EN TORNO AL CONCEPTO DE EVOLUCIÓN*
Por el Prof. Juan Carlos Ossandón Valdes

   En un artículo de divulgación, un científico norteamericano nos da lo que, podríamos llamar la versión popular de la evolución:

   "Consideramos actualmente la evolución como un proceso continuo. Los elementos evolucionan a partir del hidrógeno; aparecen moléculas inorgánicas y moléculas orgánicas. Estas últimas reaccionan entre sí para producir sistemas del tipo del ADN: sistemas del tipo de los virus evolucionan hacia formas celulares y evolucionan dando plantas y animales pluricelulares. Finalmente aparece el hombre" (G.W. Beadle, Saturday Review, 14 de noviembre de 1959, citado por Raymond J. Nogar, "La evolicción y la filosofía cristiana", Tr. 1. Antich, Herder, Barcelona 1967, pág. 243).  

   Esta visión vulgar sostiene, además, que todo esto está científicamente demostrado, que es un hecho real y no una mera hipótesis, por lo que no cabe ya discusión sino a nivel de detalle referente a los mecanismos que impulsan el proceso, a las fechas en que aparecen animales y vegetales y otros detalles que pronto se dilucidarán.  

   Pero los científicos parece que desean algo más. Teilhard de Chardin asegura:

   "La evolución, ¿es una teoría, un sistema o una hipótesis? Es mucho más que todo eso. Es una condición general a la que deben plegarse todas las teorías, todas las hipótesis, todos los sistemas, una condición que deben satisfacer de ahora en adelante para que puedan tomarse en consideración y para que puedan ser ciertas" ("El fenómeno humano", citado por Nogar, o.c., pág. 245).  

   Con lo cual la evolución abandona el mundo científico en el que nació e invade el lógico. Logra, en este último, la expectable posición que tenía el principio de contradicción en la lógica aristotélica y que, hasta la fecha, nadie le había discutido. Sin embargo con esto no está todo dicho. En 1959 se reunieron 50 connotados científicos en Chicago para celebrar el centenario de la publicación del libro de Darwin. J. Huxley asiste a la magna asamblea que reúne lo más granado de la sociedad científica contemporánea y nos da la última palabra en materia de exaltación de la evolución:

   "En el tipo de pensamiento sobre la evolución no hay lugar para seres sobrenaturales (espirituales) capaces de afectar el curso de los acontecimientos humanos, ni hay necesidad de ellos. La tierra no ha sido creada. Se ha formado por evolución. El cuerpo humano, la mente, el alma, y todo lo que se ha producido, incluyendo las leyes, la moral, las religiones, los dioses, etc., es enteramente resultado de la evolución mediante selección natural..." ("Evolution After Darwin", citado por Nogar, o.c., pág. 246).  

   J.C. Mansfiel solicita que los estudiantes de secundaria sean embebidos en el pensamiento de la evolución de tal modo que se acostumbren a pensar todo en "términos de proceso y no en términos de situación estática" (citado por Nogar, o.c., pág. 244).

   Asistimos, pues, al triunfo de Heráclito. Raymond Nogar, fervoroso partidario de la evolución, de quien hemos tomado estas citas, no tiene gran inconveniente en hacer ver la influencia, a veces decisiva, del pensamiento evolucionista en la filosofía contemporánea, especialmente en el historicismo, marxismo, existencialismo. Podemos, pues, decir, que el pensamiento humano de estos dos últimos siglos está profundamente marcado por la doctrina de la evolución.  

   Sin embargo, E. Gilson, en su reciente estudio sobre la biología a la luz de la filosofía, nos advierte:

   "Las palabras tienen su importancia. «Evolution» prestó, sobre todo, el servicio de ocultar la ausencia de una idea" ("De Aristóteles a Darwin [y vuelta]", tr. A. Clavería, Eunsa, 2ª edición, Pamplona, 1967).  

   Creemos soñar. Uno de los más grandes filósofos del siglo XX, uno de los más grandes historiadores del pensamiento filosófico ha llegado a la conclusión de que existe una palabra, "evolución", pero no existe la idea correspondiente. Y esta ausencia de idea es la clave del pensamiento contemporáneo. Desastre igual no habían visto los siglos.  

   Raymond Nogar, confiesa que la evolución, al salir del campo biológico donde nació, ha perdido su carácter de concepto unívoco para convertirse en un concepto equívoco; en otras palabras, el término evolución no representa una idea definida sino multitud de ellas. Vale decir, este partidario de la evolución biológica reconoce el mismo hecho que Gilson denuncia con tanto vigor.  

   Creo, pues, que es conveniente abocarse a la tarea de esclarecer este concepto para así comprender un poco mejor, si cabe, su uso en la actualidad.  

I. LA INSPIRACIÓN  

   El primero de julio de 1858 fueron leídos en la Real Sociedad Linneana de Londres dos trabajos.

   El primero era de Carlos Darwin y el segundo de Alfredo Wallace. Así nació públicamente lo que hoy se conoce como "teoría de la evolución". Darwin y Wallace habían trabajado con perfecta independencia, el primero viajando por Sudamérica y el segundo por el archipiélago malayo, pero habían llegado a la misma conclusión: la variedad actual observable en el reino animal y vegetal no era producto de la infinita sabiduría del Dios de la Biblia, sino el resultado de la selección natural.  

