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Nuestro
tema es "La realeza de Cristo y el momento actual", tema que nos
obliga a tomar partida de esa verdad que es la realeza de Cristo. Ustedes
saben que la fiesta de la realeza de Cristo fue instituida por Pío XI allá por
el año 1925, y el documento que publicó entonces sobre esta fiesta, la encíclica
"Quas Primas"[3],
comenzaba en esta formas: «En
la primera encíclica que dirigimos una vez ascendidos al Pontificado, a todos
los Obispos del Orbe católico, mientras
indagábamos las causas principales de las calamidades que oprimían y
angustiaban al género humano, recordamos
haber dicho claramente que tan grande
inundación de males se extendía por todo el mundo, porque la mayor parte de
los hombres se habían alejado de Cristo y de su santa ley en la práctica de su
vida, en la familia y en las cosas publicas; y que no podía haber esperanza
cierta de paz duradera entre los pueblos, mientras los individuos y las naciones
negasen y renegasen el imperio de Cristo Salvador». Después
explica el remedio: la vuelta a Cristo y su paz. "Por lo tanto, como
advertimos entonces, es necesario buscar la paz de Cristo en el reino de Cristo.
Así anunciamos también que había de ser este fin cuanto nos fuese posible por
el reino de Cristo, porque nos parecía que no se puede tender mas eficazmente a
la renovación y afianzamiento de la paz, sino mediante la restauración del
Reino de Nuestro Señor". De
modo que el Papa ya señalaba aquí el mal y señalaba el remedio; y el remedio
de la sociedad y de los individuos hoy, esta en el sometimiento al suave yugo de
Cristo: Sometimiento en la inteligencia, sometimiento en la voluntad y
sometimiento en los corazones por la caridad. De
tal modo, en efecto, se dice que Cristo debe reinar en la inteligencia de los
hombres, no solo con la elevación del pensamiento y de su ciencia, sino también
porque Él es la Verdad, y es necesario que los hombres reciban con obediencia
la Verdad de Él. Igualmente reina en la voluntad de los hombres, ya porque la
voluntad está entera, perfectamente sometida a la santa voluntad divina, ya
porque con sus aspiraciones influye en nuestra voluntad, de tal modo que nos
inflama hacia las cosas más nobles. Finalmente, Cristo es reconocido como rey
de los corazones por su caridad, que sobrepasa a todo lo humano en comprensión,
y por los atractivos de su mansedumbre y virilidad. Nadie entre los hombres fue
tan amado, y no lo será nunca, como Jesucristo. Ustedes
saben que Cristo es rey por dos conceptos. En primer lugar,
por razón de su humanidad, que
ha sido asumida por el Verbo, por la Divinidad. Esa humanidad de Cristo goza,
por lo tanto de una perfección que sobrepasa todo lo que el hombre puede
imaginar. En segundo lugar, Cristo
es Rey de los hombres por el derecho de conquista, porque
con su pasión y con su muerte ha conquistado
el derecho de regir a la humanidad; y en
Cristo este reinado tiene tres poderes: Poder de legislar, poder de juzgar y
poder de mandar, poderes que trasmitió a su Iglesia.
El
reinado de Cristo no se extiende solamente
sobre los individuos, sino también sobre la sociedad.
