COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

Tercera Parte
LA SINAGOGA DE SATANÁS

Capítulo Quinto

ANTISEMITISMO Y CRISTIANISMO

   En todas sus empresas imperialistas y revolucionarias, los judíos han empleado una táctica inconfundible para engañar a los pueblos, utilizando conceptos abstractos y vagos o juegos de palabras de significado elástico que pueden entenderse en forma equívoca y aplicarse de diferentes maneras.

   Aparecen, por ejemplo, los conceptos de igualdad, libertad, fraternidad universal y, sobre todo, el de antisemitismo, vocablo este último de elasticidad enorme; abstracción a la que van dando distintos significados y aplicaciones tendientes a encadenar a los pueblos cristianos y gentiles, con miras a impedir que puedan defenderse del imperialismo judaico y de la acción destructora de sus fuerzas anticristianas.

   La engañosa maniobra puede sintetizarse como sigue:

   PRIMER PASO. Lograr la condenación del antisemitismo por medio de hábiles campañas y de presiones de todo género –insistentes, coordinadas y enérgicas-, ejercidas por fuerzas sociales controladas por el judaísmo o ejecutadas por medio de sus agentes secretos introducidos en las instituciones cristianas, en sus iglesias o en sus estados.

   Para poder dar ese primer paso y lograr que los dirigentes religiosos y políticos de la Cristiandad vayan, uno tras otro, condenando el antisemitismo, dan a éste un significado inicial que lo representa:

  • 1º Como una discriminación racial del mismo tipo que la ejercida por los blancos de ciertos países contra los negros o por los negros contra los blancos. También presentan el antisemitismo como un racismo que discrimina por inferiores a otras razas, contrario a las enseñanzas y a la doctrina del Mártir del Gólgota, que estableció y afirmó la igualdad de los hombres ante Dios.

  • 2º Como simple odio al pueblo judío, que contradice la máxima sublime de Cristo: "Amaos los unos a los otros".

  • 3º Como ataque o condenación al pueblo que dio su sangre a Jesús y María. A éste, los judíos le han llamado el "argumento irresistible".

   Dando al antisemitismo inicialmente esos u otros significados análogos, han logrado los judíos o sus agentes infiltrados en la Cristiandad, sorprender la caridad, la bondad y buena fe de muchos gobernantes cristianos e incluso de jerarcas religiosos, tanto de la Santa Iglesia Católica como de las iglesias protestantes y disidentes (39) para que, cediendo a tan bien organizadas como oscuras y persistentes presiones, se formulen censuras o condenaciones abstractas y generales contra el antisemitismo, sin entrar en detalles sobre lo que realmente se condena o sobre lo que significa ese antisemitismo censurado, dejando así, impreciso y vago, lo que fue realmente objeto de condenación, con peligro de dejar a los judíos y a sus agentes dentro de la Cristiandad como únicos intérpretes de tan graves decisiones.

   Cuando los jerarcas religiosos –sometidos a inconfesables presiones- tienen por lo menos el cuidado de definir lo que entienden por ese antisemitismo que condenan, el peligro es menor, ya que en la condenación quedan bien precisos los términos de lo que se condena, por ejemplo, la discriminación racial o el odio a los pueblos.

   Así, aunque los judíos tengan, de todos modos, la audacia de pretender una interpretación más amplia del antisemitismo para extender mañosamente el radio de acción de la condenación, es más fácil descubrir y demostrar el sofisma en todos sus alcances.

   SEGUNDO PASO. Después que los judíos o sus agentes secretos logran esas condenaciones del antisemitismo, dan a este vocablo un significado muy distinto del que le asignaron para obtener tales condenaciones. Entonces, serán antisemitas:

  • 1º Los que defienden a sus países de las agresiones del imperialismo judaico, haciendo uso del derecho natural que tienen todos los pueblos de defender su independencia y su libertad.

  • 2º Los que critican y combaten la acción disolvente de las fuerzas judaicas que destruyen la familia cristiana y degeneran a la juventud con la difusión de falsas doctrinas o de toda clase de vicios.

  • 3º Los que en cualquier forma censuran o combaten el odio y la discriminación racial, que los judíos se creen con derecho a ejercer en contra de los cristianos, aunque hipócritamente traten de ocultarlo; y los que, en alguna forma, denuncian las maldades, delitos y crímenes cometidos por los judíos contra los cristianos, musulmanes o demás gentiles y demandan el merecido castigo.

