COMPLOT CONTRA LA IGLESIA 

Maurice Pinay

Primera Parte

Capítulo Cuarto

LOS FINANCIEROS DEL COMUNISMO

   La judería internacional tiende en conjunto al socialismo comunista de Marx realizado por ellos actualmente en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en todos sus satélites, porque el comunismo es la meta inmediata de sus aspiraciones de dominación mundial y de poder omnímodo sobre todos los pueblos de la Tierra. Siempre han manifestado tal criterio y desde el principio han tendido conjuntamente a este fin.

   Este resultado final comunista es concebido por todos los judíos como su propia meta con una absoluta unanimidad, aunque muchas personas no judías, defectuosamente informadas o intencionalmente engañadas, piensen que el gran número de judíos multimillonarios que hay en el mundo y que incluso dominan las finanzas mundiales, tienen que estar situados frente a esa tendencia que trata de arrebatarles sus riquezas.

   A simple vista, nada más lógico que pensar en un acaudalado financiero, en un rico comerciante o en un importante industrial como el enemigo natural más acérrimo del comunismo; pero si los industriales, comerciantes o financieros son judíos, no habrá la menor duda de que serán también comunistas, ya que el socialismo comunista de Marx ha sido creado y realizado por ellos no para perder los bienes que poseen, sino para adueñarse de todos los demás que aún no les pertenecen y acaparar en sus manos toda la riqueza mundial, que según su sentir detentan indebidamente todos los que no son de la raza israelita. 

   El conocido escritor Werner Sombart, dice:“El principal carácter de la religión judía consiste en que es una religión que no tiene que ver con el más allá, una religión, por decirlo así, única y esencialmente terrestre”.

   “El hombre no puede experimentar el bien o el mal mas que en este mundo; si Dios quiere castigar o recompensar, no puede hacerlo mas que en vida del hombre. Por eso aquí abajo debe prosperar el justo y sufrir el impío”.

   “Es inútil insistir sobre las diferencias que se deducen de esta oposición entre las dos maneras de ver tocante a las actitudes respectivas del judío piadoso y del cristiano piadoso con respecto a la adquisición de las riquezas. Mientras el cristiano piadoso que se había hecho culpable de usura, está atormentado en su lecho de muerte por las torturas del arrepentimiento y estaba dispuesto a renunciar a cuanto poseía porque el bien injustamente adquirido le abrasaba; el judío piadoso, llegado al término de la vida, miraba con complacencia las arcas y cofres llenos hasta crujir, en donde estaban acumulados los cequíes (moneda) descontados durante su larga vida sobre los pobres cristianos y también sobre los pobres musulmanes; espectáculo en el que su corazón piadoso podía regocijarse, porque cada perrilla de interés que estaba allí encerrada era como un sacrificio ofrecido a su Dios(25).

   Al mismo tiempo el dinero judío es el instrumento poderosísimo que ha permitido al socialismo marxista financiar ampliamente los movimientos revolucionarios, sin cuyo apoyo no hubiera podido triunfar jamás; y la forma de corromper en todos los aspectos la civilización cristiana, ya sea materializando al individuo al hacerle preferir la riqueza a los valores trascendentes, o bien por los medios directos que tan efectivamente saben usar como el cohecho, el peculado, la concusión y en general la compra de las conciencias.

   La idea judía de acaparar todo el dinero del mundo por medio del comunismo aparece con toda diafanidad en muchos famosos escritores judíos como Edmond Fleg, Barbusse, André Spire y otros, pero principalmente en la conocida carta enviada por el célebre judío neomesianista Baruch Levy a Karl Marx, descubierta en 1888 y publicada por primera vez en ese mismo año. Su texto es el siguiente:

   "El pueblo judío tomado colectivamente será él mismo su Mesías. Su reino sobre el universo se obtendrá por la unificación de las otras razas humanas, la supresión de las fronteras y de las monarquías que son los baluartes del particularismo, y el establecimiento de una república universal que reconocerá por doquier los derechos de la ciudadanía a los judíos. En esta nueva organización de la humanidad, los hijos de Israel diseminados actualmente sobre toda la superficie del globo, todos de la misma raza y de igual formación tradicional, sin formar no obstante una nacionalidad distinta, llegarán a ser sin oposición el elemento dirigente en todas partes, sobre todo si llegan a imponer a las masas obreras la dirección estable de algunos de entre ellos. Los gobiernos de las naciones al formar la república universal pasarán todos sin esfuerzo a manos de los israelitas a favor de la victoria del proletariado. La propiedad individual podrá entonces ser suprimida por los gobiernos de raza judía que administrarán en todas partes la fortuna pública. Así se realizará la promesa del Talmud que cuando los tiempos del Mesías hayan llegado los judíos tendrán bajo sus llaves los bienes de todos los pueblos del mundo(26).