Esto también lo hace notar Pío XI en la Quas Primas: «No
hay diferencia entre los individuos y el consorcio civil, porque los individuos
unidos en sociedad, no por eso, están menos bajo la potestad de Cristo que lo
están cada uno de ellos en la sociedad pública y privada. Y no hay salvación
en algún otro, ni ha sido dado del cielo a los hombres otro nombre en el cual
podamos salvarnos". Estas
son las palabras de los Hechos de los Apóstoles, o sea, palabras
de la Escritura. Cristo
es el autor de la verdadera felicidad tanto para el mundo de los ciudadanos como
para el Estado. No es feliz la ciudad por otra razón distinta de
aquella por la cual es feliz el hombre, porque la nación no es otra cosa que
una multitud concorde de hombres. De modo, entonces, que el
hombre tiene que reconocer el imperio de Cristo sobre los individuos, pero no
solamente sobre los individuos, sino sobre la sociedad. Sobre las sociedades
particulares, la familia, las distintas organizaciones intermedias, los Estados,
las naciones y la vida internacional. Esta
realeza de Cristo se concretaba en otros tiempos en lo que se llamaba la
Cristiandad, es decir, la civilización cristiana, el orden cristiano. La
cristiandad, en rigor, comienza con Constantino, después de la época de los mártires,
y conoce su esplendor más grande en el reinado de San Luis, rey de Francia; un
esplendor en todas las actividades de la vida, no solamente en la política,
sino en todas las otras actividades; en el arte, con Fray Angélico, en la
filosofía, con Santo Tomas; en fin, todas las manifestaciones de la cultura
alcanzan su esplendor. Todo
esto que estoy diciendo suena a viejo hoy, porque dentro del mundo, y
particularmente dentro de la Iglesia, nos ha invadido el progresismo, y entonces
existe un repudio a Constantino y a la época constantiniana, a la época
carolingia, a la época gregoriana. Estamos pasando un momento en el cual los
mismos católicos están renegando de dos mil años de historia; repudian la época
constantiniana, repudian la Cristiandad, la civilización cristiana. Son estas,
hoy, malas palabras. A
pesar de esto hay que reconocer y afirmar la grandeza de esa época histórica,
y para eso nada mejor que recordar las palabras grandes de León XIII en la
"inmortale Dei": «Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio
gobernaba los Estados, entonces aquella civilización propia de la sabiduría de
Cristo y de su divina virtud, había compenetrado todas las leyes, las
inteligencias, las costumbres de los pueblos, impregnando todas las capas
sociales y todas las manifestaciones de la vida de las naciones. Tiempo en que
la Religión fundada en Jesucristo estaba firmemente colocada en el sitial que
le correspondía en todas partes, gracias al favor de los príncipes y la
legitima protección de los magistrados. Tiempos en que el sacerdocio y el poder
civil unían armoniosamente la concordia y la amigable de mutuos deberes." Organizada
de este modo la sociedad, produjo un bienestar superior a toda imaginación. Aún
se conserva la memoria de ellos, y ella perdurará grabada en un sin numero de
monumentos de aquella gesta que ningún artificio de los adversarios podrá jamás destruir ni oscurecer. Si
la Europa Cristiana civilizó a las naciones bárbaras e hizo cambiar la
ferocidad por la mansedumbre, la superstición por la verdad; si rechazó
victoriosa las invasiones de los bárbaros; si conservo el cetro de la
civilización y si se ha acostumbrado a ser guía del mundo hacia la dignidad de
la cultura humana y maestra de los demás; si ha agraciado a los pueblos con la
verdadera libertad en sus varias formas; si muy sobriamente ha creado numerosas
obras para aliviar la desgracia de los hombres; ese beneficio se debe, sin
discusión posible, a la religión, la cual auspicio la realización de tamañas
empresas y coadyuvó a llevarlas a cabo. Habrían perdurado ciertamente aún
esos mismos beneficios, si ambas potestades hubiesen mantenido la concordia, y
con razón mayores se podrían esperar si se acogiesen la autoridad, el
magisterio y las orientaciones de la Iglesia con mayor lealtad y constancia. Las
palabras que escribía Ivo de chartres al Romano Pontífice Pascual II debían
respetarse como norma perpetua: "Cuando el poder civil y el sacerdote viven
en buena armonía, el mundo esta bien gobernado, la Iglesia florece y prospera;
pero cuando están en discordia no solo no prosperan las cosas pequeñas, sino
también las cosas grandes decaen miserablemente". La
Cristiandad produjo, entonces, una época en que reinaban la concordia, la
estabilidad y la paz en las familias, en la sociedad y en la Cristiandad. Frente
a esta sociedad gobernada por Jesucristo a través de la Iglesia, esta la
