COMPLOT CONTRA LA IGLESIA
Maurice Pinay |
Cuarta Parte |
ANEXO: OTROS SECRETOS DEL JUDAÍSMO |
Capítulo Cuadragésimo Quinto
SIONISMO y COMUNISMO
El pueblo de Israel es evidentemente un pueblo nómada. Pero desde antes de la destrucción del Estado Judío por los romanos (Año 70 E. C.) hace casi diecinueve siglos, ya era como sus hermanos de raza los fenicios, un pueblo que establecía colonias migratorias en otras naciones, al mismo tiempo que tenía su propio Estado territorial. Cuando los romanos destruyeron el Estado judío y derribaron el segundo Templo, el Judaísmo ya disperso en distintos pueblos de la tierra, siguió existiendo por medio de las colonias israelitas que habitaban en el territorio de dichos pueblos, y que se vieron reforzadas y aumentaron en número, con los judíos que emigraron, huyendo al ser destruido su Estado. Todas estas colonias israelitas han sido dotadas de instituciones que, como antes he dicho, les han dado gran solidez orgánica y política, constituyendo las células básicas de que está formada la nación judía dispersa por todo el mundo, y han estado coordinadas y dirigidas en dimensión internacional por Sínodos Rabínicos, que a través de los siglos se han celebrado, por lo general en secreto. Al rey del antiguo Estado Judío y al Gran Sanhedrín, sucedió el Nasí (príncipe o patriarca) con autoridad suprema sobre el Israel de la Diáspora. El Nasí era antes el jefe del Gran Sanhedrín. El cisma babilónico le opuso el Exilarca o Príncipe del Destierro, que tenía igual autoridad que el Nasí, con respecto de las comunidades israelitas que seguían su obediencia. En tiempos de Napoleón Bonaparte y por iniciativa de éste, se reunió en público de nuevo el Gran Sanhedrín, bajo la presidencia del Nasí. En el siglo XX, salieron de nuevo a la luz pública instituciones del gobierno mundial israelita. Después de la primera guerra mundial vemos aparecer con tal carácter al «Comité de Delegaciones Judías» que había participado con éxito en la Conferencia de la Paz, haciendo prevalecer en ella los puntos de vista israelitas. En agosto de 1932, septiembre de 1933 y agosto de 1934 se reunieron en Ginebra Sínodos mundiales israelitas, en forma pública, aunque la mayor parte de sus acuerdos se conservaron en secreto. Adoptaron el nombre oficial de «Conferencia Mundial Judía». En la última de ellas se aprobó organizar en forma permanente el «Congreso Mundial Judío», como órgano oficial y público permanente, del gobierno universal de la nación israelita diseminada por todo el mundo. Dicho Congreso Mundial Judío quedó en definitiva instalado en la propia ciudad de Ginebra, en el año de 1936, por el rabino Stephen S. Wise, presidente del antiguo «Comité de Delegaciones Judías» a que ya hice mención, e hizo en nombre del Israel mundial una declaración digna de tomarse en cuenta, a saber, que los judíos ya «no son un credo ni una religión, sino que son un pueblo, UN TODO JUDIO que nos incluye a todos nosotros». En realidad como ya lo dije, actualmente están encuadrados en el Israel mundial, no solamente las distintas fracciones religiosas que antes habían sostenido fuertes pugnas entre sí, por su distinta interpretación de la religión de Israel, sino también los judíos incrédulos, deístas, materialistas y ateos, que aunque no son de religión judía, forman parte del pueblo de Israel, y de la nación israelita, con los mismos derechos que los judíos creyentes. Pero uno de los más grandes ideales del Israel Mundial de la Diáspora (dispersión), fue constituir de nuevo en cuanto le fuera posible el Estado de Israel, no para que regresaran a él todos los hebreos dispersos en todos los países de la tierra, como se ha dicho falsamente por éstos, ya que no les conviene abandonar las posiciones que les han permitido realizar en mayor o menor grado la conquista política y económia de los pueblos gentiles; sino simplemente por motivos patrióticos y religiosos, y la fuerte tendencia reivindicante que en mayor o menor grado padecen los israelitas. La reconstrucción del Estado de Israel y del Templo de Salomón ha