   Siguiendo esta táctica de acaparamiento económico, es perfectamente natural que veamos a los más ricos financieros y a los banqueros más importantes del mundo financiar las revoluciones comunistas; y no es difícil, teniendo en cuenta los datos citados, aclarar una situación que superficialmente parecería paradójica y absurda al contemplar siempre unidos a los más acaudalados judíos del mundo con los dirigentes israelitas de los movimientos comunistas.

   Si las explicaciones de los más connotados judíos son suficientes para mostrarnos esta estrecha relación con claridad meridiana, más ilustrativos son los hechos tan notorios que nos permiten borrar hasta el más leve resquicio de incertidumbre.

   Después de la derrota francesa de 1870 y la caída del Imperio de Napoleón III, los marxistas, dirigidos desde Londres por Karl Marx, se adueñaron de París el 18 de marzo de 1871 por más de dos meses, con apoyo de la guardia nacional que se había constituido en un organismo armado totalmente dependiente de la Internacional marxista.

   Cuando la Comuna no pudo resistir el ataque de las tropas del gobierno que tenían su sede en Versalles, y al considerar los comunistas segura su derrota, se dedicaron al robo, al asesinato y al incendio para destruir la capital de acuerdo con la consigna dada anteriormente por Clauserets en 1869: “¡Nosotros o nada! Yo os afirmo: París será nuestro o no existirá más”. En esta ocasión quedó claramente manifiesta la complicidad de los banqueros judíos franceses con los comunistas, al constatar –como lo señala Salluste en su libro “Les origines secrètes du bolchevisme”- que Rothschild, por una parte, hacía presión en Versalles ante Thiers, presidente de la República, para evitar una acción decidida del ejército en contra de los comunistas marxistas, hablando de posibles entendimientos y acomodos con el Comité central de los Federados (marxistas); y por otra parte, gozaba de una total impunidad tanto en su persona como en sus bienes en la ciudad de París, sumida en un espantoso y sangriento caos.

   A este respecto nos dice Salluste en su obra citada, pág. 137:“M. de Rothschild es cierto que tenía buenas razones para creer posible la conciliación: su chalet de la calle Saint-Florentin estaba protegido día y noche por un piquete de federados (marxistas) encargados de evitarle cualquier depredación, piquete que estuvo renovándose durante dos meses hasta el momento en que la gran barricada que se levantaba a dos pasos de ahí fue tomada por las tropas de Versalles”.

   “Cuando los rehenes eran fusilados, cuando los más bellos palacios de París ardían y millares de franceses morían víctimas de la guerra civil, es curioso constatar que la protección acordada por los comunistas al gran banquero judío no cesó por un momento”.  

   Otro ejemplo acaecido ya en nuestro siglo, mencionado por Esteban J. Malanni en su obra “Comunismo y Judaísmo” es el siguiente: 

   “En 1916 el teniente general del ejército imperial ruso A. Nechvolodof transcribe una información secreta de uno de los agentes del Estado Mayor, con fecha 15 de febrero de ese año, recibida en el Estado Mayor del generalísimo ruso en los siguientes términos: El Partido revolucionario ruso en Norteamérica ha determinado llegar a los hechos. En consecuencia, de un momento a otro, se pueden esperar revueltas”.

   “La primera reunión secreta que señala el principio en la era de los actos de violencia se verificó el lunes por la tarde del 14 de febrero, en el East End de Nueva York. Debían reunirse sesenta y dos delegados, de los cuales cincuenta eran `veteranos´ de la revolución de 1905, y los demás, miembros nuevos. La mayor parte de los asistentes eran judíos, y entre ellos, muchos eran gente instruida, como doctores, publicistas, etcétera...También se encontraban entre ellos algunos revolucionarios de profesión...”. 

   “Los comienzos de esta primera reunión fueron casi totalmente dedicados a examinar los medios y posibilidades de hacer en Rusia una gran revolución. El momento era de los más favorables.

