EL JUDÍO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA*
P. Julio Meinvieille

Capítulo II

EL JUDÍO Y LOS PUEBLOS CRISTIANOS

   En el capítulo anterior hemos expuesto la grandeza y miseria de este pueblo judío, único linaje sagrado de la tierra. Y porque Linaje sagrado, único que ha de perpetuarse a través de la historia como un testimonio carnal de Aquél en quien son benditos todos los linajes de la tierra. La carne judía, el linaje judío, es el misterio de Grandeza y de miseria. Porque ese linaje nos trajo al Redentor. Pero el Redentor, puesto como Piedra de Tropiezo al mundo, también fue tropiezo para este linaje que llevó su sangre. Por esto los de este linaje que creyeron en Cristo fueron hechos tronco y raíz de la Oliva frondosa que es la Iglesia. Los de ese linaje que rechazaron a .Cristo fueron hechos tronco y raíz de la Vid que no produce más que uvas silvestres. (Is. 5, 4). 

   De los judíos viene la Salud. Pero la Salud aun para los judíos. La Salud no son los judíos ni es su Padre Abrahán. La Salud es Cristo. ¡Ay de este pueblo forjado y santificado para traer la Salud, para producir a Cristo, si cree que su carne es la Salud! Entonces en nombre de su "Carne" crucificará a Aquél que constituía su grandeza. y entonces este pueblo, hecho Grande por Aquél que sale de su linaje, se trocará en Miserable por el rechazo voluntario que hará de Cristo.

   Es importante compenetrarnos de este Misterio de Grandeza y de Perfidia del judío. El judío que no se adhiere a Cristo es un "ser de iniquidad", es un "ser de perfidia", y no puede estar haciendo otra cosa en el curso de la historia que perseguir a Cristo. Aunque no lo quiera, es su destino. Porque la razón de ser de esta raza es el Cristo. O con Él o contra Él. De aquí la perfidia del judío carnal. Y carnal es todo judío que no se adhiere a Cristo. Luego digamos sencillamente: la perfidia del judío.

   Pero advirtamos nosotros, los gentiles que hemos abrazado la fe de Cristo, que esta perfidia judaica tiene un carácter sagrado, teológico. Está en ella el sello de Dios. Luego, no hemos de combatir contra "esta perfidia judaica", contra "este  pueblo deicida", como se puede combatir contra otras fuerzas humanas. Recordemos que este pueblo, nuevo Caín, lleva sobre sí una señal para que nadie se atreva  a exterminarlo.   

   No es, por tanto, a base de persecuciones y de "pogroms" como se soluciona el problema judío, y por esto los Sumos Pontífices en todo tiempo han protestado contra todo odio contra los judíos, y en la tremenda persecución de Hitler, el Romano Pontífice y los Obispos alemanes han hecho oír su voz de protesta. 

   Pero aunque los cristianos debamos amar al judío de acuerdo al precepto de Cristo de amar a nuestros mismos enemigos, no se sigue que no hayamos de reconocer la peligrosidad que hay en ellos y que no hayamos de precavernos contra ella. También debemos amar a los leprosos, y esto no impide que se los aísle para evitar la contaminación; debemos amar a los delincuentes, y esto no obsta a que se los encarcele para que no dañen a la sociedad. 

   Es muy importante subrayar, en el ambiente moderno en que vivimos, que se ha dejado atontar por las ideas sentimentales del Liberalismo, que el judío, verdadero Ismael frente a Isaac, Esaú frente a Jacob, Caín frente a Abel, no puede estar regido por el derecho excepción  de los cristianos. Debe estar regido por un derecho de excepción que tome las debidas y adecuadas precauciones contra la peligrosidad teológica de esta raza. 

   Ni exterminarlos de en medio de los pueblos cristianos como pretende el antisemitismo, ni darles derecho de igualdad, que en realidad es de superioridad, como pretende el liberalismo o filosemitismo.  

