EL LIBRO DE
LAS HEREJÍAS
DE JUAN PABLO
II
R.
P.BASILIO MÉRAMO (*)
Otra de las grandes herejías de Juan Pablo II en su libro Cruzando el Umbral de la Esperanza, es la de la salvación de todos los hombres. Veamos el drama teológico de Juan Pablo II que concibe de otro modo el Gran Misterio de la salvación de los hombres: "Solamente Dios salva a toda la humanidad" (Cruzan. p. 85). Estas palabras tal como suenan son heréticas, no se puede afirmar que "Dios salva a toda la humanidad", Dios redime a toda la humanidad, pero desgraciadamente por culpa (libre) del hombre que no responde al amor de Dios, no todos los hombres se salvan. De otro modo, es confundir dos Misterios, el de la Redención, que es por todos los hombres (pro omnibus) sin excepción, y el de la Salvación, que no es por todos sino por muchos (pro multis) pues desgraciadamente no todos los hombres se salvan. Para Juan Pablo II la salvación de toda la humanidad, de todos los hombres, es un hecho consumado, confundiendo errónea y heréticamente Redención con Salvación: "Este misterio de la salvación es un hecho consumado. Dios ha abrazado a todos con la cruz y la Resurrección de su Hijo" (Cruzan. p. 88). Y sobre esta herejía
se funda el aggiornamento, tal como lo expresa Juan Pablo II: "El
aggiornamento no es sólo renovación de la Iglesia en sí misma, no es sólo la
unidad de los Cristianos, 'para que el mundo crea' (Juan 17, 21), es también, y
sobre todo, la acción salvífica El magisterio infalible de la Iglesia enseña respecto a la salvación de los hombres: "Dios omnipotente quiere que todos los hombres sin excepción, se salven, aunque no todos se salvan. Ahora bien, que algunos se salven es don del que salva, pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden" (D. 138). Más aún cuando El murió por todos, no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión" (D 795). Que Dios quiera salvar a todos los hombres no significa que de hecho todos se salven, pues la
Iglesia condenó: "Todos los que Dios quiere salvar por Cristo, se salvan
infaliblemente" Cada vez que
Juan Pablo II afirma: "El cristianismo es una religión de salvación (..)
Entre Todas estas afirmaciones y muchas otras en el mismo sentido revelan cómo para Juan Pablo II la salvación Universal es una verdad. Y nosotros no podemos menos que reprobar esta doctrina que es herética y condenada por la Iglesia. Si nos fijamos bien en el texto citado encontramos la clave del error de Juan Pablo II, cuando dice: "La felicidad que brota del conocimiento de la verdad, de la visión de Dios cara a cara,... esta felicidad es tan profundamente acorde con esa aspiración, que está inscrita en la esencia del hombre... el que ha creado al hombre con esta fundamental inclinación... no puede no querer que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad"; pasando así del orden natural: conocimiento de la verdad, al orden sobrenatural: de la visión de Dios cara a cara, confundiendo estas dos felicidades que son radicalmente distintas. Máxime cuando afirma que "esta felicidad (de la visión de Dios cara a cara) es tan profundamente acorde con esa aspiración que está inscrita en la esencia del hombre", es decir, el deseo natural de ver a Dios, como inclinación fundamental del hombre hacia Dios. y en razón de esto, y según el texto Bíblico, Dios no puede no querer que todos los hombres se salven. La Fe concebida antropológicamente es otro de los errores de Juan Pablo II en su libro. Sorprende cómo puede decir: "Nuestra Fe es profundamente antropológica." (Cruzan. p. 56). Estas palabras, tal como suenan, son heréticas. Nuestra Fe es sobrenatural, es un don y una gracia de Dios, nadie puede creer, si Dios no le infunde sobrenaturalmente la Fe. Una Fe antropológica es un contrasentido, es rebajar a la dimensión del hombre la Fe sobrenatural. La Fe es divina, no antropológica; es divina: en su objeto material (creer a Dios) en su objeto formal (creer por Dios) en su objeto final (creer en Dios) (Cfr. S. Th. II II, q 2 a 2). La Fe es una virtud sobrenatural: "Esta Fe, que es el principio de la humana salvación, la Iglesia Católica profesa que es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la Gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por El ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos". (D. 1789). "La Fe, aún cuando no obre por la caridad, es en sí misma un don de Dios, y su acto es obra que pertenece a la salvación" (D 1791). "Los Misterios Divinos por su propia naturaleza, de tal manera sobrepasan el entendimiento creado que, aún enseñados por la revelación y aceptados por la fe, siguen, no obstante, encubiertos por el velo de la misma Fe y envueltos en cierta oscuridad" (D. 1796). La Fe es de origen Divino y no puede ser profundamente antropológica, Dios es su autor: "Dios es el autor de la misma Fe" (D. 1639). Juan Pablo II niega el carácter profundamente sobrenatural de la Fe. Y lo peor es que con su óptica antropológíca tergiversa la Palabra de Dios: "La eterna elección del hombre