constituido para ellos una obsesión secular. Sin embargo, ya desde el siglo segundo de la Era Cristiana hubo entre los israelitas divergencias a este respecto. Aquellos en los que predominaba el sentimiento nacionalista sobre la ortodoxia religiosa, seguían soñando con reconquistar Palestina por medios políticos o militares. En cambio, la ortodoxia consideraba un grave pecado realizar tales intentos antes de la venida del Mesías prometido en las Sagradas Escrituras, que sería quien realizaría tan caros ideales. El triunfo del rabinismo después del fracaso de Bar-Cochba (Año 135 E. C.) en su intento de librar a Palestina de la dominación romana, hizo triunfar por muchos siglos este punto de vista teológico de la cuestión, considerándose ilícito, y hasta un pecado grave, intentar la reconquista de Palestina antes de la venida del Mesías, por lo que los intentos más importantes proyectados en este sentido, fueron acariciados por la serie de falsos Mesías que aparecieron en las colonias israelitas del mundo, desde Sereno (Año 720 Era Cristiana) hasta Sabbatai-Zevi (1626-1676 E. C.) Y Jakob Frank (1757 E. C.), lo que no impidió que en algunas ocasiones, dirigetes israelitas más nacionalistas que aquejados por escrúpulos religiosos, proyectaban en alguna forma el llamado retorno a Sión y la reconquista de Palestina, sin esperar la llegada del Mesías, aunque desafiando la oposición y la ira de la ortodoxia rabínica, cuyos escrúpulos teológicos recibieron en el siglo XIX a este respecto, un golpe decisivo debido a dos causas principales. En medio del cisma que rompió temporalmente la unidad orgánica e institucional del Israel Mundial, provocado por la reforma religiosa iniciada en el siglo XVIII por Moisés Mendelssohn (Moisés Ben Mendel), que dio origen al Movimiento Hascala, y al Neomesianismo de que luego hablaré, en la parte del Judaísmo que permaneció fiel a la vieja ortodoxia rabínica, surgió un gran teólogo, el Rabino Tzvi-Hirsh-Kalischer (1795-1874), que con dialéctica genial, logró en su mayor parte destruir los escrúpulos teológicos de que he hecho mención, sosteniendo que era lícita y deseable la reconquista de Palestina, sin tener que esperar a la venida del Mesías. Las prédicas de este Rabino, secundado luego por otros en las comunidades todavía ortodoxas, preparó el camino en forma decisiva al movimiento sionista que años después habría de surgir. El otro factor que abrió en forma decisiva en el Israel Mundial las puertas al Sionismo, fue el Neomesianismo, a que antes hice mención. Sus principales sostenedores fueron los seguidores de las reformas de Moisés Mendelssohn, entre ellos los integrantes del Movimiento «Hascala» y de la «Unión de los judíos para la Ciencia y la Civilización» entre quienes se contaron destacadamente el Rabino Moisés Hess, el Rabino Baruch Levy, uno de los mentores israelitas del fundador del comunismo moderno, Karl Marx, cuyo padre, a pesar de que se había convertido oficialmente al protestantismo cuando el niño Karl tenía sólo seis años, en que recibió su bautismo, lo envió a la edad adecuada a recibir la educación rabínica que correspondía a la tradición de su familia. Marx fue por lo mismo un marrano (cripto-judío) en toda la extensión del vocablo, y otro de los portavoces en el seno del Judaísmo de la nueva tendencia neomesiánica, junto con Henri Heine otro marrano, y el historiador israelita Graetz, que en su obra monumental de Historia de los Judíos, contribuyó a difundir el Neomesianismo del Judaísmo reformado. El eminente investigador francés Salluste en su obra titulada «Les origines secretes du Bolchevisme», da muy valiosos datos sobre todo esto, e inserta en dicho libro, ese valioso documento que armó tanto revuelo en Europa, y que expone en toda su amplitud lo que es la nueva tendencia neomesiánica en el Israel Mundial. Se trata de la conocida carta del Rabino Baruch Levy a su discípulo Karl Marx, en que le expone lo que es el Neomesianismo. En dicha carta el referido Rabino le dice: «El pueblo judío en su totalidad, será él mismo su propio Mesías. Su