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UNA ARGENTINA DIEZMADA DESDE TODOS
LOS ESTAMENTOS GUBERNAMENTALES
Miguel Seipel

   Uno puede creer en muchas cosas, pero solo debe creer en una sola.

   La fe que es el crédito más íntimo de una persona que jamás contradice la sindéresis.

   Todos, absolutamente todos los hombres, sabemos que la conciencia existe, que la misma conlleva el conocimiento de los primeros principios, infusos por Dios en nuestra creación. Que esta voz interior irrumpe como conciencia cuando menos la esperamos, y aparece en cualquier acto humano imperado llamado objeción de conciencia, que lisa y llanamente, nos dice lo que esta bien y lo que no esta bien. 

   Esta breve introducción la hago por si hay alguien que ignora estas cuestiones antropológicas elementales, entre las que se encuentran con rigor imperativo la ética y la moral, y me detengo, porque es muy extenso dictar un curso de valores honestos a esta altura de los acontecimientos. Motivo por el que apelo a aquella fuente que Dios nos ha dado por igual a todos y no todos la usamos, simplemente por necedad. 

   Por eso, sabemos que matar no es debido al hombre bajo ninguna circunstancia, y mucho menos tratándose de un ser indefenso como un feto de cinco meses..

   Pero como algunos médicos,  tienen un conocimiento ético-moral muy reducido, como el mostrado hasta  la fecha por el Dr. G. González García, que evalúan las circunstancias desde el frío balance riesgo beneficio, sin tener en cuenta  la  deontología profesional. Como solo atinan a las utilidades utilizan una moralidad de circunstancias, totalmente Maquiavélica.

   Que más hace falta a esta acotación anterior, que sumarle la complacencia de legisladores, jueces, ministros y hasta el propio Presidente. Quienes despreciando el derecho natural se lanzan contra la mismísima naturaleza humana, en pos de su extinción, cuestión harto comprobada, día tras día desde la cátedra del odio, cuyo magisterio preside muy bien nuestro Sr. Presidente.

   Como para ejemplo solo basta un botón, la "procelosa" Jueza Carmen  Argibay, da la impresión que cuando  niña,  en vez de jugar a la muñeca, preparándose para la postrer y más grande misión humana, se las pasó representando las tragedias Shakespieranas.

   Si no tiene creencias, más vale que se ate una piedra de molino al cuello y se arroje al fondo del mar, porque nada le queda ya en común con sus semejantes, más que su desaliñada figura. Quien no cree, quien no se religa a la historia misma de la humanidad, está demás, pues si ha habido, hay y habrá guerras, lo ha sido por las creencias esotéricas unas, y mistericas y diafanas otras.

   Por otra parte, es naturalmente repudiable semejante injuria a las madres que eternamente llevan en su alma, desde el alfa hasta el omega de sus días el fruto de sus vientres.

   Por otra parte, no se si sabrá que las madres hacen posible la perpetuidad de la especie, y que por el solo hecho de concebir enancan en la obra Divina. 

   En resumen, como juez, no sabe que su función es administrar justicia, darle al Cesar lo que es del cesar, y a Dios lo que es de Dios. Es decir, devolver al niño en gestación la oportunidad  de vivir  que le corresponde, y no permitir arrebatarsela.

   Para que lo piense esta jurisperita en asuntos librescos:.  Sra. Jueza usted confunde derecho positivo, de  escaso  recurso intelectual, con  DERECHO NATURAL o de la propia  ESTIRPE  HUMANA.

   Por otra parte quisiera hacer saber, si algún Argentino Bien Nacido, la votó, o votó sus electores, que sepa  que han cometido una de las felonías más repudiables de lesa humanidad.

   Tanto es así, que los del arte de gobernar llaman delito de lesa humanidad, a todo aquel que quita o ha quitado la vida, que este no prescribe con el tiempo, como lo han mostrado sus interminables juicios a los héroes que defendieron la Patria de esta lacra que ostenta el poderío y no sustenta el poder por aquello que reza: "Nihil est potestas nisi a Deo"..

   Para que también lo pensemos, todos los ciudadanos de esta Nación, porque si hubiera que echar a los jueces que juzgan de acuerdo a sus creencias, también habría que hacerlo con los jueces que no tienen creencias, porque son relativistas o más aun, nihilistas, y esto es lo que enseñan a nuestros jóvenes estos mayores entronizados en el poder por obra y voluntad de Fuman Chú.

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