COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

Tercera Parte
LA SINAGOGA DE SATANÁS

Capítulo Sexto

CRISTO NUESTRO SEÑOR, SÍMBOLO DEL ANTISEMITISMO SEGÚN LOS JUDÍOS

   Para que se den cuenta los clérigos católicos bienintencionados de lo peligroso que es este asunto del antisemitismo, deben saber que los hebreos en distintas épocas han considerado como antisemitas a Nuestro Señor Jesucristo, a los Evangelios, a diversos Papas, concilios y santos de la Iglesia. Y es natural que lo hayan hecho, ya que consideran como antisemita a todo aquel que critica o combate sus maldades, sus crímenes o sus conspiraciones contra la humanidad; tanto Nuestro Señor Jesucristo como los apóstoles y demás autoridades católicas mencionadas, criticaron y combatieron en diversas ocasiones las depredaciones de los judíos.

   El Nuevo Testamento de la Sagrada Biblia, los cánones de los concilios, las bulas y breves de los Papas y los testimonios fidedignos de santos canonizados por la Iglesia, así como las confesiones de parte hechas por los mismos judíos, lo demuestran irrecusablemente las depredaciones de los judíos.

   Para que los católicos no tengan la menor duda sobre los testimonios que se señalan, vamos a transcribir, por principio de cuentas, lo que el destacado escritor sionista, Joseph Dunner, escribió en su libro "La República de Israel", en el cual afirma lo siguiente:

   "Para toda secta creyente en Cristo, Jesús es el símbolo de todo lo que es limpio, sano y digno de amar. Para los judíos, a partir del siglo IV, es el símbolo del antisemitismo, de la calumnia, de la violencia, de la muerte violenta" (41).

   Al considerar a Cristo Nuestro Señor como símbolo del antisemitismo, o mejor dicho, del antijudaísmo, los israelitas tienen toda la razón, pues si llaman antisemita a todo aquel que censura y combate sus maldades, nuestro Divino Redentor fue el primero que lo hizo.

   Jesucristo Nuestro Señor, discutiendo con unos judíos entabló con ellos el siguiente diálogo, según lo narra el Evangelio de San Juan:

   Capítulo VIII. "39. Respondieron, y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. 40. Mas ahora me queréis matar, siendo hombre, que os he dicho la verdad, que oí de Dios: Abraham no hizo esto. 41. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Y ellos le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación: un Padre tenemos que es Dios. 42. Y Jesús les dijo: Si Dios fuese vuestro Padre, ciertamente me amaríais. Porque yo de Dios salí, y vine: y no de mí mismo, mas El me envió. 43. ¿Por qué no entendéis este mi lenguaje? Porque no podéis oir mi palabra. 44. Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre: él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad: porque no hay verdad en él: cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso, y padre de la mentira. 47. El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios. 48. Los judíos respondieron, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres Samaritano, y que tienes demonio? 49. Jesús respondió:

   Yo no tengo demonio: más honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado. 52. Los judíos le dijeron: Ahora conocemos, que tienes demonio. Abraham murió y los profetas: y tu dices: el que guardare mi palabra, no gustará muerte para siempre".

   Y este pasaje de Evangelio termina con estos versículos:

   "57. Y los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años, y has visto a Abraham? 58. Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, que antes que Abraham fuese, yo soy. 59. Tomaron entonces piedras para tirarselas: mas Jesús se escondió, y salió del templo" (42).

   En el pasaje anterior del Evangelio de San Juan, se ve cómo Cristo Nuestro Señor, con palabras serenas les echa en cara sus intentos homicidas, llamando concretamente a los judíos hijos del diablo.

   Este pasaje tan ilustrativo muestra cómo los hebreos desde esos tiempos tenían las mismas malas ideas que ahora.