   El antisemitismo está condenado por la Iglesia en decreto del Santo Oficio del 25 de marzo de 1928, que dice: La Iglesia Católica ha acostumbrado siempre a rezar por el pueblo judío, que fue el depositario de las Promesas divinas hasta Jesucristo, a pesar de la ceguera de este pueblo. Más aún, lo ha hecho a causa de esta ceguera. Regla de esta misma caridad, la Silla Apostólica ha protegido a este pueblo contra injustas vejaciones, y así como reprueba todos los odios y animosidades entre los pueblos, así condena el odio contra el pueblo escogido por Dios en otro tiempo, este odio que hoy se designa de ordinario con el vocablo de antisemitismo.  

   También está condenado el Liberalismo en toda la legislación y práctica de la Iglesia.

   El judío ha de vivir en medio de los cristianos como testigo ciego de la verdad cristiana y como acicate que nos obligue a permanecer fieles a Jesucristo. Ni se lo debe exterminar, ni se lo debe frecuentar. No lo primero porque desempeña el papel teológico de Caín, que lleva el sello de Dios para que nadie lo extermine. No lo segundo porque es sumamente peligroso.

   El judío podrá ser y es bueno dentro de su pueblo. Sus costumbres son generalmente intachables y laudables. Pero con respecto a otros pueblos, aunque viva dentro de ellos, es un enemigo hipócrita que está acechando en la sombra contra los que le brindan hospitalidad. Es un enemigo que acecha.

   Así como un día enjuició a Cristo, lo insultó y escupió y le entregó a los gentiles para que fuese clavado en la cruz, así desde entonces su única razón de ser y su única preocupación es destruir al cristianismo.

   Los Hechos de los Apóstoles nos refieren cómo todas las primeras persecuciones levantadas contra los Apóstoles y contra la Iglesia fueron urdidas por los judíos. Ellos amenazaban a San Pedro para que no predicase a Cristo (4, 1-23); apedrean a San Esteban (6 y 7), persiguen a los cristianos de Jerusalén (8, 1), toman consejo para matar a San Pablo (9, 23), concitan persecuciones contra Pablo en Iconio (14), en Listra (14), en Tesalónica (17), en Corinto (18), en Jerusalén (22). Tertuliano resume las denuncias de los Padres contra la peligrosidad judaica en esta frase: Sinagogae Judaeorum fontes persecutionum. Las Sinagogas de los judíos son las fuentes de nuestras persecuciones.

   Los judíos en todas estas persecuciones no hacen sino cumplir su destino. San Pablo, el terrible Fariseo convertido a Cristo sobre el camino de Damasco, que  conocía por experiencia propia el odio satánico de los judíos contra Cristo, enuncia la ley de las persecuciones contra la Iglesia 

   28. Nosotros, hermanos, dice a los cristianos de Galacia, somos hijos de la promesa, según Isaac. (Gál. 4)  

   29. Mas como entonces aquél que había nacido según la carne perseguía al que era según el espíritu, así también ahora.  

   Y este "así también ahora" debe perpetuarse en toda la historia cristiana porque es una ley teológica más fuerte que todos los planes y recursos de los hombres. 

EL TALMUD

   Lo que importa saber es que el judío realiza esta su ley en virtud de su judaísmo, como quien cumple con una misión. 