   “Se dijo que el partido acababa de recibir de Rusia informes secretos, según los cuales la situación era del todo propicia, porque ya estaban concluidos todos los acuerdos preliminares para una sublevación inmediata. El único obstáculo serio era la cuestión del dinero; pero apenas se hizo esta observación, contestaron inmediatamente algunos miembros que eso no debía suscitar ninguna duda, porque en el momento que se necesitare, darían sumas considerables personas que simpatizaban con el movimiento para libertar al pueblo ruso. Y a este propósito se pronunció repetidas veces el nombre de Jacobo Schiff (acaudalado banquero judío)(27).

   A principios de 1919, el servicio secreto de Estados Unidos de Norteamérica, entregó al alto delegado de la República Francesa en ese país un memorial en el que categóricamente señala la participación de los principales banqueros en la preparación de la revolución comunista rusa:

7-618-6
No. 912-S. R. 2
II

 Transmitido por el Estado Mayor

 del ejército 2º. despacho 

   En febrero de 1916, se supo por primera vez que en Rusia se estaba fomentando una revolución. Se descubrió que las personas y firmas bancarias que se mencionan estaban complicadas en esta obra de destrucción:

  • 1.- Jacob Schiff; judío.  

  • 2.- Kuhn, Loeb and Co., firma judía. Dirección: Jacobo Schiff, judío; Félix Warburg, judío; Otto Kahn, judío; Mortimer Schiff, judío;Jerónimo H. Hanauer, judío;  

  • 3.- Guggenheim, judío;

  • 4.- Max Breitung, judío.(28)

  “A principios de 1917 el poderoso banquero Jacobo Schiff comenzó a proteger a Trotsky, judío y francmasón, cuyo verdadero nombre es Bronstein; la misión que se le encomendaba era dirigir en Rusia la revolución social. El periódico de Nueva York “Forward”, cotidiano judío y bolchevista, también le protegió con el mismo objeto. También le ayudaban financieramente los grandes bancos: Casa judía Max Warburg, de Estocolmo; el Sindicato “Westphalien-Rhenan”, por el judío Olef Aschberg de la Nye-Banken de Estocolmo y por Jivotovsky, judío, cuya hija se casó con Trotsky y de este modo se establecieron las relaciones entre los multimillonarios judíos y los judíos proletarios.

   La firma judía Kuhn, Loeb and Co., está en relación con la Sindical “Westphalien-Rhenan”, firma judía de Alemania; lo mismo que los hermanos Lazare, casa judía de París, lo está con la Gunzbourg, casa judía de Petrogrado, Tokio y París; si observamos además que todos los asuntos se resuelven también con las casas judías Speyer and Co., de Londres, Nueva York y Francfort-sur-le-Mein, y lo mismo con las casas Nye Banken, que es la encargada de los negocios judíos-bolchevistas de Estocolmo, podremos deducir que la relación que tiene la Banca con todos los movimientos bolchevistas, debe pensarse que en la práctica representa la expresión verdadera de un movimiento general judío, y que ciertas Casas de banca judías están interesadas en la organización de esos movimientos”(29)

   “En el folleto de S. de Baamonde vuelvo a encontrar más sobre la banca Kuhn and Co. Jacob Schiff era un israelita de origen alemán. Su padre, que vivió en Francfort, fue en esa ciudad un modesto corredor de la casa Rothschild. El hijo emigró a los Estados Unidos y allí hizo una rápida carrera que le convirtió pronto en jefe de la gran firma Kuhn, Loeb and Co., principal banco israelita de (Estados Unidos) América”.

   “En el mundo bancario judío Jacobo Schiff no se significó solamente por su ciencia en los negocios y por el atrevimiento de sus concepciones. Aportó también proyectos e intenciones muy decididas, aunque no nuevas ni propias, sobre la acción política dirigente que esa banca debe ejercer sobre los destinos del mundo: `The spiritual direction of human affairs´.”

   “Otra de las constantes preocupaciones del plutócrata, era la intervención a toda costa en los asuntos políticos de Rusia para provocar en ese país un cambio de régimen. La conquista política de Rusia que hasta entonces había escapado a la influencia masónica, gracias a un régimen nacional, debía ser el mejor medio de asegurar en el Universo entero el poder de Israel”(30).

   “En la primavera de 1917, Jacobo Schiff comenzó a comanditar a Trotsky (judío) para que hiciera la revolución social en Rusia. El diario judío bolchevique de Nueva York, “Forward”, se cotizó también con el mismo objeto”.

