LA VIDA DEL R.P. PÍO EUGENIO
Introducción Hacia fines del siglo XIX apareció el “caso
Mortara”. En el presente artículo no me detendré tanto en el “caso”[1], como en la milagrosa conversión del niño judío tal como nos lo cuenta él
mismo
[2].
“El caso”: El niño fue bautizado en
peligro de muerte por su nodriza cristiana, luego revivió de manera
inesperada; la Iglesia no lo devolvió a sus padres; el joven se hizo más tarde
sacerdote y murió en olor de santidad. No fue violada la potestad paterna de su padre judío ya que en caso de conflicto entre los derechos de la Iglesia (de orden sobrenatural) y aquellos pretendidos de sus padres (de orden natural), son los derechos superiores los que prevalecen. Pues el bautismo conferido válidamente hace al recién nacido súbdito de la Iglesia (lo cual es una verdad de Fe); y si la Iglesia renunciara a este artículo de Fe, renunciaría a toda la Fe ya que ésta es indivisible y si fuera violada en un solo artículo se perdería completamente.
La Iglesia prohíbe bautizar a los hijos de no católicos
contra la voluntad de sus padres, pero una vez que ha sido conferido el
bautismo, aunque castigue al trasgresor de sus ordenes (exceptuando el caso en
que el recién nacido estuviera en peligro de muerte, como en el que se
encontraba Mortara), no puede negar la realidad y la verdad de Fe: ¡el niño
bautizado es cristiano! El Código de derecho canónico de 1917 en el canon 750,
parágrafo 1º, enseña que: “Es lícito bautizar, aún contra la
voluntad de sus padres, al hijo de infieles, cuando se halla su vida en tal
peligro que prudentemente se prevé que ha de morir antes de llegar al uso de
razón. Si la muerte es cierta se debe bautizarlo, siempre que se pueda
hacer sin grave daño de la religión. Si la muerte es solamente probable está
permitido bautizarlo”.
Como la prohibición de bautizar vale solamente para
los recién nacidos de padres acatólicos que no quieran el bautismo, que no estén
en peligro cierto, o incluso solamente probable, de muerte; el bautismo del
pequeño Mortara fue no solamente válido sino también lícito, incluso
obligatorio, dada la gravedad de su enfermedad que no daba más esperanzas. La vida
Luego lo que declaró el Canónigo Regular de Letrán,
el R.P. Pío Edgardo Mortara durante el proceso de beatificación de Pío IX
[3], hacia 1912: “Nací de padres israelitas (en Boloña, el 21 de agosto de
1851, n.d.r.), hacia aproximadamente los 17 meses fui afectado por una grave
enfermedad, neuritis, que me llegó hasta la agonía… Conciente del peligro,
la sirvienta, Anna Morisi, cristiana y joven muchacha de entre 16 y 18 años
(vivía en Persiceto, n.d.r.) que mis padres, a pesar de las leyes entonces
vigentes en los Estados Pontificios, retenían a su servicio
[4], tomó la
decisión de administrarme el Santo Bautismo. Aprovechando el momento en que mi
madre me había dejado solo en mi cuna, ella se acerca… y me bautiza… El
hecho fue guardado bajo el más absoluto secreto por A. Morisi, sorprendida por
mi rápida curación. Seis años después mi pequeño hermano Arístides, cae
gravemente enfermo, A. Morisi, llamada… por una de sus amigas para bautizar al
niño in extremis, se rehúsa a hacerlo (el niño murió después,
n.d.r.) alegando como razón mi supervivencia al Bautismo y es así que el
secreto fue revelado. La noticia de mi Bautismo llegó de esta manera a
conocimiento de la autoridad eclesiástica ordinaria, ésta juzgando que el caso
era demasiado grave para ser de su competencia, lo refirió directamente a la
Curia Romana. …El Santo Padre, por medio de una Congregación Romana, encargó
a Feletti (Padre dominico e inquisidor en Boloña, n.d.r.) la separación de mi
familia, la cual tuvo lugar cum auxilio brachii secularis, es decir con
la intervención de los gendarmes de la Inquisición (los gendarmes
evidentemente no eran de la Santa Inquisición, sino de la Legión de Gendarmes
Pontificios de Boloña, n.d.r.)… el 24 de junio de 1858. Fui conducido por los
gendarmes hacia Roma (en Fossombrone el niño decidirá, milagrosamente, seguir
a los gendarmes a la Misa, n.d.r.) y fui presentado ante Su Santidad Pío IX,
que me acogió con la más grande bondad y se declaró mi padre adoptivo, como
lo fue de hecho mientras vivió, costeando mi carrera y asegurando mi futuro…
Algunos días después de mi llegada a Roma, habiendo recibido instrucción
religiosa, me fueron completadas las ceremonias del Bautismo por el cardenal
Ferretti…
Ocho días después mis padres se presentaron en el
Instituto de Neófitos para comenzar las gestiones tendientes a recuperarme con
ellos. Habiéndoles sido dadas completas facultades para verme y hablar conmigo,
prolongaron su permanencia en Roma durante un mes viniendo todos los días a
visitarme… Utilizaron todos los medios para recuperarme… A pesar de todo
esto no mostré jamás el menor deseo de volver con mi familia, a tal punto que
yo mismo no puedo explicarlo sino admirando la fuerza sobrenatural de la
Gracia. A este respecto contaré una anécdota en la cual se manifiesta este
poder de la Gracia. Habiendo ayudado la Misa en Alatri… cuando volvía a la
sacristía con el Sacerdote, de repente se presentaron mis padres en la puerta.
