LA RESTAURACIÓN
DE LA FAMILIA

R. P.Antonio Mathet
   
   Se debe definir a la familia diciendo que la misma constituye o mejor dicho es "la célula de la sociedad".

   En efecto, esta última es en realidad eso, un conjunto de familias. Y en cada una de las mismas, es decir, en cada una de esas asociaciones del padre, la madre y los hijos, la base es el matrimonio.

   Es el matrimonio la unión del marido y la mujer ante Dios Nuestro Señor por el Sacramento de ese nombre instituido por Nuestro Señor Jesucristo, sobre esa unión conyugal establecida por Dios desde el principio, en las personas de nuestros primeros padres Adán y Eva cuando dijo que dejaría el hombre a su padre y a su madre y estaría unido a su mujer y los dos vendrán a ser una sola carne (Gén. 1, 27-28).

   Elevada esta unión entonces muchos siglos después por Jesucristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento, nuestro Divino Salvador lo hizo al mismo tiempo indisoluble al decir que "no desuna el hombre lo que Dios ha unido" (Mt. 19, 3). Esta unión indisoluble bajo Sacramento del hombre y la mujer representa a la unión también indisoluble de Jesucristo con la Santa Iglesia.

   Dos son los fines del matrimonio: el fin primario y el fin secundario. El primario, muy por encima del secundario, tan es así que se puede decir que es el fin esencial del matrimonio, es la procreación y la educación de la prole según los mandatos de Dios. Faltando este fin falta el matrimonio; esto, quiere decir que si alguien contrajera matrimonio sin la intención de procrear y de educar a esa prole, el matrimonio no se realizaría o sea que sería inválido; tan esencial es éste fin que se puede decir que es él el que constituye el matrimonio.

   El segundo fin, como dijimos más arriba, muy distante del primero es la ayuda mutua de los cónyuges. el amor recíproco y la sedación de la concupiscencia.

   San Pablo en su primera Epístola a los Corintios hace un verdadero y profundo análisis del Sacramento del matrimonio al igual que en la carta a los Efesios. En el capítulo V de esta última dice el Apóstol: "Las casadas estén sujetas a sus maridos, como al Señor; por cuanto el hombre es cabeza de la mujer, así como Cristo es Cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo; del cual El mismo es Salvador. De donde, así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres le han de estar a sus maridos en todo. Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se sacrificó por ella para santificarla, limpiándola en el bautismo de agua con la palabra de vida, a fin de hacerla comparecer delante de El llena de gloria, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. Quien ama a su mujer, a sí mismo se ama. Ciertamente que nadie aborreció jamás a su propia carne; antes bien, la sustenta y cuida, así como también Cristo a la Iglesia; porque nosotros somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán dos en una sola carne. Sacramento es éste grande, mas yo  hablo con respecto a Cristo y a la Iglesia. Cada uno, pues, de vosotros, ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido" (Cfr. Ef. V, 22-23).

   Vemos aquí como el Apóstol de los gentiles señala claramente: la condición de jefe que el marido debe desempeñar en el matrimonio debiendo al mismo tiempo amar a su mujer como Cristo amó a la Iglesia, a la vez que la mujer debe estar sujeta al marido en la obediencia para que de esa manera reine la armonía en esa unión sacramental que es el matrimonio.

   Con respecto a los hijos y a los padres dice también San Pablo en la misma carta a los Efesios: "Hijos, obedeced vosotros a vuestros padres en el Señor; porque es ésta una cosa justa. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento que va acompañado con la promesa; para que te vaya bien y tengas larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no irritéis a vuestros hijos, mas educadlos corrigiéndolos, e instruyéndolos según el Señor" (Cfr. Ef. VI, 1-4).

   Es notable el paréntesis que San Pablo introduce aquí en la cita del cuarto Mandamiento para destacar que es el primero (único a cuyo amor nos estimula Dios por una promesa de felicidad aún temporal. Sin duda interesa al divino Padre ver honrada la paternidad que es una imagen de la suya.

