ACLARACIÓN NECESARIA SOBRE EL LIBRO:

"EL JUDÍO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA"

DEL P. JULIO MEINVIELLE

 

 Querido Amigo:

                                   Quiera Dios guardarle y bendecirle siempre.

                                   El Padre Julio Meinvielle ha sido un eminente escritor y teólogo que nosotros apreciamos mucho. Esta eminencia no exime de la posibilidad de alguna afirmación incorrecta que cualquiera puede realizar; el mismo Padre indicó, por ejemplo, al eminentísimo Padre Garrigou Lagrange los errores de Maritain que aquél había repetido inadvertidamente.

                                   Allá por el año 1986-1988 fue motivo de una discusión con otros sacerdotes este libro y algunas de sus afirmaciones.

                                   La Cuestión Judía entraña escollos y dificultades en los que es muy fácil encallar el navío sea en favor o en contra, generalmente por perder de vista algún principio teológico, o por ignorarlo en el caso de los legos, o por considerar sólo algunas afirmaciones de la Sagrada Escritura.

                                   En el caso del Padre Meinvielle me da la impresión de haber sido introducido a este tema por terceras personas usando luego su genio propio para sacar profundas y veraces conclusiones. Es en los prolegómenos en donde yo veo la pata floja o la brújula corrida algunos grados con las gravísimas consecuencias de eso a la distancia. El Padre no sacó estas consecuencias o conclusiones simplemente porque no era su cometido y por eso quizás pasaron inadvertidas.

                                   En aquella discusión a la que hice alusión, terminaron mis interlocutores con esta pregunta-afirmación: -¿Dirás que el Padre Meinvielle no leyó a Santo Tomás? Contesté que sin duda sí pero no exhaustivamente en este tema.

                                   El Padre Meinvielle cita la Carta a los Romanos y es, por cierto, esencial; en sus citaciones es, evidentemente correcto, pero la conclusión a la que me referiré no es la misma de Santo Tomás.

                                   Las traducciones del Comentario de Santo Tomás a las Epístolas de San Pablo que más circulan entre los tradicionalistas son de la Editorial Tradición (de México) de Salvador Abascal. Consta que este Señor es de origen dudoso y, curiosamente traduce mal las frases importantes. 

                                   Seguiremos nosotros una edición latina completa de los Comentarios de Santo Tomás de Aquino que la preocupación por este tema, ya de años, nos hizo leer y anotar.

                                   La obra del Padre Meinvielle, repito, es muy buena pero en los prolegómenos se refiere al pueblo elegido de manera tal que él parecería tener siempre la prelacía y el primer lugar. Esto no es teológico. En la Fe católica la única prelacía es la del mérito. En el Cielo se distinguen los Santos sólo por su santidad o mérito alcanzado y, accidentalmente, por la “aureola” del martirio, la virginidad o la confesión de la Fe. No existe allí la aureola del judaísmo. Lo mismo vale para la tierra que tiene más o menos grandeza por relación a aquella del Cielo.

                                   La edición que poseemos del libro del Padre Meinvielle, “El Judío en el Misterio de la Historia”, es la tercera, de la editorial Theoría de 1959, y me refiero al capítulo primero, en su subtítulo “Grandeza del Pueblo Judío”, en nuestra edición páginas 19 y siguientes. Dice el Padre Meinvielle:

                                   Página 20: “Pero este linaje escogido siempre tendrá superioridad sobre los otros linajes de la tierra. Si acepta al Cristo será lo principal, lo mejor de la Iglesia. Será la raíz y el tronco de esa Oliva que produce frutos para la vida eterna, como enseña el Apóstol. Si rechaza a Cristo será también lo principal, es a saber, lo peor en el reino de la iniquidad”.

  • “... El Apóstol San Pablo... Subraya esta superioridad del judío en lo bueno y en lo malo (Rom. II ,9).”

  • “...  El judío es, entonces, primero en el orden de la bondad, en el misterio de la Gracia...”

  • “... Los gentiles... Si quieren entrar en la vía de salud tienen que entrar de limosna, aprovechando que algunos judíos serán rechazados para que ellos puedan ser injertados...” (“En la Oliva”, para el Padre Meinvielle aquí indica Israel).

                                                           (Nota nuestra: No parece muy acorde con la voluntad de Dios el que todos se salven; aún numéricamente los salvos serán muchos más que los judíos que no se salven.)

                                                           “Judío entonces el tronco del árbol que es la Iglesia,... Judíos los Patriarcas... Los Profetas... San Juan Bautista el Precursor... San José... La Madre de Dios... Nuestro adorable Salvador, etc.”. (página 20)          

                                   Son entonces tres cosas:

  •  A). La superioridad de Israel en lo bueno y en lo malo, a saber, en la Gracia y el pecado, en la Iglesia y en la contra-Iglesia y, consiguientemente, en la Gloria y el infierno

  •  B). Los gentiles convertidos hemos sido injertados en la Oliva=Israel fiel.

