NICEA Y EL CONCILIO
VATICANO II 
Marcel de Corte
                                                                                           

   La teoría de las hipóstasis cuyo esquema se impone, pues, tiránicamente al intelecto y que nos parece extravagante, lo es efectivamente. "Vaga fuera de lo real", permanece inmanente al pensamiento que lo ha elaborado. No es lo real sino la idea de "lo real". Se inspira directamente en una reflexión sobre el número considerado como una abstracción situada dentro de la mente y contemplada por ella en el seno de su pura interioridad. La Inteligencia, facultad de lo real extramental, aquí sólo tiene que ver con la unidad abstracta, la "díada" abstracta y la serie indefinida de los otros números abstractos originados por el "uno" y el "dos", o sea, con abstracciones que existen como tales nada más que en la mente y que ésta engendra de sí separándolas de las realidades objetivas y concretas que podemos enumerar con ayuda de la sensación.

   Basta leer los tratados de la quinta y sexta Enéadas para convencernos de ello: el número abstracto uno engendra la "díada", el número dos, y éste, junto con el otro, la multiplicidad de los otros; pero el uno abstracto, según el pensamiento inmanentista de Plotino, se transforma en un ser "real", soberanamente "real": el Uno; la "díada" en una "realidad sustancial": la Inteligencia, unidad de las ideas inteligibles, y la multiplicidad en una tercera hipóstasis: el Alma que la reunifica(11). La Inteligencia y el Alma así hipostasiadas en sustancias separadas emanan del Uno, que es "la hipóstasis que se produce a sí misma" por un acto de su propia voluntad(12). Dice Platino: "En el caso de los números, hay una unidad que permanece en sí misma y un ser diferente de la unidad que los produce, y el número es engendrado de conformidad con esa unidad. Con mayor razón cuando se trata del principio anterior a los seres: el Uno"(13)

   Se comprende ahora por qué Platino siempre califica de no engendrado al Uno: el Uno no tiene nada anterior a él, así como tampoco el número abstracto uno está precedido por otro número. El Uno precede, engendra y produce la Inteligencia así como el número abstracto uno sumado a sí mismo produce el número abstracto dos, que a su vez precede al múltiplo tres y su resultado cuya cosificación es el Alma: El proceso cósmico se desarrolla por completo en el interior de la mente.

   Ya lo vemos. A despecho de un lenguaje abstruso que vuelve a encontrarse en todos los períodos de decadencia de la sociedad, como el charlatán que habla solo, y que nada tiene que envidiar -pese a las diferencias de vocabulario y de sistematización- a la "hermenéutica" de los filósofos modernos y con temporáneos, aquello de que habla Plotino concuerda, en su sentido cósmico y místico, con el inmanentismo: el pensador neoplatónico no contempla la realidad extramental sino el concepto abstracto que de ella se forja y que él establece como "realidad", como "hipóstasis". Aquí el pensamiento nunca sale de sí mismo para confrontarse, mediante juicio o razonamiento, con la realidad extramental; permanece inmanente en sí mismo y no con templa nada que no sean sus propias elaboraciones.

   Advirtamos, para mejor comprensión de lo que sigue, que contemplar ya no es ponerse en presencia de un objeto independiente de la inteligencia para recibir en ella el anuncio de lo que es en tanto realidad distinta; con templar es actuar, y actuar, no en el sentido moral por actos virtuosos con vistas a un bien, sino actuar en el sentido de hacer, de construirse y fabricarse un mundo abstracto e ideal, y de persuadir a otro de que ese mundo es "la verdadera realidad", cuya caricatura es el mundo en que vivimos. La actividad contemplativa de la mente es reemplazada por su actividad "poética", constructora, imaginativa y creadora, que invade todo el campo del pensamiento y puebla el mundo exterior (si aún puede llamárselo así) con sus propias fabricaciones. Reconocemos aquí el anticipo de esa exaltación de la "creatividad" -propia de nuestra época- a expensas del mmundo real y de la sociedad real, a la que debe abolir y reemplazar. Se trata de un proceso común a todos los intelectuales desarraigados de la realidad, en todos los períodos de la historia.

***

   Ahora resulta fácil entender el carácter específico de la herejía de Arrio y sus seguidores.

   Su mecanismo es sencillo y está al alcance de cualquiera: Arrio pretende comprender o hacer comprender la Sagrada Escritura, no ya en su sentido evidente, dentro del realismo propio del sentido común elevado por la gracia al nivel de lo sobrenatural, sino según los requerimientos de una filosofía irrealista que reemplaza la realidad pensada por las elaboraciones abstractas hechas por el sujeto pensante.

