1.
26
de octubre de 2005 - El
cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova,
visitó la isla-cárcel de Cuba del 3 al 10 de
octubre pp., durante la cual tuvo una entrevista
de dos horas con el dictador comunista Fidel
Castro, a quien trasmitió un saludo
"especial" de S.S. Benedicto XVI.
En dicha histórica entrevista participaron su
secretario, Mons. Stefano Olivastri y el Nuncio
Mons. Luigi Bonazzi. El cardenal Bertone se
entrevistó también con altos funcionarios del régimen,
como Caridad Diego, jefa de Asuntos Religiosos del
Partido Comunista de Cuba y Esteban Lazo, jefe del
Departamento Ideológico del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba; mantuvo contactos
eclesiásticos de alto nivel; visitó la diócesis
de Santa Clara, adonde acompañó a dos sacerdotes
italianos que cumplirán funciones en esa diócesis;
y recibió a miembros de la italiana comunidad de
San Egidio, que se adhiere a la teología de la
liberación y que ha recibido luz verde del régimen
para actuar en Cuba.
2.
Agencias
y periódicos internacionales atribuyeron al
cardenal de Génova afirmaciones en las que elogia
al sanguinario dictador, algo incomprensible
si se considera la ideología comunista de éste,
que fue calificada de "intrínsecamente
perversa" por tradicionales documentos de
Pontífices del siglo XX, a la que no renunció y
de la cual continúa haciendo alarde.
A
su retorno a Génova, el cardenal Bertone convocó
a una conferencia de prensa para dar detalles de
su entrevista con Castro, a la que asistieron
representantes de los mayores diarios de Italia y
de las más importantes agencias de noticias
internacionales. En el transcurso de la misma, el
cardenal dijo que "la Iglesia en Cuba es
vista con respeto por el gobierno" y que
"el mismo Castro manifestó gran aprecio por
la Iglesia"; expresó su convicción de que
en el dictador "ha crecido el respeto por
la religión"; y afirmó, contra todas
las evidencias, que en la isla-cárcel "ya la
apertura es total".
Los
comentarios elogiosos del cardenal Bertoni al
dictador no terminaron ahí. Destacó lo que le
pareció interpretar como "notable
lucidez" del tirano cuando analizó la
"crisis energética" internacional;
elogió su "insistencia" sobre el
"deber" de "cultivar la civilización
de la solidaridad", de la "necesidad de
ayudar a los pobres y desheredados" y de
"promover el desarrollo humano"; añadiendo
que en ese sentido el tirano "no ha dejado
de dar el buen ejemplo", "enviando
ayuda" a diversos países, y que los
anteriores son "temas que están muy dentro
del corazón de Castro". Como si el
dictador no fuera el responsable directo por la
terrible pobreza imperante en Cuba; por la más
completa degradación física, psicológica y
moral de generaciones enteras, fruto de un
embargo interno esclavizante; por la exportación
de revoluciones sangrientas en América Latina y
África; en fin, por sustentar durante casi
medio siglo una anti-civilización comunista
que fue calificada de "vergüenza de nuestro
tiempo" por la Congregación de la Doctrina
de la Fe, de la cual el cardenal Bertone fue
secretario durante 7 años.
3.
Castro,
por su parte, según la versión cardenalicia,
después de tejer loas al fallecido Juan Pablo II,
habría enaltecido a su sucesor, Benedicto XVI,
afirmando que "tiene el rostro de un ángel
bueno" y añadiendo: "Lo digo y lo
confirmo, porque soy un especialista en fisionomías".
Castro, además, habría recibido "en
silencio", al parecer con aire humilde, la
"bendición" del cardenal quien,
impresionado con lo que serían las disposiciones
más íntimas del dictador, exclamó: "Creo
que en Castro hay un espacio creciente para
escuchar a Dios"... Como si el dictador
no hubiera demostrado reiteradas veces dotes
histriónicos, habiendo en 1959 bajado de la
Sierra Maestra con un Rosario y una medalla de la
Virgen de la Caridad al cuello, para conseguir el
apoyo de los católicos; y en 1998, al despedir a
Juan Pablo II, en el aeropuerto de La Habana,
llegando a simular el derramamiento de lágrimas,
suficiente como para que algunos interpretaran el
hecho como un comienzo de conversión...