  • C). Judío nuestro adorable Salvador...

                                A). Ya dijimos que teológicamente la única superioridad es la del mérito que procede del grado de Gracia alcanzado en la tierra; grado que determina el de Gloria en el Cielo.

                                 Dice claramente Santo Tomás: “... A los cuales el Evangelio es dado en salvación, tanto a Judíos como a Gentiles. Dios no lo es sólo de los Judíos sino también de los Gentiles. Y de allí agrega,           -primero al Judío, y al Griego (Gentiles)... Pero como más abajo dirá: -No hay distinción entre Judío y Griego ¿Cómo entonces dice: primero el Judío? Hemos de decir que en cuanto al fin de la salvación a alcanzar no hay distinción entre ellos. Se alcanza una igual merced para ambos... Cuanto al orden son primeros porque a ellos fueron hechas las promesas.” (Santo Tomás, Ad Romanos, Lección 6, Cap. I, Pags. 18-19, Marietti, Turín 1929, Tomo I).

                                 Dice más adelante Santo Tomás: “En esto atribuye (el Apóstol) el primado a los Judíos, porque a ellos fueron hechas primero las promesas” (idem, Cap. II página 37).

                                 Dice en la Lección cuatro sobre el Cap. II, Página 41: “Mostrando que los que cumplen la Ley se justifican aunque no la hayan escuchado (los Gentiles)... Los que la escuchan (Judíos) no se justifican si no la cumplen”.

                                  Todavía más claramente explica Santo Tomás en el comentario al Cap. III, Página 44: “Se pregunta en qué sea más el Judío. Es más cuanto a la cantidad lo que se significa cuando dice mucho (vers. 2) y cuanto al número lo que se significa al decir de todas las maneras (idem vers. 2)... Más en la contemplación de las cosas divinas (que les fueron reveladas)”.                                                       

                                   Si se trata de las promesas de grandeza hechas a David dice el Santo: “Ha de considerarse que la promesa hecha por Dios a David se cumpliría en la Encarnación de Cristo” (idem Página 46).

                                   Y ya de una manera clarísima y determinante dice en la Lección II sobre el Capítulo III vers. 9 al 20, Página 48 y 49: “Luego que el Apóstol muestra  la prerrogativa de los Judíos sobre los Gentiles cuanto a los divinos beneficios, aquí excluye su gloria vana por la que se preferían a los Gentiles conversos a la Fe: ¿Qué diremos nosotros Judíos convertidos a la Fe? ¿Pasaríamos por delante de los Gentiles convertidos a la Fe?; y respondiendo dice: De ninguna manera.”

                                   “... Parece esto contrario a aquello de que el Judío es más. A esto se responde en la Glosa que aquello (más) fue dicho de los Judíos del esse (existir) que tuvieron en tiempo de la Ley y esto lo dice ahora el Apóstol según el estado de la Gracia, porque, como dice en Colosenses III: En Cristo no hay Gentil y Judío, circuncisión o prepucio, a saber, no hacen diferencia cuanto al estado de Gracia. Y completa una líneas después: De donde no dice que el Judío sea más excelente sinó que le dieron algo más excelente (la Promesa), esto excluye la excelencia de las personas”. (idem Página 48 in fine).

                                   La Lección IV de Santo Tomás comentando el Capítulo III, vers. 27-31 de la Carta a los Romanos lleva este título: “Se extirpa de raíz la gloria de los Judíos, que tenían en la Ley, y por la que se preferían a los Gentiles; y se dice que en todos debe verse por igual la justicia de la Fe siendo el Dios que justifica de Gentiles y Judíos...”

                                   Concluyamos diciendo que tanto la bondad como la malicia son cualidades morales de los actos, ordenados o nó según la Ley de Dios y la recta razón. Si la bondad no procede de la sangre o ésta no agrega mérito, la maldad tampoco procede de ella sinó de las acciones y la mala voluntad del sujeto; claro está que si alguien reemplaza la Ley de Dios por las prescripciones del Talmud necesariamente odiará, y mucho, todo lo que no sea judío. 

                                   B). Los Gentiles hemos sido injertados en la Oliva (=Israel fiel).

                                   Dicho esto así parece negarse todo lo que acabamos de probar. Todo está en preguntarse dos cosas y responderlas bien:

                                   1. ¿Qué es esa Oliva? (Israel fiel)

                                   2. Si es contra la naturaleza de los Gentiles dicho injerto. 

                                   1. Tanto Israel fiel como la Gentilidad han sido injertados en la Iglesia. La Oliva no es Israel sinó la Iglesia, para unos de la Promesa a cumplirse en Cristo, para otros de la Promesa ya cumplida. Es esencial recordar que Israel fue un pueblo teológico formado por Dios a partir de Abraham, racialmente Caldeo, por la Fe en la Promesa del Mesías; Promesa cuyo signo era la circuncisión, signo de creyentes en Quien vendría. Hoy esa Fe sobrenatural desaparecida en ellos se ve invertida, ya no son del pueblo que espera esto sino que los que son del pueblo es esto lo que esperan, a saber, el triunfo de Israel.

