JESUCRISTO ES LA VERDAD SUPREMA

P. Andrés Morello S.J.M.

EL MIEDO 3

   "No he venido a traer la paz sinó la guerra" (Mt. 10, 34). Son palabras de Nuestro Señor y como tales deben ser entendidas. Son palabras del Príncipe de la Paz, el Único que la tiene y el Único que puede darla.
   "Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da" (Jn. 14, 27).
   Jesucristo es el Príncipe de la Paz, pero de la paz de Dios. Pacificar a un alma es ponerla en orden, en sus afectos, en sus amores, en sus pasiones y deseos. Consiguientemente pacificar a los hombres, a la sociedad y al mundo es también ordenarlos. Poner al mundo en orden significa necesariamente cambiar muchas cosas, una infinidad, hoy desordenada. El mundo de hoy es un mundo de valores falsos e invertidos, de amores equívocos, de deseos caóticos, de conductas errantes.
   Poner a este mundo pervertido en orden será necesariamente hacerle la guerra, enfrentarse, oponerse; será decir y hacer de una manera radicalmente contraria a como dice y hace la orientación actual de las sociedades.
   Para Cristo y el cristiano, para la verdadera Iglesia y para el católico valen la familia y los hijos, la Fe y la honradez, la lealtad y la integridad, la consciencia y la vida limpias, los buenos creyentes y los buenos sacerdotes.
   Para el mundo no.
   Defendemos la familia y el mundo, su disolución, el divorcio y la unión libre, momentánea, pasajera...
   Defendemos la Fe en el Único Dios verdadero y en el Único que puede salvar; el mundo quiere a todos, que respetemos todo dios que no es respetar a ninguno y menos al verdadero...
   Queremos la honradez siempre y para todos; para el mundo la única honradez es económica o fiscal. Para el mundo un degenerado que paga los impuestos es un hombre respetable; y si se trata de alguien famoso, artista o millonario, su condición, como a lo dioses mitológicos, lo dispensa de todo delito. Para nosotros no.
   Poner al mundo en paz es ordenarlo. Ordenarlo es oponerse a sus falsos principios imponiendo los de Dios y de la recta razón, es erradicar las malas conductas, los vicios y las degeneraciones que hoy pretenden derechos y respeto.
   O respetamos a Dios o al mundo, o cumplimos los Mandamientos del Decálogo o manda la Declaración de los derechos humanos, o respetamos lo que Dios hizo y quiso o Sodoma tiene razón. La historia sagrada dice que no.
   La Fe en Dios y el amor exclusivo que le debemos supone de manera necesaria y absoluta la oposición irreductible al mundo enemigo de Dios. Esa lucha, ese combate, suponen valor, valentía, entereza, coraje y constancia.
   El valor no abunda ni entre cristianos ni entre clérigos. También en el Calvario sólo San Juan mostró entereza.
   Cuando fue necesario seguir a Cristo al combate supremo de la Cruz los enfermos, los leprosos, los resucitados, los ciegos de nacimiento, todos, olvidaron las gracias recibidas.
   Vergüenza es decir, pero falta valor, falta hombría para seguir a Dios. El miedo acobarda a los cristianos, el respeto humano hace enanos a los grandes y también el temor de ser más valientes que muchos sacerdotes y obispos incapaces de defender a Dios.
   La iglesia de la misa nueva, la que pide perdón a todos menos a Jesucristo, la que reza en el areópago de todos los dioses no tiene hombría ni puede tenerla. En el calvario de esta época malsana, más parecen fariseos que cristianos.
   Suenan en el cielo de la historia presente las palabras de Cristo Señor Nuestro: "Quien no está conmigo está contra Mi" (Mt. 12, 30).
   ¡Seamos hombres para Dios!

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