en el Verbo que es el hijo (Cfr Efesios 1, 4)." (Cruzan p. 56), para darle un contenido humano de acuerdo a su afirmación "Nuestra fe es profundamente antropológica". Antropológica es también la escatología según Juan Pablo II. "La escatología, como ya he mostrado, es profundamente antropológica" (Cruzan. p184). Y él mismo admite y reconoce que "la escatología tradicional giraba en torno a los llamados Novísimos" (Cruzan. p.184). Con lo cual se reconoce el cambio radical entre una y otra escatología. La definición de la fe no tiene, nada de antropológica pues: "Es, en efecto, la fe, en testimonio de los Apóstoles, sustancia de las cosas que se esperan, argumento de lo que no aparece (Hebr. 11, 1)" (D 1789). Una fe antropológica es una fe humana natural, contraria a la Iglesia: "Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios" (D 175). "La fe, por la que creemos en Cristo, así como también todos los bienes, nos vienen a cada uno de los hombres, por don de la gracia celeste, no por poder de la naturaleza humana" (D 200b). El antropocentrismo de Juan Pablo II es tan arraigado que todo parece girar en torno al hombre, de la persona humana, convirtiéndose en una verdadera preocupación a lo largo de su vida. "El interés por el hombre como persona estaba presente en mí hacia mucho tiempo. (...) siempre me ha apasionado más el hombre;" (Cruzan p. 197). Y refiriéndose a uno de sus libros dice: "en Amor y responsabilidad formulé el concepto de norma personalista (...) La verdadera interpretación persona lista del mandamiento del Amor se encuentra en las palabras del Concilio: ...(Cruzan. pp. 198-199). Es tal la concepción antropológica y personalista que el Evangelio es una confirmación de los derechos del hombre, y de la verdadera libertad por la que combatieron Kant y Max Scheller en contra del peligro de una libertad egoísta: "... subsistirá siempre el peligro de una libertad egoísta. Peligro contra el que luchó Kant; y en esta línea deben situarse también Max Scheller y todos los que, después de él, han compartido la ética de los valores. Pero una expresión completa de esto la encontramos sencillamente en el Evangelio. Por eso en el Evangelio está también contenida una coherente declaración de todos los derechos del hombre, incluso de aquellos que por diversos motivos pueden ser incómodos" (Cruzan. p. 200). Con estas palabras se comprende como Juan Pablo II puede decir que la fe es profundamente antropológica. Esta es una fe personalista que no se aviene con la fe Católica Apostólica Romana de la Iglesia, sino que concuerda con la impía y herética declaración de los Derechos del hombre y de la Revolución francesa o Judeo-masónica. Se comprende, así también, cómo pudo declarar el Cardenal Suenens "El Concilio es 1789 en la Iglesia" (Mons. Lefebvre, Le Destronaron ed. S Pio X , Bs As 1987 p. 10). Uno de los errores básicos (de fondo) de Juan Pablo II es el antropocentrismo, o mejor dicho, el personalismo antropocéntrico o personalismo a secas. Esta doctrina nutre y condiciona todo el pensamiento filosófico y teológico de Juan Pablo II. El personalismo de Juan Pablo II, basado en 3 nociones: la creación del hombre a imagen de Dios (imago Dei), la capacidad de Dios (capax Dei) que bien entendidos según la filosofía y la teología tomista, son como piedras preciosas de la doctrina católica. Pero mal entendidas o tergiversadas son tan peligrosas como la bomba atómica. El error del personalismo antropocéntrico, tanto el de Maritain como el de Juan Pablo II y el del Concilio, gira alrededor de estas tres nociones pero sutilmente tergiversadas. Para tener una idea de lo que constituye el Personalismo trataremos de resumirlo de la siguiente forma según el pensamiento de Juan Pablo II y de Maritain, su teorizador: El hombre creado a imagen de Dios (imago Dei), tiene en consecuencia una capacidad de Dios (capax Dei), teniendo así el hombre una aspiración o deseo natural hacia Dios. De tal modo que la persona humana estaría como incompleta (imperfecta) si no alcanzase la visión de Dios cara a cara, puesto que habría una exigencia o débito a la visión de Dios, una vez que hizo al hombre a su imagen y semejanza. La dignidad de la persona humana reclama, exige, la visión de Dios como su natural complemento y coronamiento. La persona humana colma su realización en la visión de Dios (en su misma Deidad) y esto como consecuencia de haber sido creada a imagen de Dios). Dentro de este contexto se desenvuelve el pensamiento de Juan Pablo II acerca del hombre, la persona humana, su dignidad y libertad y de su salvación. El primero en combatir abierta y directamente el Personalismo, formulado por Maritain fue el Padre Julio Meinvielle, quien dedicó un libro titulado "Crítica de la Concepción de Maritain sobre la Persona Humana" ed. Nuestro Tiempo, Bs. As. 1948, para refutar este grave error que penetró en la Iglesia, con el Concilio Vaticano II y que tiene su más profundo paladín en Juan Pablo II. Se trata entonces, al hablar del Personalismo, de la herejía denunciada por Mons, Lefebvre en estos téminos simples pero certeros de un texto que ya vimos anteriormente: "El sostener, como hace el Vaticano II, una orientación naturalmente recta de todos los hombres hacia Dios, es un irrealismo total y una pura herejía naturalista" (Le Dest. p.199). Veamos qué nos dice
