COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

Tercera Parte
LA SINAGOGA DE SATANÁS

Capítulo Tercero

MALDICIONES DE DIOS A LOS JUDÍOS

   La judeo-masonería, el comunismo y las diversas fuerzas políticas que ambos controlan, han lanzado innumerables ataques contra la política secular de la Santa Iglesia Católica. Uno de los puntos más atacados, ha sido el relativo al Santo Oficio de la Inquisición y a sus autor de fe, que algunos clérigos –por ignorancia de la historia y por influencias propagandísticas masónico-liberales- los han llegado a ver tan deformados hasta que la Santa Iglesia se equivocó en su política inquisitorial, llegando al extremo de tratar de evadir esta cuestión en cualquier controversia, con un sentimiento de culpabilidad a veces subconsciente.

   Esta actitud vergonzante, contrasta con la propia postura de algunos historiadores judíos que, conocedores de la verdad, aceptan algunos aspectos positivos del sistema inquisitorial, como Cecil Roth, que en su obra "Storia del pòpolo ebraico", dice textualmente: "...Es necesario reconocer que, desde un punto de vista, la Inquisición era justa. Raramente procedía sin base seria; y, cuando un asunto estaba en marcha, el objetivo último era el obtener una confesión completa que, unida a la expresión del arrepentimiento, salvaría a las víctimas de los horrores de los tormentos eternos. Los castigos impuestos eran considerados más como una expiación que como un castigo..." (25).

   En este asunto tan controvertido –que los enemigos del catolicismo han considerado como el tendón de Aquiles de la Iglesia-, es preciso no perder vista la realidad en medio del cúmulo de mentiras, distorsiones y fraudes históricos que ocultan la verdad con una espesa maraña tejida especialmente con este objeto, por los judíos y sus cómplices. La política inquisitorial de la Santa Iglesia, lejos de ser algo condenable, algo de los cual la Iglesia tenga que avergonzarse, fue, no sólo teológicamente justificada, sino de grandes beneficios para la humanidad. Gracias a la Santa Inquisición –llamada santa por Papas, concilios, teólogos y santos de la Iglesia- la humanidad se vio entonces, libre de la catástrofe que ahora la amenaza y que se habría producido hace varios siglos. La Inquisición logró detener seis siglos la espantosa revolución mundial judía que está a punto de arrasarlo todo y de esclavizar a todos los hombres.

   No somos partidarios de que en la actualidad se trate de imponer la religión por la fuerza, ni de que se persiga a nadie por sus ideas; porque la verdad deberá imponerse solamente por medio de la libre discusión, sin necesidad de medios coercitivos. Sabemos que la Santa Iglesia, tolerante y benévola en sus primeros tiempos, tuvo que enfrentarse a una situación extraordinaria: la amenaza de muerte planteada a la Cristiandad entera, por el judaísmo internacional, en el siglo XII; amenaza cuya gravedad es comparable tan sólo con la que representa actualmente el comunismo judaico para la humanidad libre.

   Para salvar a la Cristiandad de ese peligro, la Santa Iglesia tuvo que recurrir a medios extraordinarios, cuya justificación se evidencia con el solo hecho de haber aplazado varios siglos el desastre que ahora se cierne sobre la humanidad.

   En su lucha milenaria contra la Iglesia de Cristo, los judíos emplearon un arma básica de combate: la quinta columna. Esta nació al irse convirtiendo fingidamente al cristianismo millares y millares de judíos de todo el mundo.

   El ya mencionado historiador judío, Cecil Roth, afirma textualmente en la pág. 229 de su obra ("Storia del pòpolo ebraico", edición Milán, 1962): "...Naturalmente en la mayor parte de los casos las conversiones eran fingidas...".

   Los falsos conversos tomaban las aguas del bautismo y seguían siendo en secreto tan judíos como antes; aunque adoptaban nombres cristianos, iban a misa y hasta recibían sacrílegamente los sacramentos.

   Asistían a sinagogas secretas; se reunían en casas particulares y en otros sorprendentes lugares, como después se verá. Estas familias cristianas en apariencia, observadoras –hasta ostentosas- del culto, ritos y oraciones cristianos, no sólo practicaban el judaísmo en secreto, sino lo transmitían a sus hijos, que a determinada edad eran iniciados ocultamente en el judaísmo por medio de secretas e imponentes ceremonias, que nos recuerdan las iniciaciones masónicas.

   Este sistema de judaísmo subterráneo ha existido desde los primeros siglos del cristianismo hasta nuestros días, sin solución de continuidad.