En lugar de echarme en sus brazos, como hubiera sido lo más natural,
sorprendido, me escapé y me refugié bajo la casulla del Sacerdote. (…) El
Sumo Pontífice… tenía intención de confiarme a los Padres Jesuitas… pero
reflexionando mejor, para no dar pretextos a las polémicas… me puso en el
Colegio de San Pedro ad vincula… dirigido por los Canónigos Regulares de Letrán.
(El Papa, n.d.r.) Me prodigó siempre las más
paternales demostraciones de afecto y… repetía a menudo que yo le había
costado muchas penas y lágrimas. Encontrándome de paseo me llamó y como un
buen papá se divirtió conmigo escondiéndome bajo su manto rojo… Durante
este tiempo la prensa… del mundo entero hizo mucho ruido sobre el rapto del
pequeño Mortara”
[5]. Diversas polémicas
En efecto, después del alejamiento del niño de Boloña,
la primera reacción tuvo lugar en los medio liberales luego que la prensa se
apoderó del caso. El punto de vista católico fue defendido por La Civiltá
Cattolica en una serie de artículos bajo la pluma del Padre Curci[6].
Veuillot y Dom Guéranger se lanzaron también a la batalla para defender a Pío
IX. Durante seis meses esta polémica estalla en todo el mundo. Las Comunidades
Israelitas piamontesas habían interesado mientras tanto a los Consistorios de
Francia y de Inglaterra. Esta última, a la que Roma no perdonaba la educación
forzada en los refugios anglicanos de los huérfanos de católicos irlandeses caídos
en Crimea, había pedido el cierre del colegio donde se había enviado a
Mortara. Pío IX comprendió que era necesario dar una respuesta categórica y
autorizada, basada en el principio según el cual lo espiritual prevalecía
sobre lo temporal y que la Iglesia debía tomar bajo su cuidado la salvación
del alma de un niño hecho cristiano aunque sin su intervención directa, y los
padres de Mortara debían imputar este hecho fastidioso y desgarrador a ellos
mismos, en la medida en que habían tomado a su servicio una criada cristiana,
violando así las leyes de los Estados Pontificios en los cuales vivían cuando
se produjo el “caso”. El Papa pedía solamente que en sus Estados se
observara exactamente aquello que él mismo observaría en los otros estados y
decía: “Presto estoy a perderlo todo antes que arrebatar a Cristo un alma que
ha sido rescatada al precio de Su Sangre”. El Papa estaba convencido -luego de
oportunas investigaciones que había mandado hacer- de la validez del Bautismo,
no podía pues permitir que un cristiano fuera educado en la religión judía,
¡aunque el caso fuera humanamente desgarrador!
