EL  DÍA DESPUÉS 
DE LA "CANONIZACIÓN"(1) DE
ESCRIVÁ DE   BALAGUER
(María Angustias Moreno)
(*)

   Felicidad para unos. Desaliento para otros. Admiración. Desazón. Aprobación. Escandalo..... ¿Pantomima?.

   Alguien ha llegado a definir la canonización de Escrivá como “una burla siniestra” (..) “un proceso irregular que compromete la credibilidad de la Iglesia”.

   Un proceso en el que ha sido “necesario” calumniar, arrollar, y desprestigiar,.... como lo han hecho concretamente conmigo además de con otros que como yo conocimos a Escrivá y pertenecimos a la Obra por él fundada, sólo para evitar declaraciones (obligadas según derecho) que a los fieles hijos del “padre”, impelidos por el mandato de santificarle que él mismo les legara y según los modos y maneras aprendidos también de él, no les interesaban; para éstos, entre los que me encuentro, la experiencia realmente ha sido fuerte, muy fuerte.

   Una vez más han utilizado su evidente habilidad para deslumbrar con la “imagen” de una multitud de gente guapa, disciplinada, educada, entregada, “reclutada” con toda clase de artimañas además de financiada.... ( ¡qué no se habrá gastado la Obra en el evento!), que lógicamente hay que reconocer que ¿a quien no cautiva? ¿A qué eclesiástico no le va a entusiasmar la posibilidad de contar con todo este potencial al servicio de la misión de la Iglesia? Y ahí es donde está la cuestión: ¿al servicio de quién y para qué? En principio y fundamentalmente de su propia egolatría, de los cuestionables sistemas y procedimientos fundacionales de la Obra, y del proselitismo institucional como objetivo siempre prioritario.

   Un hecho con el que puede pasar algo así como lo que pasa con las grandes autopistas que se han construido en nuestro país, que en principio entusiasma verlas, pero luego... como están hechas con trazados que taponan cauces naturales de ríos, etc., cuando vienen las lluvias, vienen las catástrofes (como en la parábola del evangelio), y no precisamente para quienes las construyen, sino para los que las utilizan.

   La imagen puede ser magnífica, lo malo es cuando se trata de una fachada que nada o muy poco tiene que ver con lo que hay detrás, como poco tiene que ver el alarde de libertades que hacen, de amor al Papa, de convivencia amable, de dedicación secular a las distintas profesiones... con lo que de hecho hacen.

   Ya que como todos sabemos, o al menos deberíamos saber:

   El fin no justifica los medios

   La imagen aludida, la fachada en la que se amparan, no justifica, no puede justificar, no ya que los señores del Opus plateen sus cosas como lo hacen, sino que todo eso haya sido consentido y compartido por la propia Jerarquía de la Iglesia. Una Iglesia a la que pertenezco y a la que amo, porque creo que es la portadora del testigo de los Apóstoles y por tanto de la misión que Cristo les legara. Razón por la cual, junto con el hecho de haber pertenecido a la Obra, me siento incómodamente obligada, responsabilizada (como más de una vez he explicado), a “clamar” o requerir coherencia, claridad, verdad, autenticidad.

   No se trata de plantear, en absoluto, que el Opus desaparezca, ni de entrar en juicios de valor respecto a las intenciones de su fundador (más o menos simple o cualificado), ni de desmerecer de los que llenos de buena voluntad, engañados, manipulados o no, dejando que la Obra se sirva de ellos, o sirviéndose ellos de la misma, engrosan sus filas. No se trata de nada de ello, pero sí de cuestionar que procedimientos y actuaciones como los vividos puedan ser canonizables, o puestos como ejemplo de vida cristiana, que eso es lo que quiere decir canonización.

   Canonización a su vez que tal vez haya sido la única conseguida muy a pesar de la clase de disenso en el común de los fieles que ha tenido ésta. Como único fue también el precedente de la Prelatura (y consiguiente posibilidad de llegar a ser una “iglesia” dentro de la Iglesia). Siempre con los mismos métodos y los mismos medios.

   Basada además en algo que también siempre me resultó desilusionante, por engañoso y poco claro, cual es la costumbre de este fundador de decir frases o dictar consignas como originales suyas que no eran sino copia de otros, sin citar a nadie. Que es lo que creo se sigue haciendo ahora cuando se presenta el mensaje de la santificación del trabajo ordinario como original de Escrivá; en principio y fundamentalmente porque además de ser el mensaje central de Evangelio en general, para poder entenderlo de esa manera habría que empezar por borrar del mapa a San Pablo. Tergiversación a mi entender grave, dada la prioridad, sutil pero efectiva, que de ésta manera se da a ejemplaridades personales respecto al propio mensaje Bíblico, como ya sucediera en épocas pasadas de la historia de la Iglesia con nefastas consecuencias. ¿Que ahora hemos de aceptar por mandato de la jerarquía de Iglesia como ejemplar?

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  Ante tanta vulnerabilidad a la debilidad por parte de quienes, (como es el caso de la jerarquía de la Iglesia) nos parece que deberían ser los primeros en “resistirla”, surja el dilema: Para unos a modo de temor ante el asombro que les supone pensar “en manos de quien estamos”; para otros en forma de sorpresa por no entender como Dios permite estas cosas.

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    Ahora, parece que lo “normal” es sacar adelante los proyectos por medio de toda clase de marketing, de poder, de dinero, cuando mentir no es ningún problema y todos estamos más que acostumbrados a ver y saber que detrás de lo que nos ofrecen puede haber y normalmente hay todo tipo de intereses y trapisondas (aunque todo ello no sean sino contravalores evangélicos, y con ello paguen justos por pecadores), ahora ¿volvemos a ser víctimas de los pecados de éste tiempo?. .

Y es que el compromiso de Dios con la libertad del hombre es tan fuerte que incluye incluso los pecados de lo mismos que le tienen que testimoniar.

Los hay también para los que una vez que Roma se pronuncia lo único que cabe es aceptar y callar. Puede que sea un sistema. Creo que además puede ser bueno y necesario reclamar, pedir, rogar.... coherencia.

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   La historia no se escribe en un cuarto de hora, la historia es, o debe ser, el resultado de muchos datos y aconteceres, espero que en éste caso también de las muchas irregularidades que, por su evidencia (personas que puedan reaccionar y hablar, archivos, tiempos, testimonios...) no siempre la Obra consiga “destruir” con la facilidad que normalmente lo hace.

. María Angustias Moreno

15-10-02

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  • *  Autora de los libros “El Opus Dei Anexo a una historia” (1976) y “Entresijos de un proceso” (1993) en Edt. Libertarias Prodhufi.
  • (1) El entrecomilllado es nuestro