EL JUDÍO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA* |
P. Julio Meinvieille |
Capítulo II
EL JUDÍO Y LOS PUEBLOS CRISTIANOS
En el capítulo anterior hemos expuesto la grandeza y miseria de este pueblo judío, único linaje sagrado de la tierra. Y porque Linaje sagrado, único que ha de perpetuarse a través de la historia como un testimonio carnal de Aquél en quien son benditos todos los linajes de la tierra. La carne judía, el linaje judío, es el misterio de Grandeza y de miseria. Porque ese linaje nos trajo al Redentor. Pero el Redentor, puesto como Piedra de Tropiezo al mundo, también fue tropiezo para este linaje que llevó su sangre. Por esto los de este linaje que creyeron en Cristo fueron hechos tronco y raíz de la Oliva frondosa que es la Iglesia. Los de ese linaje que rechazaron a .Cristo fueron hechos tronco y raíz de la Vid que no produce más que uvas silvestres. (Is. 5, 4). De los judíos viene la Salud. Pero la Salud aun para los judíos. La Salud no son los judíos ni es su Padre Abrahán. La Salud es Cristo. ¡Ay de este pueblo forjado y santificado para traer la Salud, para producir a Cristo, si cree que su carne es la Salud! Entonces en nombre de su "Carne" crucificará a Aquél que constituía su grandeza. y entonces este pueblo, hecho Grande por Aquél que sale de su linaje, se trocará en Miserable por el rechazo voluntario que hará de Cristo.
Es
importante compenetrarnos de este Misterio de Grandeza y de Perfidia del judío.
El judío que no se adhiere a Cristo es un "ser de iniquidad", es un
"ser de perfidia", y no puede estar haciendo otra cosa en el curso de
la historia que perseguir a Cristo. Aunque no lo quiera, es su destino.
Porque la razón de ser de esta raza es el Cristo. O con Él o contra Él.
De aquí la perfidia del judío carnal. Y carnal es todo judío que no se
adhiere a Cristo. Luego digamos sencillamente: la perfidia del judío. Pero
advirtamos nosotros, los gentiles que hemos abrazado la fe de Cristo, que esta
perfidia judaica tiene un carácter sagrado, teológico. Está
en ella el sello de Dios. Luego, no hemos de combatir contra "esta
perfidia judaica", contra "este
pueblo deicida", como se puede combatir contra otras
fuerzas humanas. Recordemos que este pueblo, nuevo Caín, lleva sobre sí una
señal para que nadie se atreva a
exterminarlo. No es, por tanto, a base de persecuciones y de "pogroms" como se soluciona el problema judío, y por esto los Sumos Pontífices en todo tiempo han protestado contra todo odio contra los judíos, y en la tremenda persecución de Hitler, el Romano Pontífice y los Obispos alemanes han hecho oír su voz de protesta. Pero aunque los cristianos debamos amar al judío de acuerdo al precepto de Cristo de amar a nuestros mismos enemigos, no se sigue que no hayamos de reconocer la peligrosidad que hay en ellos y que no hayamos de precavernos contra ella. También debemos amar a los leprosos, y esto no impide que se los aísle para evitar la contaminación; debemos amar a los delincuentes, y esto no obsta a que se los encarcele para que no dañen a la sociedad. Es muy importante subrayar, en el ambiente moderno en que vivimos, que se ha dejado atontar por las ideas sentimentales del Liberalismo, que el judío, verdadero Ismael frente a Isaac, Esaú frente a Jacob, Caín frente a Abel, no puede estar regido por el derecho excepción de los cristianos. Debe estar regido por un derecho de excepción que tome las debidas y adecuadas precauciones contra la peligrosidad teológica de esta raza. Ni
exterminarlos de en medio de los pueblos cristianos como pretende el antisemitismo,
ni darles derecho de igualdad, que en realidad es de superioridad, como
pretende el liberalismo o filosemitismo. El
antisemitismo está condenado por la Iglesia en decreto del Santo Oficio
del 25 de marzo de 1928, que dice: La Iglesia Católica ha acostumbrado
siempre a rezar por el pueblo judío, que fue el depositario de las Promesas
divinas hasta Jesucristo, a pesar de la ceguera de este pueblo. Más aún, lo ha
hecho a causa de esta ceguera. Regla de esta misma caridad, la Silla Apostólica
ha protegido a este pueblo contra injustas vejaciones, y así como reprueba
todos los odios y animosidades entre los pueblos, así condena el odio contra el