   Porque esta ley contenida en el Talmud, que rige al judío, le manda, en efecto, despreciar y odiar a todos los pueblos, en especial a los cristianos, y no parar hasta dominarlos y sujetarlos como esclavos. Veamos qué nos enseña sobre el Talmud Paulus L. B. Drach, el célebre rabino del siglo pasado convertido al cristianismo, en su famosa y rara obra De l'harmonie entre l'Eglise et la Synagogue, Paul Melier, Libraire-éditeurs, Paris, 1844. Dice Drach que el Talmud designa el gran cuerpo de doctrina de los judíos, en el que trabajan sucesivamente, en épocas diferentes, los más acreditados ministros de Israel. Es el código completo, civil y religioso, de la sinagoga. Su objeto es explicar la ley de Moi sés conforme al espíritu de la tradición verbal, y encierra las discusiones de los diversos doctores. Si el lector juicioso del Talmud puede afligirse a veces de las extrañas aberraciones en que puede caer el espíritu humano, si más de una vez las torpezas del cinismo rabínico obligan a cubrirse el rostro, si el fiel ha de conmoverse por las atroces e insensatas calumnias que el odio impío de los fariseos difunde sobre todos los objetos de su veneración religiosa, en cambio el teólogo cristiano puede recoger allí datos y tradiciones preciosas para la explicación de más de un texto oscuro del Nuevo Testamento y para convencer a nuestros adversarios de la antigüedad del Dogma Cató1ico. El Talmud contiene las tradiciones rea les, que están confiadas a un cuerpo de setenta doctos, el sanhedrín, que era mirado como legítimo sucesor de Moisés. Allí se mezcla lo religioso con lo profano, sobre todo después que los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia (586 a. C.). La autoridad de los rabinos desplaza entonces a Moisés y los profetas. Las prescripciones para el acrecentamiento temporal del pueblo judío adquieren más importancia que los preceptos del mejoramiento religioso. Con estas enseñanzas rabínicas, que agravan los peores instintos del pueblo judío, se ha lle gado a crear una mentalidad antisocial y criminal que hace de este pueblo un inadaptado entre todos los pueblos que le dan hospedaje.
      El Talmud adquirió singular virulencia después de la aparición del cristianismo. Allí se estamparon las más insolentes y sacrílegas infamias contra Cristo y los cristianos. Esto determinó que los libros del Talmud fueran entregados a las llamas por orden de los Romanos Pontífices o de los príncipes cristianos. Fue entonces cuando un Sínodo judío, reunido en Polonia en 1631, ordenó suprimir cuanto se refiere a Cristo o a los cristianos, en los siguientes términos: "Por tales razones, os ordenamos que de ahora en adelante, cuando publicareis una nueva edición de estos libros, dejéis en blanco los pasajes donde se habla de Jesús de Nazareth, haciendo un circulo como éste O; y todo rabino, como cualquier otro maestro, tenga el cuidado de enseñar tales pasajes a sus fieles sólo verbalmente. De este modo los hombres de ciencia cristianos no tendrán nada que reprochamos al respecto, y podremos evitar que nos sobrevengan las más grandes calamidades y nos será posible vivir en paz".

La obra de Pranaitis (1)

   En 1892, de la tipografía de la Academia de Ciencias de San Petersburgo salía la mejor y más cuidadosa antología de máximas talmúdicas referentes a Cristo y los cristianos. Su autor era Mons. I. B. Pranaitis, titular de la cátedra de hebreo de la Universidad Imperial y tenía por título: "Christianus in Talmude Judaeorum, sive Rabbinicae doctrinae de christianis secreta". (El cristiano en el Talmud de los judíos, o los secretos de la enseñanza rabínica acerca de los cristianos). El libro llevaba, el texto hebreo de las prescripciones rabínicas con su traducción en latín. Pero los ejemplares des aparecieron casi completamente. Sólo algunos pocos se salva ron. Con uno de éstos publicó una edición fotocopiada Mario de Bagni, con la correspondiente traducción italiana. De esa edición. aparecida en los Editores Tunminelli y Cía., Milán, Roma, 1939, hemos podido hacer uso para este nuestro libro.

Las enseñanzas del Talmud referentes a Cristo
y a los cristianos

   Antes de reproducir textualmente los pasajes más insultantes y criminales del Talmud referentes a Cristo y a los cristianos vamos a dar de ello una idea de conjunto. En una primera parte expondremos la doctrina del Talmud sobre Cristo y los cristianos, y en una segunda los preceptos del Talmud sobre los cristianos.
   La primera parte encierra dos capítulos, sobre Cristo y otro sobre los cristianos.

   SOBRE CRISTO. Se le llama con desprecío: "este hombre", "un quídam", "hijo del carpintero", el "colgado". Se enseña que es hijo espúreo, de una mujer menstruada. Que tenía en sí el alma de Esaú, que era tonto, prestidigitador, seductor, idólatra, que fue crucificado, sepultado en el infierno, y que hasta ahora es un ídolo para sus secuaces. Como seductor e idólatra, no pudo enseñar otra cosa que el error y la herejía, y ésta irracional e imposible de cumplir.