reinado sobre el universo se realizará por la unificación de las demás razas humanas, la supresión de las monarquías y de las fronteras que son baluarte del particularismo y el establecimiento de una república universal que reconocerá en todas partes los derechos de ciudadanía de los judíos. En esta nueva organización de la humanidad los hijos de Israel diseminados actualmente sobre toda la superficie de la tierra, todos de la misma raza y de igual formación tradicional, llegarán sin gran oposición a ser el elemento dirigente en todas partes, sobre todo, si pueden imponer a las masas obreras, la dirección de judíos. Así, a favor de la victoria del proletariado, pasarán a manos israelitas los gobiernos de todas las naciones al formarse la república universal. Entonces podrá ser suprimida la propiedad individual por los gobiernos de raza judía, que podrán así administrar en todas partes las riquezas de los pueblos, y así se realizará la promesa del Talmud de que cuando lleguen los tiempos mesiánicos, los judíos tendrán bajo sus llaves los bienes de todos los pueblos de la tierra». Con estas pocas frases el rabino Baruch Levy resumía a su discípulo el joven Marx, lo que era el Neomesianismo, y su realización por medio de la revolución comunista universal, utilizando a la clase obrera simplemente como instrumento ciego. Al genio del propio Karl Marx correspondería después dar a estos principios básicos, el gran desarrollo que supo imprimirles. Pero el Neomesianismo, que renunciaba en definitiva a la idea de un Mesías personal, para substituirlo por la nación judía como Mesías de sí misma, al mismo tiempo que dio origen al socialismo marxista o comunismo moderno, hizo posible el advenimiento del Sionismo, ya que echó por tierra de un solo golpe los escrúpulos rabínicos de que la reconquista de Palestina y la creación del Estado de Israel, sólo podrían ser realizados por el Mesías prometido. Siendo el pueblo de Israel disperso por el mundo su propio Mesías, a dicho pueblo quedaba encomendada la misión de restaurar en Palestina el reinado de Israel. Por ello, aunque algunos miembros del Movimiento Hascala, destacándose entre ellos Joseph Perl, llegaron a desechar de momento por motivos políticos la restauración de una Palestina israelita, tierra poblada por árabes y a la sazón provincia del Imperio Romano, el Neomesianismo, al barrer las objeciones teológicas que tanto he mencionado, abría las puertas al Sionismo entre los israelitas, que en número cada vez mayor han ido desechando la idea de un Mesías personal, para adoptar la de Israel Mesías de sí mismo, que de por sí solo habría de restaurar el reino judío en Palestina. He podido comprobar que incluso rabinos ortodoxos piensan ya que el Mesías es una simple alegoría, y que el pueblo de Israel es en sí mismo su propio Mesías, independientemente de lo que a este respecto sostengan como opinión oficial. El artículo de la Fe del Judaísmo Ortodoxo que dice: «Creo firmemente en la venida del Mesías, y aunque llegue tarde, espero diariamente su llegada» (1) muchos lo interpretan en sentido neomesiánico, considerando que al decir venida del Mesías, se entiende «venida o llegada de los tiempos mesiánicos». Además entre los sionistas contemporáneos, los elementos neomesiánicos abundan, habiéndose considerado al Sionismo como un movimiento mesiánico, independientemente del surgimiento de un Mesías personal. La idea del Sionismo como movimiento mesiánico, aceptada por lo general en el Judaísmo, es una idea de tipo notoriamente neomesiánico; como neomesiánico es también el socialismo comunista de Karl Marx, tentáculos ambos del mismo pulpo israelita que trata de dominar al mundo para realizar así su ideal mesiánico. Existen sin embargo sectores ultraortodoxos en el Israel Mundial, que siguen creyendo ilícita y pecaminosa la creación del Estado de Israel, antes de la llegada de un Mesías personal; pero esta secta se encuentra en pequeña minoría en el conjunto del Israel Universal. Estos ultraortodoxos han predicho incluso que la ira de Dios va a destruir en