LA MASONERÍA SEGÚN SUS PROPIOS DOCUMENTOS
Por
Fray E. de Guadalupe O. P. D. G. 14
CAPÍTULO XIV
¿COMO LLEGARON A NUESTRO PODER
ESTOS SECRETÍSIMOS DOCUMENTOS?
Los lectores, los masones, y especialmente los Grandes Orientes, se preguntarán: ¿Cómo es posible que, no siendo el autor un masón de gran rango, haya obtenido estos documentos que ni siquiera la mayoría de los masones conoce? La Providencia, señores, nada más que la Providencia y disponiendo los sucesos del modo que se verá, pero antes es menester advertir lo siguiente: Cuando un masón de alto grado abandona la Masonería sabe que necesariamente debe guardar silencio y devolver cuanto papel comprometedor posea, puesto que en ello le va, no sólo la vida, sino la seguridad de la propia familia. En el caso que este masón abjure o se convierta al catolicismo, está obligado a entregar cuanto documento posea sobre el particular, a la autoridad eclesiástica, pero la autoridad eclesiástica, que remite los documentos a un grupo especial (en caso que el converso lo autorice) para su estudio, no puede bajo ningún concepto —por múltiples motivos— darlos a conocer ni reproducirlos. Pero, generalmente —no mediando la debida autorización del converso— los documentos se queman. Cuando en algún país, por causas accidentales, llegan a manos de las autoridades tales documentos, tampoco pueden publicarse por una serie de gravísimas razones: influencias que se mueven, personalidades comprometidas, reacción popular que debe evitarse y hasta complicaciones internacionales. Vamos al caso concreto. Hace muchísimos años, un argentino honesto, en plena euforia masónica del país, al punto de que en muchos diarios se anunciaba: "Mañana a las 9 p. m. se efectuará una reunión masónica de la Logia Regeneración en el local del Gran Oriente, a la cual concurrirán distinguidos caballeros de los círculos representativos", se izo masón, es decir lo iniciaron. Este señor, quizá por inadvertencia, quizá por menguadas luces, no reparó en la realidad de la Masonería y fue ascendiendo de grados hasta ocupar un importantísimo cargo clave en una muy importante Logia, razón por la cual llegan a su poder secretísimas planchas (documentos con órdenes, gnías y resoluciones). Cientos de iniciados como él, honestos, se retiraron al advertir cosas que les repugnaban, de aquí que jamás supiesen toda la verdad ni que viesen documentos como los reproducidos. El tal señor se dedicaba, además de su profesión, a biografía histórica y poco a poco va percibiendo la realidad de la Masonería a lo largo de numerosos estudios. Unido a lo lo que él sabe y ha visto, se le hace la luz y comprende... Mas, ¿cómo reaccionar?; por una parte desea retirarse de inmediato, pero por otra advierte el importante servicio que puede prestar al país dando a conocer la documentación que posee. Sabe que sería suicida hacerlo y entonces, con paciencia franciscana, además de apartarse de la Masonería por razones de salud y su trabajo (sin quebrar directamente), va acumulando documentos y ordenándolos de tal modo, que de su confrontación salgan a la luz evidencias concretas. Pero él no quiere ni comprometer a su familia, ni perjudicar a tantos amigos (masones) siendo un hombre honesto como es. Y dispone que a su muerte una parte de su. biblioteca vaya a tal entidad, otra parte a otra, documentos sin importancia a una tercera. Fallece y se cumple su voluntad y la familia devuelve a la Masonería (según está establecido) todo aquello que siendo masónico conservaba. Esto parecía, la realidad era que un gran paquete de documentos de las Logias estaba incluído entre otros que van a determinada institución. El autor de este trabajo, dedicado desde hace años a investigaciones sobre la Masonería, a pesar de haber conocido documentos, jamás pudo disponer con libertad de ellos y menos conservarlos o fotografiarlos. No obstante, hace unos meses, unos jóvenes amigos que conocen nuestra especialización y que se dedican a investigación en archivos, tropezaron de pronto con algo "raro" y que nada tenía que ver con la materia de dicho archivo. Leyeron y comprendieron que eran documentos masónicos. Tardaron más en indicarnos la novedad que en ocurrir nosotros al examen de esos papeles. Ciertas notas de puño y letra del extinto, ciertas averiguaciones, nos hicieron comprender cuál era la voluntad de aquel señor y que esos documentos no pertenecían por derecho a la institución y al archivo donde se hallaban, sino a aquél que, providencialmente, quisiese y pudiese dar término a la labor de hormiga que realizó en años y años aquel patriota que habiendo sido masón trabajó para la verdad. Dios lo tenga en la Gloria. Dueños de dichos papeles, obtuvimos con la recomendación de la prudencia y caridad que el caso exigen, la debida licencia para su reproducción. |