Revolución. La Revolución quiere otra sociedad, no una sociedad estabilizada
en el orden y en la paz, sino una sociedad en movimiento, en cambio, en dialéctica. La
Revolución, en su esencia, representa la
replica exacta de la primera rebelión del hombre contra Dios, tal como ha sido
relatada en el Génesis; ella toma por su cuenta la frase del tentador:
"Seréis como dioses". Su apoyo, su soporte, es la filosofía del
devenir puro que se opone radicalmente a la filosofía del Ser, la de Dios, que
se presenta en el Antiguo Testamento como "Aquél que es el que es". La
Revolución no puede ser considerada como una concepción bien definida del
mundo, ya que ella quiere representar su devenir perpetuo; no hay propiamente
verdad revolucionaria, sino solamente una cosa que quiere ser transformación
del mundo con el hombre en perpetuo movimiento. El hombre no es, el hombre se
hace; el mundo no es, el mundo se crea; por lo tanto, no hay verdad ni falsedad,
ni bien ni mal, se maneja con la dialéctica, la famosa dialéctica hegeliana,
en la cual se pasa de la afirmación a negación, que se superan en la síntesis,
y así anda dando el mundo un espiral sin llegar a la meta. La
Revolución es dialéctica, y con la dialéctica se destruye todo un mundo
fundado en la Verdad, en el Ser, en la estabilidad; es decir, en el sometimiento
del hombre a las leyes naturales y sobrenaturales, al derecho natural, a una
concepción de que el hombre es un compuesto, que tiene una esencia, y que no
hay que contrariar a esta esencia, sino que hay una concepción de que el hombre
es un compuesto, que tiene una esencia y que no hay contrariar a esta esencia,
sino que hay que respetarla. La Revolución no reconoce ni naturaleza ni
sobrenaturaleza, y la revolución opera con la dialéctica en la destrucción de
la Cristiandad, y esto lo viene haciendo no desde ahora, no desde el tiempo de
Marx, ni desde Hegel, sino que lo viene haciendo desde que comenzó la Revolución
hace cinco siglos. La
Iglesia, aunque su destino definitivo sea la vida futura, logró edificar aquí
en la tierra una ciudad, aunque imperfecta como todo lo humano, ostenta las
condiciones esenciales para ser y denominarse católica. Pero una ciudad católica
es una realización muy difícil que solo puede darse milagrosamente bajo la
acción de una providencia especial. El
hombre ha quedado de tal suerte, herido en el estado que tiene en este mundo, en
las facultades más naturales, que cuando se ordena naturalmente queda en estado
de equilibrio inestable, muy difícil de mantener. Necesita de la Gracia para
moverse en ese estado, gracia que se le da si la pide. La
Civilización o Ciudad Católica es un milagro, y tiene muchos enemigos
interiores y exteriores. Los enemigos interiores provienen del mismo hombre,
pues si no es muy humilde para sostener el Don Divino, va a flaquear, caer y
perderlo todo y perderse. Los enemigos son el Diablo, príncipe de este mundo, y
los pueblos judíos y paganos, que van a tratar con toda clase de astucia de
destruir la Cristiandad. Para destruir la Cristiandad se hecha mano de armas
dialécticas. ¿Qué es la dialéctica? La dialéctica consiste en romper,
separar y dividir lo que esta unido. Toda destrucción es separación; así como
la vida es unión, unión de la creatura con el Creador, de la naturaleza humana
con la Divina, de la razón con la Revelación, de la política con la teología,
del imperio con la sociedad contra el Sacerdocio. Metieron cuñas para separar y
dividir lo que por disposición divina esta unido, y llegó un momento en que la
separación se produjo. Se separo el sacerdocio del imperio, la Teología de la
filosofía, la política de la religión, la razón de la Fe, la naturaleza de
la sobrenaturaleza, las naciones de la Cristiandad, los pueblos del Ungido de
Dios. Consumada
la primera ruptura, producida la primera quiebra, no quedaba sino una
alternativa; o rehacer lo que se había quebrado o continuar un proceso de nueva
ruptura. Y hoy día la ruptura llega a lo ultimo. En primer lugar, la sociedad
civil estaba unida a la religión, pero se quiebra esta unión, se independiza
la religión de la sociedad civil, y luego la sociedad misma se anarquizando; se
llega a lo ultimo en todos los ordenes. Ahora
que se ha llegado al extremo, es decir que la Cristiandad no existe, la
naturaleza del hombre no es respetada. En la revolución que se ha operado es
tal el proceso de destrucción de la civilización cristiana, que se esta
pensando unir al hombre sobre otra base para llegar a la unificación total del
mundo por medio de un gobierno mundial, gobierno mundial que no va a respetar ni
la naturaleza del hombre ni la sobrenaturaleza. En ese plan estamos actualmente.
