¿POR QUÉ CAMBIARON LA MISA?
HACIA LA RELIGIÓN ÚNICA
Por
MAURO CIOTOLA
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(Del
Vol. XIII,
N_ 5, 1991, pp. 43-48)
Los
herejes del siglo XVI negaron que la misa fuera el sacrificio de Jesucristo en
el Calvario místicamente pero hecho presente realmente sobre el altar y,
después de descartar el santo sacrificio de la misa, inventaron nuevos ritos
que encarnaron todas sus herejías con especial énfasis en "la
justificación por la fe sólo."
Con el tiempo aquella "fe" llegó a ser el mero
convencimiento de una persona de que Cristo había muerto para expiar sus
pecados, y su acogida de Cristo como su Salvador.
Para
cambiar la fe de la gente, una de las primeras cosas que tenían que hacer era
cambiar el lenguaje del culto.
Lutero reconoció esta necesidad rapidísimamente y se dio cuenta de
que aunque la gente pudiera ver que se habían hecho cambios, no pudieran
percibir que la idea de sacrificio había desaparecido. ¿Cuánto comprenderían
estos campesinos de sus revisiones si el culto quedara en latín?
Por lo tanto, el nuevo culto tenía que ser en el lenguaje del pueblo,
el vernáculo (en el caso de Lutero, en alemán).
El
principio del "efecto audiovisual" no es nada nuevo. Lutero conocía
su valor también.
Sabía que para obtener el mejor resultado, no sólo era importante que
la gente viera que se habían hecho cambios, sino que percibieran lo
que se decía.
Al instituir los sacramentos, Nuestro Señor los hizo signos
externos que consisten de materia y forma, es decir, una cosa o una acción
acompañada por una declaración que lo define.
Al corromper los sacramentos, Lutero conocía la importancia de alterar
las acciones y las palabras para definir el "sacramento" de nuevo. Para los herejes era increíble la idea de un verdadero sacrificio realizándose sobre el altar. Representaba para ellos la superstición y la magia, así que cambiaron el énfasis de sacrificio a lo de "cena del Señor" como acción de gracias a Dios y comunión por Cristo con Dios y con los demás. Su culto, pues, llegó a ser para ellos una "comida comunal" o una "celebración" en que la unidad entre creyentes se expresaba al participar en la "fracción del pan" unos con los otros. También llegó a ser un "testimonio" y tributo a Jesucristo, un sacrificio de alabanza y agradecimiento a Dios, pero categóricamente no una representación del sacrificio perfecto que Cristo había ofrecido en el Calvario.
Su
culto se hizo una "comida memorial" basada en el equivocado
entendimiento de las palabras de Cristo: "Haz esto en memoria de Mí."
Mientras la Iglesia Católica daba énfasis en "Haz ESTO" (la
acción de Cristo), los herejes la cambiaban a "en memoria de Mí"
(una memorial). Y este cambio del significado se logró fácilmente al
reemplazar el altar por una mesa.
Cuando
se ve un altar se piensa en sacrificio, pues es sobre los altares donde el
sacrificio tiene lugar. Sacrificio, altar y sacerdocio son inseparables. Por
otro lado, cuando se ve una mesa se piensa en una comida, pues es sobre las
mesas que se toman las comidas.
¡El sacrificio no se hace en las mesas y las comidas no se comen sobre
los altares! Pues bien, con la mesa como centro de atención en la iglesia, se
sugería "comida" y la idea de sacrificio desaparecía.
En
la Iglesia Católica, la misa es ambas cosas, sacrificio y sacramento, y la
Iglesia enseña que este sacramento opera por virtud de un poder dentro de
sí mismo (ex opere operato), porque Nuestro Señor lo ha instituido con
toda la fuerza de Su veracidad para ser el indefectible "signo
externo" de Su gracia invisible.
Es el poder de Cristo que opera en el sacramento; Él es el ministro de
todo. El
sacramento no puede perjudicarse por ninguna debilidad humana, bien sea la
indignidad del sacerdote o la indiferencia de la congregación, y los efectos
de la misa se generan aún cuando se celebra sin congregación y aún cuando
el sacerdote está en estado de pecado mortal.