   También Su Santidad el Papa Pío XI en su Encíclica sobre el matrimonio cristiano "Casti Connubi Quanta Sit Dignitas" del 3 de diciembre de 1930 dice entre otras cosas: "Cuán grande sea la dignidad del casto matrimonio, principalmente puede colegirse que habiendo Jesucristo Nuestro Seftor, Hijo del Eterno Padre, tomado la carne del hombre caído, no sólo quiso incluir de un modo peculiar este principio y fundamento de la sociedad doméstica y hasta del humano consorcio en aquél su amantísimo designio de redimir, como lo hizo, a nuestro linaje, sino que también lo elevó a verdadero y grande sacramento de la Nueva Ley, restituyéndolo antes a la primitiva pureza de la divina institución y encomendando toda su disciplina y cuidado a Su Esposa la Santa Iglesia.

   Dice allí también el Pío XI que la doctrina y la gracia de Jesucristo robustece el matrimonio para que de esta manera los cónyuges cristianos, robustecidas sus flacas voluntades con esa gracia interior de Dios, se conduzcan en todos sus pensamientos y en todas sus obras, en consonancia con la purísima ley de Cristo, de la cual se derivan para sí y para sus familias, la felicidad y la paz.

   Advierte también el Santo Padre sobre los errores modernos sobre el matrimonio, los cuales apoyándose en falsos principios de una nueva y perversísima moralidad hacen que muchos hombres, olvidando la divina obra de restauración en Cristo, desconozcan por completo la santidad excelsa del matrimonio cristiano o la nieguen descaradamente conculcándola. Continúa diciendo el Romano Pontífice que se debe vindicar la divina institución del matrimonio, su dignidad sacramental y su perpetua estabilidad haciendo notar especialmente que el matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres, sino por obra divina; que no protegido, confirmado, ni elevado con leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, Señor de la naturaleza, y de su restaurador Cristo Señor Nuestro, y que, por lo tanto, sus leyes no pueden estar sujetas al arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al acuerdo contrario de los mismos cónyuges. Esta es la doctrina de la Sagrada Escritura, (Gén. 1, 27-28; 11, 22-23; Mt. XIX, 3 ss.) esta es la constante tradición de la Iglesia universal, ésta es la definición solemne del Santo Concilio de Trento, el cual con las mismas palabras del texto sagrado, expone y confirma que el perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y su estabilidad tienen por autor a Dios.

   El principal texto sagrado con respecto a la indisolubilidad del matrimonio es sin duda el pronunciado por Jesucristo Nuestro Señor al elevarlo a Sacramento en el cual dijo que El Creador desde el principio varón y mujer los hizo y por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos sino una carne. ¡Pues bien, lo que Dios juntó, el hombre no lo separe! y Yo os digo que quien repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio" (Mt. 19,3 ss.).

   Dice también el Papa en "Casti Connubi" que ya no hay duda de que para elegir el género de vida, está en el arbitrio o voluntad propia una de estas dos cosas: o seguir el consejo de guardar virginidad dado por Jesucristo, el cual es el estado más excelente pero al cual solamente unos pocos son llamados por Dios Nuestro Señor, u obligarse con el vínculo matrimonial. Ninguna ley humana puede privar a un hombre del derecho natural y originario de casarse, ni circunscribir de manera alguna la razón de las nupcias, establecida por Dios desde el principio: "Creced y multiplicaos" (Gen. 1, 8).