   La filosofía de Plotino difundida en los me dios intelectuales de la época, que viene a ser la "filosofía moderna" del siglo IV, proporcionó a Arrio sus esquemas explicativos de los dogmas cristianos, especialmente el de la Santísima Trinidad, del cual los demás son tributarios. Basta proyectar pura y simplemente la trinidad de las hipóstasis de Plotino en la temática trinitaria cristiana, de la cual la Escritura no da más que una exposición esquemática, para comprender fácilmente ese dogma y hacerlo accesible a la razón: ¡en verdad, una razón que se engaña a sí misma!

   Por fragmentarios que sean los textos de que disponemos sobre el arrianismo, sabemos que la trinidad de las hipóstasis plotinianas corresponde exactamente para Arrio a la Trinidad de las Personas divinas. En simetría con la herejía de Sabelio, que reúne en una sola persona al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, la herejía de Arrio hace emanar la Persona del Hijo de la Persona del Padre, que él considera la única plenamente divina, y a la Persona del Espíritu Santo la hace proceder, a nivel más bajo, de la Persona del Hijo. San Agustín escribe: "Los secuaces de Arrio son particularmente conocidos por su error de negarse a atribuir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo una misma y única naturaleza o sustancia. Por el contrario, afirman que el Hijo es una creatura del Padre y que el Espíritu Santo es una creatura de esa creatura"(14). "Arrio cree, pues, que en la Trinidad hay un antes y un después, una sustancia original y dos substancias derivadas"(15)

   De ello se sigue que el Hijo (y el Espíritu Santo) no es en absoluto consubstancial al Padre (homoousios en griego) sino simple mente semejante al Padre (homoiousios en griego)(16). Por una simple iota en el medio de una palabra Atanasio sufrió seis veces el exilio y fue excomulgado por el Papa Liberio a causa de su intransigencia doctrinal: la consubstancialidad de las tres Personas Divinas está en el corazón mismo del Símbolo de Ni cea, síntesis perfecta e inmutable de la fe católica(17).

   "El Padre no pudo engendrar al Hijo más que fuera de sí mismo", como un padre según el orden natural engendra a un hijo substancialmente distinto de él pero "semejante a él como el hijo se asemeja a su padre"(18), agregan los arrianos.

   Ese es justamente el pensamiento de Plo tino, para el cual "el Creador" de la Inteligencia engendra un ser semejante a él: "ese ser es, por tanto, diferente de él"(19), Así, pues, el Padre no engendra al Hijo de su propia sustancia y eternamente consubstancial a Él; lo produce "por un acto de voluntad"(20), así como el artista produce voluntariamente una obra diferente de él y substancialmente inferior a él. "El Uno engendra porque quiere", dice Plotino(21), y no de su propia sustancia. "Proyecta lo que quiere en los seres", en la hipóstasis inferior que es la inteligencia(22). "Por ser semejante al Uno, la Inteligencia produce como él, expandiendo su potencia múltiple en el Alma universal", la tercera hipóstasis(23). No se trata, por lo tanto, de tres Personas iguales por naturaleza y de idéntica sustancia divina.

   Por consiguiente, la herejía de Arrio consiste en el producto de una remodelación del dogma de la consubstancialidad trinitaria en las tres capas superpuestas de la trinidad hipostática de Plotino. Proviene de una racionalización, mejor dicho, de una naturalización o humanización de lo sobrenatural, como todas las herejías. Elimina por completo lo sobrenatural trascendente en beneficio de una interpretación inmanente y de una subjetividad puramente humana. Interpreta la letra y el espíritu evidentes de la Sagrada Escritura de manera tal que la Palabra de Dios se con vierte en palabra humana; de esa forma la Verdad sobrenatural se vuelve transparente e inteligible al solo pensamiento humano, y la religión de Cristo se convierte en religión del Hombre.

   Ahora bien, "ya hay una religión del hombre", según una frase histórica de Pablo VI, y ésa es el arrianismo. Es una religión del Hombre que, elevándose por el conocimiento de sí hasta la altura de la hipóstasis Inteligencia, unidad de los inteligibles, domina entonces al universo sensible -tercera hipóstasis-, lo regula y lo somete a sus mandatos supremos. Es una religión del Hombre con mayúscula, divinizado, demiurgo y creador de un "mundo nuevo", análoga, si no idéntica, a la religión del Hombre fáustico cuya gloria Pablo VI no deja de celebrar líricamente(23 bis) y cuya divisa, "En el principio era la Acción", es la anticipación del humanismo integral que se difunde desde hace tres o cuatro siglos hasta llegar a la Iglesia Católica de hoy.

