CARTA ABIERTA A JUAN PABLO II,
 CON MOTIVO  DE LA CELEBRACIÓN
 DE LA VERDADERA MISA EN LA
 BASÍLICA DE SAN PEDRO, EN ROMA (*)

   Bogotá, 29 de abril de 2003  

Su Santidad:

   Con el fin de dar testimonio de la verdad aunque con pocas esperanzas de tener eco y respuesta, pues la ley del silencio campea cuando la verdad se proclama, mientras Roma modernista serpentea los abismos del error, sin gustar de la claridad y derechura, cuando su lenguaje no es más: "Si, si; No, no; porque todo lo demás viene del maligno" (Mt.5, 37.) sino que prefiere el diálogo perverso y demoníaco cual fue el de la ingenua Eva con la astuta Serpiente, que con su andar sinuoso se arrastra vilmente reflejándose su insidia y perversidad oponiéndose a los caminos rectos de Dios, y permite disimuladamente que falsos rumores cristalicen en noticias(1) que circundan todo el orbe con el fin de beneficiarse, mostrando la "generosidad" de Roma, de Juan Pablo II y de su Cardenal Castrillón para con los "rebeldes y cismáticos, lefebvristas". Así pues, conviene aclarar algunos puntos para que aquel que busca la verdad con sinceridad, la encuentre.

   En primer lugar, si estáis arrepentido teniendo presente la cercana y pronta muerte ante el ocaso de vuestra vida, no basta un simple reconocimiento ante un grupo de fieles a modo de privilegio de la Tradición. La Tradición es característica necesaria, esencial y fundamental de la Iglesia que se identifica con la Apostolicidad de la misma y con el depósito de la Fe, con toda la Revelación Oral y Escrita, luego no es un privilegio, ni una concesión. Lo que se requiere de vuestra parte es una profesión pública de Fe que confirme a sus hermanos en la Fe de siempre, transmitida desde el origen y que perdure hasta el fin de los tiempos por quien tiene tal obligación según el mandato recibido de Cristo y el cual es ejercido por todo legítimo sucesor de Pedro. Confundir esto o no saberlo es no tener idea del cargo que representa y exige la Cátedra de Pedro, sería usurpar el nombre sin tener el contenido.

   En segundo lugar, no es dar un paso hacia atrás para tomar impulso e ir hacia adelante confirmando la Revolución instaurada oficialmente en la Iglesia con el Concilio Vaticano II (al igual que Napoleón daba un paso atrás para consolidar la Revolución con dos pasos adelante, se mostraba conservador para hacer triunfar el liberalismo). Concilio que es una contradicción flagrante al definirse como no infalible, en tanto que se afirma como Ecuménico; esto teológicamente es imposible y absurdo, pues todo Concilio verdaderamente Ecuménico de la Iglesia Católica es por definición, ipso facto, por sí mismo, por derecho y de hecho infalible y ningún Papa, ni obispos que lo integren pueden pretender que haya Concilio Ecuménico no infalible lo cual es un adefesio, una contradicción cual sería por vía de ejemplo, pretender contraer un matrimonio no indisoluble. Luego, ó el Concilio Vaticano II es infalible y en consecuencia exento no sólo de herejía sino de todo error, ó no es infalible y tampoco es Concilio Ecuménico; y esta es la única alternativa que queda, pues se le quiso no infalible por voluntad del propio Pablo VI y por lo tanto no dejó de ser sino una reunión eclesiástica en el mejor de los casos cuando no un conciliábulo plagado de errores que hoy destruyen la Fe de la Iglesia y de sus fieles. Además, un Concilio como Vaticano II en ruptura con la Tradición de la Iglesia es un concilio cismático, pues romper con la Tradición es una escisión o ruptura lo cual constituye un cisma. De tal modo que lo único que os excusaría es profesar la Fe de siempre en toda su integridad reconociendo los errores cuando no las herejías que en nombre del concilio, del ecumenismo y del "aggiornaménto" corrompen y adulteran la Fe Católica, Apostólica y Romana.

   Tercero, no es con acuerdos, pactos, concesiones, ni mucho menos con diplomacia que se solucionan los problemas suscitados por el modernismo y el progresismo dentro de la Iglesia cual humo de Satanás dentro de Ella, según llegó a confesar el mismo Pablo VI sino con la proclamación o profesión de la Fe Católica sin más, sin condiciones, sin acomodaciones, sin diletantismo, sino con sencillez y humildad, confirmando a los hermanos en la Fe como debe ser y hacer quien detenta el cargo de Romano Pontífice, pues la Sede de Pedro exige la conducta de Pedro, lo demás sería claudicación o usurpación o ambas cosas a la vez.

