SODOMIZACIÓN y VIRGINIDAD de la IGLESIA
DIABÓLICA SODOMIZACIÓN de la IGLESIA
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Por asombroso que parezca relacionar estos dos conceptos (ideas) que se excluyen, contradicen y repelen mutuamente al extremo, son justamente los dos polos extremos del estado (situación) religioso, de la religión, en la Iglesia como veremos brevemente.
La diabólica, satánica, sodomización de la Iglesia se identifica con el misterio de iniquidad, con la obra de Satanás dentro de la Iglesia, pues la misma Iglesia (los hombres de Iglesia) le ha abierto las puertas de par en par, con el atípico Concilio Vaticano II (Concilio gnóstico-cabalista y antropoteísta cual se puede verificar con el discurso de clausura de Pablo VI el 7 de Diciembre de 1965), poniéndose al día (aggiornamento) con los ideales y principios del mundo y del hombre moderno salidos de la llamada Revolución Francesa en realidad Revolución Anticristiana de la judeo-masonería internacional del poder oculto financiero de la Sinarquía.
Sodomizar es invertir el conducto (la vía, el canal) natural de los establecido por la naturaleza, creada por Dios, para engendrar la vida, para ir contra la natura, y el principio de fecundación y vida. Sodomizar no es el uso abusivo de algo en sí mismo bueno y legítimo, sino la inversión contra la naturaleza, ir contra el orden natural, es invertir la naturaleza de las cosas, y sus fines.
Sodomizar no es una corrupción natural, ni una perversión más (corrupción espiritual), es una inversión contra natura, es más que corromper, es una perversión antinatural, perversión contra natura. Un ejemplo algo chocante bastaría para darnos cuenta, una mala mujer, es una corrompida o prostituida, y hasta pervertida, que usa y abusa de su cuerpo pero dentro de su naturaleza, pero un sodomita, invierte perversamente su naturaleza, va contra la naturaleza, se corrompe y pervierte invirtiéndose, no por abuso, sino por inversión de uso, de la naturaleza y del fin.
Pues bien en el orden espiritual existe algo peor que la inversión carnal, física, y es la sodomización espiritual, la inversión espiritual de la jerarquía, de la autoridad, del poder y aun de la misma religión y culto.
La inversión de las cosas espirituales contra el orden natural es mucho peor que la inversión carnal, pues contra esta se puede y se debe luchar toda la vida con la ayuda de Dios, pero contra la inversión de las cosas espirituales cómo se las puede revertir, parece imposible.
Por eso el Padre Castellani decía sobre la sodomía espiritual: “Hablemos de lo que San Juan en el Apokalypsis llamó ‘sodomía espiritual’ (‘Quæ vocatur spiritualiter Sodoma’). (…) Sodomía espiritual es invertir el orden de las facultades,...”(Seis Ensayos y Tres Cartas, ed. Dictio, Buenos Aires 1978, p. 182).
La jerarquía fue instituida en la Iglesia por Cristo para que por ella los fieles se salvaran, enseñando a los fieles y gobernando la Iglesia. La jerarquía debe ser instrumento de la salvación de las almas, y no de perversión de ellas. De custodios de las cosas sagradas(pues de aquí viene el origen de la palabra jerarquía del griego), la jerarquía oficial de la Iglesia, se convierte (invierte) en rapaz destructora, cual abominable Misterio de la iniquidad, en lugar santo (en la Iglesia).
La autoridad que Dios otorga a la Iglesia, y que debe ser para gobernar, enseñar y santificar; ni gobierna, ni enseña ni santifica, hace todo lo contrario.
No gobierna, pues no conduce a los súbditos al fin, que es lo propio del gobernar, el fin sobrenatural.La autoridad que viene de Dios, autor de todas las cosas creadas, como así lo expresa el origen de la palabra, toda autoridad viene de Dios; esta autoridad es hoy utilizada y ejercida en contra de su finalidad, pues se la esgrime para imponer el error en nombre de Dios, desechar la Tradición e imponer la Revolución, y el que no obedece y se somete al imperio de ésta, es excomulgado, proscrito, anulado, desechado. Se ejerce la autoridad no para el bien y la verdad, sino para el mal y el error, pero como si fuesen Dios,y así en el nombre de Dios, se pontifica en el error y en la herejía, se conduce a los fieles y a la Iglesia militante a la Apostasía (silenciosa, práctica o como se la quiera llamar), en nombre de la santa obediencia a Dios y a sus representantes aquí en la tierra (Jerarquía-prelados).