Por
lo tanto, está claro que la misa no depende de la participación humana para
su eficacia; ¡es eficaz por medios sobrenaturales porque es la acción de
Cristo Mismo!
Sin
embargo, el punto de vista de Lutero sobre la misa era algo muy diferente.
"La misa es una promesa divina," dijo, "la cual no puede
ayudarle a nadie, ni aplicarse a nadie, ni interceder por nadie, ni
comunicarse a nadie, excepto a aquel que cree con fe propia.
¿Quién puede aceptar o aplicar a otro la promesa de Dios que requiere
la fe de cada uno individualmente?"
Era suya la afirmación que la misa no opera desde "un poder intrínseco",
sino que cuenta con "un poder exterior"--la fe de cada participante.
Según Lutero, el poder por el cual funciona cualquier "sacramento",
está en la fe de las personas congregadas allí.
El "sacramento" luterano no es un signo exterior de la gracia
de Dios, sino el signo externo de la fe del pueblo en las promesas de Cristo.
Por el sacramento, Dios no extiende su gracia, sino más bien el pueblo
expresa su confianza. El "sacramento" luterano no es la acción de
Dios, sino del hombre. Con este punto de vista, pues, dio la vuelta a las cosas e insistía en que el servicio no se celebrara mientras se daba la espalda a la congregación, sino que tenía que hacerse dando la cara y dirigiéndose a ella para que su fe se aumentara, dando al servicio el poder necesario para hacerlo efectivo para aquellos que creerían.
Una
vez que el "altar del sacrificio" se convirtiera en "la mesa
del Señor," también se hizo necesario eliminar el canon de la misa,
porque éste era la gran oración en donde ocurren las referencias al
sacrificio--no sólo un sacrificio de alabanza (que el mero hombre podría
ofrecer), sino el sacrificio de reparación por el pecado (que sólo Cristo
podía ofrecer).
Lutero declaró: "Que el canon dé lugar al evangelio," y en
su lugar había una simple exhortación de recibir la comunión.
Había más énfasis en las escrituras y en la enseñanza, con una
decidida ausencia de cualquier cosa que indicara el sacrificio del Calvario.
Con el canon reemplazado y el servicio entero que adoptaba el carácter
de un servicio de oración para alentar la fe, las lecturas de la Biblia
tomaron un papel más prominente.
El sermón ocupó un lugar grande, tanto que la Iglesia se dio un aire
no sólo de un sitio de oración y alabanza, sino de un auditorio o sala de
conferencias también.
Los
herejes comprendieron muy bien cómo formular un servicio que diera énfasis
en donde ellos lo querían, mientras a la vez rechazara esas cosas que no les
eran aceptables. Compusieron un servicio "evangélico," un servicio
de predicación, un servicio de enseñanza, en donde la lectura de las
escrituras adquiría importancia--para el propósito principal de incitar la
fe. Esto
era para ellos la suma y sustancia del oficio, ya que, según el Doctor
Lutero, "la fe sola salva." Se hizo todo esto para poder negar y
rechazar más o menos claramente la idea de sacrificio y de transubstanciación.
Al quitar el canon y cualquier otra cosa que se refería al sacrificio,
incluso el altar, y al colocar una "mesa santa," la idea de
sacrificio se reemplazaba con un "memorial de la cena del Señor."
El servicio nuevo reflejaba el hecho de que:
-Negaron
que el sacerdote podría "actuar en la persona de Cristo" y
transubstanciar, y lo dejaron muy claro al eliminar el "acto de la
consagración" y al colocar una "narración de la última
cena" en su lugar. -Negaron
el poder del sacerdocio sacrificador e invitaron a todos a recibir el cáliz y
a tomar una parte más activa en los oficios con el propósito de dar énfasis
sobre el "sacerdocio" de todos los creyentes. -Negaron
la presencia verdadera de Cristo en la Sagrada Eucaristía y reintrodujeron la
"comunión en la mano," y ya que no había presencia verdadera, ¡no
hubo necesidad de tabernáculos! -Negaron la intercesión de la Bienaventurada Virgen y de los santos y quitaron todas las imágenes y estatuas sagradas de las iglesias. El crucifijo se reemplazó con una cruz desnuda, sin corpus, o sea, sin la imagen del Cristo agonizante.
