¿Tendremos que enviarle a los "obispos", en
especial al "Cardenal" Bergoglio, una pluma
blanca, como hizo la hija de un asesinado por la
subversión con los Comandantes en Jefe de la
Armada y del Ejército [1]?
El
martes 29 de enero, la líder de las madres de
Plaza de Mayo, junto con una media docena de sus
congéneres, realizaron una protesta en la Catedral
Metropolitana de la ciudad de Buenos Aires [2],
y con la excusa
de que "les habían cerrado los baños",
instalaron baños químicos detrás del altar,
según ellas, ante el altar mayor, según otros. De
cualquier forma, una profanación.
Imaginamos que los fieles conciliares estarán
esperando ansiosos una declaración del vocero
del primado, o, ante la falta de la misma, de
algún otro "obispo", indignado por el
sacrilegio. Hasta ahora, nada de esto ha
ocurrido. Bien dice el rabino en el artículo que
ponemos más abajo, este atropello también fue
perpetrado por "la omisión, el silencio cómodo y
cómplice de quienes, viendo todo, no hacen
nada".
Nos
preguntamos: ¿Dónde están los jerarcas
conciliares? Ante el atropello, ¿Llamaron a la
policía, a la gendarmería? O, por lo menos,
convocaron a los católicos para que defendieran
su templo? ¿Van a hacer algún desagravio?
Dice
Santo Tomás en
la
Suma Teológica (2" 2ae., q. 136, a. 4, ad 3):
Si va contra la naturaleza de la paciencia atacar, cuando es necesario, a quien obra el mal; porque, como dice San Juan Crisóstomo (Hom. Op. imperf.) aquello de la Escritura —"Vete, Satanás" (Mat. 4, 10)—
sufrir con paciencia las injurias que nos hacen, es digno de alabanza; pero es exceso de impiedad tolerar pacientemente las injurias hechas contra Dios.
Y San Agustín agrega, en una epístola contra Marcelino (138, c. 2) que los preceptos de la paciencia no contrarían al bien público, para cuya conservación luchan contra los enemigos.
Es evidente que los pastores conciliares no
imitan a San Antonio María Claret , que decía:
«¿Cómo tendré caridad
si —sabiendo que en un camino hay ladrones y asesinos que roban y matan a cuantos pasan— no se
lo advierto a los que se dirigen a él? ¿Cómo tendré caridad si —sabiendo que los carnívoros lobos están matando las ovejas de mi Señor— callo? ¿Cómo tendré caridad si enmudezco al ver cómo
roban las alhajas de la Casa de mi Padre, tan preciosas que le cuestan la sangre y la vida a Dios, y al ver que han pegado fuego a la Casa y
Heredad de mi amadísimo Padre?».
«¡Ahí No es posible callar, Madre mía. No callaré aunque supiese que de mi han de hacer pedazos; no quiero callar; llamaré, gritaré, daré voces al cielo y a la tierra, a fin de que se remedie tan gran mal No callaré... Y si de tanto gritar se vuelven roncas o mudas mis fauces levantaré las manos al cielo, se espeluznarán mis cabellos, y los golpes que con los pies daré en el suelo, suplirán la falta de mi lengua Tal vez me diréis que ellos, como enfermos frenéticos, no querrán escuchar
al que les quiere curar; antes bien me despreciarán y perseguirán
de muerte. ¡No importa!...»
Pensamos, que una vez más, se hacen merecedores
de una pluma blanca.
A
continuación reproducimos parte del artículo del
rabino.
La
Catedral y los cómplices
Por Sergio Bergman
Para LA NACION
La
profanación de la Catedral Metropolitana no fue
sólo perpetrada por quienes la tomaron, sino,
sobre todo, por aquellos que sabemos y no nos
sinceramos. Es la acción de algunos pocos pero,
tanto o más, la omisión, el silencio cómodo y
cómplice de quienes, viendo todo, no hacemos
nada.
Como la Catedral, la República está siendo profanada. Quienes
abandonamos lo público en el refugio seguro de
lo privado, lamentaremos, cuando ya sea tarde,
no habernos consagrado a la ley como el límite
que sostiene no sólo el orden constitucional,
sino también las garantías cívicas, que son la
expresión jurídica de la dignidad que resguarda
los derechos humanos.
Consagrar es una acción terrenal, social, cultural y colectiva que
no sólo es patrimonio de la experiencia
religiosa. La religión, en cuanto institución,
designa tiempos, espacios, símbolos y rituales
para hacer sagrado con otros, es decir, con-sagrar
en lo terrenal su vínculo con lo celestial. Los
creyentes, en nombre de lo divino, revelamos lo
humano. Aquello que la religión instituye en la
libertad de conciencia, en nuestra sociedad lo
establece la Constitución de la Nación.
Consagrar los límites es una experiencia propia
del Estado de Derecho, que da garantías a la
libertad de todos y no para ejercerla según la
visión de algunos, que profanan los límites para
imponerse en la pre-potencia de lo concedido y
no en la potencia del contenido de lo que se
reclama.
Podríamos decir que este principio nada tiene de extraordinario en
una sociedad democrática y con un sistema
vigente, donde la ley es el límite. No es
nuestro caso en la Argentina de la sociedad
anónima, que no es sólo una figura apta para los
negocios que se van haciendo con lo de todos
para pocos, sino un abismo en el que se quiebra
la empresa de ser el país que nos debemos.
Cuando en forma reiterada y cotidiana se violenta la ley, se
profana el límite, vaciándolo de su valor
sagrado. Hace unos días, la Catedral
Metropolitana fue profanada. Siempre imaginé,
como rabino,
que debía estar atento a reclamar por la
profanación de nuestras sinagogas o cementerios.
Nunca que deberíamos hacerlo por la del templo
emblemático de la Iglesia Católica argentina. El
cardenal Bergoglio siempre resalta que, en el
frontispicio de la Catedral, está la imagen de
José y sus hermanos en la reconciliación y el
encuentro. Deberíamos insistir en esta narrativa
bíblica, para reencontrarnos los argentinos en
un abrazo fraterno. .............
Nada puede justificar la desproporción de ingresar en la Catedral
para tomarla como rehén de un mecanismo de
extorsión, a cuenta de la profanación de aquello
que, sabiendo de la sensibilidad de su
proyección, pretende sólo dañar.
Lo paradójico es el
silencio masivo frente a este hecho que, público
y notorio, fue rápidamente disimulado y
silenciado. Si se hubiera realizado la misma
acción de presión ingresando en una sinagoga o
en una mezquita o algún otro templo de cualquier
confesión, sé que la reacción hubiera sido
inmediata, masiva y de repudio.
......
.........................................................................................
El autor es
rabino de la
Asociación Israelita de la República Argentina.
Link
http://buscador.lanacion.com.ar/Nota.asp?nota_id=986254&high ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ |