COMPENDIO DE VERDADES OPORTUNAS QUE SE
OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS
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Mons. Antonio de Castro Mayer

IV Sobre la vida espiritual

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FALSO   VERDADERO
   l La unión con Dios consiste en el contacto vital y experimental con Cristo, la unión moral, o sea, el ejercicio de las virtudes, es accesorio para conseguir este fin.
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   K No es posible distinguir en Dios su esencia de su santidad, por consiguiente, es falsa cualquier concepción que pretenda afirmar formal o implícitamente una unión con la esencia divina sin que haya al mismo tiempo unión con la santidad de Dios. Por tanto, es falsa también la separación que se quiere hacer entre la unión ontológica y la unión moral, mediante la obediencia a los mandamientos, porque ambas resultan de la gracia santificante, de las virtudes infusas y de las gracias actuales. La gracia y sus operaciones escapan por sí del campo de la experiencia (Cfr. 1ª 2.ae S. T., q. 112, art. 5, c; De Veritate, q. 10 art. 10, c).
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Explanación

   La proposición impugnada tiene fuerte carácter modernista, porque hace consistir la vida espiritual, principal y casi exclusivamente en una unión ontológica y experimental con Dios, en un campo que queda más allá de las operaciones de las facultades del alma; en un campo, por así decir, transpsicológico. En el orden moral lleva al laxismo. Si la unión con Dios no se realiza por la unión con la santidad divina, todos los mandamientos son secundarios o superfluos, porque no conducen al fin último que es Dios. Se diría que se forman dos clases espirituales: una de los que vuelan hacia los parajes do la unión ontológica y experimental con Dios; otra de los que, guiados por los moralistas, se arrastran por el terreno de los mandamientos. La unión con Dios procede principalmente de una participación de la naturaleza divina, que se realiza por la gracia santificante. Esta, sin embargo, no es independiente del cumplimiento de los mandamientos, sin lo cual no puede subsistir ni desenvolverse. Santo Tomás afirma (Ia IIae "Suma Teológica", 9, 4, a 4 c): "Rectitudo voluntatis requiritur ad beatitudinem et antecedenter et concomitanter. Antecedenter quidem, quia rectitudo voluntatis est per debitum ordinem ad finem ultimum. Finís autem comparatur ad id quod ordinatur ad finem, sicut forma ad materiam. Unde sicut materia non potest conseguí formam, nisi sit debito modo disposita ad ipsam, ita nihil consequitur finem, nisi sit debito modo ordinatum ad ipsum. Et ideo nullus potest ad beatitudinem pervenire nisi habeat rectitudinem voluntatis. Concomitanter autem, quia, sicut dictum est, beatitudo ultima consistit in visione divinae essentiae, quae est ipsa essentia bonitatis. Et ita voluntas videntis Dei essentiam, ex necesítate amat quidquid amat sub ordine ad Deum" ("La rectitud de la voluntad es necesaria para la bienaventuranza tanto antecedente como concomitantemente. — Antecedentemente, por que tal rectitud supone el orden debido en relación al último fin, porque el fin es con relación a las cosas que a él se ordenan lo que es la forma con relación a la materia. Y como ésta no puede conseguir aquélla si para ella no estuviere dispuesta de cierto modo, así, nada consigue su fin sin estar a él ordenado. Y, por tanto, nadie puede llegar a la bienaventuranza sin la rectitud de la voluntad. — Y concomitantemente, porque, como ya se dijo, la bienaventuranza última consiste en la visión de la esencia divina, que es la esencia misma de la bondad. Así, la voluntad de quien ve la esencia de Dios lo ama todo, por fuerza, con subordinación a Dios").

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FALSO   VERDADERO
   l Para la unión del cristiano con Cristo, el esfuerzo para practicar la virtud y cumplir los mandamientos es secundario, y casi innecesario. Dar mucha importancia a la práctica de las virtudes, y preocuparse por la obediencia de los mandamientos es «moralismo» reprobable, o «virtutocentrismo».
 
   K El esfuerzo del cristiano en la práctica de la virtud y de los Mandamientos es indispensable para obtener, mantener y aumentar la unión con Cristo, fruto de la gracia santificante. La preocupación por el cumplimiento de los Mandamientos es necesaria cuando no se tenga, como preocupación obsesionante.
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Explanación

   Dada la flaqueza humana, se manifiesta fácilmente la tendencia del hombre a apreciar aquello que le eleva — la gracia santificante — sin apreciar aquello que le impone obligaciones —la ley moral—. Se comprende muy bien que la Iglesia, como buena maestra, insista sobre lo más difícil, que es la práctica de los Mandamientos. En esto no puede haber ningún "moralismo" reprobable. Fue, por otra parte, la actitud del divino Fundador de la Iglesia, Jesucristo. Censurable sería llegar al extremo del pelagianismo, al concebir el acto de virtud como meramente natural independiente de la gracia y capaz de obtener por sí solo la unión con Dios.   

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FALSO   VERDADERO
   l El "moralismo" o "virtutocentrismo" fija la atención del cristiano sobre sí mismo desviándola de Dios. El hombre, con sus problemas morales, pasa a ser el centro de la vida espiritual. Es el hediondo antropocentrismo, diametralmente opuesto a la verdadera piedad católica que es teocéntrica.
 
   K  Cuando el cristiano vuelve la atención hacia sí mismo parece combatir un defecto y adquirir una virtud, practica un excelente acto para unirse con Dios, haciéndolo por un motivo sobrenatural. Nada hay en esto de antropocéntrico, ya que el hombre se vuelve a sí mismo para mejor unirse con Dios. Pues, según la Escolástica, lo primero en la intención es lo último en la ejecución.
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Explanación

   Como la rectitud de la voluntad es medio necesario para llegarse a Dios, todo cuanto el cristiano haga para su progreso en la virtud y perfeccionamiento moral, tiene como centro y meta al propio Dios y no al hombre. Toda la ascética cristiana es, pues, teocéntrica. Por otra parte, la sentencia impugnada no es error nuevo; ya entre las proposiciones de Miguel de Molinos condenadas por Inocencio XI (27 de noviembre de 1687), la del núm. 9, entre otras cosas, censura también esta actitud con los propios defectos (D. 1229). Recientemente el Santo Padre Pío XII consagra más de una página de la "Mediator Dei" (A. A. S. 39, págs. 533-537) para censurar esta falsa posición ascética de muchos católicos que pretenden evitar el esfuerzo para vencer las pasiones y unirse con Cristo.

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FALSO   VERDADERO
   l  La espiritualidad de los Ejercicios de San Ignacio, y, en general, las escuelas de espiritualidad nacidas bajo el influjo de la Contrarreforma, como la de San Juan de la Cruz, San Alfonso María de Ligorio, etc., están impregnadas de «antropocentrismo» virtutocentrismo», «moralismo». Fueron útiles como reacción contra el protestantismo; sin embargo quedan destituidas de valor perenne, pues desviaron del verdadero camino teocéntrico la piedad cristiana.
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   K Las escuelas de Espiritualidad que surgieron después de la Reforma Protestante, como todas las demás aprobadas por la Iglesia, aunque tengan entre sí diferencias explicables dentro de la libertad con que el Espíritu Santo instruye y guía a los Santos, son en el fondo todas teocéntricas, y tienen eficacia para todos los tiempos, como lo demuestran las reiteradas recomendaciones de la Santa Sede, aun en nuestros días, de los Ejercicios de San Ignacio y, en general de las escuelas de espiritualidad (Cfr. además de la"Mens Nostra", de Pío XI, sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, la "Mediator Dei", A. a. S. 39, p. 585-6).
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Explanación

  De tal manera es esencial a toda espiritualidad ser teocéntrica, que la menor desviación en este punto constituye un error gravísimo. No se comprende cómo la Iglesia, que es infalible en todo lo que respecta a la edificación de los fieles, pueda haber aprobado métodos que apartan de Dios y que los fieles puedan haber llegado a la virtud heroica por la aplicación de estos métodos. La sentencia impugnada pone en duda implícitamente la infalibilidad de la Iglesia.

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FALSO   VERDADERO
   l  Una espiritualidad que insista mucho sobre la meditación y, en general, sobre las prácticas de piedad, en las cuales el individuo ejercita sus potencias para despertar en sí buenos propósitos, son medios de santificación secundarios y quizá imperfectos. Sólo las prácticas litúrgicas, en virtud de su acción «ex opere operato» aseguran el pleno desenvolvimiento de la vida espiritual y de la unión con Dios.
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   K Según la "Mediator Dei" la intensidad de la participación de los fieles en los actos litúrgicos se condiciona por las disposiciones interiores. La meditación, el examen de conciencia y otras prácticas similares fueron siempre presentadas por la Iglesia como medios indispensables para la adquisición de tales disposiciones. También sería temerario menospreciar la oración privada para conseguir el mismo fin. En consecuencia, la participación en los actos litúrgicos, la oración privada, la meditación y las demás prácticas semejantes se completan, y el cristiano no debe escoger entre todas, sino utilizarlas todas.
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Explanación

   La proposición impugnada sería verdadera si fuese posible en el adulto una santificación "ex opere operato" que supliese las disposiciones de éste. Por otra parte, la "Mediator Dei" relaciona la "piedad objetiva" o litúrgica con la "piedad subjetiva" o privada, demostrando que ambas son legítimas y una no puede dispensar de la otra (A. A. 8. 39, página 532 y ss.).

   Pero especialmente para el Brasil la Sagrada Congegación de los Seminarios enseña que: "La renuncia de si mismo, de. los propios modos de ver, del deseo de sobresalir y ser admirado, se adquiere tan solamente con la oración, con la meditación de la vida de Jesús y de las palabras por El proferidas para todas las generaciones, con el ejercicio paciente y controlado por frecuentes exámenes de sí mismo. Sin la victoria en este sector del combate espiritual, no se llega a la humildad cristiana necesaria para someterse en todo a la voluntad de Dios (A. A. S. 42, pág. 843).

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FALSO   VERDADERO
   l Es peculiar de la Acción Católica, Apostolado Oficial de la Iglesia, una espiritualidad alimentada exclusivamente con prácticas litúrgicas que constituyen la piedad oficial. Es propio de las asociaciones religiosas — Apostolado de la Oración, Pías Uniones, etc.—, entidades de apostolado meramente privado, cultivar la piedad extralitúrgica.
 
   K La obligación de cultivar la piedad litúrgica y la extralitúrgica es común a todos los fieles indistintamente, pertenezcan a una o a otra asociación.
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Explanación

   Como dijimos arriba, el Santo Padre insiste en la "Mediator Dei" en que ambas piedades son complementarias una de la otra e indispensables. 
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FALSO   VERDADERO
   l La devoción a los Santos, y especialmente a Nuestra Señora, fácilmente desvía a los fieles de la piedad verdaderamente católica, que es por excelencia Cristocéntrica.
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   K La devoción a los Santos, y particularmente a la Santísima Virgen, de ningún modo aparta de Jesucristo a los fieles. Por el contrario, es el canal excelente y normal, y, tratándose de la Virgen Santísima, necesario, para llegar a la unión con Jesucristo.
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Explanación

   La ignorancia religiosa y ciertas supersticiones de la gentilidad llevan a muchas personas a hacer de los Santos el objeto de una falsa piedad, abuso ése que, por otra parte, también se practica con relación al propio Jesucristo. Es lo que se ve a veces en regiones del interior de nuestra Diócesis y en otras partes del Brasil. El riesgo no está propiamente en la devoción a los Santos, sino en la ignorancia religiosa y, sobre todo, en las supersticiones heredadas de los antiguos paganos. La devoción a los Santos y a Nuestra Señora, como se practica en general por las personas piadosas de nuestras ciudades, ni presenta exageraciones ni síntomas que vengan a producirlas. Según Santo Tomás (in IV Sent., d. 45, q. 3, a. 2), nuestras oraciones deben subir al trono de Dios por el mismo canal por el que bajaron los divinos beneficios; como éstos se alcanzan por la intercesión de los Santos, es por la devoción a los Santos por donde nos debemos aproximar a Dios.