   SOBRE LOS CRISTIANOS. Son llamados Notsrim, Nazarenos, y se les aplica todos los nombres con los cuales se designa a los no judíos. Abada zara, es decir, cultivadores de la idolatría; acum, adoradores de las estrellas y de los planetas; Obdé Elilim, siervos de los ídolos; Mínim, herejes; Edom, idumeos; Goim, gentiles; Nokhrim, extranjeros, forasteros; Ammé Aarez, pueblos de la tierra, ignorantes; Apicorosim, epicúreos; Cutim, samaritanos.
   Se dice de los cristianos lo más abominable que se pueda imaginar. Que son idólatras, hombres pésimos, peores que los turcos, homicidas, libertinos, animales impuros, indignos de llamarse hombres, bestias con forma humana, contaminantes a manera del estiércol, bueyes y asnos, puercos, perros, peores que los perros; que se propagan a modo de las bestias, que son de origen diabólico; que sus almas proceden del diablo y que han de volver al diablo en el infierno después de la muerte; que el cadáver de un cristiano muerto no se distingue de los restos de una bestia extinta.
   Del culto de los cristianos se dice que es idolátrico, que sus sacerdotes son sacerdotes de Baal, que sus templos son casas de fatuidad e idolatría, y que todos los aparatos que hay en ellos, cálices, libros, sirven a la idolatría; que sus preces privadas y públicas son pecados que ofenden a Dios y que sus fiestas son días de calamidades.

   La segunda parte de los preceptos del Talmud sobre los cristianos encierra tres capítulos: los cristianos deben ser evitados, deben ser destruídos, deben ser matados.

   LOS CRISTIANOS DEBEN SER EVITADOS. Según el Talmud, por lo mismo que el judío viene de un linaje escogido y recibe la circuncisión, está dotado de tan alta dignidad que nadie, ni siquiera un ángel, lo puede igualar. (Chullin 91 b). Aún más, se le considera casi igual a Dios. Quien golpee al israelita en la mejilla, dice R. Chemina, es como si da una bofetada a la Divina Majestad. (Sanhedrin 58 b). El judío es siempre bueno, a pesar del número r cantidad de los pecados, que no alcanzan a contaminarle, al modo que el barro no contamina el núcleo de la nuez sino sólo su cáscara. (Chagigah 15 b). Sólo el israelita es hombre; de él es todo el universo y a él deben servirle todas las cosas, principalmente los animales que tienen forma de hombre.
  
Siendo esto así, se hace manifiesto que todo comercio con los cristianos mancha a los judíos. y desdice grandemente a su dignidad. Deben, por tanto, mantenerse lejos de todas las costumbres y actos de los cristianos.
   Los cristianos deben ser evitados porque son inmundos. El Abhodah Zarah 72 b cuenta que una vez un hebreo trasvasó vino por medio de un sifón ron dos cañas, una y otra .sumergidas en los vasos. Vino un cristiano y tocó el sifón, y de repente quedó contaminado todo el vino.
   Deben ser evitados porque son idólatras y perniciosos. y así no es lícito al judío usar nodriza cristiana, ni preceptor, ni médico, ni peluquero, ni obstetriz cristianos.

   LOS CRISTIANOS DEBEN SER DESTRUÍOS. A los discípulos de "aquel hombre", cuyo mismo nombre entre los judíos suena a "bórrese su nombre y su memoria", no se les puede desear otra cosa sino que perezcan todos, romanos, tiranos, los que llevan en cautiverio a los hijos de Israel, de suerte que los judíos puedan librarse de ésta su cuarta cautividad. Está obligado, por tanto, todo israelita a combatir con todas sus fuerzas aquel impío reino de Idumea, propagado por el orbe. Pero como no siempre y en todas partes y a todos es posible este exterminio de cristianos, manda el Talmud combatirlos al menos indirectamente, haciéndoles daño de todas las maneras y así disminuyendo su poder y preparando su ruina. Donde sea posible, puede el judío matar a los cristianos y debe hacerlo sin ninguna misericordia. Vamos a detenernos en este último punto trayendo los textos de la obra de Pranaitis.