4.
Capítulo
aparte merece la "ayuda" que Castro habría
solicitado a la Iglesia para combatir la
"plaga" del aborto, presentada por el
cardenal como una "consecuencia del turismo
sexual" y constituyendo para éste una
"vergüenza, una denuncia que debe hacerse
con voz alta". En realidad, la
"plaga" del aborto en Cuba comunista es
sustancialmente consecuencia de un sistema que por
su ideología comunista favorece la promiscuidad
sexual desde la más temprana adolescencia. Por
denunciar la práctica masiva de abortos en Cuba
continúa preso el Dr. Oscar Elías Biscet; y por
negarse a continuar haciendo experimentos con
fetos, después de su conversión al catolicismo,
está prohibida de salir de Cuba la destacada
neurocirujana Dra. Hilda Molina.
Lamentablemente, en favor de ambos, no se oyó
hasta ahora ninguna "denuncia en voz
alta" del alto prelado italiano.
El
cardenal Bertone, mencionado como "papabile"
en los días que siguieron a la muerte de Juan
Pablo II, añadió que las relaciones
Cuba-Vaticano "jamás se han interrumpido y
eso es muy significativo"; hasta en los
momentos más difíciles "continuó el diálogo",
lo cual sería "muy importante" porque
el diálogo "da frutos, como se ve
ahora".
Presumiblemente
para no empañar ese clima de "diálogo"
con la tiranía castrista, el arzobispo de Génova
"se excusó de opinar sobre la situación
relativa a los derechos humanos", minimizando
este gravísimo tema, con aire de naturalidad,
expresando que "todos los países tienen sus
problemas". Esas declaraciones fueron
destacadas, con satisfacción, por el periódico
Granma, órgano del Partido Comunista de Cuba. No
consta que en su visita de una semana a Cuba el
cardenal haya abierto su agenda para tener
contacto con miembros de la sociedad civil, varios
de ellos, laicos católicos, como la economista
Martha Beatriz Roque y las Damas de Blanco, que
diariamente arriesgan sus vidas para conseguir,
pacíficamente, la libertad en Cuba.
5.
No
se sabe si por un lapso, o si por otra razón, el
cardenal Bertone reveló algo que contradice las
supuestas buenas disposiciones del dictador: éste
le confidenció que continúa siendo
"fiel" a sus ideas de siempre... O sea,
al comunismo en cuanto nefasta ideología, y a su
estrategia de hacer apóstatas y no mártires en
el rebaño católico, estrategia que delineó
en discurso en la Universidad de La Habana en la década
de 1960 y que viene aplicando hasta hoy: "No
caeremos en el error histórico de sembrar el
camino de mártires cristianos, pues bien sabemos
que fue precisamente el martirio lo que dio fuerza
a la Iglesia. Nosotros
haremos apóstatas, miles de apóstatas..."
Una
semana después de la visita del cardenal a Cuba,
el obispo de Holguín, al oriente de la isla, se
vio en la necesidad de denunciar dramáticamente
que "las agresiones a católicos"
de su diócesis "persisten y aumentan en
su violencia" (agencia católica Zenit,
17-10-2005), algo que desmiente el espejismo de
"apertura total" que el cardenal
Arzobispo de Génova creyó ver en la otrora Perla
de las Antillas.
6.
Todo
lo anterior es sin duda doloroso, particularmente,
para los fieles católicos cubanos que ven a un
Pastor ir al encuentro del Lobo, y posteriormente
elogiarlo casi como si fuera un inocente Cordero.
