COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

Tercera Parte
LA SINAGOGA DE SATANÁS

Capítulo Cuarto

MATANZAS DE JUDÍOS ORDENADAS POR DIOS COMO CASTIGO

   De los tremendos castigos prescritos por Dios en contra de los judíos, hablan también, constantemente, los profetas de la Sagrada Biblia.

   En la profecía de Isaías, Dios, por boca de aquél, predice contra los israelitas varias sanciones que sería largo transcribir, reduciéndonos solamente a estos dos versículos del capítulo LXV (remitiendo a quienes quieran profundizar este tema a las Sagradas Escrituras):

   "11. Mas vosotros que desamparasteis al Señor, que olvidasteis mi santo monte, que ponéis mesa a la Fortuna, y derramáis libaciones sobre ella. 12. Por cuenta os pasaré a cuchillo, y todos caeréis en la matanza: porque llamé, y no respondisteis: hablé, y no oísteis: y hacéis el mal delante de mis ojos, y escogisteis lo que yo no quise" (29).

   El profeta Ezequiel narra que, indignado el Señor por la idolatría de los judíos (¿cómo estará indignado ahora con ese tipo nuevo de idolatría del Estado socialista y de otros fetiches que los judíos han instaurado en los infiernos comunistas?), le había revelado Dios:

   Capítulo VIII. "18. Pues también yo haré en mi furor: no perdonará mi ojo, ni tendré piedad: y cuando gritaren a mis orejas a grandes voces, no los oiré" (30).

   Capítulo IX. "1. Y gritó en mis orejas con grande voz, diciendo: Se han acercado las visitas de la ciudad, y cada uno tiene en su mano un instrumento de matar. 5. Y les dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad siguiéndole, y herid: no perdone vuestro ojo, ni os apiadéis. 6. Matad al viejo, al jovencito, y a la doncella, al niño, y a las mujeres hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel, sobre quien viéreis el tháu no le matéis, y comenzad por mi santuario. Comenzaron pues por los hombres más ancianos, que estaban delante de la casa. 7. Y les dijo: profanad la casa, y llenad los patios de muertos: salid. Y salieron, y mataban a los que estaban en la ciudad. 8. Y acabada la mortandad, quedé yo: y me postré sobre mi rostro, y dije a voces: Ah, ah, ah, Señor Dios: ¿por ventura destruirás todas las reliquias de Israel, derramando tu furor sobre Jerusalén? 9. Y me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande muy en demasía, y llena está la tierra de sangres, y la ciudad llena está de aversión: porque dijeron: Desamparó el Señor la tierra, y el Señor no ve. 10. Pues tampoco mi ojo perdonará, ni tendré piedad: retornaré su camino sobre sus cabezas" (31).

   La palabra de Dios Nuestro Señor habla por sí sola. No podemos, sin blasfemar, contradecirla o criticarla. Es la justicia divina, tal como nos la revelan las Sagradas Escrituras, y no como la falsifican tanto los judíos declarados como los clérigos que se dicen cristianos, pero que obran como si fuesen judíos, haciéndole el juego a la Sinagoga de Satanás.

   En la profecía de Oseas, se habla de los crímenes de Israel y de Judá y de los castigos que Dios les impondrá:

   Capítulo IV. "1. ...porque no hay verdad, ni hay misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. 2. La maldición, y mentira, y homicidio, y robo, y adulterio la inundaron, y un homicidio se toca con otro homicidio" (32).

   Capítulo V. "2. Y las víctimas hicísteis caer en el abismo...5. Y se mostrará la arrogancia de Israel y Ephraím caerán en su maldad, caerá también Judá con ellos"(33).

   Al tiempo que se refiere a las maldades de Israel, expresa Dios Nuestro Señor, en la profecía de Amós, su resolución de no permitir que esas maldades pasen más adelante:

   Capítulo VIII. "2. Y dijo: ¿Qué ves tú, Amós? y dije: Un garabato para frutas. Y me dijo el Señor: Venido es el fin sobre mi pueblo de Israel: no le dejaré ya pasar más adelante" (34)

   Capítulo IX. "1. Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere en el quicio, y estremézcanse los dinteles: porque hay avaricia en la cabeza de todos, y mataré a espada hasta el ínfimo de ellos: ninguno escapará. Huirán y ninguno de los que huyere se salvará" (35).

   En la profecía de Daniel, menciona éste lo que le reveló el Arcángel San Gabriel acerca de la muerte de Cristo, manifestando que el pueblo que lo repudió no sería ya más el pueblo escogido de Dios, sino que vendría la desolación a Israel hasta la consumación y el fin del mundo:

   Capítulo IX. "25. Sabe pues, y nota atentamente: Desde la salida de la palabra, para que Jerusalén sea otra vez edificada, hasta Cristo príncipe, serán siete semanas, y sesenta y dos semanas: y de nuevo será edificada la plaza, y los muros en tiempos de angustia. 26. Y después de sesenta y dos semanas será muerto el Cristo: y no será más suyo el pueblo que le negará. Y un pueblo con un caudillo que vendrá, destruirá la ciudad, y el santuario: y su fin estrago, y después del fin de la guerra vendrá la desolación decretada. 27. Y afirmará su alianza con muchos (es decir, con lo que abracen el cristianismo que sustituirá al antiguo pueblo elegido) en una semana: y en medio de esta semana cesará la hostia y el sacrificio: y será en el templo la abominación de la desolación: y durará la desolación hasta la consumación y el fin" (es decir, hasta el fin del mundo) (26).