La cuestión se reabrió en Boloña en 1859, con la
constitución de un Gobierno Provisorio que debía preparar los plebiscitos y la
anexión de marzo de 1860. Pío IX era inconmovible en su decisión de no
devolver al niño a quien quiera que fuese. El 14 de noviembre de 1859 el
Tribunal de la Santa Inquisición fue abolido en Romagna, los ministros del
culto fueron sujetados a la ley sarda y los fueros eclesiásticos fueron
suprimidos. El Padre Feletti fue la primera víctima de estas disposiciones, no
se había movido de Boloña, de su Convento de Santo Domingo, aunque previó lo
que iba a llegarle. Su actitud semper idem dio la impresión de una gran
dignidad, jamás hizo compromisos, repitiendo siempre haber actuado de manera
conforme a lo que el cargo que cumplía exigía de él. En la noche del 2 al 3
de enero de 1860 el Director General de la Policía Piamontesa, el caballero
Curletti arresta al P. Feletti, dominico inquisidor del Santo Oficio. El
dominico fue llevado a las prisiones de Torrone y el proceso comenzó
después de dos meses de detención. Desde su primer interrogatorio respondió
que: “Los jueces de la Iglesia no están sujetos a ninguna autoridad que les
sea inferior… no estando permitido a cualquiera hacerse juez de las decisiones
emanadas de la Sede Apostólica en materia de fe y costumbres… La conciencia
me prohíbe absolutamente dar ninguna respuesta”[7]. El arzobispo de Boloña,
el cardenal Michele Viale Prelá también fue apuntado.
El Padre Feletti fue escuchado el 16 de abril de
1860; el religioso dominico había declarado sobre el joven Mortara: “Yo no
puedo hacer menos que manifestar lo que se refiere a la misericordia de Dios
hacia este niño y los prodigios de Su Gracia para mantenerlo como un buen
cristiano. Desde los primeros momentos en que… se anunció al padre… y por
Edgardo mismo que él habiendo sido bautizado debía ser confiado a la Iglesia
Católica y por lo tanto ser separado de su familia, el niño permanece
impasible y mientras que sus hermanos y hermanas lloraban… él permaneció
sereno y tranquilo… El Sumo Pontífice tuvo la benignidad de mandar llamar a
Roma al padre y a la madre del niño… a fin de que ellos se aseguraran de la
voluntad de su hijo Edgardo de permanecer en la religión cristiana… Los
padres… tuvieron permiso de hablar con su hijo en presencia del rabino de
Roma, los cuales trataron… de convencer al muchacho de volver con ellos. Pero
él solo, una criatura de alrededor de nueve años, se defendió de las
tentaciones de su padre, su madre y del rabino respondiéndoles que él era
cristiano y que quería vivir y morir cristiano y que además rezaría a Dios
por la conversión de ellos”
[8].
Pero la polémica no se termina. Cavour, en octubre
de 1860 aseguraba a la Alianza Israelita Universal que el gobierno de la
Casa de Saboya haría lo posible para que el niño fuese devuelto a su familia. Fin de la autobiografía
“La Comunidad Israelita de Alejandría en Piamonte
hizo un llamado a todas las sinagogas del mundo y organizó una verdadera campaña
contra el Papa y la Iglesia… pidiendo a los poderes y suplicándoles
intervenir y protestar diplomáticamente. Algunas protestas fueron efectivamente
enviadas; esta violenta polémica… en la cual se dieron cita todos los
enemigos del Papado y de la Iglesia Romana se mantuvo en suma durante casi seis
meses. ….Pío IX, como él mismo lo decía en medio de esta furiosa tempestad
dormía tranquilamente a ejemplo del Divino Redentor: “ipse vero dormiebat”.
El 11 de marzo de 1868… encontrándome en San
Gregorio del Monte Caelius… se anuncia la visita de Su Santidad. Me prosterné…
sobre el suelo de la basílica, y al pasar el Santo Padre, queriendo besarle los
pies, con una precipitación completamente juvenil, mi frente choca con su
rodilla con tal fuerza que el Santo Padre pierde el equilibrio y estuvo a punto
de caerse… En el momento el Papa se contentó con mirarme. Después llegó en
lo que se llamó triclinio, ...él me interpeló suavemente: “Pero, ¿qué
has hecho hoy? Sería gracioso que la gente dijera que Mortara quiso matar al
Papa…”.
La paternal solicitud del Santo Padre se manifestó
especialmente con ocasión de los trastornos políticos de 1870. Después de la
entrada de las tropas piamontesas en Roma, en aquellos días de anarquía… en
que la policía era incapaz de frenar a la chusma, luego de haber arrancado por
la fuerza del Colegio de los Escolapios al neófito Coen (Coen quiso luego
volver a entrar en el Convento de los Padres Carmelitas, donde en 1833 se hizo
sacerdote y murió en 1939, un año antes que Mortara, n.d.r.)