pueblo escogido por Dios en otro tiempo, este odio que hoy se designa de
ordinario con el vocablo de antisemitismo. También está condenado el Liberalismo en toda la legislación y práctica de la Iglesia. El judío ha de vivir en medio de los cristianos como testigo ciego de la verdad cristiana y como acicate que nos obligue a permanecer fieles a Jesucristo. Ni se lo debe exterminar, ni se lo debe frecuentar. No lo primero porque desempeña el papel teológico de Caín, que lleva el sello de Dios para que nadie lo extermine. No lo segundo porque es sumamente peligroso. El judío podrá ser y es bueno dentro de su pueblo. Sus costumbres son generalmente intachables y laudables. Pero con respecto a otros pueblos, aunque viva dentro de ellos, es un enemigo hipócrita que está acechando en la sombra contra los que le brindan hospitalidad. Es un enemigo que acecha. Así como un día enjuició a Cristo, lo insultó y escupió y le entregó a los gentiles para que fuese clavado en la cruz, así desde entonces su única razón de ser y su única preocupación es destruir al cristianismo. Los Hechos de los Apóstoles nos refieren cómo todas las primeras persecuciones levantadas contra los Apóstoles y contra la Iglesia fueron urdidas por los judíos. Ellos amenazaban a San Pedro para que no predicase a Cristo (4, 1-23); apedrean a San Esteban (6 y 7), persiguen a los cristianos de Jerusalén (8, 1), toman consejo para matar a San Pablo (9, 23), concitan persecuciones contra Pablo en Iconio (14), en Listra (14), en Tesalónica (17), en Corinto (18), en Jerusalén (22). Tertuliano resume las denuncias de los Padres contra la peligrosidad judaica en esta frase: Sinagogae Judaeorum fontes persecutionum. Las Sinagogas de los judíos son las fuentes de nuestras persecuciones. Los judíos en todas estas persecuciones no hacen sino cumplir su destino. San Pablo, el terrible Fariseo convertido a Cristo sobre el camino de Damasco, que conocía por experiencia propia el odio satánico de los judíos contra Cristo, enuncia la ley de las persecuciones contra la Iglesia 28. Nosotros, hermanos, dice a los cristianos de Galacia, somos hijos de la promesa, según Isaac. (Gál. 4) 29.
Mas como entonces aquél que había nacido según la carne perseguía al que
era según el espíritu, así también ahora. Y este "así también ahora" debe perpetuarse en toda la historia cristiana porque es una ley teológica más fuerte que todos los planes y recursos de los hombres. Lo que importa saber es que el judío realiza esta su ley en virtud de su judaísmo, como quien cumple con una misión. Porque esta ley contenida en el Talmud, que
rige al judío, le manda, en efecto, despreciar y odiar a todos los
pueblos, en especial a los cristianos, y no parar hasta dominarlos y
sujetarlos como esclavos. Veamos qué nos enseña sobre el Talmud
Paulus L. B. Drach, el célebre rabino del siglo pasado convertido al
cristianismo, en su famosa y rara obra De l'harmonie entre l'Eglise et la
Synagogue, Paul Melier, Libraire-éditeurs, Paris, 1844. Dice Drach que el
Talmud designa el gran cuerpo de doctrina de los judíos, en el que trabajan
sucesivamente, en épocas diferentes, los más acreditados ministros de
Israel. Es el código completo, civil y religioso, de la sinagoga. Su objeto es
explicar la ley de Moi sés conforme al espíritu de la tradición verbal, y
encierra las discusiones de los diversos doctores. Si el lector juicioso del
Talmud puede afligirse a veces de las extrañas aberraciones en que puede caer
el espíritu humano, si más de una vez las torpezas del cinismo rabínico
obligan a cubrirse el rostro, si el fiel ha de conmoverse por las atroces e
insensatas calumnias que el odio impío de los fariseos difunde sobre todos
los objetos de su veneración religiosa, en cambio el teólogo cristiano puede
recoger allí datos y tradiciones preciosas para la explicación de más de un
texto oscuro del Nuevo Testamento y para convencer a nuestros adversarios de la
antigüedad del Dogma Cató1ico. El Talmud contiene las tradiciones rea les,
que están confiadas a un cuerpo de setenta doctos, el sanhedrín, que era mirado
como legítimo sucesor de Moisés. Allí se mezcla lo religioso con lo profano,
sobre todo después que los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia (586 a.