Con
este breve resumen, deseamos proporcionar los antecedentes del "por qué"
del Concilio de Trento y del "por qué" hacía falta la
codificación de la misa romana. La misa tridentina se fraguó como arma
eterna contra estas herejías y permanece tan efectiva hoy como lo fue
entonces. Sin embargo, hoy en día entre "católicos" existe un
desprecio por ella que iguala él de Lutero, quien dijo: "Declaro que
todos los prostíbulos, todos los homicidios, asesinatos, robos y adulterios
han causado menos mal que la abominación de la misa papista." Hoy en día
los "católicos" la abandonan por una nueva forma de liturgia
-realmente un nuevo orden de culto totalmente- el cual da la
"casualidad" que es bastante compatible con las herejías de Lutero
y otros heresiarcas. Hasta aquí, hemos tratado de aclarar en algo el propósito de codificar la misa tridentina como barrera y salvaguardia contra la herejía, ¿no despierta curiosidad el por qué se se la ha abandonado y prohibido? Ciertamente, ¡la herejía no ha dejado de existir! ¡no todos los protestantes se han convertido nuevamente a la Fe de sus antepasados! ¿Qué puede hacer pensar que la Misa Tridentina ya no sea necesaria? ¿Que no es aceptable? ¿Que es tan intolerable que hay que arrancarla y reemplazarla con un concepto de "misa" totalmente distinto? Resumiendo:
¿por qué la misa nueva?
Podríamos
aplicar a la nueva misa las palabras del Papa León XIII referidas antes:
"Para una estimación justa y adecuada" es importante
"comprender las circunstancias en las que se originó y en que se
instituyó públicamente."
Cuando
hacemos remontar la causa radical de poner por obra la misa nueva y de
descartar la misa tridentina, descubrimos que por debajo de todo hay un
ambiente de falso ecumenismo.
Decimos ecumenismo "falso" y falso es.
La
palabra "ecuménico" usada en el sentido católico siempre ha
significado una representación de todos los obispos en comunión con la Sede
Apostólica, de todo el mundo católico, de todos los que reconozcan la
estructura jerárquica de la Iglesia y que estén unidos en la misma fe católica.
Este es el verdadero significado de "ecuménico" y como tal,
no es nuevo en el catolicismo.
Sin
embargo, desde 1925 hasta 1935 especialmente, "ecuménico" empezaba
a asumir otro significado totalmente distinto.
En esa década brotó un movimiento inspirado por el protestantismo que
de hecho se llamaba el "Movimiento Ecuménico."
Su meta era la de lograr una "unidad" de todas las sectas
cristianas por la cooperación y comprensión más íntima, conduciendo por último
(así esperaban sus defensores) a una sola "Iglesia Cristiana
Universal."
Como
movimiento organizado, empezó por los principios del siglo XX y se hizo
altamente visible con el establecimiento del Consejo Mundial de Iglesias, con
su primer asamblea en Amsterdam, Holanda, en 1948.
"Ecuménico,"
tal y como se fomentaba por el Consejo Mundial de Iglesias y el Movimiento
Ecuménico, toma un significado totalmente opuesto al significado católico y
a la doctrina católica de una sola Iglesia verdadera, unida en las doctrinas
de una sola fe sobrenatural.
Este ecumenismo falso se basaba en el indiferentismo; o sea, que
"para Dios, una religión es igual de buena como otra."
Y más allá de esto, también se niega la realidad de la Iglesia
verdadera, al sugerir que la Iglesia verdadera todavía no existe pero que
empezará a existir en algún momento del futuro al unirse varias comunidades
cristianas.
El
Consejo Mundial de Iglesias coordina unas 300 sectas variadas: miembros de las
denominaciones Anglicana, Católica Vieja, Ortodoxa, y Protestante que
incluyen unos 400 millones de cristianos.
Ha llegado a ser el cuerpo representativo de este "ecumenismo
falso."
Ha hecho bien su trabajo.
Tan bien, de hecho, que ya la palabra "ecuménico" se
comprende totalmente mal y se distorsiona del significado católico y se
acepta en este sentido nuevo, modernista, por la mayoría del mundo: "la
unidad importa más que la verdad." Mas
para los católicos este "ecumenismo falso" ¡no es aceptable!