   En efecto, los judíos no pueden sostener una discusión en forma serena y honesta sin hacer intervenir en ella los insultos, la calumnia o la acción violenta, según les conviene. Y si con nuestro Divino Salvador emplearon la mentira y el insulto tratando de deshonrarlo –como El mismo lo testifica en el mencionado versículo 49- o pretendiendo terminar la discusión a pedradas; ¿qué podemos esperar de ellos nosotros, pobres seres humanos?

   En el capítulo XXIII del Evangelio según San Mateo, Nuestro Señor Jesucristo, refiriéndose a los dirigentes judíos que tanto lo combatieron (43), los llama hipócritas (versículos 13, 14, 15); llenos de iniquidad (versículo 28); necios, ciegos (versículo 17); limpios por fuera y llenos de rapacidad y de inmundicia por dentro (versículo 25); sepulcros blanqueados, que parecen de fuera hermosos a los hombres y dentro están llenos de huesos de los profetas (versículo 31); terminando dicho capítulo de los Santos Evangelios con esta terminante acusación de Nuestro Señor Jesucristo contra los judíos que renegaron de su Mesías y lo combatían y que por su importancia insertamos completa:

   "33. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo huiréis del juicio de la gehenna (infierno)? 34. Por esto he aquí, yo envío a vosotros profetas y sabios, y doctores, y de ellos mataréis, y crucificaréis y de ellos azotaréis en vuestras Sinagogas; y los perseguiréis de ciudad en ciudad: 35. Para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente, que se ha vertido sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matásteis entre el templo y el altar. 36. En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación. 37. Jerusalén, que matas los profetas y apedreas a aquellos que a ti son enviados, ¿cuántas veces quise allegar a tus hijos, como la gallina allega sus pollos debajo de las alas, y no quisiste?" (44).

   Cristo Nuestro Señor, mejor que nadie, denuncia aquí los instintos asesinos y crueles de los judíos, siendo comprensible por qué en la revelación que hizo a su discípulo amado y que éste consignó en el Apocalipsis, llamó a los judíos que desconocieron a su Mesías, la "Sinagoga de Satanás" (45); denominación tan acertada, como divina, que en los siglos posteriores fue usada por la Santa Iglesia Católica, con mucha frecuencia, como designación del judaísmo criminal y conspirador, ya que desde que asesinó al Hijo de Dios no ha cesado de cometer toda clase de crímenes contra Dios y contra la humanidad. Por nuestra parte, en el presente libro utilizaremos el término Sinagoga de Satanás para identificar con frecuencia al judaísmo moderno, ya que difícilmente se podrá encontrar un calificativo más apropiado que el concebido por Cristo Nuestro Señor.

   Muy difícil será encontrar entre los caudillos, que han combatido al judaísmo en la Era Cristiana, quiénes hayan usado palabras tan duras en su contra como las que usó el propio Jesucristo. No es, pues, de extrañar que el escritor judío Joseph Dunner, en su obra citada, asegure que los judíos consideran a cristo como "símbolo del antisemitismo", máxime cuando muchos cristianos y gentiles han sido acusados de antisemitismo por ataques mucho más leves.

   Por eso es tan peligroso que los clérigos cristianos bienintencionados se dejen arrastrar por aquellos que no lo son, a lanzas condenaciones generales y vagas del antisemitismo que los expone a condenar al propio Cristo Nuestro Redentor, a sus apóstoles, santos y papas –calificados como antisemitas por la Sinagoga de Satanás-. También es peligroso que lo hagan, porque los judíos tratan luego de utilizar tales condenaciones como una nueva patente de corso capaz de facilitarles la ejecución y garantizarles la impunidad en toda clase de crímenes, delitos y conspiraciones contra la humanidad, que ni siquiera podrá defenderse eficazmente de ellos.

