El Verbo Divino es la misma
Sabiduría infinita e increada de Dios.
Con su Verbo omnipotente creó Dios todas las cosas (Ps. 32,
6) estableciendo el orden inicial de la Creación y la naturaleza de cada uno de
los seres.
El mismo Verbo Divino encarnado en la adorable persona de
Nuestro Señor Jesucristo, uniendo en ella ambas naturalezas, la Divina y la
humana, redimió al género humano, poniendo a su disposición todo lo necesario
para salvarse, y, para ello, fundando a la Santa Iglesia.
Dios quiso a la Santa Iglesia necesaria para que los hombres
se salvasen. Extra Ecclesia nulla salus.
Puesta Ella en medio del mundo es faro de Verdad, es vehículo
de la Gracia y vía soberana que conduce al Cielo.
Por la Misa, por los Sacramentos y por la jerarquía, lleva a
los hombres a Dios y habría de llevarlos.
Si la Iglesia en su faz humana no cumple su deber, si aquellos
que hubieran de apacentar no lo hacen, las ovejas desvarían. El pastor debe
vigilar, guiar, alimentar, defender. Ausentes los pastores, traidores o
cobardes, es el enemigo quien se hace cargo del rebaño.
Ante esta ausencia de hecho el mundo ocupa el lugar vacío, el
mundo que sirve a los intereses de Satanás, no de Dios, hace como el diablo,
queriendo ocupar su lugar.
Los Pastores no vigilan, entonces el mundo aprovecha a
insinuarse por los corredores del Templo. Los Pastores no guían hacia el Cielo,
entonces el mundo conduce al Infierno. Los Pastores no alimentan con la buena
doctrina, entonces el mundo establece su cátedra de errores y mentiras. Los
Pastores no defienden, entonces el mundo implanta todos sus vicios, sus
orgullos, sus degeneraciones, diezmando al pueblo cristiano.
Roma calla (tacet) y con ella todos los Pastores en un coro
silencioso de complacencias con el mundo. La Cátedra de la Verdad hace
silencio, mientras el mundo eleva la suya con la altivez propia de Satán.
El diablo siempre quiso ser como Dios y el mundo, a su imitación,
siempre quiso pontificar enseñando sus errores, sus vicios, su ciencia vacía y
orgullosa.
La traición de los Pastores no justifica que las ovejas sigan al
mundo, sus vicios y errores. Sí explica esa traición el estado actual de la
civilización pero no da derechos ni al vicio ni al error. Es necesario
combatir, luchar hasta que Dios triunfe, hasta que Dios bendiga con Pastores según
su Corazón, o sino, hasta la muerte por Dios, por las almas y por su Iglesia.
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