Está
basado en el principio de que "una religión es tan buena como la
otra," un principio que la Iglesia ha condenado como herético.
Cualquiera que promueva tal filosofía ¡claramente es un hereje!
El
Consejo Mundial de Iglesias es una creación protestante organizada específicamente
para extender la doctrina de la "justificación por la fe sola" bajo
el disfraz de la caridad cristiana llamado "ecumenismo." Aunque la
nueva Iglesia creada por Vaticano II no es miembro todavía, se acerca cada día
más, y ciertamente ayuda a promover sus ideas.
Esto
no es una frase vacía; está bien documentada de verdad. Durante muchos años
ya, la Iglesia conciliar se ha involucrado en lo que normalmente se llama
"diálogo" con varias sectas protestantes, especialísimamente con
los luteranos y los anglicanos.
Estas reuniones no son nada sigilosas; por el contrario, son bien
anunciadas. De lo que la mayoría de los católicos no son conscientes es que
estos "diálogos" no era algo que empezaron después de la
introducción de la misa nueva; se celebraban mucho antes de Vaticano II, de
modo extraoficial entre las dos Guerras Mundiales, a decir verdad. Las
primeras sesiones de diálogos tuvieron una relación directa sobre la
composición de la misa nueva a finales de los años 60.
También
es muy conocido que ciertos miembros de la jerarquía de la Iglesia y un número
de teólogos que enseñaban en los seminarios promueven abiertamente y esperan
ansiosamente el día en que la Iglesia Católica pueda aceptarse en el Consejo
Mundial, igual que muchos católicos esperan el día de sacerdotes mujeres, o
"sacerdotisas."
Pero antes de que la inclusión de la Iglesia de Vaticano II en el
Consejo Mundial de Iglesias se haga realidad, hay ciertos obstáculos que han
de eliminarse. Primero,
la Iglesia Católica tiene que abrazar y profesar la doctrina de la "fe
sola," que la obediencia a los preceptos morales no es necesario para la
salvación, sino tan sólo la confianza de que Jesús ha muerto por los
pecados de cada uno. También, ya que ningún protestante que desea quedarse
así aceptaría la primacía y la infalibilidad de un Papa, pues aquel cargo
ha de reducirse a un puesto tipo "presidente de la junta directiva"
y nada más que eso.
Otros obstáculos son la transubstanciación del pan y el vino al
cuerpo y sangre de Cristo en la misa, los distintos poderes sacramentales del
sacerdocio, y--especialísimamente--la misa como sacrificio de propiciación
para vivos y muertos.
Antes
de que la Iglesia Católica pueda hacerse aceptable al Consejo Mundial y
armonizarse bien con las otras "denominaciones cristianas," ¡todo
esto ha de eliminarse!
En otras palabras, todas las verdades sobrenaturales, los misterios
divinos de la fe católica, han de descartarse de sus doctrinas y de su culto;
tiene que hacerse "más humano" y "más natural" (o sea,
menos sobrenatural) para considerarse solamente una de las muchas iglesias que
pretenden lealtad a Cristo.
La
única cuestión a tratar ahora es ¿cuál es la manera más efectiva de
conseguir tal tarea?
Martín
Lutero tenía la contestación para eso: "¡Destruya la misa," dijo,
"y destruirás el catolicismo entero!"
La
relación entre la misa y la fe no se puede desechar ni tomarse a la ligera.
En su encíclica Mediator Dei, Pío XII afirma: "En la
Sagrada Liturgia hacemos explícita profesión de fe... Toda la Liturgia
tiene, pues, un contenido de fe católica, en cuanto atestigua públicamente
la fe de la Iglesia... De aquí que si queremos distinguir y determinar de
manera absoluta y general las relaciones que existen entre la fe y la
Liturgia, podemos afirmar con razón: ‘Lex credendi legem statuat
supplicandi--La Ley de la Fe debe establecer la ley de la oración.’"
Dicho simplemente, esto significa, "Tu oración es simplemente la
expresión de lo que crees."
Esto,
pues, es nuestra tarea: examinar las oraciones de la llamada misa tridentina y
compararlas con las de la misa del nuevo orden. Cuando lo hacemos, quedará
muy claro que en verdad ¡representan dos fes distintas y constituyen dos
religiones distintas!