   “Desde Estocolmo, el judío Max Warburg habilitaba igualmente a Trotsky y Cía; y lo mismo hacían el Sindicato Westfaliano-Renano, importante consorcio judío; el judío Olef Aschberg, del Nye Banken de Estocolmo; y Yivotovsky, un judío con cuya hija está casado Trotsky”.

“Al mismo tiempo, un judío, Paul Warburg, demostraba tener relaciones tan estrechas con los personajes bolcheviques que no fue reelegido en la `Federal Reserve Board´”(31).

   El “Times” de Londres del 9 de febrero de 1918 y el “New York Times”, en dos artículos de Samuel Gompers publicados en los números de 1º. de mayo de 1922 y 31 de diciembre de 1923, decía lo siguiente:

   Si tenemos en cuenta el hecho de que la firma judía Kuhn-Loeb and Co. está en relaciones con el Sindicato Westfaliano-Renano, firma judía de Alemania; con Lazare Frères, casa judía de París; y también con la casa bancaria Gunzburg, firma judía de Petrogrado, Tokio y París; y si advertimos además que los precedentes negocios judíos mantienen estrechas relaciones con la casa judía Speyer and Co., de Londres, NuevaYork y Francfort del Meno; lo mismo que con el Nye Banken, casa judía bolchevique de Estocolmo; comprobaremos que el movimiento bolchevique en sí, es, hasta cierto punto, la expresión de un movimiento general judío y que determinadas casas bancarias judías están interesadas en la organización de este movimiento(32).

   El general Nechvolodof apunta en su obra el fuerte financiamiento judío a la revolución comunista de Rusia: Durante los años que precedieron a la revolución, doce millones de dólares habían sido entregados por Jacobo Schiff a los revolucionarios rusos. Por otra parte, según M. Bakmetieff, embajador del gobierno imperial ruso en Estados Unidos, fallecido en París, hace algún tiempo, los bolcheviques triunfantes habían remitido, entre 1918 y 1922, 600 millones de rublos de oro a la firma Kuhn, Loeb and Co.(33).

   Después de estas pruebas tan concluyentes, no creo que a ninguno se le ocurra llegar a la optimista conclusión de que hay judíos malos (los comunistas) y judíos buenos (los capitalistas); y que mientras unos tienden a acabar con las riquezas de los particulares y a hacer desaparecer la propiedad privada, otros tienden a defender ambas cosas para no perder sus enormes fortunas. Desgraciadamente para nuestra civilización el complot judío presenta caracteres de absoluta unidad y el judaísmo constituye una fuerza monolítica tendiente a acaparar, por medio del socialismo comunista de Marx, todas las riquezas del mundo sin excepción.

   El hecho de que –como en todas las instituciones humanas- en el judaísmo surjan a veces rivalidades y luchas internas no altera esta situación. Estos pleitos de familia surgen generalmente por ambiciones de mando, aunque sean disfrazados por razones religiosas o de estrategia a seguir, pero los bandos en pugna siempre coinciden en desear el dominio del mundo (en los órdenes político, económico y religioso) y en que el mejor medio de lograr ese dominio total es por medio de la dictadura socialista o comunista, que permitirá a los judíos adueñarse de la riqueza de todos los pueblos de la Tierra.

   Hoy en día, en nuestro mundo civilizado se considera el racismo como el mayor pecado en que pueden incurrir los humanos, falta que deja perenne y escandaloso estigma de salvajismo y brutalidad, siempre que no sea el pueblo judío el que lo practique. Gracias a la propaganda (casi totalmente acaparada en el mundo por los israelitas: cine, radio, prensa, televisión, editoriales, etc.), el antisemitismo es la manifestación racista más abominable de todas. Los judíos han hecho del antisemitismo un arma verdaderamente demoledora, que sirve para nulificar el esfuerzo de las innumerables personas u organizaciones que habiendo comprendido claramente cuál es la verdadera cabeza del comunismo –pese a los disfraces y estratagemas usados por esta raza para ocultar sus verdaderas actividades-, han querido dar la voz de alerta horrorizados ante el ominoso fin que cada vez está más próximo.