C.). La autoridad de los rabinos desplaza entonces a Moisés y los profetas. Las prescripciones para el acrecentamiento temporal del pueblo judío
adquieren más importancia que los preceptos del mejoramiento religioso. Con estas
enseñanzas rabínicas, que agravan los peores instintos del pueblo judío, se
ha lle gado a crear una mentalidad antisocial y criminal que hace de este
pueblo un inadaptado entre todos los pueblos que le dan hospedaje. En 1892, de la tipografía de la Academia de Ciencias de San Petersburgo salía la mejor y más cuidadosa antología de máximas talmúdicas referentes a Cristo y los cristianos. Su autor era Mons. I. B. Pranaitis, titular de la cátedra de hebreo de la Universidad Imperial y tenía por título: "Christianus in Talmude Judaeorum, sive Rabbinicae doctrinae de christianis secreta". (El cristiano en el Talmud de los judíos, o los secretos de la enseñanza rabínica acerca de los cristianos). El libro llevaba, el texto hebreo de las prescripciones rabínicas con su traducción en latín. Pero los ejemplares des aparecieron casi completamente. Sólo algunos pocos se salva ron. Con uno de éstos publicó una edición fotocopiada Mario de Bagni, con la correspondiente traducción italiana. De esa edición. aparecida en los Editores Tunminelli y Cía., Milán, Roma, 1939, hemos podido hacer uso para este nuestro libro. Las enseñanzas del Talmud referentes a Cristo Antes de reproducir textualmente los
pasajes más insultantes y criminales del Talmud referentes a Cristo y a los
cristianos vamos a dar de ello una idea de conjunto. En una primera parte
expondremos la doctrina del Talmud sobre Cristo y los cristianos, y en una
segunda los preceptos del Talmud sobre los cristianos. SOBRE CRISTO. Se le llama con desprecío: "este hombre", "un quídam", "hijo del carpintero", el "colgado". Se enseña que es hijo espúreo, de una mujer menstruada. Que tenía en sí el alma de Esaú, que era tonto, prestidigitador, seductor, idólatra, que fue crucificado, sepultado en el infierno, y que hasta ahora es un ídolo para sus secuaces. Como seductor e idólatra, no pudo enseñar otra cosa que el error y la herejía, y ésta irracional e imposible de cumplir. SOBRE
LOS CRISTIANOS. Son llamados Notsrim,
Nazarenos, y se les aplica todos los nombres con los cuales se designa a
los no judíos. Abada zara, es decir, cultivadores de la idolatría; acum,
adoradores de las estrellas y de los planetas; Obdé Elilim, siervos
de los ídolos; Mínim, herejes; Edom, idumeos; Goim, gentiles;
Nokhrim, extranjeros, forasteros; Ammé Aarez, pueblos de la
tierra, ignorantes; Apicorosim, epicúreos; Cutim, samaritanos. La segunda parte de los preceptos del Talmud sobre los cristianos encierra tres capítulos: los cristianos deben ser evitados, deben ser destruídos, deben ser matados. LOS CRISTIANOS
DEBEN SER EVITADOS. Según el
Talmud, por lo mismo que el judío viene de un linaje escogido y recibe la
circuncisión, está dotado de tan alta dignidad que nadie, ni siquiera un
ángel, lo puede igualar. (Chullin 91 b). Aún más, se le considera casi
igual a Dios. Quien golpee al israelita en la mejilla, dice R. Chemina, es
como si da una bofetada a la Divina Majestad. (Sanhedrin 58 b). El judío
es siempre bueno, a pesar del número r cantidad de los pecados, que no
alcanzan a contaminarle, al modo que el barro no contamina el núcleo de la
nuez sino sólo su cáscara. (Chagigah 15 b). Sólo el israelita
es hombre; de él es todo el universo y a él deben servirle todas las cosas,
principalmente los animales que tienen forma de hombre. LOS CRISTIANOS DEBEN SER DESTRUÍOS. A los discípulos de "aquel hombre", cuyo mismo nombre entre los judíos suena a "bórrese su nombre y su memoria", no se les puede desear otra cosa sino que perezcan todos, romanos, tiranos, los que llevan en cautiverio a los hijos de Israel, de suerte que los judíos puedan librarse de ésta su cuarta cautividad. Está obligado, por tanto, todo israelita a combatir con todas sus fuerzas aquel impío reino de Idumea, propagado por el orbe. Pero como no siempre y en todas partes y a todos es posible este exterminio de cristianos, manda el Talmud combatirlos al menos indirectamente, haciéndoles daño de todas las maneras y así disminuyendo su poder y preparando su ruina. Donde sea posible, puede el judío matar a los cristianos y debe hacerlo sin ninguna misericordia. Vamos a detenernos en este último punto trayendo los textos de la obra de Pranaitis. Abhodah Zarah
26 b: Los herejes y traidores y apostatas deben ser tirados en un pozo de donde
no puedan ser sacados.