   Pronto se vio que la Cristiandad entera estaba amenazada de muerte si no tomaba con urgencia las medidas necesarias para contrarrestar las organizaciones secretas del judaísmo y las asociaciones ocultas que los judíos clandestinos estructuraban entre los verdaderos cristianos; llegándose a la conclusión de que la Santa Iglesia sólo podría defenderse y defender a la humanidad de la destrucción, formando una organización represiva, también secreta. No quedaba más remedio que oponer a las organizaciones ocultas anticristianas, estructuras de represión también secretas. Así nació la eficacísima organización oculta del Santo Oficio de la Inquisición.

   Mucho se ha criticado el procedimiento secreto empleado por la Inquisición, así como el sigilo absoluto que rodeaba a todas sus actividades. La Santa Iglesia no tuvo alternativa, y hubo de comprender lo infructuoso que resulta combatir a una organización secreta con simples actividades públicas. también los gobiernos han necesitado combatir las actividades secretas de espionaje y sabotaje de sus enemigos, con servicios secretos equivalentes, ya que de lo contrario, sucumbirían..

   Siendo las organizaciones secretas la única medida verdaderamente efectiva contra el judaísmo emboscado, no es extraño que éstas hayan sido las que con más saña han combatido los judíos por todos los medios posibles. Así, cuando Santo Domingo de Guzmán y otros santos varones de su época lucharon por la creación de la Inquisición, los judíos ocultos, metidos en el clero, organizaron innumerables intrigas para impedirlo, tratando incluso de sublevar a los obispos en contra de la medida y atacando sistemáticamente lo relativo al secreto. No hay cosa que tema más la quinta columna judía, que el que la Santa Iglesia y los católicos utilicen para combatirla, las mismas armas secretas que ella.

   Por eso aún en nuestros días, cuando para combatir a la masonería o a las organizaciones secretas del comunismo, algún grupo de católicos quiere oponerles organizaciones también reservadas, inmediatamente, los judíos subterráneos, organizan intrigas para que el obispo de la diócesis o sus superiores condenen y destruyan la organización reservada. Los judíos y sus agentes dentro del clero católico, saben muy bien que contra una organización oculta fracasarán todas las de carácter público que se le enfrenten y que para dominarla serán precisas estructuras también de carácter secreto que, como la Santa Inquisición, funcionen de acuerdo con la Doctrina católica.

   Otro aspecto muy atacado de la Inquisición, es el relativo a la quema de judíos y herejes o a su ejecución por el garrote; siendo difícil precisar las cifras exactas de los ejecutados por herejes de distintas sectas o por herejes judaizantes, como llamaba la Iglesia a los que, siendo cristianos en apariencia, practicaban en secreto el judaísmo.

   Muchos calculan en millares y otros hasta en decenas de miles, tan sólo los judíos clandestinos muertos por la Inquisición en la hoguera y por medio del garrote; pero sea la cantidad que sea, los enemigos de la Iglesia han lanzado contra ésta injustificados ataques por estos procedimientos. La defensa que se ha hecho de la Iglesia, sobre la base de que ella no los ejecutaba directamente, sino que los relajaba al brazo seglar para que éste dictara las sentencias de muerte y las ejecutara, es fácilmente refutada por los enemigos del catolicismo, diciendo que aunque la Iglesia no los condenara ni matara directamente, había dado su aprobación a los procedimientos inquisitoriales y a las leyes que penaban con la muerte a los herejes judíos relapsos y que, además, durante seis siglos había dado su aprobación a estas ejecuciones. Otro argumento débil de los defensores de la Iglesia, ha sido el pretender que la Inquisición de España y de Portugal eran instituciones de Estado, no dirigidas por la Iglesia; pero el razonamiento es endeble, puesto que éste no puede aplicarse a la Inquisición pontificia que funcionó durante tres siglos en toda la Europa cristiana y que estaba dirigida, nada menos que por Su Santidad el Papa, quien personalmente nombraba al Gran Inquisidor. Los demás inquisidores, franciscanos o dominicos, ejercían sus funciones como delegados papales con autoridad papal.

   Es cierto que la Inquisición Pontificia llevó a la hoguera a millares de judíos y herejes que, aunque ajusticiados por el brazo seglar, morían, no obstante, con la aprobación de la Santa Iglesia que había sancionado los procedimientos para juzgarlos, las leyes que los condenaban y las ejecuciones mismas. Si la Iglesia no hubiera estado de acuerdo con las condenaciones a muerte de judíos y herejes, las hubiera evitado con sólo ordenarlo.