[9], se dirigió
a San Pedro ad vincula para sacarme también… Pío IX informado de mi huída,
dijo exactamente estas palabras: “Agradecemos al Señor que Mortara haya
escapado”.
La bendición de Pío IX me acompañó en todas
partes. Ella me dio sobre todo la fortaleza… para no ceder a las presiones y
amenazas de las autoridades liberales que querían obligarme… a volver con mi
familia. (Luego de salir de Roma, n.d.r.) ella me siguió hasta Bressanone
(Tirol austriaco), donde encontré la más calurosa hospitalidad junto a mis
colegas de la Curia de Novacella.
Se quisiera saber cuales fueron mis relaciones con
mis padres después de su partida de Alatri. No tuve más noticias de ellos. Les
escribí muchas veces cartas paneréticas sobre religión y en las cuales
trataba de convencerlos de la verdad de la Fe Católica… Estas cartas quedaron
sin respuesta.
La paternal afección de Pío IX hacia mí fue
inalterable hasta su muerte. Luego de la supresión de las Casas Religiosas me
encomendó al santo obispo de Poitiers, Mons. Pie. … Sufriendo de debilidad de
nervios debido al exceso de trabajo, me vi obligado a dejar todo aquello que
pidiese aplicación y a darme a los trabajos manuales. En el bendito día de mi
primera Misa tuve el honor de recibir una carta firmada por él… No volví a
ver más a Pío IX. Después de 1870 muchas veces volviendo a la Ciudad Eterna
he visitado el cementerio del Verano y, profundamente emocionado me he
postrado sobre su tumba. …En su epitafio él invitaba a los fieles a rezar por
él: Orate pro eo. Confieso que cuantas veces he leído estas palabras,
tantas veces he dicho en mi corazón: Sancte Pie, ora pro me”
[10] . Después de dos años de permanencia de Mortara en Novacella cerca de Bressanone, con los Canónigos Regulares de Letrán, bajo el falso nombre de Pie Pillon; el 2 de agosto de 1872 pasa a Francia a la nueva fundación de Beauchesne donde recibe las órdenes sagradas: el subdiaconado, el 1º de septiembre; el diaconado, el 28 de octubre de 1873; el sacerdocio, el 20 de diciembre.
La deposición de Mortara termina en 1878 (año de la
muerte de Pío IX); pero es posible reconstruir la continuación de su vida a
partir de muchos otros escritos suyos: “Como sacerdote se distinguía no solo
por el celo, la piedad y la coherencia de su vida, sino también por sus dotes
excepcionales de predicador políglota y por su cultura bíblica. Capaz de
predicar en nueve lenguas, el R.P. Pío Mortara hizo su primer discurso el 25 de
noviembre de 1874 en la Catedral de Poitiers para el jubileo episcopal de Mons.
Pie. Mientras tanto… habiendo muerto su padre, el Padre Pío volvió a ver su
madre en Perpignan, después en París, rezando por ella para que se convirtiese
y se retirase a un convento… (Pero en vano, n.d.r.). También lo golpearon
otros dolores por aquellos años: la muerte de Pío IX y del Cardenal Pie…
finalmente una nueva enfermedad que lo puso a dos pasos de la muerte, de la cual
salió, según afirmaba, curado milagrosamente, después de la visita de Don
Bosco y de una invocación a Pío IX. El 19 de agosto de 1878 partió para
Italia, de donde fue a España hasta 1888… en 1894 se embarcó para América…
En 1899 fue para Cracovia… El 13 de noviembre de 1906 había fijado su
residencia en la Abadía de Bouhay (de donde volvió dos veces a Italia en 1908
y 1912), donde celebró el 50º y el 60º aniversario de su ordenación
sacerdotal. En esta ocasión recibió la bendición de Pío IX. Su último
deseo, morir en Italia, no pudo ser atendido. ….La guerra impidió la
realización del proyecto y es casi nonagenario que el R.P. Pío Mortara expira
cristianamente el 11 de marzo de 1940 en la Abadía de Bouhay en Bélgica (la
abadía fue vendida recientemente y el cuerpo de Mortara reposa en el cementerio
de Bressaux Liége, en la sepultura de los Canónigos Regulares de Letrán,
n.d.r.)”
[11]. |
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