forma terrorífica a un Estado de Israel, creado en forma que contradice los mandatos divinos. En realidad los que sostienen tal tesis,. se apegan a la genuina ortodoxia rabínica sostenida durante varios siglos, y modificada solamente el siglo pasado, en la forma que he expuesto. Para ellos, si el Estado de Israel es destruido en forma catastrófica por los gentiles, éstos actuarían en tal caso como simples instrumentos de la ira de Dios. Pero como he dicho, este residuo de la auténtica ortodoxia judía es tan pequeño, que no pudo estorbar seriamente el desarrollo y el progreso del Sionismo. Retornando al nacimiento de éste, es importante hacer notar, que la tesis del rabino ortodoxo Kalischer que, como dije, abrió las puertas de la ortodoxia al Sionismo, tuvo también influencia decisiva en el rabino comunista y neomesiánico Moisés Hess, absorbido a la sazón en fomentar la revolución comunista del proletariado. Hess hizo suya la exigencia del ortodoxo Kalischer, de que se devolviera Palestina al pueblo judío y en su libro «Roma y Jerusalem» atacaba por igual a los rabinos ortodoxos y reformistas, que habían sacrificado la idea nacional judía, y lanzó la idea de convocar a un Congreso judío, que se encargara de colonizar Palestina. Hess admite que en su posición en pro de una Palestina israelita, influyó también el neomesiánico Graetz. Aquí vemos claramente en la cuna del Sionismo, unidos a dirigentes de la ortodoxia judía, del Neomesianismo y del comunismo, marchando codo con codo. El comunista Moisés Hess murió el año de 1875, en que destruídos en la forma antes dicha los escrúpulos teológicos que impedían el nacimiento y desarrollo de un movimiento sionista importante, ya solamente faltaba el caudillo apropiado para darle el impulso necesario y este caudillo fue Teodoro Herzl, cuyo fanatismo israelita, a semejanza del de los fundadores judíos del comunismo moderno Marx y Engels, lo indujo a llevar como ellos la barba tradicional ordenada por la Thora, cuyos preceptos al respecto obedeció también el fanático marrano (cripto-judío) Fidel Castro, cuyo fanatismo hebraico lo indujo a imponer dicha barba a los miembros de su jauría, aunque para justificar tal medida la encubra con otros pretextos. El apellido Castro, como es bien sabido, es uno de los más típicos de los marranos españoles. Teódoro Herzl nació en Budapest en 1860. En el año de 1896 publicó su obra titulada «El Estado Judío», con el cual logró en las comunidades israelitas del mundo vencer muchas objeciones y lograr gran apoyo para el ideal sionista, cuyo nombre se debe a la idea del retorno a Sión. Herzl procedió igualmente a fundar y extender universalmente la «Organización Mundial Sionista» y logró de los dirigentes del Israel Mundial, que procedieran a realizar lo que exteriormente se ha conocido como primer Congreso Sionista de Basilea, pero que en realidad fue además, un verdadero Sínodo Universal Israelita, que como tal, constituyó una auténtica representación de la nación judía diseminada por el mundo, en el que además de dar el Judaísmo internacional su aprobación al movimiento sionista, se tomaron distintos acuerdos relacionados con la estrategia política de los judíos en el mundo, se logró resolver ciertas pugnas que habían surgido entre los mismos sionistas, y dominar de momento la oposición de muchos sectores israelitas en contra del movimiento sionista; aunque no fue posible, suprimir otra serie de rivalidades, que sin romper la unidad orgánica institucional del Israel Mundial, seguían como siempre causándoles grandes daños. Entre estas últimas es digna de mención en esos tiempos, la surgida en el movimiento comunista, entonces incipiente, entre la pandilla judaica que reconocía a Lenin como jefe, y el llamado «Bund Socialista Judío», y que condujo a la división entre bolcheviques y mencheviques del Partido Ruso Social Demócrata de Trabajadores (comunista). Esta pugna, aunque tenía como base una discrepancia real acerca de la estrategia a seguir respecto a la forma de como los judíos deberían dirigir la revolución y a la