Se enseña el error y peor aún hasta la herejía, pues el modernismo es la cloaca, el sumidero de todas las herejías, cómo lo calificó San Pío X. El ecumenismo niega que la Iglesia Católica sea la única y exclusiva arca de salvación, pretende la unión, (ut unum sint, para que sean uno), de todos los hombres sin dogmas que dividan, y se declara en aras de la dignidad de la persona humana, por los derechos del hombre en oposición a los derechos de Dios, y se proclama la libertad del hombre para elegir cuál es el verdadero Dios según el dictamen de la conciencia endiosada (semidiosa) de cada cual. Se erige al hombre (según esa misma conciencia), con el poder de determinar que es lo malo y que es lo bueno, dictaminar el bien y el mal (cual árbol del bien y del mal en el paraíso) cada uno según su parecer (conciencia), de decidir y juzgar lo que es malo o bueno como si fuera Dios;y por si esto fuera poco se enarbola la dignidad de la persona humana (exaltada al paroxismo) exigiendo la misma divinidad de Dios, (reclamando la divinidad como atributo que le corresponde por naturaleza) tal como pretende la nueva religión antropoteísta, netamente gnóstico-cabalística y personalista del hombre moderno, que democráticamente se posesiona en lugar de Dios, y dictamina como si fuera Dios.
La santificación ni se diga, desacralizado todo, culto, rito y hasta los sacramentos.Según la teología sacramental los sacramentos producen la gracia que significan. Lo cual exige una significación determinada específica, que excluye el equívoco, la ambigüedad. La significación sacramental esencial no puede ser ni indeterminada, ni equívoca, ni ambigua (ambivalente), de lo contrario no significa la gracia que debe producir (causar) y esto de modo ex opere operato, sin que haya lugar a dudas que quedan excluidas. Es dogma de fe que los sacramentos producen ex opere operato la gracia que significan, ponerlo en duda es ya una herejía.
La nueva liturgia sacramental no garantiza esto, el simple hecho de posibilitar la duda ya es una herejía, pues por definición queda excluida. Ahora bien el equívoco es algo que nadie puede negar que existe, como por ejemplo la Misa Nueva, pues esto ya contraviene (contradice) la definición sacramental y si a esto resaltamos que el rito esencial no puede ser equívoco, por la simple razón que no cumple con la definición, que todo sacramento produce ex opere operato la gracia que significa, se tiene que es además inválido, aunque se diga lo que se quiera decir, (la teología es en esto estricta), no admite un desliz, pues se caería en herejía al negar, o poner en duda siquiera, que un sacramento produce la gracia que significa; y al admitir que la significación es equívoca, no hay escapatoria posible, no puede producir lo que no significa o lo que significa equívocamente. Esto debería ser claro, la Iglesia no tolera sacramentos dudosos o equívocos en su significación sacramental pues no cumplen la definición sacramental que es un dogma de fe, así de sencillo, de conciso y de claro sin hacer grandes y alambicadas teorías. Le guste a quien le guste o le disguste a quien le disguste, al pan pan y al vino vino, sí sí no no, todo lo demás viene del maligno. Por el contrario, el que esto no quiera hoy admitir, al menos debe aceptar la duda que hay sobre la validez de la Nueva Misa, pues de lo contrario tendría que afirmar (considerar), que la Misa Nueva (bastarda), es materia de fe, y aún más dogma de fe, y yo quisiera saber quién en su sano juicio, pueda afirmarlo y probarlo, después de todo lo dicho por obispos eminentes y católicos, apostólicos y romanos, como Monseñor Lefebvre, Monseñor de Castro Mayer de benemérita memoria.
Claro que esto se da de punta con la mentalidad liberal, light, que hoy impera aun entre los teólogos o los que se dan de teólogos, y no se quieren sacar las serias y graves, pero importantes consecuencias. Lo mismo se puede decir del nuevo rito del Orden (tanto sacerdotal como episcopal).
La inversión, la sodomización de la Iglesia no puede ser mayor, esto es un verdadero castigo, es el gran castigo espiritual, de obscuridad, de ceguera, de tinieblas, que si se prolonga sin que se abrevien los días de esta gran tribulación religiosa, espiritual, doctrinal, nadie se salvaría, y que para acabar con estos días malos, Dios permita un castigo físico en correspondencia al castigo espiritual, para que vean los que no quieren ver y así golpeando a la humanidad ciega permita una 3ª Guerra Mundial (atómica) que con 2 ó 3 días de obscuridad y tinieblas se puedan arrepentir, y sino de todos modos acabar con esta impiedad, que está conduciendo las almas a perder la fe y condenarse eternamente en el infierno.
Si bien se mira esta 3ª Guerra Mundial sería un castigo material y una medicina ante el castigo espiritual de continuar perdiéndose la fe al punto que nadie se salvaría.