   De hecho, cuando se toma como punto de partida de la filosofía el conocimiento de sí por sí o la inteligencia de las ideas abstractas elaboradas por el sujeto pensante y derivadas de su poder de expansión, ya no queda sino un solo camino por seguir: el de la proyección de las ideas así construidas por la mente y marcadas con su sello en el mundo exterior y la construcción de otro mundo poblado de entes de razón, de entidades lógicas que ocupan el lugar de las realidades sensibles en el que se origina todo conocimiento. Ya no se con templa una realidad independiente del pensamiento sino una construcción del pensamiento, una obra de la razón que rechaza a la vez lo real y su Principio para substituirlo por el Hombre, "dueño y señor" de todo lo que es.

   A partir de ahí la Redención muda por completo de aspecto: puesto que Cristo ya no es Persona verdaderamente divina, consubstancial al Padre, la salvación de la humanidad ya no es sobrenatural: no es sino obra del Hombre que, por su inteligencia natural participa de la divinidad. Todo ser humano forma parte de la hipóstasis Inteligencia en la cumbre. Todo ser humano es divino. Una religión semejante debía satisfacer a todos: a los cristianos de nueva data e ignorantes de las profundidades de la Sagrada Escritura, a las mentalidades superficiales, a los "intelectuales" ávidos de falso lucimiento, a los numerosos fieles de otras religiones atraídos por el sincretismo antropocéntrico de la época y que encontraban en esa religión algo estrechamente afín con su propia concepción imaginaria de lo divino, su yo como en un espejo. El cristianismo con Arrio se convertía en un humanismo seductor, placentero, capaz de atraer a todos los hombres, cualesquiera que fuesen sus preferencias religiosas, sus "opciones", como se diría hoy.

   Así se explica el éxito enorme, prodigioso, del arrianismo.

   El Símbolo de Nicea reaccionó inmediata mente contra tal peligro. Nos da indicios evidentes del rechazo de semejante manipuleo de la Revelación por parte del neoplatonismo inmanentista. 

   Cuando proclama a "Jesucristo Hijo único del Padre Todopoderoso" recuerda que la Inteligencia es, según Plotino y Arrio, "el "vástago del Uno" y que "el Uno es su padre"(24). Pero para Nicea el Padre y el Hijo son consubstanciales, mientras que la procesión de ese "hijo" a partir del "padre" se efectúa, en Plotino, por degradación: "Cada cosa queda siempre en su lugar y la cosa engendrada, en un rango inferior al de su progenitor"(25). El "Dios verdadero de Dios verdadero" de Nicea es la respuesta patente a esa racionalización del dogma trinitario.

   Plotino "supone un centro y alrededor de él un círculo luminoso que irradia; luego, alrededor de ese círculo otro círculo igualmente luminoso, luz de luz * (en griego textualmente: phos ek photós), y luego, fuera de ese círculo un tercero, ya no luminoso, pues carece de luz propia y necesita una ajena"(26). Plotino nos describe aquí en imagen la trinidad hipostática de su sistema. El Símbolo de Nicea retama textualmente la expresión "Luz de Luz" que Arrio, como buen neoplatónico muy probablemente debió de emplear en su    interpretación del dogma trinitario cristiano a tres niveles distintos y sobrepuestos: ¿acaso una luz no se debilita al propagarse hacia fuera? Pero el Símbolo de Nicea, que emplea sin duda deliberadamente la misma expresión para volverla en contra de los arrianos, afirma con claridad que la Luz del Hijo es substancialmente la misma que la del Padre.

   Por último, cuando Nicea afirma que el Hijo fue engendrado pero no hecho y que no es una creatura, genitum non factum (en griego gennethénta ou poiethénta), eso lleva el propósito manifiesto de oponerse una vez más, expressis verbis, a la herejía arriana que toma de Plotino la idea de que el Uno ha engendrado y hecho la Inteligencia como un padre engendra a un hijo exterior a sí mismo o como un artesano fabrica un objeto que a su vez le es externo. En toda la obra de Plotino, y sin duda en la de su fiel discípulo Arrio, el verbo gennan (engendrar) acompaña al verbo poiein (hacer) o se usa como sinónimo de éste(27).  