   Su labor mendaz ha sido tan efectiva, que la mayoría de los anticomunistas queriendo acabar con el monstruo marxista lanzan sus valerosos y decididos ataques a los tentáculos del pulpo, ignorando la existencia de la terrible cabeza, que regenera los miembros destruidos, dirige los movimientos y armoniza las actividades de todas las partes de su sistema. La única posibilidad de destruir el socialismo comunista de Marx, es atacar a la cabeza del mismo, que actualmente es el judaísmo, según nos lo indican los hechos más incontrovertibles y los testimonios más irrecusables de los mismos judíos.

   Mientras los países cristianos son anti-racistas porque fundamentan su idea en el concepto del prójimo, los judíos has sido siempre y son en la actualidad los racistas más furibundos. Basan su racismo en las ideas del Talmud, partiendo del principio de que el no judío ni siquiera es un ser humano.

   Pero este anti-racismo cristiano es explotado muy hábilmente por los judíos y, a la sombra del mismo, tejen sus infernales maquinaciones en contra de la Iglesia Católica y de todo orden cristiano, estructurando el sistema comunista en donde no hay Dios, no hay Iglesia, ni hay principios trascendentales de ninguna clase. En cuanto son atacados, se quejan con clamorosas lamentaciones presentándose como víctimas del racismo inhumano, con el fin de paralizar cualquier labor de defensa que se oponga a sus ataques destructores.

   Sin embargo, la verdadera defensa contra el comunismo, que forzosamente tiene que dirigirse contra los judíos (contra la cabeza), no puede considerarse de ningún modo como una pecaminosa manifestación de un sentimiento de aversión a una raza determinada, ya que el criterio de discriminación racial es totalmente ajeno a nuestra cultura y a nuestros principios cristianos; pero no se puede soslayar un problema de tanta gravedad y trascendencia por el sólo hecho de temer el calificativo de “antisemita” que sin duda caerá sobre cualquiera que comprenda la situación actual del mundo.

   No se trata, pues, de luchar contra una raza por consideraciones de orden racial. Si el problema se nos plantea actualmente en estos términos, la culpa es exclusivamente de los judíos que no nos dejan lugar a escoger con su racismo a ultranza, su absoluto desprecio por todos los que no son de su raza y sus ansias de dominación mundial.

   Para los católicos en particular y para el mundo civilizado en general, que todavía cree en los principios axiológicos y en los valores trascendentes, la planeación no puede ser más sencilla puesto que se trata de un problema de legítima defensa, perfectamente aceptado en el orden moral y jurídico, ya que el nítido dilema que nos presenta el judaísmo es: dominación judía comunista o exterminio.  

Si dicha excomunión existe no tenemos constancia de la misma ni nosotros, ni los fieles; si aún no existe, gustosos la recibiríamos para que quede claro que no queremos ni tenemos nada que ver con las reformas que van destruyendo la fe católica y dispersando a los fieles que, de hecho, diariamente disminuyen en número.

Dicha sentencia pública nos permitiría defendernos de la misma manera.

Cuando recién fui ordenado sacerdote, los Sres. Obispos decían que la Misa en latín de San Pío V, estaba prohibida. Nunca fue así, y el tiempo lo probó; ahora en los mismos manuales de Historia de la Iglesia contemporánea consta de esa manera. Al presente se dice que estamos excomulgados, el tiempo probará la falsedad de esa afirmación.

Por el momento hemos querido contestarle para que sepa S. Excia. qué es lo que pensamos exactamente.Por lo demás, habiendo sido públicas sus afirmaciones nos ha parecido justo hacer llegar copia de esta carta a los medios de prensa de la Provincia.

Rogamos a la Divina Majestad, quiera bendecir a S. Excia. en la gravísima tarea de tener queresponder por sus ovejas ante Dios.

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NOTAS 
  • [25] Werner Sombart, Les juifs et la vie économique (Los judíos y la vida económica). Payot, 1923. pp. 277, 286, 291.

  • [26] Salluste, Les origines secrètes du bolchevisme: Henri Heine el Karl Marx (Los orígenes secretos del bolchevismo: Enrique Heine y Carlos Marx). París: Jules Tallandier, 1929, p. 23.

  • [27] Esteban J. Malanni, Comunismo y judaísmo. Buenos Aires: Editorial La Mazorca, 1944. pp. 54-55.

  • [28] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 56-57.

  • [29] Duque de la Victoria, obra citada, pp. 312-313.

  • [30] Duque de la Victoria, obra citada, pp. 318-319.

  • [31] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 58-60.

  • [32] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 62-63.[33] Esteban J. Malanni, obra citada, p. 63.