   Acota la misma Encíclica con referencia a los bienes del matrimonio elaborados por San Agustín, que el primer bien del matrimonio son los hijos, conforme al mandato divino de "creced y multiplicaos" de lo cual también bellamente deduce este gran santo de las palabras del Apóstol San Pablo a Timoteo cuando dice que se celebre el matrimonio con el fin de engendrar lo cual testifica así el Apóstol: "Quiero que las que son jóvenes se casen" Y como si se le preguntara: ¿Con qué fin? añade en seguida: Para que críen hijos, para que sean madres de familia" (1 Tim V, 14) El segundo bien del matrimonio es la fidelidad conyugal que es la mutua lealtad de los cónyuges en el cumplimiento del contrato matrimonial a lo cual están gravemente obligados por ser dicho contrato de institución divina.

 LOS ATAQUES AL MATRIMONIO

   Dice el Papa Pío XI al ponderar la excelencia del casto matrimonio, que causa gran dolor el ver a esta divina institución tantas veces despreciada y también en diversas partes conculcada. Pensemos que ésto lo dice el Sumo Pontífice en el año 1930.

   Señala que se niega la institución Divina del matrimonio y la santificación por Cristo afirmándose que es de institución humana, es decir que dicen esos detractores que el matrimonio no ha sido instituido por el Autor de la naturaleza ni elevado por Jesucristo Seftor Nuestro a la dignidad de sacramento verdadero, sino que es invención de los hombres. Y de acuerdo a ésto, entonces, concluyen que las leyes, instituciones y costumbres por las que se rige el matrimonio, debiendo su origen a la sola voluntad de los hombres, tan sólo a ellas están sometidas y, por consiguiente, pueden ser establecidas, cambiadas y abrogadas según el arbitrio de los mismos hombres y las viscisitudes de las cosas humanas; y que la facultad generativa, que se funda en la misma naturaleza se extiende más que el matrimonio y que, por lo tanto, puede ejercitarse tanto dentro como fuera del santuario del matrimonio, aún sin tener en cuenta los fines del mismo, como si el vergonzoso libertinaje de la mujer fornicaria gozase casi de los mismos derechos que la casta maternidad de la esposa legítima. Esto llegan a sostener estos hombres perversos.

   Y de lo anterior se derivan fatalmente toda una serie de nuevos modos de uniones ilícitas como por ejemplo lo que se llama Matnmomo por cierto tiempo", "el matrimonio de prueba", "el matrimonio amistoso", etc. Y al sostenerse que el matrimonio es de institución humana se incurre en ese mal tremendo que es el divorcio vincular. Y así vemos que los hombres han conculcado y violado el mandato de Jesucristo al elevar el matrimonio a sacramento cuando dijo: "No separe el hombre lo que Dios ha unido".

   Otro mal gravísimo que atenta contra la santidad del matrimonio es el de la limitación de los hijos por métodos artificiales, lo que constituye una grave ofensa a Dios Nuestro Señor, Autor de esa naturaleza.

   Y todo esto desemboca en el más grave de todos los crímenes que es el aborto, pecado monstruoso, habiendo sancionado la Iglesia con pena de excomunión a los que en él incurren, por ser el asesinato de un ser indefenso en el útero materno y privándolo al mismo del Santo Bautismo, y por lo tanto, de la Visión Beatifica por toda la eternidad.

LA SlTUACION ACTUAL
DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

   Desgraciadamente, en esta tremenda crisis de esta segunda mitad del siglo XX, la institución matrimonial y familiar forma también parte de la misma.

   Ella se traduce en una situación realmente catastrófica en un inmenso número de los matrimonios actuales y por ende en un inmenso número de familias.

   Es una situación de crisis general en la sociedad actual; ocasionada ante todo por la cri-sis de la Iglesia, mejor dicho de una gran mayona de los miembros de la jerarquía (obispos y sacerdotes) que han sido seducidos por las reformas producidas por el "liberalismo católico" que se ha adueñado de los más altos puestos de esa jerarquía ocasionando el lamentable cuadro de una Iglesia que aparece como contradiciéndose de todo lo que sostuvo a lo largo de casi veinte siglos a través de unos 260 Papas desde San Pedro hasta Pío XII; de 20 Concilios Ecuménicos Dogmáticos y otras manifestaciones y sucesos de la Iglesia Católica Apostólica Romana,. única verdadera por ser la única fundada por Nuestro Sefior Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre y por lo tanto la única barca en la que nos podemos salvar ya que es dogma de fe que fuera de ella no hay salvación.

