Todo lo que hizo Dios lo hizo
bien.
Tanto en la Creación omnipotente, sacando de la nada la obra
maravillosa de sus manos y de su divino Intelecto (Gen. 1, 31), como en la
Redención llevada a cabo por la Encarnación y el Sacrificio de su Hijo fue así
(Mc. 7, 37).
La Creación y la Redención, la una creando y poniendo en orden lo
creado, la otra redimiendo y poniendo en orden el mundo de la Gracia.
El mundo físico y el mundo espiritual no son un caos
incomprensible y absurdo sino que reina en ellos la más grande armonía.
Al hacer Dios todo bien lo hizo necesariamente de manera ordenada,
tanto que su obra y el orden se identifican.
En el orden natural es precisa la arrogancia y la ambición del
hombre para producir el desequilibrio y consiguientemente el desorden, desorden
que violenta a la naturaleza produciendo efectos catastróficos como el sida y
la clonación. En el orden sobrenatural ese desorden se llama pecado y produce
la inversión de valores más absoluta haciendo del rey de la creación un
esclavo de pasiones y deseos.
La negación práctica o teórica de Dios inclina necesariamente al
hombre a creerse Dios. La negación de Dios como ser infinitamente superior hace
que el hombre se coloque en la cúspide de todo lo existente, nada por encima y
todo a sus pies.
Esa negación y ese desorden es lo que nosotros llamamos "la
Revolución", que hoy quiere instaurarse como Nuevo Orden Mundial = un
orden sin Dios y contra Dios = el desorden instaurado.
Sodoma, Gomorra, la Pentápolis, Babel tenían reyes y autoridades,
ejércitos y leyes pero vivían en el más absoluto desorden y en la más
profunda anarquía contra Dios.
En su delirio diabólico y anárquico la revolución quiere
triunfar y en la confusión que le produce su pecado siente la necesidad de
triunfar para que Dios no la destruya. La revolución necesita ayuda.
La Revolución sola siempre quedaría derrotada al enfrentarse a
las fuerzas sobrenaturales. El pecado no puede nada contra la Gracia, el vicio
no puede vencer a la virtud, el mundo no puede contra la Iglesia. Solamente la
reducción de la Gracia, la disminución de la virtud, el envilecimiento de la
Iglesia, la destrucción de la Misa católica podían permitir el avance de la
Revolución.
Esto explica la situación del mundo y de la Iglesia.
El mundo está en anarquía porque la Iglesia ni se opone ni
tiene ya los medios para hacerlo. La iglesia de la reforma conciliar bendice al
mundo y a sus obras, bendice su desorden y su anarquía y al bendicirlo bendice
al diablo. La nueva iglesia conciliar no es hija de Dios, por eso no hace la
obra de Dios y ayuda a la obra de la revolución. Bien dijera Nuestro Señor
"ex patre diabolo estis" (Tn. 8, 44).
La Revolución anticristiana debe ser destruida. "Delenda est".
Es un imperativo absoluto restaurar la Santa Iglesia, su Misa, su Sacerdocio, su
Doctrina.
La Revolución sin la "bendición" de la iglesia nueva,
sin la complicidad de la iglesia conciliar, sin la misa nueva, sin los nuevos
sacramentos, sin el nuevo catecismo del indiferentismo está derrotada. Si no
completamente derrotada, al menos está en su campo enemigo. Hoy, está en los
corredores del Templo abriendo las puertas al enemigo.
|