   Incluso, en lo referente a la Inquisición española y portuguesa, que eran instituciones de Estado donde el Gran Inquisidor era nombrado por el rey y no por el Papa, la Santa Iglesia autorizaba a la Orden de Santo Domingo para constituir los tribunales de la Inquisición, para perseguir y descubrir a los judíos y herejes, para encarcelarlos y para llevar todo el proceso hasta la relegación al brazo seglar.

   También en estos casos, la Iglesia había dado su aprobación a las leyes que autorizaban al brazo seglar para quemar o dar garrote a estos delincuentes.

   Para lograr una defensa eficaz y contundente de la Santa Iglesia y de la Inquisición, es preciso tener el valor de recurrir a la verdad y a toda al verdad.

   La Santa Iglesia no podrá jamás temerla ya que sus actos han sido siempre normados por la equidad y la justicia. Por eso, con la verdad, que es siempre arrolladora, -expuesta ampliamente en la Cuarta Parte de este libro ("La quinta columna judía en el clero")-, se logrará una defensa colectiva de la Santa Iglesia Católica, en lo que respecta a su política inquisitorial.

   Por lo pronto, empezaremos demostrando que los judíos no son un pueblo intocable por el hecho de haber sido un tiempo el pueblo escogido de Dios, sino que, por el contrario, Dios predijo que si no cumplían con todos sus mandamientos, serían castigados muy severamente. Por esta consideración, la política de la Iglesia contra los judíos, en materia inquisitorial, tiene una base teológica amplia.

   Mucho se vanaglorian los judíos de ser todavía, en la actualidad, el pueblo elegido de Dios, basándose para fundamentarlo en ciertos pasajes de la Sagrada Biblia, a los que dan una interpretación falsa o imperialista, cuidándose mucho, sin embargo, de considerar otros pasajes en los que Dios claramente condicionó aquel privilegio al hecho de que se cumplieran fielmente con los mandamientos y demás órdenes del Señor, amenazándolos, si no lo hacían, con retirarles la distinción de pueblo escogido para convertirlos en un pueblo maldito, sobre el que caerían varios anatemas señalados expresamente por Dios al propio Moisés. Pero los judíos tratan de ocultar esta situación, así como tratan de hacerlo también ciertos clérigos cristianos, cuya conducta, que parece inexplicable, más beneficia al judaísmo y a sus planes subversivos que a la Santa Iglesia de Cristo.

   En el Deuteronomio (capítulo XXVIII, versículos 1 y 2), Moisés, transmitiendo a los hebreos la voluntad divina, define claramente esa situación.

   "1. Y si oyeres la voz del Señor Dios tuyo, para cumplir y guardar todos sus mandamientos, que yo te intimo hoy, el Señor te ensalzará sobre todas las gentes, que hay sobre la Tierra. 2. Y vendrán sobre ti, y te alcanzarán todas esa bendiciones: con tal que escuches sus mandamientos".

   Hay que tener presente que después de mencionar Moisés todas las bendiciones que otorgaría Dios a los israelitas si cumplían con todos los mandamientos y oían la voz del Señor, enumera las tremendas maldiciones que haría caer sobre ellos si hacían lo contrario.

   Quien quiera conocerlas íntegras puede consultar el propio Deuteronomio, capítulo XXVIII; y Levítico, capítulo XXVI. Nos reduciremos aquí únicamente a insertar algunas de las más importantes:

   En el Deuteronomio (capítulo XXVIII), dice Moisés, transmitiendo lo ordenado por Dios:

