JESUCRISTO ES LA VERDAD SUPREMA

P. Andrés Morello S.J.M.

MUDOS Y SORDOS 7

Curavimus Babylonem et non est sanara.
Curamos a Babilonia y no se curó. (Ter. 51, 9)

   El mundo creado es el ámbito natural en el cual el hombre fue puesto por Dios para salvarse. Siendo el hombre una creatura de eternidad, un ser creado para Dios, toda la existencia terrena es necesariamente pasajera, transitoria y frágil y es la ocasión para ser bueno, para alcanzar la salvación. La salvación, el Cielo, la eternidad dan sentido a la vida y su justo valor a todo lo creado que nos rodea. La criatura no puede ser fin de la criatura cuando ella puede conocer y quiere poseer a su Creador.
   Todo a lo largo de la historia Dios se ocupó de salvar al hombre: Dios mismo después del pecado original, Noé, los Profetas, Jonás y Job, Jesucristo mismo, sus Apóstoles, los Santos, la Iglesia por sus Pastores siempre buscaron que el hombre se salvara. Nadie se salva si no se lo dicen, nadie se salva si de algún modo no lo quiere. Es preciso predicar y es preciso oír la predicación. Por eso decía Nuestro Señor: "Oportet Me evangelizare regnum Dei; quia ideo missus sum", "Me es preciso anunciar el reino de Dios, para eso fui enviado" (Lc. 4, 43).
   Dos cosas entonces son precisas:

  • 1. Que los Pastores prediquen, y que prediquen el Reino de Dios.

  • 2. Que los hombres oigan y quieran oír su predicación.

   1. Los Pastores no son nada sin el Pastor Supremo que es Nuestro Señor Jesucristo. Papa, Obispo o simple sacerdote deben actuar en nombre de Jesucristo. Es Nuestro Señor Jesucristo quien da sentido a todo oficio pastoral. Pero, esto mismo obliga a que se haga lo mismo que Jesucristo y su Voluntad sagrada. No se puede hacer ni decir distinto: sus Sacramentos, su Doctrina, sus Virtudes. Alterar la Doctrina, los Sacramentos o no exigir las Virtudes necesarias de la vida cristiana es renegar del oficio pastoral y hacer traición a las almas y a Jesucristo mismo. Hoy la doctrina que se predica aún desde Roma, principalmente desde Roma no es la de Jesucristo, no son sus Sacramentos, no se exige la virtud cristiana necesaria para salvarse. "Lupi rapaces", "Lobos rapaces" han venido a destruir el rebaño, rebaño que se acerca confiado esperando bienes y recibiendo males. Peor aún, males con apariencia de bien que los hace cada día menos cristianos a ellos y al mundo.
   2. Es necesario también que los hombres oigan y quieran oír. Las almas buenas siempre quieren oír, muchos hombres desean salvarse, pero el hedonismo contemporáneo, los placeres, las riquezas, apartan a los hombres del bien. Unos por exceso de bienes, otros en la más extrema indigencia reniegan de Dios. Por eso ya decía hace siglos el Profeta Isaías que los hombres le decían: "Loquimini nobis placentia", "Dínos cosas que nos agraden" (Is. 30, 10). ¿Qué diría hoy el Profeta?
   El mundo vive horas de tinieblas, no se identifica la Verdad, no se reconocen los Pastores ni los hombres grandes que conduzcan al bien; la virtud es motivo de irrisión.
   Recemos a Dios y a María Ssma. quien destruyó todas las herejías que susciten Santos gigantescos, hombres grandiosos capaces de enfrentarse al mal, nuevos Matatías y Macabeos que luchen el combate de Dios. Confiemos en aquella Verdad que jamás miente ni puede mentir: "Ego vobiscum sum... usque ad consurnmationem saeculi", "Estaré con vosotros hasta el fin de los siglos" (Mt. 28, 20).

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