mejor manera de realizar ésta, en realidad también encubría rivalidades basadas en las ambiciones desmedidas de mando, tanto de Lenin, como de sus competidores. Este pleito entre judíos en el naciente movimiento comunista, iba a ser el preludio de los que con posterioridad desgarrarían las entrañas del comunismo mundial y, por ende, del propio Judaísmo. Retornando al Sionismo, en 1898 celebró Teodoro Herzl en la misma Basilea otro Congreso, al parecer ya solamente sionista, y luego otro más en el año de 1899, quedando asegurado el porvenir del movimiento sionista mundial. El plan era, primero ir invadiendo Palestina, poblada de árabes, con emigrantes judíos, hasta lograr el arraigo allí de una población israelita lo suficientemente poderosa, para lograr con el apoyo de grandes potencias controladas por el Judaísmo, expulsar a la población árabe del territorio que había ocupado durante más de doce siglos, confiscándole además sus propiedades y matándole en caso de ser necesario (cometiendo así una gigantesca operación de genocidio). Es por lo mismo comprensible, que este enorme atraco pudiera tener graves consecuencias políticas para muchos sectores del Israel Mundial, lo que en los años posteriores vino a fortalecer la oposición al Sionismo de algunas fracciones del Judaísmo, principalmente del reformista o liberal. Basilea siguió sirviendo de sede gran parte de los Congresos Sionistas, el último de los cuales, el número 22, se celebró también en esa ciudad el año de 1946. Teodoro Herzl no solamente sacrificó por este ideal el resto de su vida, sino toda su fortuna personal, donada generosamente en beneficio del ideal de su existencia. Ojalá que en esto fuera imitado, aunque sea solo en parte, por tantos burgueses gentiles acaudalados y egoístas, que son incapaces de sacrificar parte de su tiempo y de su riqueza, para luchar por defender a sus pueblos, e incluso su propia riqueza personal de la amenaza judío comunista. Este egoísmo suicida de la gran mayoría de la burguesía gentil, es en gran parte causante del desastre horrible que se cierne sobre todos los pueblos gentiles, ya que privados los movimientos patrióticos de defensa nacional del poder económico necesario y de la indispensable colaboración de los cultos talentos de la gran burguesía gentil, languidecen por debilidad, y van en su mayoría al fracaso, principalmente por falta del adecuado financiamiento, ya que cualquier movimiento político para poder sostenerse y triunfar, necesita grandes cantidades de dinero en forma permanente y estable, y al negárselos la burguesía acaudalada, los condena a un fracaso que es suicida para esa misma burguesía. En mayo de 1901 el incansable Teodoro Herzl logró unas audiencias con el Sultán de Turquía, Abdul Hamid y con su Gran Visir, quienes aceptaron recibir emigrantes israelitas en diversas partes del Imperio Otomano, individualmente; pero se negaron a permitir una emigración masiva a Palestina como Herzl les pedía, pretensión que el Califa del Islam, con su gran visión política, comprendió que era un peligro para el Islam en Palestina. Esta negativa valió al religioso y patriota Califa, que el Israel Mundial y su títere la Masonería Universal lanzaran contra él una campaña mundial de calumnias que todavía no se extingue en nuestros días, haciéndolo aparecer como un loco, y como uno de los tiranos más sanguinarios de todos los tiempos. Esta negativa también gestó en los antros ocultos del Israel Mundial la idea de que era necesaria la desintegración del Imperio Otomano, para poder colocar Palestina bajo el dominio de una potencia títere del Judaísmo, que permitiendo la emigración de cientos de miles de israelitas a Palestina, hiciera posible la creación futura del Estado de Israel. Pero para desintegrar el Imperio Turco y liberar de él a Palestina, era necesaria una guerra, no bastando una guerra balcánica, sino una guerra en que se vieran envueltas grandes potencias navales, con poder suficiente para hacer saltar hecho pedazos al Imperio Otomano, siendo este otro de los objetivos que se propuso