Ese plan, el plan de la Revolución, lo han preparado las logias masónicas
desde hace siglos. En el siglo XVII aparece un personaje muy importante, el cual
ya profetizo, anuncio o echo, mejor dicho, los lineamientos de un nuevo poder
social fundado en la Revolución. Ese personaje es Amos Komenius. ¿Quién
era Komenius? Komenius había nacido en 1892, en Moravia, de padres que pertenecían
a la comunidad de los Hermanos Moravos, que habían tomado ese nombre en 1575,
cuando se acordó el derecho de reunión. Eran sucesores directos de los
husitas, es decir de aquellos herejes que habían nacido en Praga y que fundaron
el primer régimen comunista, el más absoluto que fue instalado en Munster por
los anabaptistas bajo el nombre de Reino de Dios. Todo
eso fue desecho por los príncipes de entonces y Komenius se retiró a Londres,
se impregno de las obras de Bacon y de los Rosacruces, fue a Suecia, estuvo con
su amigo Luis de Greer, que era de la secta de los Rosacruces, y después fue a
Polonia; Y, como digo, Komenius planifico lo que había de ser la sociedad. Hizo
esa planificación en la cultura
por el Consejo de la Luz, en la política por un Tribunal de Paz y en lo
religioso por una Unión de Iglesias. Para realizar ese plan, el plan de
unificación total de la sociedad humana con un gobierno también mundial,
encontró que había dos grandes
enemigos. Esto
lo dejo escrito en un libro que se llama "Lux in tenebris" en 1657.
Vamos a leer las paginas textuales en que denuncia a estos dos grandes enemigos. «El
Papa es el gran Anti-Cristo -dice Komenius- de la babilonia universal. La bestia
que va detrás del Anti-Cristo es el Imperio Romano, el Santo Imperio
Romano-Germano, y especialmente la casa de Austria. Dios no tolerara por mas
tiempo estas cosas. Destruirá, por fin, el mundo de los impíos en un diluvio
de sangre. Al final de la guerra el papado y la casa de Austria serán
destruidas". De
modo que ya Komenius en el siglo XVII anuncia que los dos enemigos para llegar
al gobierno mundial, un gobierno de la Revolución, son el Papado y la casa de
Austria. El Papado, que representaba el poder espiritual, y el Santo Imperio
Romano-Germano, como símbolo o como resto del poder político universal que
venia de Constantino. Este
plan de Komenius se va a ir cumpliendo inexorablemente poco a poco, y se pueden
indicar como fechas del cumplimiento, en primer lugar, la paz de Westafalia en
1648, en la cual se llego al reconocimiento de las religiones protestantes en
Europa, perdiendo la Iglesia Católica el predominio que tenia en la sociedad;
el Congreso de Viena en 1815; la perdida del poder temporal de los Papas en 1870
y el fin de la casa de Austria en 1917 con la primera guerra mundial. Después
de la Reforma los estados protestantes tenían ya un peso muy grande en los
negocios de Europa, pero en 1818 se había hecho inclinar la balanza en su
favor. No solo estos países, en su
mayoría católicos, como Rumania y
Bélgica, pasaban el poder de las monarquías protestantes, sino que la
confederación Germánica, esbozando la Unidad alemana por la desaparición
de un cierto numero de estados pequeños, disminuía considerablemente la
influencia de la católica Austria
en el centro norte de Europa, mientras que Rusia venia a dominar la parte
oriental. Inglaterra, por su parte, se aseguraba con el imperio de los mares sus
relaciones con la futura política imperial en el Mediterráneo, en el Medio