    Abhodah Zarah 26 b: Los herejes y traidores y apostatas deben ser tirados en un pozo de donde no puedan ser sacados.
  
Si añadimos a éstos los tiranos que ahora reducen en cautiverio a Israel, tendremos los cuatro géneros de los que deben ser matados por los judíos; es, a saber: los traidores, los apostatas, los tiranos y todos los herejes-cristianos, sin ninguna excepción, ni aunque fueran los mejores de los hombres.

  • I) Son considerados como los mayores enemigos de los judíos aquellos que revelan los secretos del Talmud o causan daño pecuniario a los judíos aunque sea de poca importancia -Noseroth- traidores.

   Choschen Hammischpat 388, 10. Es lícito matar al delator aun en nuestro tiempo, en todo lugar en que sea encontrado. Puede ser matado antes de la delación, Tan pronto como haya dicho que él quiere traicionar a alguien en sus bienes de vida o de riqueza, aunque éstas sean pequeñas y no le produzca mucho daño, ya pronunció contra si mismo suficiente causa de muerte, Avísenle y díganle: "No quieras delatar". Pero si imprudentemente dice: "No, manifestaré esto", debe ser muerto; y cuanto más pronto alguien le matare, tanto mayor mérito tendrá. Si faltare el tiempo de avisarle, el aviso no es necesario. Hay quienes dicen que el traidor debe ser matado sólo cuando sea imposible librarse de él privándole algún miembro. Si fuera posible librarse de él, por ejemplo, quitándole la lengua o los ojos, entonces no es lícito matarle, porque no es peor que los otros perseguidores.
  
Choschen Hammischpat 388, 15: Si se hubiera probado que alguien ha traicionado por tres veces a Israel, o ha hecho que su dinero pasara a manos de cristianos, será necesario buscar un medio prudente y astuto de suprimirlo del haz de la tierra.
   Sanhedrín 59 a: Dice R. Jochamam: el cristiano que escruta la ley es reo de muerte.

  • II) Deben ser matados los judíos que reciben el bautismo.

   Iove Dea 158, 2 Hagah: Los prevaricadores que se pasan a la parte de los cristianos y que se contaminan entre los cristianos, dando culto a las estrellas y a los planetas como ellos hacen, son semejantes a aquellos que prevarican para irritar a Dios; por eso deben ser echados al pozo y no sacados.

  • III) Deben ser matados los cristianos porque son tiranos, restos de los amalecitas, a los que manda destruir la ley antigua.

   Zohar I, 219 b: Cierto es que nuestra cautividad debe durar hasta que sean borrados de la tierra los príncipes cristianos que adoran a los ídolos.

  • IV) Deben ser matados todos los cristianos, sin exceptuar los mejores de entre ellos.

   Abhodah Zarah 26 b. Tosephoth: El mejor entre los goim merece ser muerto.

  • V) El judío que mata a un cristiano no peca, sino que ofrece un sacrificio aceptable.

   Sepher Or Israel 177 b. Borra la vida del cristiano y mátale. Es agradable a la majestad divina como el que ofrece un don de incienso.
   Ibid.
fol. 180. El israelita está obligado a poner todo su empeño en quitar las espinas de la viña. esto es, en arrancar y en extirpar a los cristianos de la tierra; no se puede dar alegría mayor a Dios bendito que ésta que hacemos exterminando a los impíos y a los cristianos de este mundo.

  • VI) Después de la destrucción del templo de Jerusalén no hay sacrificio más grande que el exterminio de los cristianos.

   En el Zohar III, 227 b., dice el buen pastor: No hay otro sacrificio fuera del que consiste en quitar del medio la parte inmunda.
   Mikdasch Melech
en el Zohar f. 62, dice: El cabrón que mandaban el día de la expiación a Azaziel nos enseña que también nosotros debemos suprimir del mundo a los cristianos.