                                   Entre los más grandes comentadores de la Sagrada Escritura se encuentra el Jesuita Cornelius a Lápide, de autoridad indiscutida y quien compendió las enseñanzas de los Santos Padres. En su Comentario a la Epístola a los Romanos, Cap. XI, vers. 17 al 20, del Comentario a todas las Epístolas de San Pablo, Tomo I, Edición II, Marietti, Turín, 1928, Página 261 hablando de aquella Oliva dice claramente parafraseando a San Pablo: “Tu pues, (oh pueblo Gentil) siendo acebuche (olivo silvestre, infructuoso de buenas obras por tu infidelidad e impiedad, porque eras Gentil) has sido hecho socio (partícipe) de la raíz y de la abundancia del Espíritu Santo, que los padres de los Judíos tuvieron, sobremanera Abraham Padre de los creyentes y de su posteridad, que fueron la Iglesia de Dios:  ESTA ES PUES LA OLIVA”. Por eso dice más adelante (página 262): “Los fieles y Santos Patriarcas a los cuales fue hecha la Promesa del Mesías, y que por lo tanto eran el Pueblo y la Iglesia de Dios”. 

                                   2. ¿Es contra la naturaleza del Gentil este injerto?                                  

                                   Otra vez debemos plantear bien el tema:

                                   Israel del Antiguo Testamento por la Fe en el Mesías=Iglesia de Dios

                                   Gentiles incrédulos=Acebuche silvestre. 

                                   Si por la Fe en Jesucristo se pertenece a la Iglesia basta tenerla para ser de ella, sea Judío o Gentil por nacimiento.

                                   Cuando el Apóstol, entonces, dice “contra natura” entendamos contra la naturaleza de la Gentilidad que no era creyente por oposición al Israel fiel que sí lo era.                                  

                                   C). Judío Nuestro adorable Salvador, Nuestra Señora, San José, San Juan Bautista, etc.

                                   Distingamos dos cosas: Nuestro Señor por un lado, los demás por el otro.

                                   Los demás: ¿Eran judíos por la raza de su pueblo (por la raza fueron Caldeos) o fueron de su pueblo por la Fe en el Mesías prometido=Jesucristo único Mesías? Ciertamente por su Fe, luego, creyeron en Jesucristo como nosotros, ellos en el que vendría, nosotros en el mismo que ya vino. La Fe entonces fue común, la cronología dispar. Digamos mejor entonces: Católico Abraham, Católico San José, catolicísima María Santísima.

                                   Nuestro Señor: Si se es Judío fiel del Antiguo Testamento o Cristiano creyente del Nuevo Testamento por la Fe y lo Judío no dice racialidad sinó Fe así como lo dice lo Cristiano, entonces Nuestro Señor es ajeno a esto ya que es el comienzo, el fin, la consumación, la misma Vida Eterna “Que te conozcan a Ti sólo Dios verdadero y a Jesucristo a quien enviaste” (San Juan XVII, 3).

                                   Simplemente, Dios dispuso un pueblo teológico, según la Fe, en el Antiguo Testamento para que allí fuera preparado el nacimiento del Verbo Encarnado como manera más adecuada de preparar en un solo pueblo ese acontecimiento, anunciarlo, consignarlo, confirmar los anuncios proféticos por los milagros y prodigios de toda su historia, lo que difícilmente pudiera haberse  dado en un nacimiento en cualquier tiempo y lugar.

                                   Agreguemos algo. Sinó fuera así como intentamos probarlo, si realmente la pertenencia física a Israel diera cierta prelacía, dignidad o relevancia a un converso, ¿No deberíamos tenerlo en mayor estima, admiración y veneración? ¿No habríamos de mirarlo en más que a nosotros pobres Gentiles conversos? Es claro que esto contradiría a San Pablo, pero además ¿Qué sucedería si dicho converso del Judaísmo al Cristianismo no lo fuera tal? Quiero decir si no se hubiera hecho realmente Cristiano o nó del todo, o sólo en apariencia. ¿No sería tal decepción una trampa gravísima para los incautos? ¿No sería un error que gustarían incentivar aquellos que hoy consienten al deicidio de ayer? Piénselo.

                                   Nuestro Señor no sólo dijo que fuéramos simples como palomas, también que fuéramos prudentes. (San Mateo X, 16). 

                                                             +Mons. Andrés Morello. 

                                                                        Junio 20 de 2008

*Las líneas que preceden corresponden a una respuesta a un particular que creímos útil transformarla en artículo.      

   

CAPÍTULO I

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