Oriente y en el Extremo Oriente, hasta el día en que al comenzar el siglo XX
controlaría, directa o indirectamente, casi un cuarto de la población del
globo. En 1849 se anuncia la nueva
configuración de Europa, una Europa en la cual iba a desaparecer el Papado, que
realmente desaparece en 1870. El poder político iba a terminar con la Casa de
Austria en 1917. Lo
que sorprende inmediatamente al observador astuto es la inversión de los polos
que se ha realizado en Occidente; con el Catolicismo definitivamente evacuado de
la política internacional absolutamente laicalizada, el eje no pasa ya por las
capitales de los Estados católicos. París y Viena son puntos secundarios con
relación a las naciones de predominancia protestante y ceden el sitio a
Londres. Berlín y Nueva York. En lo internacional se va haciendo un cambio y se
va anulando la influencia de la Iglesia, del Catolicismo y sobre todo del
Papado, con lo que se cumple una cosa muy importante que es la siguiente: San
Pablo, cuando en la carta a los Colosenses se pregunta por qué no viene el
Anti-cristo contesta: El Anti-Cristo no viene porque hay un obstáculo que le
impide venir. ¿Cuál es ese obstáculo? Los exegetas medievales, entre ellos
Santo Tomas de Aquino, explican que el obstáculo es el Imperio Romano, y
mientras perdure el Imperio Romano el Anti-Cristo no puede venir. Y ese obstáculo ha sido removido totalmente, ya no queda nada del Imperio
Romano; entonces el enemigo puede planear, puede proyectar el Imperio del
Anti-Cristo, un imperio político unificado en un régimen de un gobierno
sometido al enemigo, sometido al Anti-Cristo. Como
ven, estamos muy lejos de la encíclica Quas Primas y de que la sociedad
universal debe estar sometida al suave yugo de Cristo. Con
esta afirmación de que el mundo va caminando al imperio del Anti- Cristo
entramos en otra parte de nuestra conferencia, en la que voy a esbozar los
planes del gobierno mundial. Los
planes del gobierno mundial que estan actualmente en ejecucion y que estan en
lucha en este momento son dos. Uno es un gobierno mundial con el liderazgo
americano, o sea, el mundo bajo el gobierno efectivo de los E.E.U.U.; el otro
es un gobierno mundial con liderazgo europeo. El
gobierno mundial con liderazgo americano ha sido expuesto por un presidente
americano del siglo pasado. En 1872, Grant, dos veces presidente de los
E.E.U.U., inaguraba su segundo mandato con una proclamacion en la cual había
un párrafo que decía: «El mundo civilizado tiende al republicanismo, hacia
el gobierno del pueblo por sus representantes y nuestra republica esta
destinada a servir de guía a todas las otras. Nuestro Creador prepara el
mundo para convertirse, con el tiempo oportuno, en una gran Nación, que no
hablará sino una sola lengua y en que todos los ejércitos y la flota no serán
necesarios». Para
cumplir este gobierno mundial, las logias de la masonería mundial, sobre todo
guiadas por una logia, la logia del paladismo, comenzó amover los títeres
de la política mundial con ese objeto. Para
conocer cuál es el segundo plan del gobierno mundial - el de liderazgo
europeo- vamos a referirnos al Pacto Sinárquico, que es un escrito que consta
de trece proposiciones fundamentales y 598 artículos,
en el que se explica cómo va a ser el gobierno mundial futuro. Este
pacto fue descubierto en tiempo de la ocupación de Francia. Vamos a leer