  • VII) A los que matan a los cristianos se les promete el supremo lugar en el paraíso.

   Zohar I, 38 b. y 39 a. En el cuarto palacio del paraíso están todos los que lloraban a Sión y a Jerusalén y todos los que han destruido los restos de las naciones idólatras... Y como la púrpura es el vestido honorífico y distintivo de Dios, así serán honrados y distinguidos todos los que habrán matado a los otros pueblos idólatras.

  • VIII) No se deben hacer las paces con los cristianos, sino que hay que exterminarlos.

   Hilkhoth Akum 10, 1. No hagan las paces con los idólatras; de suerte que les concedan permiso de adorar a los ídolos... sino que los aparten de su culto y los maten.

  • IX) Todos los judíos están obligados a obrar concordemente para destruir a los traidores sus enemigos; si no con la acción directa, al menos con todos los medios.

   Choschen Hammischpat, 388, 16: Todos los habitantes de la ciudad están obligados a resarcir los gastos hechos para matar al traidor, aun aquellos que pagan por otro concepto sus tributos.
   Pesachim
49 b: Dice R. Eliezer: Es lícito estrangular al hombre idiota en la fiesta de la expiación, aun si caiga en día sábado.
   Le dijeron sus discípulos: Rabbí, di más bien inmolar. A lo que les respondió: De ningún modo; porque inmolando es necesario recitar ciertas preces, y estrangulando no son necesarias.

Cuatro acusaciones contra los judíos

   Y ahora veamos cómo diecinueve siglos de historia cristiana van a comprobar cuatro capítulos de perversidades ju días; es, a saber: 1º cómo los judíos, llevados por un odio satánico, buscan la destrucción del cristianismo; 2º cómo conspiran contra los Estados cristianos que les dan albergue; 3º cómo se apropian de los bienes de los cristianos; y 4º cómo los exterminan, arrebatándoles la vida, cuando pueden.
   En este capítulo me limitaré preferentemente a la época histórica de la Edad Media, para terminar exponiendo las medidas represivas con que la Iglesia, representada en los Soberanos Pontífices, prevenía la peligrosidad de los judíos. Una advertencia. preliminar. Al exponer las perversidades de esta raza grande (porque es la primera para el bien y para el mal) no me dejaré llevar por ningún sentimiento de desafecto hacia ella. En la lección anterior he expuesto la grandeza espiritual de este linaje, de quien tomó carne nuestro Adorable Redentor. Israel es tan grande, que no ha podido perpetrar el mal sino también terriblemente. Linaje consagrado, que si nos salva en el Cristo, cuando se aparta de Dios nos pierde en el Anticristo.
   Los cristianos no podemos odiar a este pueblo; sólo podemos compadecerlo, temblando también nosotros, porque si este pueblo cayó, ¿qué será de nosotros si la misericordia de Dios no nos sostiene?
   Por esto ruego no se quiera ver animosidad en todo cuanto diga; sobre todo que nada podré decir de inicuo, de perverso y de pérfido más espantoso que lo que este pueblo perpetró ya, dando muerte al Hijo de Dios.
   Además que autores judíos como Bernard Lazare, en su libro L'Antisémitisme reconocen la peligrosidad de los judíos forjada por la mentalidad que en este pueblo imprimió la ac ción exclusivista de los Rabinos. Los rabinos, dice (ed. 1934, pág. 57 del tomo I), habían separado a Israel de la comunidad de los pueblos; le habían hecho un solitario salvaje, rebelde a toda ley, hostil a toda fraternidad, cerrado a toda idea bella, noble y generosa; le habían hecho una nación miserable y pequeña, agriado por el aislamiento, embrutecida por una educación estrecha, desmoralizada y corrompida por un injustificable orgullo.

Los judíos destruyen el Cristianismo

   Comencemos por la primera acusación: Los judíos, llevados por un odio satánico, buscan la destrucción del cristianismo.
  