   Si el Símbolo de Nicea emplea el célebre adjetivo homoousion, "consubstancial al Padre", para calificar al Hijo de Dios, siendo así que esa palabra no aparece en ningún lugar de la Sagrada Escritura, lo hace sin duda para oponerse al heresiarca que, al usar el término homoiousion (similem Patri) se inspiraba directamente en Plotino, quien subrayó "la similitud (homoióteta) existente entre la Inteligencia y el Padre de la Inteligencia, el Uno, similitud equivalente a la de la luz con el sol"(28) Y emplea frecuentemente dicho término a propósito de las relaciones entre la segunda y la primera hipóstasis de su Trinidad (29).

   Se lo ve por los textos: el concilio de Nicea niega formalmente a la filosofía de tipo inmanentista que prevalece en esa época y de la que Arrio es adepto, el derecho a inmiscuirse en la explicación del dato revelado. San Atanasio, con la energía que le da su buen sentido de lo sobrenatural -y a pesar de las influencias neoplatónicas que a veces se advierten en su vocabulario-, llama "invenciones", "lucubraciones", entes de razón sine fundamento in re, sin fundamento en la Escritura, a esas elaboraciones de la mente humana que se niega a someterse a la realidad de la Palabra de Dios(30). Y con idéntica sabiduría agrega que "no es ésa la fe de la Iglesia Católica, no es ésa la fe de los Padres". "Nuestro Señor", expresa con el mismo instinto certero de la verdad, "nos mandó bautizarnos, no en nombre de un Principio superior y de un Principio inferior que emanaría de él, sino en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tres Personas y un solo Dios"(31).

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NOTAS

  • (11)  Enn. V, 5, 5; Cf.. V, 1, 5; V, 4, 1; VI, 1, 4; VI, 3, 13; VI, 6, 9 y VI, 6, tratado consagrado entera mente a los Números. (volver)

  • (12) VI, 8, 13 y 16. (volver)

  • (13) V, 5, 5. (volver)

  • (14) De haeresibus Liber, cap. XLIX. Cf. Corpus haereseologicum de F. Oehler, Berlín, 1866, t. I, p. 211 y en el mismo Corpus el escrito anónimo Praedestinati, t. I, p. 252.  (volver)

  • (15) Gennadius Massiliensis, De ecclesiasticis dogmatibus, cap. IV, Corpus, I, 337. (volver)

  • (16) Philastros, De haeresibus Liber, cap. LXV, Corpus, 1, 65. (volver)

  • (17) Porque recuerda en demasía esta oposición total a la herejía la traducción francesa del Credo eliminó la palabra consubstancial. (volver)

  • (18) Panaria, t. 11, 2ª parte, cap. XV, Corpus, II 2, 609. (volver)

  • (19) Enn., VI, 9, 3. (volver)

  • (20) Panaria, t. II, 2ª parte, ca'p. XIX, Corpus, 617. (volver)

  • (21) Enn., VI, 8, 13 y 18. (volver)

  • (22) VI, 8, 9. (volver)

  • (23) V, 2, 1. (volver)

  • (23 bis) Discurso de Navidad de 1976. (volver)

  • * Optamos por la expresión "luz de luz" por ser la acuñada por Nicea (lumen de lumine) , pero el autor del articulo dice "luz salida de la luz" (lumiere issue de la lumiere). N. de la T. (volver)

  • (24) V, 8, 1; V, 1, 1 y III, 8, 11, en la que el Nous (Inteligencia) es llamado "Hijo del Bien" (ho toiou ton paida gennesas noun), o sea, del Uno. (volver)

  • (25) V, 2, 2. (volver)

  • (26)  IV, 3, 17. Cf. VI, 4, 7. (volver)

  • (27) El verbo poiêin es usado por Platino para designar la producción de las hipóstasis por el Uno. Cf. III, 8, 4 Y passim. (volver)

  • (28) V, 1, 7.   (volver)  

  • (29) VI, 9, 4; VI, 9, 8; VI, 7, 35; V, 6, 5; IV, 5, 7; VI, 7, 6; VI, 9, 11; I, 2, 5. Platino nunca emplea el adjetivo homoousios (consubstancial) para designar la relación entre el Uno y la Inteligencia. Cf. IV, 4, 28. (volver)

  • (30) Epistola ad Epict., en Patrologie grecque, t. XXVI, col. 1056. (volver) 

  • (31) De decreto nicaen., cap. 31, Patr. gr., t. XXV, col. 474. (volver)