solamente algunas proposiciones que nos interesan. El punto trece dice así:
«El orden sinárquico que no puede concebirse fuera de la paz civilizadora,
fundada sobre el honor, y honorable para todos, exige no tanto que el estado
actual de las potencias sea modificado por un desplazamiento de las fronteras,
sino que la vida sinárquica de cada pueblo sea respetada de modo original,
que la unión federativa de Europa sea realizada, que, en fin, la sociedad
mayor de las naciones sea cumplida y llevada a su realidad universal por la
interposición judicial de cinco sociedades menores de naciones ya construidas
de hecho y en vias de constitución en nuestra epoca». Y despues va
explicando como sería esta estructura sinárquica del mundo. En cada nación
se arreglaría la sociedad por orden, por capas organizadas, las cuales
terminarían en tres grandes órdenes: ub orden que contemplaría todo el
orden social y economicos de los pueblos; otro orden que encerraría el orden
cultural de los pueblos, y en ese orden culturalestaría incluido lo
religioso. Eso en cada nación del mundo, que luego se agruparían en cinco
grandes federaciones: una sociedad menor de naciones britanicas, que
comprenderían a Ingleterra y el Commonwealt; una sociedad menor de naciones
americanas, que comprendería a E.E.U.U. y a toda América Latina; una
sociedad menor que comprendería a Rusia y a todas las naciones panasiaticas
que comprendería al Asia. Esto sería una estructura sinárquica piramidal,
que implica la formación de cinco grandes federaciones imperiales, ya
constituídas o en vías de contitución. Este
ordenamiento sinárquico del mundo se caracteriza por su equilibro mundial,
por lo tanto no habría como hoy hay naciones que tienen un gran predominio,
por ejemplo E.E.U.U. y Rusia, sino que habría un equilibrio, estarían todas
las naciones más o menos emparejadas, dándose un equilibrio mundial más allá
del colectivismo y el liberalismo. La sinarquía quiere superar la antitesis
del liberalismo y del colectivismo y llegar a una sociedad sinárquica dendo
se equilibren el comunismo y el liberalismo, donde se haga una cosa pareja.
Eso ya está en movimiento, en constitución, siendo Francia la Nación que
está haciendo toda su política, no solamente dentro de sus fronteras, sino
en toda Europa. La
sinarquía no es ni liberal ni comunista, sino que está por encima de ambas
ideologías tratando de compaginar un gobierno de empresarios (liberal) con
los obreros (comunismo), es decir una unión de burgueses y proletarios, un
equilibrio mundial más allá del colectivismo y del liberalismo, sin ninguna
potencia hegemónica, bajo la acción de Francia «como lugar histórico».
Esto está dicho en la proposición 578: « El imperio sinárquico francés es
el lugar histórico, lo mismo que el espíritu francés es el catalizador
sicológico de una grande y noble experiencia de la cooperación humana, entre
las razas blancas, amarillas y negras. Nuestra ambición es perfecta: una síntesis de carácter universal que se da como la imagen de lo que la Francia
metropolitana, país de síntesis demográfica y centro geográfico del mundo». Civilizado
el imperio sinárquico francés, no puede ser finalmente concebido ni querido
al margen de la vida europea ni de la vida del mundo. Un programa
aparentemente nacional, donde se trataría de respetar la voluntad de las
naciones, de autodeterminación de los pueblos en un equilibrio mundial. Esto
es lo que propone la Sinarquía.