el Israel Mundial, al preparar y provocar el estallido de la primera guerra mundial, cuando unos jóvenes israelitas servios asesinaron al heredero del trono de Austria-Hungría, prendiendo la chispa necesaria para desencadenar el desbastador incendio, que había de facilitar la caída de las más poderosas monarquías de Europa continental, y hacer factible el triunfo de la revolución comunista en Rusia. Todo esto formó parte de la cosecha judía en la primera guerra mundial. Ante estos hechos tan manifiestos como innegables, es perfectamente explicable que haya sido el Judaísmo internacional, el principal promotor de esa guerra. El gobierno británico, títere del Judaísmo, no tuvo el menor escrúpulo de utilizar el noble y justificado nacionalismo árabe, para destruir a Turquía, y después traicionar a ese nacionalismo árabe en la forma que todos sabemos. El maquiavelismo hebreo llegó al extremo de utilizar a un gran patriota ario, a un auténtico caballero inglés, Lawrence de Arabia, como elemento básico en esta maniobra, engañándolo en forma vil, para que engañado él, pudiera a su vez engañar a sus amigos árabes. Es justo dejar sentado que Lawrence fue tan víctima del engaño de los poderes israelitas de Londres, como lo fueron los propios caudillos árabes. Los judíos, que en un tiempo habían utilizado al Imperio Otomano en contra de la España antijudía y de la Cristiandad europea, y que habían usado a Turquía como lugar de refugio y protección, recibiendo de sus sultanes todo género de beneficios, ahora que Turquía era un estorbo para el Israel Mundial en sus planes de conquista de Palestina, no tuvieron escrúpulos en hundir a su antiguo y generoso protector, el Imperio Otomano, utilizando ahora a ejércitos cristianos como instrumentos para destruir la fuerza que conservaba la unidad islámica, como antes habían usado a los ejércitos musulmanes para abatir a las potencias cristianas que luchaban contra el Judaísmo. Y como dice justificadamente Maurice Pinay, ¿hasta cuándo vamos a permitir los gentiles, que los israelitas nos estén utilizando como carne de cañón para despedazarnos unos contra otros, cristianos contra musulmanes, occidentales contra orientales, razas contra razas, naciones contra naciones, obreros contra patrones, partidos políticos contra partidos políticos? ¿No es hora ya, de que pensemos seriamente en dejar de seguir siendo juguetes en manos de nuestros comunes y mortales enemigos, uniéndonos todos en contra de ellos, y librándonos así del cruel fin que a todos nos tienen reservados? La descarada participación de los israelitas en la acción revolucionaria, primero Nihilista, y después Marxista, contra la Rusia Imperial, trajo como es lógico, las naturales represalias del gobierno y del pueblo ruso sobre los agitadores israelitas, incrementando entonces la necesidad apremiante de la creación del Estado judío, en donde pudieran establecerse los hebreos fugitivos que no tenían cupo en otros países. Y con éste y con otros motivos fue vigorizándose el movimiento sionista, y el movimiento de colonos hebreos hacia la Palestina musulmana, siendo muy significativo que hayan sido precisamente los dirigentes neomesiánicos del Movimiento Hascala en Rusia, los que dieron en este país, el impulso inicial al Sionismo. La primera guerra mundial 1914-1918, dio oportunidad al Judaísmo para dar un paso agigantado, hacia la creación en Palestina del Estado de Israel. La proyectada desintegración del Imperio Otomano por el Judaísmo daría oportunidad a éste de conquistar Palestina. Inglaterra se encontraba a la sazón gobernada por un gobierno masónico y cripto-judaico. En 1916, en plena guerra mundial, el gabinete británico de guerra, compuesto por francmasones, prometió ayudar al establecimiento de un «Hogar Nacional Judío en Palestina». En 1917 Lord Balfour, también francmasón, hizo su histórica declaración en el mismo sentido. En 1919 la naciente Sociedad de las Naciones quedó en manos de la francmasonería y del poder secreto del Judaísmo. Y en esa forma lograron los israelitas colocar Palestina, arrebatada