
bueno e infinitamente justo, solamente aplica sus castigos por pecados
personales. Como los niños no bautizados no los tienen, no sufren pena de
castigo. Sus almas van al limbo (al que los teólogos consideran ubicado en el
círculo externo del infierno),
un lugar de felicidad eterna natural, desprovisto de la Visión Beatífica.
La Iglesia ha enseñado esta simple verdad a través de los siglos. La
Constitución de 1588 sobre aborto, firmada personalmente por el Papa Sixto V,
dice que las víctimas del aborto, viéndose privadas del bautismo, están
"excluidas de la Visión Beatífica". Esta es una de las razones por las que Pío V
denuncia el aborto como crimen.
En toda esta discusión, tenemos que tener en cuenta que
Dios no está obligado a conceder Su Visión Beatífica a
nadie. Ningún hombre, en estado natural, puede decir que
tenga derecho al cielo, por lo tanto, no hay injusticia de
parte de Dios. Además, por la economía de la
salvación establecida por Dios y afirmada por la Pasión y
Muerte de Cristo en la Cruz, nadie puede entrar al cielo
sin la gracia santificante, que nos hace partícipes de la
Naturaleza Divina, hijos adoptivos de Dios, herederos del
paraíso y templos del Espíritu Santo.
La Iglesia siempre enseñó que los
niños deben ser bautizados lo antes posible. León XIII
condenó la costumbre de posponer el bautismo de los bebés.
Muchos teólogos están de acuerdo en afirmar que posponer
el bautismo más de un mes sin razón, constituye pecado
mortal.
Leemos en el
Catecismo Mayor de
San Pío X[1]:
562.- ¿Cuándo hay que llevar a los niños a la Iglesia
para que los bauticen? - Hay que llevar a los niños lo
más pronto posible a la Iglesia para que los bauticen.
563.- ¿Por qué tanta prisa en bautizar a los niños?
- Hay que darse prisa en bautizar a los niños, porque
están expuestos por su tierna edad a muchos peligros de
muerte, y no pueden salvarse
sin el Bautismo.
En lugar de "suprimir el limbo", la
iglesia conciliar debería ocuparse de que los recién
nacidos reciban cuanto antes el Bautismo, y no
dilatar la recepción del
Sacramento con artilugios
ridículos.
Quizás la verdadera razón por la cual el
limbo es rechazado, se deba al clima ecuménico reinante
actualmente. La iglesia conciliar ya no trata de convertir
a judíos, musulmanes o paganos, quienes ciertamente no
están bautizados. El limbo es lo único que afecta
directamente a las almas privadas del bautismo. Esto no
concuerda con la nueva teología ecuménica que considera al
bautismo muy necesario para la salvación, pero no la única
opción.
Además, si en la iglesia conciliar se permite tener la "esperanza"
de que todos los hombres se salvan, como sostiene el
popular modernista Hans Urs von Balthasar, también
debe permitirse tener la "esperanza" de que todos los
bebés no bautizados vayan al paraíso y gocen de la Visión
Beatífica.
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