  • 4º Los que desenmascaran al judaísmo como dirigente del comunismo, de la francmasonería y de otros movimientos subversivos, pidiendo que se adopten las medidas necesarias para impedir su acción disolvente en el seno de la sociedad.

  • 5º Los que en cualquier forma se oponen a la acción judía tendiente a destruir a la Santa Iglesia y a la civilización cristiana en general.

   Este juego sucio salta a la vista: obtienen censuras o condenaciones contra un antisemitismo que identifican con una discriminación racial o con una manifestación de odio a los pueblos ejercida contra los judíos, ambas contrarias a la Doctrina cristiana, para después dar al vocablo nuevos significados y tratar de que quienes defienden a la Santa Iglesia, a sus naciones, a sus familias o sus derechos naturales en contra de las agresiones del imperialismo judío, queden atados de pies y manos e impedidos para realizar tan justa defensa.

   Para lograrlo, las fuerzas hebreas públicas y secretas montan un aparato estruendoso de propaganda y de lamentos, quejándose clamorosamente de los antisemitas, que son los que hacen uso de tales derechos de legítima defensa.

   Se desgañitan afirmando que la Iglesia condenó el antisemitismo y condenan en su nombre a dirigentes que, según aseguran, ningún creyente debe secundar en esa antisemítica labor de defensa de sus pueblos, de sus familias y de la Santa Iglesia contra la acción revolucionaria del imperialismo judío; maniobra burda, pero que logra sembrar la desorientación y provocar la desbandada, debilitando la acción de esos respetables caudillos en defensa de sus naciones y de la civilización cristiana. Es la forma más segura que ellos han ideado para conseguir el triunfo de las revoluciones judeo-masónicos o judeo-comunistas.

   Estas tácticas han asegurado el triunfo del judaísmo en los últimos tiempos y han provocado la consiguiente catástrofe que amenaza al mundo cristiano. Por ello, este asunto debe ser estudiado a fondo y meditado por todos los que estamos obligados a defender a la Santa Iglesia y a nuestra patria del imperialismo anticristiano que representa el judaísmo moderno.

   Un ejemplo de estas increíbles maniobras nos lo presenta el siguiente caso: el respetable escritor católico don Vicente Risco, nos describe cómo ciertas organizaciones, fundadas para lograr la conversión de los judíos, han sido más eficaces para defender a la raza judía que para convertirla. Los hermanos Lemann, por ejemplo, aprovecharon el celo evangélico de la Santa Iglesia, más para defender al pueblo judío que para lograr resultados eficaces en la conversión. Así, cuando el escritor católico Drumont denunció el siglo pasado en su obra "La France Juïve", la conspiración judía para destruir a la Cristiandad y dominar al pueblo francés, el P. Lemann contestó en defensa de su raza, colaborando con ello a la derrota de los católicos en Francia y al triunfo judeo-masónico. Otro tanto ocurre con la Orden de Nuestra Señora de Sión, fundada por judíos conversos, la cual se dedica más a defender a los hebreos afiliados a la Sinagoga de Satanás, que a convertirlos de verdad.

   En el presente siglo se fundó otra asociación ("Amigos de Israel") destinada a incorporar a los judíos a la Iglesia, mediante su conversión. Tan evangélico ideal captó muchas simpatías, logrando atraer innumerables adhesiones de clérigos y seglares. El culto historiador Vicente Risco dice al respecto: "De ella formaban parte numerosos fieles influyentes y ricos, obispos y hasta cardenales. Hacían propaganda, y publicaron un folleto favorable a los judíos, titulado "Pax Super Israel". Esta asociación comenzó a sostener doctrinas extravagantes `un poco al margen del genuino espíritu de la Iglesia católica, separándose paulatinamente de la tradición y de las enseñanzas de los Santos Padres y de la Liturgia´, dice una revista católica".

   Decían que no debía hablarse de `conversión´ de los judíos, sino solamente de `ingreso´ en la Iglesia, como si los judíos no tuvieran para ello que abandonar sus errores. Rechazaban los calificativos de pueblo `deicida´ aplicado a los judíos, de ciudad `deicida´ aplicado a Israel, como si los judíos no hubiesen contribuido a la muerte de Jesús, y como si la liturgia no les llamase `pérfidos´.

   Incriminaban a los Santos Padres por `no haber comprendido al pueblo judaico´, como si éste no fuese culpable al persistir voluntariamente en el judaísmo.

   Por último, insistían en la nacionalidad judía de Jesucristo, y hacían observar que los cristianos, por medio de la Sagrada Comunión, nos unimos con los judíos y contraemos con ellos parentesco de sangre..."