a Turquía, bajo el mandato dado por la Sociedad de las Naciones a Inglaterra, regida entonces por un gobierno satélite del Judaísmo y su títere la masonería, institución ésta última, a la que sus jefes ocultos cripto-judíos impusieron la misión de reconstruir el Templo de Salomón, sin que los masones gentiles se dieran cuenta del significado que tiene esta en apariencia inofensiva alegoría, que además de referirse a la reconstrucción real del Templo de Salomón y del Estado de Israel, significa en el ESOTERISMO JUDAICO, la reconstrucción del poderío de Israel disperso en toda la tierra, destruido por los Papas, los reyes y las clases propietarias y dirigentes de los pueblos gentiles, verdaderos asesinos de Hiram, que en el esoterismo hebreo simboliza el pueblo de Israel, al que debe vengar la orden masónica, aunque en ésta se den a la Leyenda de Hiram diversos significados, según los grados de iniciación masónica, para conducir a los francmasones gentiles engañados, como dóciles y ciegos instrumentos, a una empresa que tiene por meta el logro del dominio del mundo por los israelitas. Aunque inicialmente los judíos británicos patrocinaron con fervor el Sionismo, o sea el movimiento tendiente a la formación del Estado de Israel y el mandato británico sobre Palestina sirvió para facilitar la emigración en masa de más de medio millón de judíos a ese país, multiplicando por doce el número de habitantes israelitas de Palestina, surgieron con posterioridad entre los magnates petroleros y financieros israelitas de Inglaterra y de otras potencias occidentales fuertes oposiciones a la instauración inmediata de un Estado judío en Palestina, pues consideraban que ésta iba a provocar reacciones violentas en el mundo árabe, que podían poner en peligro los intereses financieros israelitas en el Medio Oriente y principalmente los petroleros, y además la oposición al Sionismo desde hacía años se había fortalecido en las comunidades reformistas del Judaísmo liberal, temiendo que la creación del Estado de Israel pusiera en claro que los judíos de todo el mundo eran agentes de una nación extraña y aunque en 1935 el Judaísmo liberal de EE. UU. declaró su neutralidad en materia sionista, no cesó la oposición al Sionismo en muchas comunidades del Judaísmo reformista. Todo esto trajo por consecuencia un retraso de los planes del gobierno británico, entonces controlado por el poder secreto judaico, en la creación inmediata del Estado de Israel. Además la guerra contra Hitler, que en mayo de 1939 el Judaísmo tenía ya planeada, aconsejaba no alinear a los árabes en el lado del EJE ROMA-BERLIN-TOKIO, creando en esos momentos un Estado israelita en Palestina, en perjuicio de la población árabe de este país. Todo esto motivó la declaración del gobierno británico de mayo de 1939, prometiendo su independencia a Palestina en un término de diez años a partir de esa fecha, con salvaguardia de los intereses de la mayoría árabe y de la minoría judía. Esta declaración del gobierno británico, a pesar de haber sido inspirada por los altos círculos dirigentes del Israel Mundial, disgustó en extremo a los sionistas más fanáticos, provocando un choque violento con las organizaciones más impacientes y extremistas del Sionismo, choque que sin romper de momento la unidad institucional mundial hebrea, se tradujo en atentados terroristas de fanáticos sionistas (Or- ganizaciones Irgum, Zwai, Leumi, Stern, Hagana) destinadas a forzar al gobierno inglés a cumplir rápidamente las antiguas promesas de Lord Balfour. Algunos grandes magnates hebreos, que se oponían fuertemente a tal plan, no sólo fueron acusados por los sionistas como adoradores del becerro de oro, sino que sufrieron atentados de parte de las organizaciones sionistas más fanáticas. Pero las persecuciones de judíos durante la segunda guerra mundial fortalecieron dentro del Judaísmo los argumentos de los sionistas, en favor de la creación inmediata del Estado de Israel, lográndose que los hebreos divididos internamente a este respecto, se unificaran, y se resolvieron a la