   Es preciso tener en cuenta que en todo país o institución en que el judaísmo llega a tener influencia suficiente, ya sea con sus actividades públicas o de manera secreta, por medio de su quinta columna, lo primero que hace es lograr una condenación del antisemitismo que impida o paralice, según el caso, cualquier intento de defensa. Cuando logran con sus engaños imponer una situación tan irregular, cualquier complot, cualquier traición, cualquier crimen o delito político tan sólo podrá ser castigado si es cometido por un cristiano o un gentil; pero no si los cometen uno o más judíos. Si alguien quiere imponer en este caso la sanción a los responsables, escuchará el clamor de las campañas de prensa, radio y de cartas, artificialmente organizadas por el poder oculto judaico, protestando airadamente contra el brote de antisemitismo que, cual peste odiosa, acaba de surgir.

   Esto es a todas luces injusto, increíble y absurdo, ya que los judíos carecen del derecho de exigir un privilegio especial que les permitía impunemente cometer crímenes, traicionar a los pueblos que les dan albergue y organizar conspiraciones y revueltas con el fin de asegurar su dominio sobre los demás.

   Sin distinción de razas o religiones, toda persona u organización responsable de la comisión de esta clase de delitos, debe recibir el merecido castigo. Esta verdad no puede ser más evidente y simple y aunque los judíos no lo quieran, está plenamente vigente también para ellos.

   Es también muy frecuente que los judíos además de aprovechar las condenaciones del antisemitismo en la forma que ya se ha visto, utilicen otro ardid con iguales fines. Este artículo se basa en el sofisma, urdido por los mismos judíos y secundado por clérigos católicos y protestantes que consciente o inconscientemente les hacen el juego, consistente en afirmar en forma solemnemente dogmática "que es ilícito luchar contra los judíos porque son el pueblo que dio su sangre a Jesús".

   Tan burdo sofisma es muy fácil de refutar, citando tan sólo el pasaje de los Santos Evangelios en que Cristo Nuestro Redentor, después de llamar una vez más a los judíos que lo combatían "raza de víboras" (46); rechaza claramente, para lo sucesivo, los parentescos de carácter sanguíneo, reconociendo sólo los de carácter espiritual. En efecto, en este pasaje se lee lo siguiente:

   San Mateo (capítulo XII). "47. Y le dijo uno: Mira que tu madre, y tus hermanos (es decir, tus parientes cercanos) (47), están fuera y te buscan. 48. Y El respondiendo al que le hablaba, le dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? (es decir, mis parientes). 49. Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: Ved aquí mi madre, y mis hermanos. 50. Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos: ese es mi hermano, y hermana y madre" (48).

   Por ello, aunque Jesús tuvo parentesco sanguíneo por parte de su madre con el antiguo pueblo hebreo de los tiempos bíblicos, es evidente que para el futuro daba valor sólo a los parentescos espirituales, prescindiendo de los nexos sanguíneos existentes con sus allegados y con mayor razón con el pueblo judío, que lo rechazó como Mesías, renegando de El; lo martirizó y asesinó en medio de lento y cruel suplicio hasta consumar el crimen más atroz de todos los tiempos, convirtiéndose en el pueblo deicida.

   Pero al llamar Cristo a los judíos –que lo repudiaron- hijos del diablo y raza de víboras, afirmaba ser Él el Hijo de Dios; haciendo ver que ningún parentesco podía vincularlo a ellos, ya que ninguno puede haber entre el Hijo de Dios y los hijos del demonio, ni puede existir nexo alguno entre el bien y el mal.

   Es, pues, completamente falsa y hasta herética la tesis de que la Sinagoga de Satanás, es decir, el judaísmo moderno, haya dado su sangre a Cristo y que por ello no pueda combatírsele. Si fuera cierta tan infame tesis ni Jesucristo mismo, ni sus apóstoles, ni muchos santos, concilios y Papas, lo habrían combatido.

   Es absurdo identificar al primitivo pueblo hebreo de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, María Santísima y los apóstoles, que recibió el privilegio divino de ser el pueblo escogido del Señor, con los judíos posteriores, quienes al violar la condición impuesta por Dios para ser pueblo escogido, se hicieron acreedores por sus crímenes, apostasías y maldades al título de la Sinagoga de Satanás.