De otra parte el pequeño rebaño fiel se acrisola en la fe cada vez más pura y virginal con esta crisis, si no claudica, si se mantiene doctrinal y espiritualmente firme, intransigente ante la santidad de la fe, de la Iglesia fiel, a su cabeza que es pura y virgen, protegidos bajo la mirada maternal de la Santísima Virgen María, amando como Ella a su divino hijo al pie de la Cruz, amando como el Apóstol virgen San Juan Evangelista, el discípulo amado.
Estamos pues, ante la Abominación en lugar santo, la sodomía espiritual en la Iglesia, verdadero e innegable Misterio de Iniquidad.Ante esta perversión, inversión, sodomización de la jerarquía oficial, de la autoridad, que invierte el medio, el conducto de salvación en instrumento de perversión, condenación, de pérdida de la Fe, que mayor misterio de iniquidad, de abominación, de corrupción en la Iglesia puede imaginarse. Lo que Cristo instituyó para salvar, está pervertido, corrompido, e invertido para que las almas pierdan la fe, se corrompan en la fe, y se condenen sin fe. Es el aborto espiritual más atroz que se pueda concebir. La jerarquía, la autoridad de la Iglesia invertida en su sacrosanta misión de luz del mundo, se convierte en cátedra del error para los fieles, y de tinieblas para el mundo. La Iglesia de Dios convertida en su Alta Jerarquía oficial, en Sinagoga de Satanás, en la contraiglesia o pseudoiglesia del Anticristo.
Pues tenemos que en vez de confirmar a los fieles en la verdad, los corrompe con la apostasía, en vez de defender y proteger la fe, se la corrompe y viola. ¿Qué mayor abominación en lugar santo, en la Iglesia se puede concebir y esperar? Es la defección de la Fe en vez de ser la confirmación de la fe.
Por haber corrompido el culto de Dios incorruptible, inalterable, Dios abandona al hombre en la corrupción más abominable como lo es la sodomización espiritual, cual muestra San Pablo en su Carta a los Romanos (capítulo 1, 18-32): “Pues la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que injustamente cohiben la verdad; puesto que lo que es dable conocer de Dios está manifiesto en ellos, ya que Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Él, su eterno poder y su divinidad se hacen notorios desde la creación del mundo, siendo percibidos por sus obras, de manera que no tienen excusa; por cuanto conocieron a Dios y no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su insensato corazón fue oscurecido. Diciendo ser sabios, se tornaron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible en imágenes que representan al hombre corruptible, aves, cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual los entregó Dios a la inmundicia en las concupiscencias de su corazón, de modo que entre ellos afrentasen sus propios cuerpos. Ellos trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la creatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la paga merecida de sus extravíos. Y como no estimaron el conocimiento de Dios, los entregó Dios a una mente depravada para hacer lo indebido, henchidos de toda injusticia, malicia, codicia, maldad, llenos de envida, homicidio, riña, dolos, malignidad, murmuradores, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, hombres sin amor y sin misericordia. Y si bien, conocen que según lo establecido por Dios los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino también se complacen en los que las practican.”
Y esto, por haber cambiado la verdad, que es la mayor de las injusticias cómo el mismo Apóstol lo señala, la sodomización carnal es un pálido reflejo de la sodomización espiritual. Cobran así actualidad las palabras de Cristo: “Pero el Hijo del hombre cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?” (Lc. 18, 8).
Pero sabemos que la Iglesia verdadera e indefectible en la fe y la verdad sobrenatural revelada es pura y virgen en la fe, San Agustín ya clamaba:“Lo que sigue nos pertenece ya a nosotros. En la santa Iglesia. Nosotros somos la santa Iglesia; pero no dije ‘nosotros’, como si me refiriese sólo a los que estamos aquí, a quienes ahora me oís, sino a cuantos por la gracia de Dios somos fieles cristianos en esta Iglesia, es decir, en esta ciudad; cuantos hay en esta región, en esta provincia, cuantos hay del otro lado del mar y en todo el orbe de la tierra, pues el nombre del Señor es alabado desde la salida del sol hasta el ocaso. Esta es la Iglesia Católica, nuestra verdadera madre y la verdadera esposa de aquel esposo. ¡Honrémosla porque es Señora de tan gran Señor! ¡Grande y particular la misericordia del esposo para con ella! ¡La encontró meretriz, y la hizo virgen! No debe negar que fue meretriz, para no olvidar la misericordia de su libertador. ¿Cómo no era meretriz, si fornicaba tras los ídolos y demonios? Nadie