No obstante, lamentablemente, no son novedad ni
los elogios rasgados de un cardenal a Castro, ni
las cínicas alegaciones de respeto y admiración
del tirano por la Iglesia. Por ejemplo, es esto lo
que se oyó, de boca del dictador, antes y después
de su encuentro con Juan Pablo II, en Roma, en
noviembre de 1996, y de la visita del Pontífice a
Cuba, en enero de 1998.
Por
ello, me atrevo a decir que lo anterior no es lo más
grave.
7.
En
realidad, lo más grave es la enigmática
continuidad de la política de mano extendida del
Vaticano y de altas figuras eclesiásticas de
diversos países hacia el tirano del Caribe,
durante más de tres décadas, que se remonta a la
época en que monseñor Agostino Casaroli,
entonces secretario del Consejo para los Asuntos Públicos
de la Iglesia, afirmó en visita a Cuba que los
católicos de la isla eran felices; que pasa por
tantos lamentables episodios protagonizados por
altos eclesiásticos de diversos países, que he
tenido ocasión de abordar en artículos
anteriores; y que llega hasta Juan Pablo II,
cuando el 8 de enero pp., al recibir las cartas
credenciales del nuevo embajador de Cuba ante la
Santa Sede, hizo un reconocimiento a diversos
aspectos de la revolución comunista que colocó a
los católicos cubanos en una encrucijada
espiritual sin precedentes (cfr., entre otros
artículos, que incluyen abundante documentación,
"Juan Pablo II, Cuba y un dilema de
conciencia", 15-1-2005; "El drama cubano
y el silencio vaticano", 25-04-2003;
"Cardenal Sodano y Fidel Castro: el Pastor
sale en auxilio del lobo", 11-05-2003;
"El pedido de perdón que no hubo: la
colaboración eclesiástica con el
comunismo", 22-03-2000; "ONU:
representante vaticano favorece dictadura
castrista", 26-10-2000; "Sí, el régimen
comunista persiguió y persigue a los católicos
cubanos", 9-01-1998 (en vísperas del viaje
de Juan Pablo II a Cuba); "Con el comunismo
cubano, un ‘diálogo franco’ imposible",
4-03-1998; "Fraudulenta ‘política
religiosa’ del dictador Castro",
16-11-1996,día de la llegada del dictador Castro
a Roma, publicados en el DIARIO LAS AMÉRICAS, de
Miami, en las fechas indicadas).
8.
Es
difícil, para no decir imposible, suponer que el
cardenal Bertone haya viajado a Cuba sin el
conocimiento de la Secretaría de Estado del
Vaticano, e incluso del propio S.S. Benedicto XVI,
a juzgar por las informaciones de prensa, no
desmentidas hasta el momento, de que el arzobispo
de Génova fue portador de un saludo
"especial" del Pontífice al dictador.
9.
Sé
bien, en cuanto católico y en cuanto ex preso político
cubano, que pasó 22 años preso en las mazmorras
castristas, y vio su fe fortalecida al oír los
gritos de los jóvenes católicos que morían en
el "paredón" gritando "¡Viva
Cristo Rey, abajo el comunismo!", cuántas
perplejidades, angustias y dramas interiores crea
en las conciencias de los cubanos esa actitud
diplomática de la Santa Sede y de altos prelados
de diversos países en relación a Cuba comunista.
Una situación de las más dolorosas que pueden
existir, porque dicen respecto a sus vínculos con
la Santa Sede y con la Iglesia. No obstante, como
ya he tenido ocasión de manifestar, la fe de los
católicos debe quedar intacta y hasta fortalecida
ante este dilema, porque en materias diplomáticas
y políticas ni siquiera los Papas están
asistidos por la infalibilidad. Por ello, los
fieles católicos, junto con reafirmar su
incondicional obediencia a la Iglesia y al Papado
en los términos establecidos por el derecho canónico,
y manifestando toda la veneración debida a la Cátedra
de Pedro, tienen el derecho y hasta el deber de
resistirse a aceptar determinadas orientaciones
diplomáticas, en la medida en que éstas
discrepen de la línea tradicionalmente adoptada
por la Iglesia en relación al comunismo.
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