   El privilegio de pueblo escogido de Dios ha sido heredado por la Santa Iglesia de Cristo, verdadera sucesora espiritual del primitivo pueblo hebreo de los tiempos bíblicos. Las profecías del Antiguo Testamento respecto al verdadero pueblo de Dios rigen para la Iglesia de Cristo, que actualmente es, según la Doctrina de la Iglesia, el verdadero pueblo de Dios. Por lo tanto, considerar ahora pueblo de Dios al de Israel, es negar los efectos de la venida de Cristo y negar la razón de ser del cristianismo. Sólo los clérigos sucesores de Judas Iscariote podrían afirmar semejante aberración.

   En la misma confusión en que incurren los clérigos cristianos que hacen el juego a la Sinagoga de Satanás, cayeron –aunque con objetivos completamente opuestos- ciertos sectores extremistas del nazismo, los cuales en su afán de combatir al judaísmo internacional, inventaron una doctrina racista que identificando en forma tan absurda, como blasfema, al pueblo escogido de Abraham, Isaac, Moisés, María Santísima y los apóstoles con la Sinagoga de Satanás, o sea, con el judaísmo moderno, repudiaron por igual a unos y a otros, como miembros de una raza indeseable, sosteniendo una tesis inaceptable para los cristianos.

   Los alemanes anticomunistas que en forma tan heroica están luchando contra el imperialismo soviético, deben meditar serenamente este asunto, para que aquellos que están combatiendo contra el judaísmo satánico no cometan de nuevo el error de los nazis extremistas que los lleve a esa absurda y anticristiana confusión de tipo racista, que además de ser injusta, equivocada y blasfema, provocaría la indignación de los cristianos en estos momentos en que es necesaria la unión de todos los hombres honrados del mundo, de todos los que creen en Dios y en la causa del Bien, para combatir a la bestia judeo-comunista que avanza incontenible y sanguinaria, amenazando por igual a toda la humanidad, sin distinción de razas o de religiones.

   Para dar un prueba contundente de lo peligroso que es formular condenaciones generales del antisemitismo, vamos por último a citar un documento irrefutable, el de una de las obras oficiales más importantes del judaísmo contemporáneo, la "Enciclopedia Judaica castellana" (publicada en 1948 por la Editorial Enciclopedia Judaica, México, D. F.), y en cuya elaboración colaboraron, entre otros: Ben-Zion Uziel, gran rabino de Tierra Santa; máximo Yagupsky, del departamento latinoamericano del "American Jewish Commitee" de Nueva York; Profesor Dr. Hugo Bergmann, catedrático y ex-rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén; Isidore Meyer, bibliotecario de la "American Jewish Historical Society" de Nueva York; Haim Nahoum Effendi, gran rabino de Egipto; Dr. Georg Herlitz, director de los archivos centrales sionistas de Jerusalén y muchísimos otros destacados dirigentes y hombres de letras del judaísmo mundial.

   Lo más importante es que dicha enciclopedia judía, en la palabra "antisemitismo", hace una definición de lo que los hebreos consideran como tal, diciendo entre otras cosas lo siguiente:

   "B). En la edad Media.- Con el establecimiento de la Iglesia cristiana como religión de estado y su expansión en Europa, empezó la persecución de los judíos por los cristianos. Los motivos fueron al principio puramente religiosos...