   "15. Pero si no quisieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, para guardar, y cumplir todos sus mandamientos y ceremonias, que yo te prescribo hoy, vendrán sobre ti, y te alcanzarán todas estas maldiciones. 16. Serás maldito en la ciudad, maldito en el campo. 17. Maldito tu granero, y malditas tus obras. 18. Maldito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, las manadas de tus vacas, los rebaños de tus ovejas. 19. Serás maldito cuando entres, y maldito cuando salgas. 20. El Señor enviará sobre ti hambre y ansia por comer, y maldición sobre todas tus obras, que tú hicieres: hasta que te desmenuce, y pierda prontamente, a causa de tus malísimas invenciones, por las cuales me abandonaste. 22. El Señor te hiera con suma pobreza, con calentura y frío, con ardor y bochorno, y aire corrompido, y añublo, y te persiga hasta que perezcas. 24. Dé el Señor a tu tierra polvo en vez de lluvia, y descienda del cielo ceniza sobre ti, hasta que seas desmenuzado. 25. Haga el Señor que caigas delante de tus enemigos (tremenda amenaza de destrucción). Salgas por un camino contra ellos, y huyas por siete, y seas disperso por todos los reinos de la Tierra. 43. El extranjero, que vive contigo en tu tierra, subirá sobre ti, y estará más alto: y tú descenderás, y quedarás más bajo (26). 45. Y vendrán sobre ti, y te perseguirán y alcanzarán todas estas maldiciones, hasta que perezcas: por cuanto no oíste la voz del Señor Dios tuyo, ni guardaste sus mandamientos y ceremonias que te mandó. 48. Servirás a tu enemigo, que el Señor enviará contra ti, con hambre y con sed, y con desnudez, y con todo género de carestía: y pondrá un yugo de hierro sobre tu cerviz, hasta que te desmenuce. (Tremenda profecía de esclavitud primero, y luego, de aniquilamiento de los judíos, a manos de enemigos que el mismo Dios les echará encima, como castigo y maldición). 54. El hombre más delicado de los tuyos, y el más entregado a placeres, será mezquino con su hermano, y con su mujer, que duerme en su seno. 55. Para no darles de las carnes de sus hijos, que se comerá: por cuanto ninguna otra cosa tendrá en el cerco y en la penuria, con que te habrán destruido tus enemigos dentro de todas tus puertas. 62. Y quedaréis en corto número, los que antes por la multitud erais como las estrellas del cielo, por cuanto no oíste la voz del Señor Dios tuyo" (27).

   El Levítico (capítulo XXVI), también hace mención al dilema presentado por Dios al pueblo judío, prometiéndole que será su pueblo escogido y bendito si cumple con los mandamientos y lo maldecirá si no los cumple; profetizando además, los castigos con que penará su mala conducta. De las maldiciones lanzadas directamente por Dios contra los israelitas, en este último caso, insertaremos sólo las que consideramos de mayor trascendencia, remitiendo a los quieran conocerlas todas a la propia Sagrada Biblia, que nos sirvió en este asunto.

   "14. Mas si no me oyéreis, ni cumpliéreis todos mis mandamientos. 15. Si despreciáreis mis leyes, y no hiciéreis aprecio a mis juicios, de manera que no cumpláis las cosas que yo he establecido, e invalidáseis mi pacto: (Aquí alude Dios Nuestro Señor, al hecho de que los judíos, con sus pecados, son los que invalidan y rompen el pacto o alianza que celebró Dios con dicho pueblo). 16. Yo también haré esto con vosotros: Os visitaré prontamente con carestía, y con un ardor que acabe con vuestros ojos, y consuma vuestras almas. En vano sembraréis granos, que serán devorados por vuestros enemigos. 17. Pondré mi rostro contra vosotros, y caeréis delante de vuestros enemigos ( otra predicción de aniquilamiento) y quedaréis sujetos a aquellos que os aborrecen. Huiréis sin que ninguno os persiga. (Es impresionante cómo el delirio de persecución colectivo, que sufre actualmente el pueblo judío, coincide sorprendentemente con esta maldición divina). 18. Y si ni aun así me obedeciéreis, añadiré siete tantos más a vuestros castigos por causa de vuestros pecados. 38. Pereceréis entre las gentes, y la tierra enemiga os consumirá. 39. Y si quedaren aún alguno en sus iniquidades en las de ellos, se pudrirán en sus iniquidades en la tierra de sus enemigos, y serán afligidos por los pecados de sus padres y por los suyos" (28).