Hay
un libro de Pierre Virion («El Gobierno mundial y la contra Iglesia») que
hace ver como en realidad este gobierno mundial tiende a la tecnocracia,
tiende a una organización mecánica del hombre y de los pueblos, como si
fuesen robots, como si fueran maquinas, como si fueran una computadora electrónica y que supone toda una
acción de lavado de cerebro por medio del
empleo de los métodos psicotécnicos para cambiar al hombre. Una
organizacion del mundo en el cual el hombre se convierte en esclavo, pero
no en esclavo del tipo antiguo, en que por terror se lo sometia a un orden y
al trabajo, sino una esclavitud en la cual, usando los medios psicotécnicos,
se haría entrar al hombre en la sociedad, para que haga lo que la sociedad
quiere. Todo
está en ejecución, y las luchas que hay en el mundo actual están provocadas
por la pugna que hay entre dos fracciones para la ejecución de estos planes. En
la primera guerra mundial se liquida la casa de Austria, que es
el último resto que quedaba de orden cristiano, y se implanta el comunismo. Viene
la segunda guerra mundial y tiene como resultado el acuerdo de Yalta, que hace
dos cosas fundamentales: 1º Une al mundo eslavo detrás de la cortina de
hierro, cumpliendo los planes del siglo pasado. 2º Impone una política
bipolar, es decir divide al mundo en dos zonas de influencia:; una que se
reserva a Estados Unidos y otra que se reserva a Rusia. Y ahora se está yendo
a una tercera guerra para imponer una política de gobierno mundial de tipo
sinárquico, un mundialismo con el liderazgo de De Gaulle. Todos
estos hechos determinaron la aparición, desde hace unos años, de una lucha
entre la política bipolar desarrollada por el acuerdo ruso- americano y la
política neutralista encabezada por De Gaulle; lucha que se manifiesta en
tres puntos claves: Vietnam, en el Medio Oriente y en Europa. En
el Vietnam, por ejemplo, la política que mantienen Rusia y Estados Unidos es
una política de equilibrio. Cuando más temperatura hay en una de las zonas
-la americana o la rusa- más los grandes tientan de clamar la fiebre y volver
al estado de equilibrio. Todo pasa como si cada uno empujase a sus peones en
convivencia con el otro para mantener o restablecer el equilibrio de fuerzas,
y por eso no llegan a una definición ni los unos ni los otros, hecho que nos
hace pensar más en un acuerdo que en una rivalidad ruso-americana. Otro
tanto pasa en Medio Oriente, donde también hay otro estado de equilibrio. Y en
Europa pasa lo mismo, donde frente a la política bipolar se va desarrollando
una política neutralista encabezada por De Gaulle, para que se salga del
dominio de la hegemonía rusa y de la hegemonía americana y se afirme la
neutralidad. En
definitiva, ¿El mundialismo logrará imponerse? Es claro aquí que no
podemos conjeturar. Es difícil saber lo que va a pasar. Por
lo pronto hay que reconocer que la balanza del poder tecnológico y militar se
está inclinando a favor del mundialismo americano. Los últimos
acontecimientos de Europa lo revelan. Checoslovaquia, influenciada por los políticos
neutralistas y por De Gaulle, estuvo a punto de pasarse a la sinarquía. Eso,
evidentemente, habría sido un gran contratiempo para el liderazgo americano,
pues se habría reforzado el Mercado Común Europeo. Como consecuencia, Rusia
-obedeciendo a la influencia del Pentágono- lo ha impedido, ocupando
militarmente a Checoslovaquia. Sin
embargo, aunque el poder militar está trabajando a favor del mundialismo
americano, sería mejor, en este momento crítico y decisivo, atender al poder
político de la sinarquía mundial, y sobre todo al poder de intriga, en el
que son expertos los judíos que estan manejando a la sinarquía de un modo
particular. La técnica va a ser la siguiente: endurecer ambos polos del
sistema bipolar, para que una vez endurecidos vayan al choque y a la guerra.