creación inmediata de dicho Estado judío. y el gobierno de Inglaterra, títere del Judaísmo, acató la orden de sus jefes ocultos, al mismo tiempo que la Unión Soviética, convirtiéndose en el padrino más importante del Sionismo, apoyaba en abril de 1947 que la cuestión de Palestina fuera incluida en la agenda de las Naciones Unidas y aprobando también el proyecto de dividir Palestina entre los judíos y los árabes. El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el apoyo de las delegaciones de la Unión Soviética y los Estados comunistas satélites, aprobó la creación de un Estado judío independiente en Palestina, y finalmente, el gobierno británico manifestó su decisión de abandonar Palestina el 15 de mayo de 1948, en que finalizaba el mandato que le había conferido la Sociedad de las Naciones; y dio pasos para realizar tal evacuación. Los israelitas no esperaron el día 15, porque caía en sábado y proclamaron la independencia del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 en la tarde; siendo también muy significativo que la Unión Soviética fue la primer potencia que reconoció al Estado de Israel, y la que propuso su admisión en la Organización de las Naciones Unidas, como todos los eruditos pueden recordar. El apoyo comunista al Sionismo no pudo ser más claro y decisivo. La pugna entre Stalin y el Estado de Israel, al que con tanto entusiasmo había patrocinado, se originó de la siguiente manera. Después de que los judíos Roosevelt y Harry Salomón Truman entregaron a su hermano israelita Stalin, Europa Oriental y China, siguiendo los planes hebreos de implantar en todo el mundo la dictadura comunista, las ambiciones paranoicas de mando de Stalin, le hicieron sentirse ya casi dueño del mundo, queriendo convertirse como antes indicamos en jefe supremo del Judaísmo universal. Esto provocó a fines de 1948 un rompimiento entre Stalin y las comunidades judías stalinistas, por una parte, y el resto del Judaísmo mundial por otra. En esta ocasión las divergencias con Stalin y el Judaísmo stalinista, que se habían venido discutiendo y resolviendo durante algún tiempo en la forma parlamentaria descrita en el capítulo XI, llegaron al extremo del rompimiento total de la unidad institucional del Israel Mundial. Stalin y su secta secreta desconocieron toda autoridad del Congreso Mundial Judío, y de Bernard Baruch, sobre las comunidades israelitas de la Unión Soviética, y de los Estados satélites rojos de Europa Oriental, al mismo tiempo que extendían el cisma a todo el mundo, tratando de atraer a él al mayor número de judíos. En Rusia y Estados satélites lograron implantar el cisma por medio de la fuerza bruta, matando o encarcelando a todo israelita que se oponía a él. En cambio en el mundo libre, solamente lograron atraer al cismático stalinismo a una pequeña minoría fanática y activa de judíos. Los resultados de este cisma temporal en el seno del pueblo de Israel, disperso en toda la tierra, fueron dañinos para la empresa revolucionaria de éste. En el naciente Estado de Israel, los hebreos stalinistas trataron de controlar el gobierno; pero fracasaron, quedando este sólidamente en manos de los judíos fieles al Congreso Mundial Judío de Nueva York, y a su jefe oculto, Bernard Baruch. Esto enfureció a Stalin, quien desató tanto en la Unión Soviética como en las dictaduras socialistas de Europa Oriental, una feroz persecución, no solamente contra los sionistas, sino contra los rabinos y jefes de comunidades judías, que suponía permanecían fieles al mando judío neoyorkino, substituyéndolos en la dirección de dichas comunidades, por rabinos y jefes de filiación stalinista Se llenaron las cárceles de judíos antitalinistas y hasta fueron asesinados en estas circunstancias muchos dirigentes y gobernantes hebreos del mundo comunista. |
NOTA
(1). Este artículo de la Fe del Judaísmo Ortodoxo, corresponde al doceavo de los Trece establecidos por el Rabino Moisés Maimonides,. uno de los forjadores de la actual religión israelita, y quien glorificó el marranismo, convirtiéndose él mismo fingidamente al Islam.