   La palabra de Dios habla por sí sola. Dios dio a Israel enorme privilegio, pero no para que usara de él como de un fuero que le permitiera cometer impunemente toda clase de pecados y de crímenes, violando los mandamientos y órdenes divinas. Es por esto que Dios, que es todo justicia, sujetó la existencia de ese privilegio y de esa bendición a condiciones muy rigurosas, que garantizaran el buen uso de los mismos por parte de los judíos, imponiéndoles como condición guardar no solamente algunos, sino precisamente todos los mandamientos, tal como expresamente lo dicen diversos versículos del Deuteronomio y del Levítico. Les mandó también que oyeran los mandatos divinos, hicieran aprecio de sus juicios y cumplieran las cosas por Dios establecidas (Levítico, capítulo XXVI, versículos 14 y 15), so pena de invalidar el pacto o alianza otorgada por Dios a dicho pueblo. Pero, ¿qué es lo que han hecho los judíos durante tres mil años? En vez de cumplir con los mandamientos y demás condiciones por Dios establecidas, asesinaron a gran parte de los profetas, renegaron del Hijo de Dios, lo calumniaron y asesinaron; faltando al primer mandamiento que es amar a Dios sobre todas las cosas; al 5º que prescribe no matar; al 8º que prohibe levantar falso testimonio y mentir. Además de asesinar a varios discípulos de Cristo, manchan sus manos en sangrientas revoluciones en donde han matado a millones de seres humanos y despojado a los cristianos y gentiles de sus riquezas, robándolos primero, con la usura y luego con el comunismo. Blasfeman horriblemente contra el nombre de Dios en los países comunistas, sin que valga la justificación que dan en sus reuniones secretas, en el sentido de que sólo lo harán transitoriamente durante algunos siglos, mientras la máquina destructora del socialismo comunista aniquila todas las religiones falsas, para edificar sobre la ruina de éstas la religión –totalmente deformada- del Dios de Israel y de su pueblo escogido, que será la futura aristocracia de la humanidad.

   Es preciso notar que las blasfemias contra Dios y las negaciones del comunismo materialista no van dirigidas contra tal o cual religión tenida como falsa, sino contra Dios en general y contra todos los valores del espíritu.

   Ni el delirio de grandeza de la Sinagoga de Satanás ni su imperialismo demoníaco, podrán justificar jamás las monstruosas blasfemias que contra Dios se lanzan en los Estados sujetos a la dictadura socialista del comunismo: aunque se diga que es una situación meramente transitoria de unos cuantos siglos.

   En una palabra, en lugar de cumplir con los mandamientos y con todo aquello que Dios puso como condición para que fueran su propio pueblo escogido, lo han violado todo sistemáticamente en la forma más trascendental, sobre todo al perpetrar el deicidio –crimen horrendo consistente en el asesinato de Dios Hijo-, culminación espantosa de tantos crímenes y violaciones a los mandamientos, que han continuado cometiendo hasta nuestros días.

   Así, se han hecho merecedores de todas las maldiciones y castigos con que Dios mismo los amenazó, ya que, en vez de cumplir todos los mandamientos, los desobedecieron. Estas maldiciones y castigos profetizados por el propio Dios Nuestro Señor, se han ido cumpliendo al pie de la letra, hasta el más terrible de ellos, consistente en el aniquilamiento y la destrucción en masa. Si se repasan de nuevo los versículos de la Biblia insertados anteriormente que hablan de esa destrucción y se comparan con las matanzas de judíos en la Europa ocupada por los nazis, se podrá comprobar que una vez más, en la historia, se cumplieron las maldiciones y castigos anunciados por Dios Nuestro Señor hace miles de años para el pueblo judío. Evidentemente, Dios Nuestro Señor ha utilizado incluso a los pueblos paganos –como los caldeos, los romanos y últimamente los nazis -, como instrumentos de la Divina Providencia para castigar los delitos y pecados del pueblo judío y hacer cumplir las maldiciones predichas por el mismo Dios. La Santa Inquisición, al castigar con la muerte a los judíos infiltrados en la Iglesia y en el clero, no fue más que otro instrumento de la Divina Providencia para aplicar sobre ellos los castigos anunciados por Dios al propio Moisés.

   Si los hebreos o sus instrumentos dentro de la Cristiandad se sienten molestos al leer estas líneas, deben reconocer, sin embrago, que ni debemos ni podemos modificar los mandatos divinos.

   En el capítulo siguiente veremos cómo los profetas bíblicos, transmitiendo la voluntad de Dios, fueron todavía más claros que Moisés en lo que respecta a los castigos que azotarían a los judíos en virtud de sus pecados y crímenes. 

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NOTAS

  • [25] Cecil Roth, Storia del pòpolo ebraico. Milán, 1962. p. 477.
  • [26] "Los Padres de la Iglesia entienden en esta profecía la vocación de los gentiles a la fe, los cuales fueron por esta causa gloriosamente preferidos a los judíos" (San Cipriano, Contra Judae. Libro I, Cap. 21) en Biblia Scio, edición citada. Tomo I, nota 2, p. 447.
  • [27] Biblia, Deuteronomio, Cap. XXVIII, Vers. 43, 45, 48, 54, 55, 62.
  • [28] Biblia, Levítico, Cap. XXVI, Vers. 14-18 y 38-39.