   El mundo y por lo tanto la sociedad ya estaba en decadencia desde hacía cinco siglos debido sobre todo a la Reforma protestante y al liberalismo triunfante de la Revolución Francesa, pero la Iglesia era el faro rector de ese mundo renegado al cual trataba de salvar. Pero a partir del Concilio Vaticano II, el suceso más desgraciado del siglo, y como consecuencia del mismo, la Iglesia Conciliar, de faro rector de ese mundo desgraciado, se ha convertido en su furgón de cola obedeciendo así a ese mundo cuyo príncipe es Satanás. Y toda la apostasía es debida a ese falso ecumenismo que se ha querido implantar porque se ha atacado el dogma "Extra Eclessia nulla salus" ("Fuera de la Iglesia no hay salvación") por lo cual se han destruido los Sacramentos, la moral y principalmente el Santo Scrificio de la Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz reemplazándolo por un ritoconmemorativo de la Última Cena, es decir, de tendencia protestanteque conduce a la herejía. Y esta destrucciónde la Misa y su reemplazo por la cena es precisamente para ese acercamiento a los protestantes basados en ese ecumenismo equivocado.

   Hablando específicamente de la familia en medio de de esta crisis, con respecto a la misma se ha perdido la noción de su función esencial que es la de ser célula de la sociedad, habiendo desaparecido la autoridad de los padres sobre los hijos, éstos últimos actúan por su cuenta y en muchos casos son atrapados por las ideas disolventes en boga, cayendo muchas veces en la subversión, en la pornografía, en la droga, etc. Es decir, en resumen, que se ha destruido a la familia.

REMEDIOS PARA LA
RESTAURACIÓN DE LA FAMILIA

   Es necesario emprender una gran "Cruzada" para la restauración de la familia.

   Para ello se debe emprender primero una "Cruzada" para los matrimonios en la cual se inculque a los esposos lo que es en realidad el Sacramento por el cual se hallan unidos, aclararles bien cuales son sus fines, sobre todo el primario que es el de la concepción de la prole y su educación de acuerdo a los mandatos de Dios, advertirles la gravedad de l contracepción y hacer que le tomen un gran horror al aborto.

   Hay que tener en cuenta que más del 90% de los abortos que se realizan actualmente en el mundo no son causados por madres solteras ni por problemas de salud, los cuales son también muy graves, sino que son ocasionados por matrimonios, con el pretexto de que no quieren tener más hijos, es decir, para vivir más cómodos y utilizando el acto maritalno para el fin del mismo, que es la procreación, sino simplemente para satisfacción de sus pasiones; se debe emprender en esta "Cruzada" una campaña contra este crimen del aborto, exhibiendo filmes con respecto al mismo; si los matrimonios vieran esos filmes y por ellos apreciaran lo que es un feto desde la iniciación del embarazo hasta el nacimiento, en que ese nuevo ser vive, respira, se alimenta, etcétera. Y como trata de defenderse en el momento en que se va a provocar el aborto, esos padres y madres de familia le tomarían un gran horror al mismo. O sea, que lo fundamental para la restauración de la familia es llevar a cabo actualmente grandes campañas contra todos los males que se le oponen.

   Hacerles comprender la grave ofensa que se le ocasiona a Dios y los graves castigos externos que ello acarrea.

   En fin, debemos rezar ante todo para el éxito de esas campañas. Rezar a Dios Nuestro Señor y muy especialmente a Nuestro Señor Jesucristo, a la Santísima Virgen María y al gran San José, es decir, a la Sagrada Familia de Nazaret para que todas las familias traten de imitarla.

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