   Naturalmente, esto era ya demasiado aventurado. La Iglesia no podía tolerarlo y la Sagrada Congregación del Santo Oficio no tuvo más remedio que intervenir. Como entre tan temerarios `Amigos de Israel´ había muchos fieles de buena fe, obispos y cardenales, la Congregación, en su decreto, que es del año 1928, no pronunció una condena formal, sino implícita, suprimiendo la asociación y el folleto `Pax Super Israel´, origen de la intervención" (40)

   La revista de la Compañía de Jesús "Civiltá Cattòlica" editada en Roma, dedicó –en el año de 1928- el opúsculo 1870 a combatir esa infiltración judía bajo el título de: "El peligro judaico y los `Amigos de Israel´".

   La asistencia divina fue patente, una vez más, al quedar desbaratada esta nueva conjura llevada a las más altas esferas de la Santa Iglesia. Este ejemplo tiene gran actualidad, porque según hemos sabido, los israelitas están tramando algo mucho más grave para el Concilio Vaticano II, en donde aprovechándose del santo celo de la unidad cristiana y de al conversión de los judíos, tratan de lograr que se aprueben resoluciones respecto a los hebreos que no sólo contradigan la Doctrina sostenida por la Santa Iglesia durante siglos, sino que, en forma casi imperceptible para la gran mayoría de los Padres del Concilio, constituyan, tales resoluciones, una condenación tácita de la política observada por Papas y concilios anteriores, durante mil quinientos años.

   Respecto a la asociación filosemita "Amigos de Israel", de la cual formaban parte cardenales, obispos y fieles, y su folleto "Pax Super Israel", su condenación implícita por el Santo Oficio –mediante el decreto de supresión del año 1928-, no fue cosa fácil. Hubo lucha encarnizada en las más altas esferas de la Iglesia, según se dice en fuentes dignas de crédito; y cuando sus miembros vieron inevitable la disolución de la sociedad y la prohibición consiguiente, dieron un contragolpe desesperado, aprovechándose nuevamente de la caridad cristiana y de la buena fe de los altos jerarcas de la Santa Iglesia para lograr que se condenara también el antisemitismo, considerándolo como una manifestación del odio de razas contrario a las prédicas de Cristo Nuestro Señor, basadas en el sublime lema: "Amaos los unos a los otros". Así lograron, después de ejercer influencias y presiones múltiples, que el Santo Oficio que disolvía a la asociación filosemita, promulgara un decreto el 25 de marzo del mismo año en el cual se establecía que la Santa Iglesia: "Así como reprueba todos los odios y animosidades entre los pueblos, así condena el odio contra el pueblo en otros tiempos escogido por Dios, este odio que hoy de ordinario se designa con la palabra antisemitismo".

   Como de costumbre, el judaísmo –por medio del grupo condenado "Amigos de Israel" y su publicación "Pax Super Israel"- consiguió también una condenación del antisemitismo, identificándolo como un odio a determinado pueblo, odio incompatible con las prédicas de amor de Cristo Nuestro Señor; con posterioridad ha tratado de hacer caer esa condenación sobre los católicos que defienden de la conspiración judía a la Santa Iglesia, a su patria y a sus hijos, dándole a la palabra antisemitismo otro significado distinto del que sirvió de base a la condenación.

   Con esta técnica seguida por los judíos, cuando algún católico de estados Unidos pide que se castigue a los espías hebreos por entregar secretos atómicos a Rusia dando al comunismo poder para avasallar al mundo, se le dice que eso es antisemitismo, condenado por la Iglesia y que debe callarse. Si alguien denuncia a los judíos como dirigentes del comunismo y de la masonería y pone en claro sus deseos de destruir a la Santa iglesia, será también condenado por antisemita. El resultado de estos sofismas e intrigas, es lograr que se considere a los judíos como intocables, para que puedan cometer toda clase de crímenes contra los cristianos, musulmanes y demás gentiles; urdir las más destructoras conspiraciones en contra de la Iglesia y de los estados cristianos y realizar las más demoledoras revoluciones francmasónicas o comunistas, sin que nadie pueda tocarlos, castigarlos ni mucho menos impedir sus actividades, pues sería acusado de antisemitismo y caería dentro de la condenación del Santo Oficio. Si los dirigentes de esta benemérita Institución (Sagrada Congregación del Santo Oficio), que disolvieron la organización filojudía "Amigos de Israel" y su folleto "Pax Super Israel", se hubieran dado cuenta del mal uso que iban a hacer –el judaísmo y todos sus agentes- del decreto que condena el odio a todos los pueblos y por lo tanto, al pueblo judío, se habrían quedado, sin duda, horrorizados.

