¡¡¡Alerta!!!
Nueva Era (New Age)
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Cuando los Pastores de la Iglesia -siguiendo el ejemplo de Pedro- dan
la voz de ¡¡¡Alerta!!!, en el Rebaño de Cristo, sería una imprudencia
irreparable no ponerse en guardia con todos los medios que el Gran Vencedor,
Cristo, a puesto a nuestro alcance.
Dice San Pedro que estemos alertas porque el Diablo como león
rugiente anda rondando y busca a quien devorar, y nos exhorta a resistirle
“Firmes en la Fe, considerando que los mismos padecimientos soportan
vuestros hermanos dispersos por el mundo” (I Petr. 5, 8-11).
Según el Cardenal Radke, la Nueva Era es un “sida espiritual
para el cristianismo”. Monseñor Bernard Fellay, Obispo residente en Zeitskofen, nos dice: “Debemos tomar muy seriamente el tema de la
Nueva Era. Creo que se trata del primer caso en la Historia, de una Organización
controlada férreamente, con ramificaciones mundiales, que está trabajando
actualmente por la llegada del Anticristo”. Monseñor Donald W.
Montrose, Obispo de Stockton, California, advierte: “El movimiento de
la Nueva Era, ...parece ser para la paz, pero ...quienes entran a pertenecer a
la Nueva Era entran a un movimiento que trata con un poder espiritual oculto,
no con una fuerza espiritual proveniente de Dios, sino del reino de la falsa
luz y de las tinieblas”. Y Monseñor Balducci, el demonólogo del
Vaticano, apoya en uno de sus libros (“Adoratori del diávolo”) una
conocida publicación en Alemania, de Basilea Schlink (“New Age”), en la
que se afirma con toda sinceridad: “La fuerza que se esconde tras la
Nueva Era, es solamente el deseo de Lucifer de ser adorado como Dios”. Y
continua el Obispo :”El público debe saber que la Nueva Era... es
aquella... en que la Humanidad tendrá como su Dios a Lucifer, y como mesías
enviado por él a Maitreya”. Miles de organizaciones se vinculan abiertamente a la Nueva Era, entre
ellas organismos de aceptación política internacional, que hasta estas
fechas podría pensarse tenían otros objetivos. Muchos ambientes de la
Iglesia en todo el mundo, están ya afectados en mayor o menor cuantía.
Frente a los pastores vigilantes que hemos mencionado, los hay que, por
desgracia, están conduciendo a sus fieles a los pastores venenosos de la
nueva Era. Con San Juan podemos decir “Muchos se han hecho anticristos...
De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros” (I Jn. 2, 18-19).
Está escrito: “Habrá falsos doctores que introducirán sectas
perniciosas, llegando hasta negar al Señor que los rescató... Profiriendo
discursos pomposos, llenos de vanidad, atraen con cebo de apetitos carnales a
aquellos que apenas se habían apartado de los que viven en el error, prometiéndoles
libertad cuando ellos son esclavos de la corrupción... son éstos fuentes,
sin agua, nubes empujadas por el huracán, a quienes está reservado el abismo
de las tinieblas” (2 Petr. 2, 1 y ss.). Debemos estar muy atentos
porque, además, a Maitreya y sus acompañantes se les atribuyen numerosos
prodigios.
“Fuentes sin agua” son los ideólogos de esta vasta conspiración
mundial. Pretenden justificarla astrológicamente con el cambio de siglo y el
comienzo de la nueva Era de Acuario, cuyo símbolo es el tridente, con el que
suele representarse a Satanás, que es el alma de la seudociencia astrológica.
Para ellos muere el Cristianismo (la Era de Piscis), y Acuario derrama sobre el
mundo el agua de un nuevo espíritu de paz y de armonía universal. Pero sabemos
y confesamos que sólo Cristo Jesús es el Agua viva (Jn. 4, 10). El nos dice: “Yo
soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga Sed le daré gratis
de la fuente del Agua de la vida. El que venciere heredará estas cosas: Yo seré
su Dios y el será mi hijo. Los cobardes, los infieles, los abominables, los
asesinos, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los
embusteros, tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre”
(Ap. 21, 6-9). Si el hombre actual se siente cada vez más insatisfecho por haber
abandonado a Cristo, los seguidores de la Nueva Era -como hijos del Padre de la
mentira- le salen al paso disfrazados bajo una capa de inquietudes religiosas,
filosóficas, sociológicas, ecológicas, médicas... y presentan como nuevo lo
que ya quedó enterrado por la civilización Cristiana. Si “nada hay nuevo
bajo el Sol” (Ecl. 1, 9) la Nueva Era pretende levantar del abismo al Ángel
Caído, Lucifer, con toda su cohorte de engaños... Pero los Cristianos sabemos
que el Príncipe de este mundo “le queda poco tiempo”, y que éste resurgir
es preludio de su caída definitiva para toda la eternidad. Procurar que ese
hundimiento arrastre a las menos almas posibles, es labor de todos aquellos que
encendidos en la Luz de Cristo, serán Apóstoles para estos últimos Tiempos, y
cuya misión está concretada en la Epístola de San Judas, así como en
distintas revelaciones como el “Tratado de la Verdadera Devoción”, de San
Luis María Grignon de Montfort (números 55-59). Leamos y meditemos estos
puntos.
Enero de 1997. |