Este es, a mi entender, el único camino que tiene la sinarquía para abatir
el evidente predominio americano y cumplir los planes sinárquicos del
gobierno mundial, fundados en una igualdad de federaciones mundiales porque el
poder nuclear está más o menos equilibrado; Estados Unidos podrá aniquilar
a Rusia, pero Rusia puede tambien aniquilar a Estados Unidos. De esta forma se
podrá pasar directamente a un gobierno mundial sobre un equilibrio de
naciones sin gigantes, de naciones igualadas. Con una guerra mundial el
mundialismo sinarquido se impondría. No
faltará quien piense que la guerra es una locura, Respondamos, efectivamente,
que el mundo esta loco, está esquizofrénico, es por tanto lógico que se
sumerja en una crisis de locura. En
efecto, no hay nada estable en la política del mundo moderno, no hay, por lo
tanto, verdad. Solamente negar la existencia de una verdad inmutable viene a
ser lo mismo que negar la existencia de un orden, ya que la verdad es el
pensamiento de acuerdo con lo real, lo real natural y sobrenatural, naturaleza
y gracia, es decir, aquel orden que conoció la cristiandad, el orden
establecido por el suave yugo de Cristo. En
esta condiciones no se puede establecer orden perdurable; se condena al
desorden de elegir una inestabilidad permanente, que es el estado natural de
la revolucion. Las guerras y los conflictos más y más cercanos y sangrientos
son inevitables a medida que se quiere el devenir, el puro cambio, y no el
Ser. El
deseo de paz está seguramente en el corazón de cada uno,
pero poner la paz sin Dios es un
absurdo, porque sin El, la justicia esta separada y toda esperanza de paz se
convierte en quimera. Justamente el mundo contemporaneo
proclama
la paz en nombre de los sueños pacifistan de un sincretismo religioso
y filosofico, bajo pretexto de olvidar lo que divide para poner en común
lo que une. Comienza así el más grande pecado que hay contra Dios,
que
vino sobre la tierra para dividir el bien del mal, el error y la mentira de la
verdad; y hoy en cambio , se mezcla el bien y mal, la verdad y el
error, los sexos, todo se mezcla. Ya que las guerras son consecuencia del
pecado de los hombres, el pecado del espíritu no puede sino alejar la paz y
traer sobre las naciones los peores castigos. No
es por nada, que al comienzo del siglo XX, la Madre de Dios, vino ella
misma a advertirnos en Fatima, el año 17, que si no se cambiaba de vida, si
no se escuchaban sus súplicas, habría guerras y persecuciones que causarían
el aniquilamiento de grandes naciones. La
paz del mundo, como en las familias y en los individuos, será siempre
proporcional a la sumisión al orden, será siempre proporcional al grado de
unión con Dios; rechazado el suave yugo de Nuestro Señor Jesucristo, la
realeza de Cristo, es decir, repudiando hasta la noción misma de cristiandad,
nuestro mundo ha entrado en revuelta, en rebelion, en revolución; ha caído
bajo el poder del príncipe de este mundo, Satán, que como decía Cristo, es
homicida desde el comienzo. Aquí se ve la importancia central que tiene todo
ordenamiento político, tanto nacional como internacional, la noción de
cristiandad, noción que envuelve la del sometimiento de las naciones y del
mundo al suave yugo de Jesucristo. Por ello, la festividad de Cristo Rey proclama la necesidad de que el mundo se someta a Jesucristo no solo como verdad religiosa sino como verdad política; proclama la necesidad absoluta para el hombre -creatura y pecador- de encontrar su salud total y temporal en Jesucristo, el Unigenito del Padre que ha tomado nuestra humanidad en el seno de la Virgen Madre. Sin Jesucristo el individuo, las naciones y el mundo marchan aceleradamente a la catÁstrofe. Sólo en Jesucristo tenemos la salud eterna y temporal. Nada más |