   Si se quiere ver más claramente la patraña urdida por el judaísmo a este respecto, basta con tener en cuenta un ejemplo muy elocuente que hace ver lo malévolo de estos verdaderos malabarismos, realizados por los hebreos y sus cómplices, con la palabra antisemitismo.

   ¿Qué les parecería a los judíos, si partiendo de la base de que la Santa Iglesia condena el odio de unos pueblos contra otros, se hubiera llegado durante la guerra pasada a la conclusión de que dicha condena incluye el odio al pueblo alemán, llamado por analogía antigermanismo, para luego declarar ilícita toda lucha contra los nazis, ya que éstos eran alemanes, y que combatirlos es una manifestación de antigermanismo, condenado previamente? ¿Hubieran los judíos aceptado semejante manera de razonar, permitiendo que al amparo de estos juegos de palabras se pretendiera declarar intocable a la Alemania nazi?

   Ante un silogismo semejante, los judíos, como su antecesor Caifás, hubieran desgarrado sus vestiduras protestando contra los criminales juegos de palabras, lo cual no obsta para que los hebreos, con tranquilidad y cinismo utilicen estos equívocos para tratar de impedir que los cristianos puedan defenderse.

   Los judíos acechan actualmente a la Santa Iglesia como antes acechaban a Cristo Nuestro Señor. Recordemos cuántas veces sus dirigentes, sacerdotes, escribas y fariseos, le tendían lazos y le ponían trampas para lograr que se contradijera y perdiera su influencia sobre el pueblo o para tratar de colocarlo en una situación falsa que les permitiera justificar su asesinato.

   Algo similar ocurre ahora con la Santa Iglesia, que habiendo condenado al judaísmo y a los judíos en repetidas ocasiones, durante mil ochocientos años y habiendo también luchado contra ellos en forma tenaz y enérgica durante mil quinientos años, está teniendo que sortear más que nunca, las trampas y lazos que le preparan los hebreos para hacerla contradecirse a sí misma, utilizando a sus espías dentro del clero con el fin de empujarla por medio de engaños sutiles a condenar la doctrina y la política de los padres de la Iglesia, de SS. SS. los Papas y de los concilios ecuménicos y provinciales que durante tantos siglos condenaron repetidamente a los judíos como ministros del demonio, y también a quienes, dentro del clero, los ayudaban en perjuicio de la fe cristiana.

   En cuanto a las condenaciones del racismo, ocurre algo por el estilo. Los israelitas y sus cómplices dan al vocablo racismo un significado restringido, equiparándolo a la pretensión de determinada raza de considerar inferiores a los demás o a un racismo antisemita que sacrílegamente incluye en sus diatribas a Cristo Nuestro Señor y a la Santísima Virgen. Los judíos y sus colaboradores dentro del clero quieren lograr con tan impresionantes argumentos, una condenación del racismo en general, para luego acusar los judíos y a sus colaboradores dentro del clero como racistas a todos los que luchan en defensa de la Iglesia y de su patria en contra de la agresión, infiltración y dominio judaicos. Además, debemos tomar en cuenta que eso de condenar al racismo en una forma explotable por los hebreos es peligrosísimo para la Iglesia católica, ya que existen bulas de SS. SS. los Papas Paulo III y Paulo IV, prohibiendo y confirmando la prohibición del acceso a las dignidades de la iglesia a los católicos de raza judía; existen también bulas que definen esta doctrina –las cuales estudiaremos mas adelante- por lo que una condenación al concepto abstracto del racismo, al que los hebreos le van dando la interpretación y significado que mejor les conviene, según las circunstancias, se prestará a que los malintencionados puedan afirmar que la Santa iglesia se contradijo a sí misma, y lo que es más grave aún, que condena tácitamente a algunos de sus más ilustres Papas, que confirmaron los llamados Estatutos de Limpieza de Sangre.   

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NOTAS

  • [39] Nos abstenemos de emplear términos más duros para designar a las iglesias protestantes y cismáticas, atendiendo al deseo que tenemos de lograr la unidad de los cristianos, sobre las bases de la auténtica ortodoxia.                   
  • [40] Vicente Risco, Historia de los judíos. 3ª edición. Barcelona: Editorial Surco, 1960, 1960. pp. 430-431.