"Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" "Reddite
ergo quae sunt Caesaris Caesari et quae sunt Dei, Deo" (Mt. 22, 21;
Luc.
20, 25; Mc. 12, 17)
Cuando algo es verdadero lo es siempre.
No podía ser de otra manera, la verdad es la adecuación de
nuestra inteligencia a lo que las cosas son, si las conocemos bien las conocemos
en verdad; conocer entonces la verdad es conocer la realidad.
Cuando Nuestro Señor pronuncia aquélla solemne afirmación:
"Dad al César... " establece un principio superior, una ley suprema
que rija todos los derechos, al regir los más altos. Si vale para lo supremo y
superior, vale para todo, aún para lo ínfimo e inferior.
Debajo de esta afirmación suprema de Jesucristo subyacen las
nociones básicas de toda justicia y de todo derecho. Justicia será, entonces,
dar a cada quien lo que le es debido y derecho la capacidad moral de exigirlo
como propio.
Siendo así, todo hombre, los que mandan y los que obedecen,
los que juzgan y los juzgados, los que compran y los que venden, los que dan y
los que reciben, los que aprenden y los que enseñan, todos deben ordenar sus
relaciones según la justicia y según el derecho.
El ser o la naturaleza establece lo justo, y, lo justo
fundamenta el derecho. Así las cosas, los seres merecen según lo que son y
pueden exigir por la misma razón.
La realidad actual de un mundo en desorden y de una iglesia
católica oficial y visible también desordenada plantea al menos dos problemas,
ambos de solución sencilla, pero de aplicación dificultosa.
La autoridad civil puede mandar pero con tal que no avasalle
la ley de Dios ni sus derechos impostergables; la autoridad eclesiástica, por
igual, puede y debe mandar pero sin oponerse a Dios, a su Revelación que es la
Sagrada Escritura, o a la Tradición milenaria de la Iglesia.
Hoy ambas autoridades exceden sus derechos mandando lo
contrario a los derechos de Dios y por lo mismo sin derecho y contra el mismo
fundamento de todo derecho que es Dios.
Los divorcios, los abortos, las clonaciones, la regulación de
la natalidad hasta casi su desaparición, la inmoralidad de los medios de prensa
que autoriza la permisividad de los estados, la criminal eutanasia y la
aberrante legalización de la homosexualidad son sólo algunos de los
"derechos" contemporáneos opuestos de manera total y absoluta a la
ley de Dios; a Dios mismo.
En la iglesia oficial y visible el ecumenismo, la libertad
religiosa, la casi igualdad de todas las religiones, el Nuevo Código de derecho
canónico que está al servicio de esos errores, la desacralización de la
Sagrada Liturgia, la prohibición de la Misa de S.Pío V o su autorización sólo
a cambio de aceptar todos los errores dogmáticos y morales posteriores a
Vaticano II son apenas algunas de las imposiciones forzosas a que se ven
sometidos fieles y sacerdotes.
Mandar contra derecho es perder el derecho.
Mandar lo injusto es renunciar a ser obedecido.
¡Non possumus! No podemos obedecer a lo que contraríe a Dios
o a sus leyes. Es preciso dar a Dios lo que es de Dios.
Cuando se llega a la suprema encrucijada de no poder obedecer sin
ofender a Dios, ni Pontífices, ni Pastores, ni Reyes nos pueden obligar.
Lo dijo Nuestro Señor: "Para que conozca el mundo que
amo al Padre hago lo que El me mandó" Qn. 14, 31).
Lo mismo dijo S.S.León XIII en la Encíclica "Diuturnum
illud" del 26 de junio de 1881: "Una sola causa tienen los hombres
para no obedecer, y es, cuando se les pide algo que repugne abiertamente al
derecho natural o divino... Es tan ilícito el mandarlas como el hacerlas. Si,
pues, aconteciere que alguien fuere obligado a elegir una de dos cosas, a saber,
o despreciar los mandatos de Dios o los de los príncipes, se debe obedecer a
Jesucristo que manda -Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios- y a ejemplo de los Apóstoles responder animosamente: -Conviene obedecer a
Dios antes que a los hombres Su autoridad es nula donde no hay justicia"
(Encíclica "Diuturnum illud", n, 9).
Puestos en ese supremo dilema los católicos no pueden
obedecer en lo malo sin ofender a Dios, no importa de dónde procedan las órdenes
injustas, no importa si las quieren imponer mitras o coronas.
"Qui autem facit voluntatem Dei manet in
aeternum" "Quien hace la voluntad de Dios permanece para siempre"
(1
Jn. 2, 17)
¡Ave
Maria Puríssima!
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