al respecto el P. Meinvielle: "Maritain habla de la ordenación directa de
la persona humana hacia Dio: Si con ello quisiera significar tan sólo que
la persona singular puede alcanzar a Dios por sus actos propios personales, nada
reprensible habría en ello. Pero si pretendiera significar algo más,
adjudicando a la persona humana, ut sic, una comunicación directa e inmediata
con Dios, se apartaría gravemente de Santo Tomás, exponiéndose a suprimir el fundamento que distingue el orden natural del sobrenatural y a adjudicar a la
persona
prerrogativas que sólo corresponden al orden de la gracia. Pretender que la
persona humana, en cuanto tal, tiene derecho a una comunicación directa e
inmediata con Dios en su Divina Deidad, sería incurrir en el gravísimo
error de los pelagianos, del que no pueden considerarse inmunes algunas
expresiones de Maritain; así p. ej: (...) 'La persona tiene una relación
directa con lo absoluto, en el cual sólo puede tener su plena suficiencia, su
patria espiritual es todo el universo de lo absoluto... En Les Droits(2), escribe: La persona tiene una
dignidad absoluta porque está en una relación directa con lo absoluto, en
el cual sólo puede encontrar su perfecto acabamiento'. 'Así la persona reclama
la sociedad y tiende siempre a sobrepasarla hasta que entre por fin a la
sociedad de Dios'(3). 'La persona pide ver la causa primero en su esencia, pide
ser libre sin poder pecar, pide no sufrir, no morir. Estas aspiraciones de la
persona habrían quedado insatisfechas por siempre en el estado de naturaleza
pura'(4). Estas expresiones que usa
Maritain no se avienen con la absoluta sobrenaturalidad de la gracia y de
la gloria y, particularmente, con el pensamiento tomista en esta cuestión."
(Crit. pp. 76-77). Pues: "Si el fin
sobrenatural trasciende infinitamente las aspiraciones de la persona
humana, no puede un filósofo tomista discurrir acerca de la persona
humana, tomada por lo que es en sí misma, sobre la base de prerrogativas que le
corresponden por una concesión totalmente gratuita de la divina misericordia.
(...) Porque una cosa es que lo sobrenatural haya de hacerse presente en lo
natural, que haya de informarlo vitalmente, y otra cosa que la esencia natural
haya de revestir Y más adelante, después de hacer la declaración sobre la contemplación de Dios, que es doble: La una natural e imperfecta a través del conocimiento filosófico; la otra sobrenatural y perfecta, cual será en el cielo y es posible al hombre en el supuesto de la fe. tratándose de dos felicidades distintas tanto como lo son el orden natural y el orden sobrenatural: explica el P. Meinvielle: "De aquí aparece que la comunicación directa e inmediata de la creatura intelectual con Dios no se verifica sino en el plano sobrenatural y de ningún modo en el natural. No son, por tanto, las exigencias de la persona humana, en cuanto tal, sino las del orden sobrenatural, completamente gratuito e indebido, en cuya participación entra la persona humana como pura causa material y receptiva, las que dan derecho a ese fin último que reside en la contemplación de Dios 'cara a cara'. Pero aún esta comunicación inmediata de Dios a la persona humana santificada por la gracia no se verifica tan inmediatamente como si no fueran necesarios prerrequisitos internos y externos; es necesario, por un lado que la persona humana, al menos con voto implícito, tome la posición que le corresponde dentro de la Iglesia, sociedad sobrenatural; por otro lado, que se ubique debidamente dentro del orden universal por el cumplimiento de la ley natural, y aún dentro del orden social o político por el cumplimiento, también, de los preceptos naturales correspondientes" (Crit. p82). El error de Maritain, su personalismo, radica en "una sobreestimación de la dignidad de la persona humana, con detrimento de la infinita trascendencia del orden de la gracia y de la gloria; ... Más arriba hemos dejado firmemente establecida la doctrina católica que enseña que la persona humana no puede aspirar ni aspira eficazmente a nada que sobrepase los puros valores humanos de naturaleza. Si de hecho, existencialmente, aspira a valores sobrenaturales estrictos es también, porque, ha sido establecida, en su origen, en una condición sobrenatural de la que luego por su culpa ha prevaricado. Constituida originalmente en la vida de la gracia, partícipe de la Deidad, familiarizada con el trato divino, aspira ineficazmente a renovar aquélla primitiva comunicación con la intimidad de Dios, cuyas reminiscencias la acucian. Dios tocó una vez el corazón del hombre y esta herida ha de perdurar eternamente" (Crit. p. 163). |
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