No
es difícil hacerlo. Todo lo que se necesita es un misal tridentino y uno del
Novus Ordo, y sugerimos que lo hagáis.
En
la misa tridentina encontramos la pura fe católica claramente profesada sin
ambigüedad alguna. En
la Novus Ordo, encontramos un servicio tan ambiguo que los protestantes (que
tienen toda intención de permanecer protestantes) admiten abiertamente que
son capaces de encontrar en la misa nueva su "cena," y ponen una
importancia especial en el "uso de las nuevas oraciones eucarísticas con
las que se encuentran muy a gusto." (Afirmación del Consistorio Superior
de la Iglesia de la Confesión de Augsburgo en Alsacia y Lorena, el 8 de
diciembre, 1973.)
También
trataremos de lo que algunas personas gustarían creer son cambios meramente
superficiales y cosméticos pero que en realidad son bien calculados y
profundos; son calculados en que se diseñaron con un propósito específico,
y profundos porque este propósito es la anihilación del catolicismo.
Veremos
que los modernistas han seguido los proyectos de los "reformadores"
(y en algunos casos han ido aún más allá de ellos), y veremos porque
cualquier católico (que desea salvaguardar su Fe y permanecer católico) en
buena conciencia no puede aceptar la misa nueva, ni tolerarla, ni participar
en ella, ni mostrarse indiferente ante la misa nueva, la cual no profesa la fe
católica, sino que se compuso para profesar una "religión ecuménica"
que "tiene la posibilidad de satisfacer a los más modernistas de entre
los protestantes." (Cardinal Ottaviani en su "Intervención" a
Pablo VI en 1969)
Como
siempre, el mejor sitio para empezar es el principio.
Al
contrario de lo que pueden creen la mayoría de los católicos, la nueva misa
no apareció por primera vez en 1969; ya se había escrito y estaba terminado
en 1967. En este momento, se convocó un Sínodo Episcopal en Roma y se le pedía
que emitiera un juicio crítico sobre una celebración experimental de una
llamada "misa normativa," que era esencialmente la misma misa
impuesta a los católicos como el "Novus ordo" dos años más tarde.
Después de la liturgia, que se celebró en la Capilla Sixtina por el
mismo Annibale Bugnini, quien era una de las fuerzas motoras detrás de los
cambios litúrgicos desde el 1948, el voto demostró una apreciable oposición
y en esencia se rechazó la "misa experimental."
Sin
embargo, dos años después, sin más juicios por parte de conferencias
episcopales, se introdujo de nuevo y se impuso como Missae Novus Ordo --la
"misa del nuevo orden"-- por Pablo VI. Un grupo de 40 eminentes teólogos
en Roma misma, incluyendo a dos de los cardenales más antiguos, redactó un estudio
crítico de la nueva misa y lo mandó a Pablo VI, el 25 de
septiembre de 1969, en una carta firmada por los
Cardenales Bacci y Ottaviani.
La esencia del informe era que se encontró que el Novus Ordo se
desviaba de la doctrina católica, que era peligrosísimo a la fe y que,
mientras socavaba la fe de los católicos, daba todas las promesas de
satisfacer a los más liberales y modernistas de entre los protestantes. Tal
vez eso es exactamente lo que querían sus autores. Se hizo caso omiso del
informe y el Novus Ordo se impuso después de una breve demora.
Ya
que la misa es el oficio central en la Iglesia Católica, es importante que
los católicos sepan quien escribió la misa nueva, y quienes la aprobaron
después de que se había rechazado por el sínodo de obispos de 1967. Para
contestar la primera pregunta, el arzobispo Annibale Bugnini dirigió a un
Consilium, el grupo de estudio que formuló la nueva misa.
Ahora bien, es posible que muchos jamás hayan oído hablar del Arzobispo
Bugnini, pero en realidad, la mayoría de nosotros le hemos visto en la
televisión.
Presidió el servicio de Navidad para los rehenes estadounidenses en Irán.
¿Por qué estaba en Irán?
No, no se le envió específicamente para celebrar estos servicios como
algunos puedrn haber pensado; se le envió a Irán como Nuncio Apostólico
mucho antes (cerca del 1976) después de presentarse al Vaticano un expediente
que demostraba sus vínculos con la Francmasonería.
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