Choschen Hammischpat 388, 10. Es lícito matar al
delator aun en nuestro tiempo, en todo lugar en que sea encontrado. Puede
ser matado antes de la delación, Tan pronto como haya dicho que él quiere
traicionar a alguien en sus bienes de vida o de riqueza, aunque éstas sean pequeñas y no le produzca mucho daño, ya pronunció contra si mismo
suficiente causa de muerte, Avísenle y díganle: "No quieras
delatar". Pero si imprudentemente dice: "No, manifestaré esto",
debe ser muerto; y cuanto más pronto alguien le matare, tanto mayor mérito
tendrá. Si faltare el tiempo de avisarle, el aviso no es necesario. Hay
quienes dicen que el traidor debe ser matado sólo cuando sea imposible
librarse de él privándole algún miembro. Si fuera posible librarse de él,
por ejemplo, quitándole la lengua o los ojos, entonces no es lícito matarle,
porque no es peor que los otros perseguidores.
Iove Dea 158, 2 Hagah: Los prevaricadores que se pasan a la parte de los cristianos y que se contaminan entre los cristianos, dando culto a las estrellas y a los planetas como ellos hacen, son semejantes a aquellos que prevarican para irritar a Dios; por eso deben ser echados al pozo y no sacados.
Zohar I, 219 b: Cierto es que nuestra cautividad debe durar hasta que sean borrados de la tierra los príncipes cristianos que adoran a los ídolos.
Abhodah Zarah 26 b. Tosephoth: El mejor entre los goim merece ser muerto.
Sepher Or Israel 177 b. Borra la vida del
cristiano y mátale. Es agradable a la majestad divina como el que ofrece un
don de incienso.
En el Zohar III, 227 b., dice el buen pastor: No hay
otro sacrificio fuera del
que consiste en quitar del medio la parte
inmunda.
Zohar I, 38 b. y 39 a. En el cuarto palacio del paraíso están todos los que lloraban a Sión y a Jerusalén y todos los que han destruido los restos de las naciones idólatras... Y como la púrpura es el vestido honorífico y distintivo de Dios, así serán honrados y distinguidos todos los que habrán matado a los otros pueblos idólatras.
Hilkhoth Akum 10, 1. No hagan las paces con los idólatras; de suerte que les concedan permiso de adorar a los ídolos... sino que los aparten de su culto y los maten.
Choschen Hammischpat, 388,
16: Todos los habitantes de la ciudad están obligados a resarcir los gastos
hechos para matar al traidor, aun aquellos que pagan por otro concepto
sus tributos. Cuatro acusaciones contra los judíos Y ahora veamos cómo diecinueve
siglos de historia cristiana van a comprobar cuatro capítulos de
perversidades ju días; es, a saber: 1º cómo los judíos, llevados por un odio
satánico, buscan la destrucción del cristianismo; 2º cómo conspiran contra
los Estados cristianos que les dan albergue; 3º cómo se apropian de los
bienes de los cristianos; y 4º cómo los exterminan, arrebatándoles la vida,
cuando pueden. Los judíos destruyen el Cristianismo Comencemos por la primera acusación: Los
judíos, llevados por un odio satánico, buscan la destrucción del cristianismo. |
|