San Pablo, en la Primera Carta a los Tesalonicenses, re criminando la perfidia de los judíos que molestaban a los pri meros convertidos de su nación, dice (1 ad. Tes. 11, 15): Los cuales dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, ya nos otros nos persiguen, y que no agradan a Dios y están contra todos los hombres; que impiden que se hable a los gentiles y se procure su salvación. Con esto colman la medida de sus pecados.
   Hemos visto como los judíos impedían de palabra y de obra esta predicación. En las épocas posteriores se perpetua rá en igual forma esta acción pérfida. .
   San Justino, en su famoso Diálogo con el judío Trifón, dice repetidas veces que los judíos, después de haber matado al Justo, y antes de Él a los Profetas, ahora deshonran y alzan increpaciones contra los cristianos, y cuando pueden aun les quitan la vida
(XVI, CXXXIII); San Basilio afirma que antes los judíos y los paganos han luchado entre sí, pero ahora tanto unos como otros luchan contra el cristianismo. Y así vemos a los judíos en Esmirna, en 155, reclamando suplicios para San Policarpo (Martyrium Sancti Policarpi); el 250 los vemos insultar a los cristianos que se niegan a apostatar (Passio S. Pionié); el 304 se los encuentra entre los más violentos de los que quieren obligar a sacrificar a los ídolos a San Felipe y su diácono Hennes en Heraclea (Passio S. Phi lippi Heracleensis), y asimismo en las Actas de los martirios de San Poncio de Cimiez el año 261 y San Marciano de Cesarea; en Mauritania el año 303 figuran los judíos excitando a los paganos contra los Santos Mártires. Ellos son, asimismo, los que levantan las calumnias contra los cristianos para suscitar persecuciones de parte de los paganos, como afirman San Justino, Tertuliano (Ad. Marcionem III, XXIII), Orígenes (C. Cels. VI, XXVII) Y San Gregorio Nacianceno (Oratorio n contra Jul.).
   Los judíos colaboran gozosos con Juliano el Apóstata en las terribles persecuciones contra los cristianos (Sócrates, Hist. Ecl. III, XVII). En Persia, dicen las Actas de San Simeón- bar-Sabae, Patriarca de Seleucio, la persecución de Sapor es fomentada por los judíos, estos perpetuos enemigos de los cristianos que se encuentran siempre en los tiempos de tempestad, tenaces en su odio implacable y que no retroceden ante ninguna acusación calumniosa. En Singara, el año 390, el niño judío Abdul Masich, que se había convertido al cristianismo, es degollado por su padre; el año 524, el rey Dhon Nowas, de los Hyniaritas, judío, desencadena, a instigación de los judíos, una persecución criminal contra los cristianos (H. Leclerc, Les Martyrs, París 1905, t. IV, p. CIII). En Antioquía, el año 603, los judíos se precipitan sobre los cristia nos, matan un gran número y queman los cadáveres. En Pa lestina, el año 614, masacran a los cristianos por millares e incendian las iglesias y conventos. (Ver el artículo de F. Ver net, "Juifs et Chrétiens" en Dictionnaire d' Apologétique).
   Desde el siglo XII en adelante disminuyen estas persecuciones, no porque se amengüe el odio, sino porque, dada la vigilancia de la Iglesia y del Etado, disminuyen las posibilidades de realizarlas.
   Sin embargo, vemos a los judíos aliados con los herejes en la destrucción del cristianismo. Con sus intrigas deciden a León Isáurico en su campaña iconoclasta. Los judíos inspiran y se alían con Cátaros y Valdenses. Una ordenanza de Felipe el Hermoso, del 6 de junio de 1299, nos enseña que los judíos escondían a los herejes fugitivos (Donais, L'Inqusition, París 1906), y en 1425 el duque de Baviera castigó a los judíos de su ducado, que habían proporcionado armas a los hussitas contra los cristianos.
   No es aventurado afirmar, con el judío Darmesteter, Les Prophétes d'lsrael, que todos los revolucionarios del espíritu (herejes, por tanto) vienen a él, en la sombra o en plena luz, a recoger el arsenal criminal de razonamientos y blasfemias que legará luego a la posteridad. (Ver Luis Dasté, Les Societés Secrètes et le juifs, París, 1912).

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