   Acerca del papel necesario de María en nuestra santificación escribió el Bienaventurado Pío X: "Todos nosotros, los que estamos unidos a Cristo, que somos, como dice el Apóstol, los miembros de su Cuerpo hechos de su carne y de sus huesos (Efesios, 5, 30), salimos del seno de la Virgen como cuerpo unido a su cabeza". Y más adelante: "Si la Bienaventurada Virgen es al mismo tiempo Madre de Dios y de los hombres, ¿quién puede dudar que Ella empleará todas sus fuerzas junto a Jesucristo que es la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, para que El derrame sus dones sobre nosotros, que somos sus miembros, y en primer lugar, para que le conozcamos y vivamos por El?" Finalmente: "María, como nota justamente San Bernardo, es el acueducto o el cuello por el cual el cuerpo está unido a la cabeza y POR EL CUAL LA CABEZA EJERCE SU PODER Y SU VIRTUD SOBRE EL CUERPO" (Ene. "Ad diem illum", 2 de febrero de 1904).

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FALSO   VERDADERO
   l Es una devoción reprobable la confesión frecuente. La Iglesia se contenta con que los fieles reciban este Sacramento una vez al año. Basta la Confesión hecha al pie del altar cuando se participa en la Santa Misa para obtener el perdón de los pecados.
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   K La confesión frecuente es alabada por la Iglesia y recomendada por todos los Doctores de la vida espiritual. El Confíteor de la Misa no puede perdonar los pecados mortales. En cuanto al perdón de los veniales, habiendo arrepentimiento y propósito de enmienda, se puede alcanzar por los Sacramentales, como, por ejemplo, el Confíteor en la Misa. Una persona que renunciase a la práctica de la confesión frecuente para valerse únicamente de los Sacramentales, se privaría de las ventajas y de las gracias que solamente el Sacramento de la Confesión confiere y obraría en contra del sentir de la Santa Iglesia.
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Explanación

   La sentencia impugnada sostiene una posición ascética condenada por la tradición de la Iglesia y recientemente proscrita por la "Mystici Corporis Christi" de Pío XII, del 29 de junio de 1943. He aquí sus palabras: "Lo mismo sucede con la falsa opinión de los que pretenden que no se debe dar importancia a la confesión frecuente de los pecados veniales, porque lo importante es la confesión general, que la Esposa de Cristo, con sus hijos unidos a Ella en el Señor, hace todos los días por medio de los Sacerdotes antes de subir al Altar". Y más adelante añade: "Para adelantar más rápidamente en el camino de la virtud, recomendamos vivamente la piadosa costumbre, introducida por la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo, de la confesión frecuente, que aumenta el propio conocimiento, la humildad cristiana, desarraiga las malas costumbres, combate la negligencia y tibieza espiritual, purifica la conciencia, fortalece la voluntad, facilita la dirección espiritual, y en virtud del mismo Sacramento aumenta la gracia". Y termina con esta amarga censura: "Por tanto, los que menosprecian y hacen perder la estima de la confesión frecuente a la juventud eclesiástica sepan que hacen una cosa contraria al espíritu de Cristo y funestísima para el Cuerpo Místico del Salvador" (A. A. S. 35, pág. 235).

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FALSO   VERDADERO
   l Las órdenes de los superiores deben ser obedecidas sólo cuando parecen acertadas. Obedecer órdenes desacertadas es servilismo incompatible con la dignidad del cristiano.
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   K La obediencia cristiana consiste en acatar todas las órdenes emanadas de los legítimos superiores, siempre que no obliguen a pecado, en virtud de la honestidad de. obedecer a los superiores. A los súbditos no les compete desobedecer una orden simplemente porque no la juzguen acertada.
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Explanación

   La sentencia impugnada destruye el fundamento de la autoridad, pues la hace depender del consentimiento de los súbditos, error proscrito en la condenación del liberalismo. La doctrina Católica, por el contrario, enseña que la autoridad viene de Dios y, por eso, debe ser obedecida aun cuando los mandatos por ella promulgados parezcan incomprensibles o desacertados a los súbditos. En esto está la virtud de la obediencia, pues mientras que la sentencia impugnada hace de la obediencia un acto exclusivo de la inteligencia, la doctrina católica ve en ella sobre todo un acto de la voluntad. Y sin el acto de la voluntad no hay virtud. Véase la doctrina de San Pedro (1, Pet. 2, 18), en que manda obedecer a los superiores díscolos.

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