   Es increíble que algunos clérigos que se dicen buenos cristianos, pero que más se preocupan por defender al judaísmo que por defender a la Santa Iglesia, se atrevan a sostener, en nuestros días, que el pueblo deicida sigue siendo todavía el pueblo escogido de Dios, a pesar de todos sus crímenes y de los pasajes de las Sagradas Escrituras, que demuestran qué lejos de ser en la actualidad el pueblo elegido –como lo fue antes de Jesucristo-, es un pueblo maldito de Dios por haber caído sobre él las maldiciones que el Señor le lanzó en caso de que no cumpliera con todos sus mandamientos; maldiciones que con mayor razón cayeron sobre los judíos por haber cometido el crimen más atroz y punible de todos los tiempos: desconocer, martirizar y crucificar a Dios Hijo en persona.

   Es muy duro comprender toda la verdad sobre este asunto. Sobre todo la verdad desnuda en un mundo influenciado, desde generaciones atrás, por un cúmulo de mentiras y de fábulas judaicas, usando las propias palabras de San pablo (37); fábulas que han ido deformando la verdad acerca del problema judío, en la propia mente de los católicos. Es, pues, urgente que alguien se atreva a hablar claro, aunque resulte desagradable a todos los que en la Cristiandad, con sus actitudes erróneas o de mala fe, se sientan heridos en carne propia. Recordemos que el mismo Cristo Nuestro Señor nos dijo claramente que sólo la verdad nos haría libres (38).

   Por otra parte, la palabra de Dios antes transcrita, nos demuestra que así como Dios fue enérgico e implacable en su lucha contra Satanás, también es implacable en su lucha contra las fuerzas de Satanás en la Tierra.

   Esto deja sin fundamento los intentos del enemigo de maniatar a los cristianos con una moral derrotista y cobarde, basada en la idea de una supuesta caridad cristiana que ellos modelan a su antojo y cuyo uso prescriben para enfrentarse a las ya señaladas fuerzas de Satanás en la Tierra; moral que contradice visiblemente la actitud combativa y enérgica de Dios Nuestro Señor en estos casos.

   Con los anteriores pasajes del Antiguo Testamento, que contienen lo que Dios Nuestro Señor reveló por conducto de Moisés y de los profetas, queda echado por tierra el mito de que el pueblo judío es intocable, que nadie puede combatir sus crímenes porque es una especie de pueblo sagrado, pues ya se ha visto que Dios prescribió los castigos que haría caer sobre él si lejos de cumplir con todos los mandamientos, los violara. La Santa Iglesia, al dar su aprobación a la política represiva del Santo Oficio de la Inquisición. Obró en armonía con lo que Dios había previsto en el Antiguo Testamento y defendió a toda la humanidad, deteniendo durante varios siglos el progreso de la conspiración sangrienta que está por hundir al mundo en el caos y en la esclavitud más monstruosa de todos los tiempos.

   Nosotros, sinceramente, somos enemigos del derramamiento de sangre; nuestro fervoroso anhelo es que las guerras desaparezcan de la faz de la Tierra. Pero los judíos deben comprender que esas terribles matanzas que han sufrido a través de los milenios, además de estar anunciadas en el Antiguo Testamento como castigo divino, han sido la consecuencia, en su mayor parte, de una conducta criminal observada por los israelitas en el territorio de los pueblos que generosamente los dejaron inmigrar y les brindaron cordial hospitalidad.

   Si los hebreos en cada país que los recibe con los brazos abiertos pagan esa bondadosa acogida iniciando una traidora guerra de conquista, organizando complots, haciendo estallar revoluciones y matando por millares a los ciudadanos de esa nación, es natural que sufran las consecuencias de sus actos criminales. Y si nosotros lamentamos el derramamiento de sangre hasta de los criminales (aunque tenga su justificación), con mayor razón, lamentamos el derramamiento de sangre cristiana y gentil que los judíos hacen verter a torrentes con sus revoluciones masónicas y comunistas o con el terror rojo donde logran imponerlo.

   Si los judíos no quieren que en el futuro los pueblos reaccionen violentamente contra ellos, es necesario que demuestren su buena voluntad con hechos y no con promesas que nunca han cumplido; y que se abstengan de seguir agrediendo a dichos pueblos con sus organizaciones revolucionarias y terroristas de distinto género. Deberían disolver la masonería, los partidos comunistas y demás asociaciones que ellos utilizan como medio de dominación; también deberían libertar a los pueblos esclavizados por sus dictaduras comunistas, permitiéndoles la realización de elecciones libres. En una palabra, cesar la agresión que en todo el mundo realizan contra las distintas naciones, pues deben comprender que quien inicia una conquista, está expuesto al contraataque que en legítima defensa le lance el agredido.  

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NOTAS

  • [29] Biblia, Profecía de Isaías, Cap. LXV, Vers. 11-12.     
  • [30] Biblia, Profecía de Ezequiel, Cap. VIII, Vers. 18.
  • [31] Biblia, Profecía de Ezequiel. Cap. IX, Vers. 1, 5-10.
  • [32] Biblia, Profecía de Oseas. Cap. IV, Vers. 1-2.
  • [33] Biblia, Profecía de Oseas. Cap. V, Vers. 2, 5.
  • [34] Biblia, Profecía de Amós. Cap. VIII, Vers. 2.
  • [35] Biblia, Profecía de Amós. Cap. IX, Vers. 1.
  • [36] Biblia, Profecía de Daniel. Cap. IX, Vers. 25-27.
  • [37] San Pablo (Epístola a Tito, Cap. I, Vers. 13-14) le decía: "Y que no den oído a las fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres, que se apartan de la verdad".
  • [38] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. VIII, Vers. 32.