LOS DERECHOS HUMANOS SIN DIOS:
UNA TRAICIÓN AL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

   Los derechos humanos sin  Dios constituyen una burla y una farsa.

   La Nueva Iglesia Conciliar, que suscribe y fomenta los famosos derechos humanas, olvida un pequeño detalle: que Dios no ha enseñado al hombre derecho alguno, sino obligaciones y deberes de orden moral y religioso.  

   Conviene recordar, por ejemplo, los tradicionales Mandamientos de la Ley de Dios, que siguen estando vigentes en nuestros días, mal que les pese a los falsos profetas de la nueva Iglesia. 

   Estos deberes del hombre constituyen un derecho irrenunciable del Creador.  

   Y, desde luego, los derechos y la Ley de Dios son el único fundamento y garantía de los derechos de un hombre frente a otro.

   ¿Qué clase de derechos humanos son aquellos que no reconocen el derecho a la vida de millones de niños inocentes que anualmente son asesinados antes de nacer?  

   Sólo restituyendo un orden jurídico y social que contemple las verdades, leyes y principios inmutables basados en los derechos de Dios, se garantiza el más elemental de los derechos: el de la propia vida dada por el Señor.  

   ¿A qué principio o instancia superior pueden apelar, pues, esos millones de inocentes, cuando el ordenamiento jurídico y la Constitución actual les niega sus derechos más esenciales?  

   Si se suprime la Ley y Autoridad del Supremo Legislador, ¿qué es lo que nos queda para proteger a los indefensos?    

   La filosofía liberal moderna fue condenada valientemente por los Papas anteriores al "Vaticano Segundo". ¿Por qué? Pues porque ignora la Voluntad Divina y persigue liberar al hombre de los Mandamientos de Dios, para apartarlo de Él.  

   En sus principios impíos caben todo tipo de abusos, aberraciones y desviaciones morales, pudiendo legalizarse cualquier cosa por incomprensible, injusta e inmoral que resulte con tal de que la opinión pública en el parlamento sea mayoritaria. Se niega, en definitiva, toda posible apelación del inocente al Orden Divino y Sobrenatural.  

   Todo lo que la mayoría apruebe, aunque sea bajo presión de los medios de comunicación, pasa a ser legal, justo y bueno. Sin tener en cuenta a Dios, se legaliza la eutanasia, las prácticas abortivas, las rupturas matrimoniales, la homosexualidad o cualquier aberración sexual.  

   El escándalo de niños y mayores ofrecido a cualquier hora por la televisión y los medios de comunicación, pasa a ser algo normal, justificado por una falsa libertad de expresión. No importa la severa advertencia de Jesús cuando dijo "¡Ay del que escandalice!, ¡Más le valdría atarse una piedra de molino al cuello y arrojarse al agua...!"  

   San Pablo en su Primera Carta a los Corintios nos recuerda: "tened cuidado que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a las almas, ni sea motivo de escándalo para los débiles ni la causa de vuestra condenación eterna".  

   El progresismo y liberalismo religioso no pretende precisamente liberar al hombre de sus pecados y pasiones, sino de todo aquello que limita su bienestar en este mundo.    

   Veamos en la siguiente secuencia de acontecimientos como se produce, concretamente en España, la traición de la nueva Iglesia Conciliar al Magisterio de los Papas:  

   El Episcopado Español firmó con anterioridad al Concilio Vaticano II un documento en el que se procede a la bendición del estado Confesional Católico Español.  

   En el año 1978, cuando entra en vigor la actual Constitución atea, sesenta de los setenta obispos españoles votaron afirmativamente su apoyo a la Constitución, declarando el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Suquía, que él "no tenia nada en contra de dicha Constitución".  

   Ahora, al celebrarse el 25 aniversario, todos los obispos sin excepción dan su entusiasmado apoyo a la Constitución, que no contempla la Voluntad de Dios por ningún sitio, sino que incesantemente la vulnera, produciendo un daño incalculable a las vidas y a las almas del pueblo español.  

   El "pensamiento" modernista-liberal, defensor del laicismo, fue condenado con rotundidad por todos los Papas (nos referimos a los verdaderos Papas), debido a su perversidad y al ataque que supone para la Fe.  

   Gregorio XVI lo condena en su encíclica Singulari Nos; Pio IX en Sylabus; San Pio X, "grande entre los más grandes Papas de la Iglesia católica", como lo denominaron por su implacable lucha por la defensa de la Fe y de la restauración del orden social en Cristo (“restaurare omnia in Cristo”  fue el lema de su pontificado, siguiendo las palabras de San Pablo), también lo condenó en su encíclica Pascendi; y Pio XII, en sus dos encíclicas, Mediator Dei y Humani Generis, vuelve a condenar los errores modernistas de nuevo cuño, reafirma la Doctrina Tradicional de la Iglesia, y condena también a quienes cambien el ceremonial de la Liturgia Católica.  

   Debemos obediencia a la Ley de Dios, a sus Mandamientos, al Evangelio, al Magisterio Tradicional de la Iglesia. Nuestra vida personal, religiosa y social, forma una unidad. Porque el Señor nos pedirá cuentas y, desde luego, prefiere que obedezcamos sus Leyes, y no las de un mundo impío.  

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