se vio libre de la fornicación del corazón; la de la carne se dio en pocos; la del corazón en todos. Vino él y la convirtió en virgen; hizo virgen a la Iglesia. Es virgen en la fe; tiene pocas vírgenes según la carne, las santimoniales; pero según la fe, todos deben ser vírgenes, tanto las mujeres como los varones. Ha de existir la castidad, la pureza y la santidad referidas a la fe. ¿Queréis saber que es virgen? Escuchad al apóstol Pablo, oíd al amigo del esposo, celoso de él, no de sí mismo: Os he desposado, dice a un único varón. Lo decía a la Iglesia; ¿a qué Iglesia? A la de cualquier lugar a donde esa carta pudiera llegar: Os he desposado a un único varón para mostraros a Cristo como virgen casta. Temo, no obstante, dijo, que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así vuestras mentes se aparten, corrompidas, de la castidad que reside en Cristo. El temor a la corrupción es señal de virginidad. Temo, dijo, que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, ¿Acaso aquella serpiente tuvo comercio carnal con Eva? Sin embargo, extinguió la castidad de su corazón. Temo, dijo, que vuestras mentes se aparten, corrompidas, de la castidad que reside en Cristo. Así, pues, la Iglesia es virgen. Es virgen, siga siéndolo; guárdese del seductor, no sea que encuentre en él un corruptor. La Iglesia es virgen. Tal vez me dirás: ‘Si es virgen, ¿cómo da a luz hijos? O, si no alumbra hijos, ¿cómo es que hemos dado nuestros nombres para nacer de sus entrañas?’ Respondo: ‘Es virgen y da a luz; imita a María, que dio a luz al Señor.’ ¿Acaso Santa María no dio a luz siendo virgen y permaneció siéndolo? Así la Iglesia: da a luz y es virgen; y, si lo piensas atentamente, da a luz a Cristo, puesto que los bautizados son miembros suyos. Dice el Apóstol? Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. Si pues alumbra los miembros de Cristo, la semejanza con María es grandísima.” (Obras Completas de San Agustín, Tomo XXIV, Sermones -4º-, BAC, Madrid 1983, Sermón 213, p. 158).
Y en otro de sus sermones: “¿Dónde está, repito, esa virginidad casta sino en la integridad de la fe, la esperanza y la caridad?” (Ibid. Sermón 188, p. 23).
Como nota a este tema de la Iglesia virgen dice el comentador muy acertadamente: “Esta virginidad es definida como virginidad en la fe. Pero no ha de pensarse sólo en el depósito de la fe; pues, en contexto nupcial como el presente, la fe significaría fidelidad a un solo hombre, confianza en su promesa y amor a él solo; es decir, a Cristo en el caso de la Iglesia, ‘¿Cuál es la virginidad de la mente? Una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad sincera’ (Tratados… 13, 12). Queda claro pues, que la virginidad de la Iglesia, consiste en esa triple integridad de la fe, la esperanza y la caridad; sin ésta, de nada serviría la corporal (ibid.). Si la virginidad de la Iglesia no es separable de la de los fieles, se sigue, que, cuando un cristiano pierde su virginidad espiritual, sufre también la virginidad de la Iglesia. La advertencia a no dejarse corromper la dirige Agustín tanto al alma individual (serm. 241, 5) como a la Iglesia misma (serm. 213, 8). El seductor o corruptor es el diablo (2 Cor. 11, 2-3). Él, que es la serpiente del paraíso, trata de violar la virginidad del corazón, no la de la carne (contra quienes pensaban que había yacido con Eva; véase la n. 4 al serm. 213: ‘Como el hombre adúltero se regocija en su maldad cuando viola la carne, así el diablo se regocija cuando viola la mente’ (Comentarios… 39, 1).” (Ibid. Notas Complementarias 4, p. 783).
Así, no hay obediencia que valga si no es en la verdad: “Puesto que con la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas.” (I Ped. 1, 22). La obediencia supone la amistad (cor unum), obedecer al enemigo es como obedecer a un loco; como es una locura obedecer al error, a la mentira, al fraude o al engaño.
La santidad está en la verdad y no en el error, por piadoso que parezca, muchas veces barnizado de sumisión y docilidad aparentes; por lo cual San Pablo identifica la santidad con la verdad: “y os vistáis del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4, 24).
Para permanecer en la verdad, la santidad, se requiere así frente al Demonio, padre de la mentira, del engaño y del error, seguir el consejo de San Pedro: “Resistidle, firmes en la fe” (I Ped. 5, 9).Pues “el justo vivirá por la Fe” (Rom. 1, 17), “Sin fe es imposible ser grato” (Heb. 11, 6).“Y todo lo que no proceda de la fe, es pecado.” (Rom. 14, 23).
No queda otra cosa que seguir el consejo de las Escrituras Sagradas ante esta hecatombe eclesiológica de apocalíptica sodomización: “Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Parusía del Señor” (Sant. 5, 7).
Basilio Méramo Pbro.
19 de Marzo de 2008.