   Escuchemos cómo Wállace nos relata el mecanismo que ha hecho posible la diversificación de las especies:

   "La vida de los animales salvajes es una lucha por la existencia. Requiérese el ejercicio pleno de todas sus facultades y energías para conservar la propia existencia y mirar por la de la prole recién nacida. La posibilidad de procurarse el alimento durante las estaciones menos propicias y de librarse de las embestidas de sus enemigos más peligrosos son las condiciones primordiales que determinan la existencia tanto de los individuos como de toda la especie... inmenso debe de ser el número de los que mueren cada año; y como la existencia separada de cada animal depende de él mismo, los que mueren deben de ser los más débiles... y, por el contrario, los que prolongan su existencia han de ser únicamente los más perfectos en salud y robustez... Es como, indicamos al principio, una lucha por la existencia en la cual han de sucumbir siempre los más débiles y de organización más imperfecta..."[1]  

   El profesor Brncic nos recuerda cómo la visión de la selección natural del pasado siglo estaba recargada con sangre, garra y colmillo y se justificaba así la bárbara competencia social y económica con un simple el más furerte debe sobrevivir y el más débil debe ser aniquilado.[2]  

   Mientras leía los propósitos de Wallace, tenía la impresión de que esa visión de la naturaleza me era familiar, ya la había desarrollado antes otro pensador. En efecto, se trata de la idea que Thomas Hobbes, padre del liberalismo, se había hecho de la naturaleza humana. Es el Homo homini lupus de los liberales, el estado natural de guerra total que supone Hobbes como condición natural del hombre.[3] Por lo que me permito discrepar de Brncic: no es la evolución la que impone a la sociedad una economía y una política inhumanas, sino que ha sido el liberalismo el que ha inspirado la teoría de la evolución, y la ha impuesto a los biólogos.  

   El mismo Darwin ha reconocido que la lectura casual de un connotado liberal fue decisiva para elaborar su teoría:

   "En octubre de 1838, esto es, quince meses antes de comenzar mis investigaciones sistemáticas, la casualidad hizo que leyera, Malthus sobre las poblaciones. Estando bien preparado para apreciar la lucha por la existencia que ocurre en todas partes, debido a mis largas y continuas observaciones sobre los hábitos de los animales y las plantas, se me ocurrió de golpe que bajo esas circunstancias las variaciones favorables tenderían a ser preservadas y aquéllas desfavorables a ser destruidas. El resultado sería la formación de nuevas especies".[4]  

   Limoges piensa que lo que de Malthus recibe Darwin es la apremiante presión que ejerce sobre los vivos esta lucha por la existencia engendrando una guerra implacables entre ellos.[5] Por curiosa coincidencia, Wallace también leyó a Malthus y reconoce en carta a A. Newton en 1887 que fue ese autor liberal quien le inspirara la teoría mucho antes de conocer a Darwin.[6]  

   Hoy los estudiantes creen que esta teoría ha sido descubierta por biólogos e impuesta por sus pruebas científicas. La verdad es muy diferente: ha sido inspirada por el pensamiento político liberal e impuesta por presión ambiental en nombre de la ciencia. Como sostiene Gilson es una extraña teoría que goza de un carácter único: es un híbrido compuesto por una doctrina filosófica y una ley científica. De este modo goza de la generalización propia de la filosofía y de la certeza demostrativa de la ciencia; en una palabra "es prácticamente indestructible".[7]  

   Tomás Roberto Malthus (1766‑1834) se formó en los ideales de la ilustración, lo que no le impidió ordenarse de pastor anglicano. La lectura de Adam Smith lo convence de la necesidad de ordenar la vida ciudadana para combatir la pobreza y, fiel a la inspiración central de la economía liberal, se convence de que la culpa de la pobreza la tienen los pobres. Su extraordinaria afición por los vicios, especialmente su afición a procrear más hijos de los que pueden alimentar, provoca un ciclo de miseria y muerte. Frente a este aumento explosivo de la población, la naturaleza responde con pobreza, guerra, epidemias, etc., de modo de controlarla y volver a los límites que la producción de alimentos tolera. Por ello Malthus es un apóstol de la campaña contra la preocupación de las autoridades por aliviar la situación de los más desposeídos. Tal política tradicional sólo perpetúa la miseria y la corrupción. David Ricardo, John Stuart Mill y otros connotados economistas liberales del siglo seguirán sus doctrinas. Toda la crítica marxista está orientada contra esta visión de la economía, no por ser injusta, sino que, aceptándola como verdadera, procura llevarla de inmediato a su desenlace final. La conocida ley de bronce del salario no es más que la expresión económica de la teoría poblacional de Malthus.  

 

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  • * Fuente: separatas de “Iesus Christus”
  • [1]Wallace, Alfred Russel (1823‑1913): On the Tendency varieties to depart indefinitely from the original type citado por Brncic en Fundamentos de la teoría de la evolución Biológica", Ed. Universitaria, Santiago de Chile, año 1979, págs. 85-86.
  • [2] Brncic, Danko: ob. cit., pág. 38. Cfr.: Mac Rae, D.: "El Darwinismo y las ciencias sociales" en Barnett et al.: "Un siglo después de Darwin", vol. I, "La Evolución", trad. F. Cordón. Alianza, Madrid, 5ª ed., año 1982, pág. 162.  
  • [3]"Leviathan", p. 1, c. XIII, págs. 104-109, Bobbs‑Merrill, año 1958.  
  • [4] Brncic, ob. cit., pág. 35. El texto de Darwin está tomado de su "Autobiografía".  
  • [5] Gilson: ob. cit., pág. 185, nota 91.  
  • [6] Idem, pág. 184.
  • [7] Idem, pág. 162.