   La autoridad espiritual de la Iglesia no quedó en realidad establecida sino muy imperfectamente. A medida que la herejía levantaba la cabeza, la persecución se hacía más intensa y se abatía comúnmente también sobre el judío, perenne y cómoda cabeza de turco. Frente a los esfuerzos propagandísticos de la Iglesia, el judío era el negador constante. Gran parte del antisemitismo cristiano se debía a la transformación del ritual religioso que la Iglesia había adoptado del judaísmo, en simbolismo antijudío. La fiesta judía de la Pascua se relacionó con la crucifixión...Y los sermones empezaron a llamar a los judíos pérfidos, sanguinarios, etc., y a excitar contra ellos los sentimientos del pueblo. Se les atribuían poderes mágicos y maléficos debido a su alianza con Satanás. El mundo católico llegó a creer que los judíos sabían que la doctrina cristiana era la verdadera, pero que se negaban a aceptar esa verdad y que falsificaban los textos bíblicos para impedir su interpretación cristológica.

   La alianza judía con Satanás no era una alegoría para al mentalidad medieval, ni invento de un clero fanático. El mismo Evangelio (Juan 8, 44) decía que los judíos son hijos del diablo. Los ministros de la Iglesia recalcaban constantemente el satanismo de los judíos y los llamaban discípulos y aliados del diablo...

   La constante acusación eclesiástica del deicidio, de su sed de sangre cristiana, de sus azotamientos mágicos de crucifijos, de su irrazonabilidad y de sus malos instintos produjeron un cuadro demasiado horrible para que no ejerciera los efectos más profundos sobre las muchedumbres...

   Aunque la Iglesia trató de contener, por medio de bulas papales y encíclicas, el odio popular que ella misma había creado, los sentimientos antijudíos de la época se tradujeron en excesos del populacho, en matanzas de judíos, expulsiones, conversiones forzadas...".

   Y después de citar los enciclopedistas hebreos las leyes antijudías de algunos monarcas cristianos, algunas de las cuales dicen haber sido inspiradas por varis Padres de la Iglesia, como Ambrosio y Crisóstomo, concluyen afirmando que:

   "Sin embargo, la legislación más hostil provenía de la misma Iglesia, de sus concilios, de los acuerdos papales y del derecho canónico, cuya severidad creció constantemente desde el siglo IV hasta el XVI" (49).

   Una de las últimas manifestaciones de la literatura judía, que sostiene la tesis de que la Iglesia ha sido injusta contra los judíos desde que: "los romanos condenaron a Cristo", son los libros de Jules Isaac: "Jésus et Israël", y el reciente, "L´enseignement du Mépris" enaltecidos por el escritor y político Carlo Bo (50).

   Las presiones constantes de quienes –dentro de la Santa Iglesia- sirven a los intereses del judaísmo, dirigidas a obtener condenaciones ambiguas del antisemitismo, no pueden tener otro objeto siniestro que lograr que la Iglesia acabe condenándose a sí misma, ya que los judíos que se sienten más que nadie autorizados para definir el antisemitismo, consideran a la Santa Iglesia, como aquí puede verse, como la responsable principal de un feroz antisemitismo cristiano.

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NOTAS

  • [41] Joseph Dunner, The Republic of Israel. Edición octubre de 1950. p. 10.         
  • [42] Biblia. Evangelio según San Juan, Cap. VIII, Vers. 39-44, 47, 48, 49, 52, 57, 58, 59.
  • [43] Nuestro Divino Redentor increpa aquí a los escribas, fariseos y rabinos, gentes todas que integraban la intelectualidad dirigente del pueblo judío.
  • [44] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XXIII, Vers. 33-37.
  • [45] Biblia, San Juan, Apocalipsis, Cap. II, Vers. 9; Cap. III, Vers. 9.
  • [46] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XII, Vers. 34.
  • [47] Es común en el lenguaje bíblico llamar hermanos a los parientes cercanos.
  • [48] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XII, Vers. 47-50.
  • [49] Enciclopedia Judaica Castellana, México, D. F.: Editorial Enciclopedia Judaica Castellana, 1948. Vocablo "antisemitismo". Tomo I, pp. 334-337.
  • [50] Carlo Bo, E ancora deficile dire ebreo, artículo de la revista "L´Europeo".