Queridos Hermanos en Cristo, La Epístola para la Fiesta de Pentecostés está tomada de los Hechos
de los Apóstoles y nos relata la maravillosa transformación que el Espíritu
Santo obró en las almas de los Apóstoles cuando El descendió sobre ellos en
forma de lenguas de fuego. En los Hechos de los Apóstoles leemos lo siguiente: “Al cumplirse los días de Pentecostés, estaban todos juntos en un
mismo lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido, como de un viento
impetuoso, que soplaba, y llenó toda la casa. Al mismo tiempo aparecieron unas
como lenguas de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
entonces fueron llenados todos del Espíritu Santo...” (Hechos 2:1-4) Y Dios Todopoderoso en Su infinita Sabiduría quiso que los Apóstoles
recibieran el Espíritu Santo en Jerusalén al mismo tiempo que los Judíos
celebraban unas de las tres más grandes fiestas del Antiguo Testamento — la
Fiesta de las Semanas (fiesta de recoger la cosecha). Al recibir el Espíritu de
la Verdad, los Apóstoles salieron de su retiro para “predicar a las
naciones” todas aquellas cosas que Cristo les había ordenado. En esta fiesta de Pentecostés, es muy apropiado para nosotros
reflexionar sobre la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, esa Iglesia con
la que Cristo prometió estar todos las días, hasta la consumación del mundo,
esa Iglesia que siempre tiene el Espíritu de la Verdad —Esa Iglesia llamada
la Iglesia Católica, especialmente en nuestros tiempos cuando la mayoría de
los hombres “no siguen la doctrina sana, pero siguen doctrinas según sus
propios deseos.” Es necesario tener el propio conocimiento de la Iglesia
en estos tiempos tan difíciles cuando la mayoría se llaman Católicos. Un
estudio detallado sobre unas de las propiedades de la Iglesia, Su infalibilidad,
nos ayudará reconocer donde se encuentra la Iglesia Católica, y donde no se
encuentra. Antes de considerar el atributo de la infalibilidad, debemos primero
entender que significa un atributo. Un atributo o propiedad es aquello que se
encuentra en la propia naturaleza de una cosa y fluye de su propia naturaleza.
Un ejemplo excelente es el del agua; agua tiene la propiedad de humedad, la
humedad se encuentra en la naturaleza del agua; es imposible separar humedad del
agua. En la Iglesia Católica existen tres propiedades: infalibilidad,
indefectibilidad y autoridad. Estas propiedades se encuentran en la naturaleza
de la Iglesia y no pueden ser separadas de Ella. El atributo de infalibilidad significa que el Magisterio de la Iglesia
no puede cometer ningún error cuando le enseña a la Iglesia Universal en lo
que se trata de fe y moral. El Concilio Vaticano I enseña: “Por la fe Católica y divina todo tiene que ser creído lo que se
contiene en la palabra escrita de Dios o en la tradición, y todo lo que propone
la Iglesia como un objeto revelado para creer ya sea por decreto solemne o por
Su enseñanza universal y ordinaria.” Los que poseen la infalibilidad son:
Muchos están familiarizados con el concepto de la infalibilidad en
cuanto a excátedra. Esto es cuando el Papa pronuncia algo o también con los
decretos de un Concilio Ecuménico, pero no saben mucho sobre el concepto de la
infabilidad del Magisterio “ordinario y universal de la Iglesia.” ¿Qué es el Magisterio ordinario universal? Para una respuesta clara y concisa, leemos en The Fundamentals of
Catholic Dogma, por el Dr. Ludwig Ott lo siguiente: “Los Obispos ejercen su poder de enseñar infaliblemente de una manera
ordinaria cuando están en sus propias diócesis, y con una unión moral al
Papa, promulgan las mismas enseñanzas sobre fe y moral. El Concilio Vaticano
también declaró que las verdades de la Revelación propuestas por la Iglesia
en Su oficio de enseñar, deben ser aceptadas con ‘fe divina y católica’ (D
1792). El oficio de enseñar de una manera ordinaria y universal son los
miembros de todo el episcopado que se encuentran por todo el mundo. El acuerdo
de los Obispos en lo que se trata de doctrina es determinado en los catecismos
que ellos mismos publican, también por sus cartas pastorales, o por los
devocionarios aprobados por ellos. Es suficiente un acuerdo general y moral,
pero el acuerdo del Papa como Cabeza Suprema de todo el Episcopado es
esencial.” El objeto de la infalibilidad de la Iglesia es doble:
Incluidas en este objeto secundario de la infalibilidad son:
¿Por qué es que estas cosas deben ser objetos de la infalibilidad de la
Iglesia? Una explicación excelente se encuentra en Christ's Church, por
Monsignor G. Van Noort, S.T.D.: “El carisma de infalibilidad fue dada a la Iglesia para que de una
manera segura pudiera explicar el depósito de la Revelación Cristiana, y como
maestra de la verdad Cristiana y el camino Cristiano para todos los tiempos.” “Es evidente por las promesas de Cristo, que al Magisterio de la
Iglesia en su oficio de enseñar, le fue dada la infalibilidad para que pudiese
cumplir con su misión, eso es guardar con reverencia, explicar con confianza, y
defender efectivamente el depósito de la fe.” “La seguridad de ese depósito requiere que todo error sea eliminado,
aunque sea de una manera indirecta. Esto sería imposible sin infalibilidad en
la materia mencionada anteriormente.” Aunque sería bueno enfocarnos en una explicación del objeto secundario
de la infalibilidad, en cuanto a la disciplina general de la Iglesia. Leemos una vez mas del libro Christ's Church, por Van Noort: “La infalibilidad de la Iglesia se extiende a Su disciplina general.