   Cuarto, es hora de dejar de impactar e impresionar al público con la hipocresía farisaicamente esgrimida de una excomunión que no existe, ni puede existir. Una excomunión que es nula e inválida de pleno derecho, pues la Tradición de la Iglesia no se puede excomulgar y como bien lo señaló en más de una ocasión Monseñor Lefebvre, "si hay excomulgados, son ellos", los innovadores, los que cambian, lo que están en contra de la Tradición de la Iglesia. También cuando decía, "excomulgados ¿por quién? ¿por cuál Iglesia? ¿por la Iglesia Post-conciliar? a la cual nunca he pertenecido, ni pertenezco". Pues la Iglesia no nació con Vaticano II, sino hace más de 2000 años y no puede haber contradicción en la Fe, ni en la doctrina y si la hay los culpables son los que cambian, los innovadores; la verdad está y estará siempre garantizada por la Sacrosanta Tradición Católica hasta el fin y por toda la eternidad. Luego, es una certeza sobrenatural de indefectibilidad (en el ser) y de infalibilidad (en la doctrina) permanecer fieles a la Tradición, y toda Jerarquía en la Iglesia que así no lo haga, ipso facto se distancia y se separa de la misma ilegitimándose por el mismo hecho. Antes  hay que obedecer a Dios que a los hombres y los hombres de Iglesia por Derecho Divino deben respetar la Divina Doctrina y la Divina Institución de la Iglesia Católica Apostólica Romana, so pena de ser cismáticos, herejes o apóstatas. Ninguna autoridad, Papa, Cardenales, Obispos, sacerdotes pueden contravenir la voluntad de Dios Todopoderoso Uno y Trino.

   Así pues, se podría a modo de conclusión decir: que no somos ni jamás hemos sido un grupo cismático, sino que permanecemos fieles íntegramente a la Tradición Católica Apostólica de la Iglesia, bebiendo siempre de las fuentes puras de la misma. Que somos en medio de ésta Gran Apostasía instaurada oficialmente con las doctrinas erróneas y heréticas, como el Ecumenismo que busca el sincretismo religioso mancomunando a todos los hombres y creencias sin dogmas que dividan, que no proclama la exclusividad de la Iglesia Católica como única poseedora de la Verdad Divina, o como la libertad religiosa que desobliga al hombre reconocer en conciencia su absoluta y necesaria dependencia al Dios y Religión verdaderos, así como también la de profesar el verdadero culto; somos digo, los pocos que permanecemos fieles a Cristo y a su Iglesia cual pequeño rebaño (pusillus grex, Lc. 12,32). Que somos verdaderamente obedientes al Papado y a la Iglesia, reconociendo y respetando todo su contenido que por constitución divina tiene, sin pretender aggionarlos, adaptarlos al mundo impío, ni modificarlos con nuevas concepciones que buscan destruir el Papado y la misma Iglesia. Y que para ser católicos no necesitamos ninguna aprobación, nos basta profesar todo lo que la Iglesia Católica siempre enseñó y en condenar lo que siempre condenó. Que para continuar siendo católicos, no es con componendas, ni acuerdos, ni concesiones, ni privilegios, ni protocolos o lo que fuera, sino con la fidelidad a la Sacrosanta Tradición Católica. Que no necesitamos ningún permiso para decir la Misa de siempre, la Misa Romana o Misa Tridentina, primero por ser la única legítima, ante la nueva que es protestantizante y revolucionaria, fraudulentamente promulgada y abusivamente impuesta. Al respecto y por si fuera poco basta la Bula "Quo primo tempore" del Papa San Pio V, que canoniza a perpetuidad dicha Misa y por consiguiente lo que un Papa canoniza no puede otro Papa descanonizarlo, como es evidente.

   Que no somos nosotros los tildados de Lefebvristas, de tradicionalistas, de desobedientes, de rebeldes, de excomulgados, de intransigentes o de lo que fuera; los causantes del problema de la crisis de fe por la que atraviesa la Iglesia hoy. El problema es vuestro, son todos los infiltrados en la Iglesia, judíos, masones, impíos, modernistas, progresistas, los causantes de esta abominación de la desolación en el lugar santo, cual lobos con ropaje de ovejas que destruís la Fe y la Iglesia, bajo la apariencia de piedad y santidad, que está siendo eclipsada (De labore solis: el eclipse del sol, como indica la divisa que corresponde a vuestro pontificado ). Luego, es una parodia pretender desviar la atención señalándonos a nosotros como los responsables y culpables, del desmadre y disgregación del cual sois los únicos culpables.

   No os queda otro camino que del retorno sincero y humilde al Dios, que estáis todos vosotros de nuevo crucificando en su cuerpo místico: en esta segunda pasión por la que está pasando la Iglesia Católica al fin de los tiempos, pero que a pesar de todo las puertas (el poder) del infierno no prevalecerá contra Ella. Jerusalén, Jerusalén conviértete al Señor tu Dios, tal como exclama la Iglesia con el profeta Jeremías, durante el Viernes Santo en las lecciones del primer nocturno del Breviario, hoy diría: Roma, Roma conviértete al Señor tu Dios.

   Suyo en Cristo Rey, Único Señor de señores y Rey de reyes, junto a la Santísima Virgen Reina y Madre de Dios.

                                                                    Basilio Méramo, Pbro (2)

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  • * La publicación de esta carta no implica el alineamiento de la Asociación "Católicos Alerta" con la posición de la Fraternidad San Pío X.
  • (1) Il Messaggero 20/4/2003.
  • (2) Sacerdote de la Fraternidad San Pío X.