Decreto conciliar sobre la educación
El decreto aboga primero por una falsa libertad
moral:
§ 1 «Declara igualmente este Sagrado Sínodo que
los niños y adolescentes tienen derecho a ser alentados a
considerar con una recta conciencia los valores morales y a
abrazarlos por decisión personal...». (Nota del Ed.: esto es, ya
no se les ha de enseñar un código absoluto del bien y del mal que
tienen que aceptar).
En seguida, la declaración acepta el terrible
estado de las escuelas modernas, las cuales se han convertido en una
amalgama de errores de varias fuentes:
§ 5 «Además, [la escuela] constituye como un
centro cuyo funcionamiento y progreso merecen la participación
solidaria de las familias, los maestros, los diversos grupos
culturales, cívicos y religiosos, la sociedad civil y toda la
comunidad humana». (...los diversos grupos... religiosos: ¿no es
esto el indiferentismo puesto en práctica?).
También se defiende el pluralismo:
§ 6 «Cualquier monopolio de las escuelas... se
opone a los derechos nativos de la persona humana... y al pluralismo
que hoy existe en muchas sociedades». (Aunque estemos de acuerdo en
que el estado no deba ejercer un monopolio sobre la educación,
deploramos esta aprobación del pluralismo).
Y parece aprobar implícitamente la asistencia a
las escuelas públicas:
§ 7 «Es necesario que atienda con afecto
particular y con su ayuda a los muchísimos que se educan en
escuelas no católicas». (Aquí no se menciona la antigua práctica
de la Iglesia de prohibir a sus hijos la asistencia a escuelas no
católicas, las cuales son un peligro para la fe y la moral).
Por último, el decreto termina por elogiar la
heterodoxia del pluralismo:
§ 7 «Por esta razón, la Iglesia aplaude a las
autoridades y sociedades civiles que, respetando la naturaleza
pluralista de la sociedad moderna, y tomando en cuenta el derecho a
la libertad religiosa, ayudan de tal modo a las familias que les es
posible educar a sus hijos en todas las escuelas y de acuerdo a las
convicciones morales y religiosas de cada familia».
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Decretos eclesiales sobre la educación
En contraposición a los errores ya enumerados se
encuentra una multitud de enseñanzas papales: en particular, la
magnífica carta encíclica Divini Illius Magistri, escrita en 1929
por Pío XI. En este documento, S.S. Pío XI condenó muchos errores
que, aunque prevalezcan hoy más que nunca, el decreto conciliar
pasa por alto.
Condena, verbigracia, el naturalismo en la educación
y la falsa libertad moral:
«Así pues, es falso todo naturalismo pedagógico
que de cualquier forma excluya o debilite la formación sobrenatural
cristiana en la enseñanza de la juventud; y es insostenible todo método
educativo basado, total o parcialmente, en la negación u olvido del
pecado original y de la gracia, y, por consiguiente, en las solas
fuerzas de la naturaleza humana. Tales son, generalmente, aquellos
sistemas modernos de varios nombres, que apelan a una pretendida
autonomía y libertad ilimitada del niño y que aminoran y hasta
suprimen la autoridad y acción del educador, atribuyendo al niño
una primacía exclusiva de iniciativa y una actividad independiente
de toda ley superior, natural o divina, en la tarea de su educación».
La educación sexual está igualmente condenada:
«Demasiado extendido está el error de aquellos
que, con peligrosas afirmaciones y con feo nombre, propagan la
llamada educación sexual, imaginándose falsamente que podrán
armar a la juventud contra los peligros de la sensualidad con medios
puramente naturales, tales como una iniciación temeraria e
instrucción preventiva para todos indiscriminadamente y hasta públicamente;
y, peor aún, exponiéndolos a las ocasiones desde temprana edad, a
fin de acostumbrarlos, así dicen ellos, y como para endurecerlos
contra tales peligros».
Así como la coeducación:
«Igualmente erróneo y pernicioso a la educación
cristiana es el método llamado de la ‘coeducación’, fundado
también, según muchos de sus partidarios, en el naturalismo y la
negación del pecado original; pero según todos, en una deplorable
confusión de ideas que trueca la legítima convivencia de los sexos
en una promiscuidad e igualdad niveladora. El Creador ha ordenado y
dispuesto la convivencia perfecta de los dos sexos solamente en la
unidad del matrimonio, y gradualmente separada en la familia y en la
sociedad».
Y la educación secular y mixta (en total oposición
al decreto conciliar):
«De aquí precisamente se sigue que es contraria
a los principios fundamentales de la educación la escuela llamada
“neutra” o “laica”, de la cual queda excluida la religión.
Tal escuela, además, no es prácticamente posible, porque viene a
hacerse irreligiosa. No es menester repetir cuanto acerca de este
asunto han declarado Nuestros Predecesores, señaladamente Pío IX y
León XIII, en cuyos tiempos particularmente comenzó el laicismo a
predominar en la escuela pública. Nos renovamos y confirmamos sus
declaraciones, y al mismo tiempo las prescripciones de los Sagrados
Cánones en que la asistencia a las escuelas acatólicas, neutras o
mixtas, es decir, las abiertas indiferentemente a los católicos y a
los no católicos sin distinción, está prohibida a los niños católicos,
y sólo puede tolerarse, únicamente a juicio del Ordinario, en
determinadas circunstancias de lugar y tiempo y con especiales
cautelas».
«Y no puede ni siquiera admitirse para los católicos
la escuela mixta (peor si, siendo única, es obligatoria para
todos), en la cual, aun dándoles, aparte, la instrucción
religiosa, reciben la restante enseñanza de maestros no católicos
junto con los alumnos acatólicos».
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