Esta proposición es teológicamente cierta. Por el término ‘disciplina
general de la Iglesia’ se entiende todas esas leyes eclesiásticas que son
pasadas por la Iglesia universal para dirigir el culto Cristiano y la vida
Cristiana.” “Imponer ordenes no pertenece directamente al oficio de enseñar pero
más bien al oficio de gobernar; las leyes disciplinarias son un objeto de la
infalibilidad pero de una manera indirecta, i.e., por el hecho de la decisión
doctrinal implícita en ellas. Cuando los gobernantes de la Iglesia hacen una
ley, implícitamente hacen un doble juicio: 1) 'Que esta ley concuerda con la
doctrina de la Iglesia en cuanto a la fe y la moral'; eso es, no impone algo que
esté en contra de la buena fe y la moral buena. Esto llega a un decreto
doctrinal.” “Prueba: 1. Del sentido de la infalibilidad. A la Iglesia le fue dada
la infalibilidad para que guardara la doctrina de Cristo y fuese para el mundo
entero la maestra de la Vida Cristiana. Pero sí la Iglesia pudiera cometer algún
error en cuanto a sus disciplinas, entonces no seria la guardiana fiel de la
doctrina revelada, ni la maestra de la Vida Cristiana. No sería la guardiana de
la doctrina revelada porque al imponer una ley viciosa, seria lo mismo que
imponer una doctrina falsa. No sería la maestra de la Vida Cristiana porque por
sus falsas leyes, daría por resultado la corrupción de la vida eligiosa 2. De
las palabras oficiales de la Iglesia que estigmatizó como algo erróneo, la hipótesis
que la Iglesia pudiera establecer disciplinas peligrosas, dañosas, y que
conducen a la superstición y materialismo.” “El axioma bien conocido, LEX ORANDI EST LEX CREDENDI, (Le ley de
rezar es la ley de creer) es una aplicación especial de la doctrina de
infalibilidad de la Iglesia en cuestiones disciplinarias. “Este axioma también dice que la formula de oración para el uso público
de la Iglesia Universal no puede contener errores contra la fe y la moral.” La razón por la cual se da esta explicación tan larga sobre la
infalibilidad es que este argumento es el más fuerte contra la Iglesia
Conciliar de Vaticano II. ¿Cómo puede ser posible que la Iglesia Católica haya enseñado la
misma fe de una manera fiel e infalible durante 1900 años, y de repente durante
el Concilio del Vaticano II empiece a enseñar doctrinas falsas que
anteriormente fueron condenadas por los Papas, como por ejemplo, el falso ecumenismo y la
libertad religiosa? ¿Cómo puede ser posible, que la Iglesia presente contradicciones en cuestiones de fe y moral,
imponga una Misa equívoca, y se equivoque en las leyes universales? ¿Debemos suponer entonces que el Espíritu Santo ha cambiado de opinión
y ahora permite las contradicciones en cuestiones de fe moral, la Misa, y en las
leyes universales? ¿Debemos también suponer que Cristo ha abandonado Su
Iglesia y le ha permitido hundirse en el error y la herejía? Es precisamente este tema de la infalibilidad que divide a los que se
llaman Católicos tradicionalistas. Algunos Católicos rechazan los errores del falso
ecumenismo y la libertad religiosa del Concilio Vaticano II, el memorial
Protestante de la Última Cena, la Misa del Novus Ordo y las herejías del Nuevo
Código del Derecho Canónico (1983). En realidad lo que dicen es que el
Magisterio de la Iglesia esta en error y ha encaminado a la mayoría de los Católicos
al error y que continúa errando. Tal conclusión es nada más que la negación
de la infalibilidad de la Iglesia. No cabe duda que la Iglesia Conciliar ha caído en el error. No
solamente en 1965 al concluir el Concilio del Vaticano II, sino también en los
últimos treinta años, en el Magisterio ordinario y universal. ¡Claro está que
la Iglesia Conciliar no es la Iglesia Católica! Tal como enseñó el Papa Leon XIII en Satis
Cognitum: “Si el Magisterio viviente pudiese cometer algún error, una contradicción seguiría, y entonces ellos serían el autor del error.” Y también en la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano I
(1870), Pastor Aeternus, reafirmando las enseñanzas del Cuarto Concilio de
Constantinopla: “Y sus verdades han sido probadas a través de la historia, porque en la
Sede Apostólica la religión Católica ha mantenido Sus enseñanzas puras y
santas.” Y también en la misma Constitución Dogmática: “En verdad, fue esta doctrina apostólica que los Padres apoyaron, y que los Santos Doctores ortodoxos reverenciaron y siguieron. Porque se dieron cuenta que la Sede de San Pedro permanece libre de todo error...” Que aquellos que mantienen un pie en el movimiento tradicionalista y el
otro en la Iglesia Conciliar, despierten a la realidad: existen dos Iglesias
distintas hoy en día, La Iglesia Católica y la Iglesia Conciliar. Está la
Iglesia Católica que posee la infalibilidad y la Iglesia Conciliar que no tiene
este atributo. En esta fiesta de Pentecostés, invoquemos al Espíritu Santo y Su don
de Entendimiento para que nos guíe en estos tiempos profetizados por San Pablo
en su segunda Epístola a los Tesalonicenses: “Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la
apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición...
hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo.” In Christo Jesu et Maria Immaculata,
Monseñor Mark A. Pivarunas, CMRI |