Tengo un ejemplar de
El Diario del Che en Bolivia que fue publicado en nuestro país por Siglo
XXI, Editores S.A., impreso en los talleres Los Castellanos, de
Valentín Alsina, Buenos Aires, con fecha 17 de mayo de 1970. Este ejemplar se
encuentra compuesto de la siguiente manera: una introducción a cargo de Fidel
Castro (El Cuco Cubano), de 15 carillas sin lugar ni fecha, probablemente
redactadas en La Habana antes de julio de 1968 y principios de 1970 (según se
deduce de la Nota del editor, pág. 241); luego sigue el Diario
propiamente dicho separado por días y que ocupa la parte central de aquellas 287
páginas; más adelante se cierra la edición con una sección llamada Apéndices,
subdividida a su vez en Apéndice Nro. 1, que comprende las 13 páginas del
Diario faltantes en el cuerpo principal (del 4, 5, 8 y 9 de enero; 8 y 9 de
febrero; 14 de marzo; 4 y 5 de abril; 10 de junio y 4 y 5 de julio, todos de
1967), y que fueron publicadas por el periódico “Presencia” (véase a éste
en pág. 158 con fecha 12 de junio de 1967) de La Paz, Bolivia (documentos que no
aparecieron en la primera edición cubana), y el Apéndice Nro. 2, que
compendia una serie de documentos del E.L.N. (Ejército de Liberación Nacional)
en Bolivia (véase pág. 104 de fecha 25 de marzo de 1967), más mensajes
recibidos por el autor durante la campaña, escritos periodísticos relacionados
con este suceso, y una refutación del Partido Comunista Boliviano, “pro
soviético” según el texto (documentos que aparecieron en la segunda edición
cubana, supervisada, como la primera, y luego todas las restantes, por Instituto
del Libro de Cuba).
Sirva toda esta
introducción, que es probable el lector juzgue pesada, para concluir diciendo
que el libro de marras es auténtico en su origen contenidos. O que por lo menos,
nadie lo ha objetado desde aquellos tiempos hasta el día de hoy. De manera que
lo que allí se dice, escrito por el héroe Che Guevara y publicado por sus
corifeos, debe ser tomado como palabra de este Novísimo Testamento.
Y bien, ¿qué
encontramos por aquí? En la página 184 y con la fecha 24 de julio de 1967 se
puede leer, escrito de su puño y letra, que él se siente orgulloso de todos los
méritos que la prensa internacional le otorga, pero le gustaría que le digan que
es un “nuevo Bakunín”. No quiere parecerse en la empresa que ha iniciado al
heroico Dorrego, o como el gaucho don Martín Miguel de Güemes, en aquella
patriada que se llamó el Frente del Norte en la Guerra por la Independencia. No.
Quiere sentirse un Bakunín, que vendría a ser como su yo mejor, aunque éste nada
tenga que ver con nuestro país ni con Bolivia, cuyo suelo él había invadido.
Esta sería una
prueba a presentar de que el Che Guevara no leyó nunca a Miguel Bakunín
(1814-1876) y tocaba, como buen izquierdista argentino, de oídas sobre este
teórico anarquista, o bien que se adhería a todo su pensamiento. Y si no me
creen, miren lo que pensaba don Miguel en su Polémique contre les juifs,
que fuera editado en Paris, 1872.
“Marx es un judío
y está rodeado por una pandilla de pequeños, medianamente inteligentes, astutos,
ágiles y especuladores judíos, así como los judíos lo son en todas partes
agentes bancarios y comerciantes, escritores, políticos, corresponsales de
periódicos de todas las tendencias políticas; en pocas palabras, corredores
literarios así como son corredores de la Bolsa, con un pie en la Banca y el otro
en el movimiento socialista, y con sus traseros sobre la prensa alemana. Se han
apoderado de todos los periódicos y ya se pueden imaginar la nauseabunda
literatura que producen.
Ahora –sigue
Bakunín-, todo este mundo Judío, que constituye una secta explotadora, un pueblo
de sanguijuelas, un parásito voraz, sinvergüenzas, cercanos e íntimamente
conectados el uno con el otro, sin importar no sólo las fronteras sino tampoco
las diferencias políticas. Este mundo Judío está hoy a disposición de Marx o de
los Rothschild. Estoy seguro que, por un lado, los Rothschild aprecian los
méritos de Marx y por el otro lado, Marx siente una inclinación instintiva y un
amor por los Rothschild. Esto puede parecer extraño. ¿Que podrían tener en común
el comunismo y la Alta Finanza? ¡Oh, oh! El comunismo de Marx busca un fuerte
estado centralizado, y donde ello exista debe, inevitablemente, existir un Banco
Central estatal, y dónde esto exista allí la parasitaria Nación Judía -que
especula con el trabajo del pueblo- encontrará el medio para su propia
existencia.
En realidad
–continúa el anarquista ruso-, esto significaría para el proletariado un régimen
de cuartel, bajo el cual los trabajadores y trabajadoras -convertidos en una
masa uniforme- se levantarían, irían a dormir, trabajarían y vivirían al compás
de un tambor; el privilegio de conducir quedaría en las manos de los técnicos y
educados por la masonería, con un amplio campo para negociados provechosos
realizados por los judíos, que serían atraídos por la enorme extensión de las
especulaciones internacionales de los bancos nacionales”.
¿Qué me dice
amable lector aturdido por mis extrañezas? Es este un anatema arrojado sobre los
hebreos, masones, capitalistas y comunistas, suponiéndolos una misma cosa, que
cuesta encontrarlo entre los nazis del Tercer Reich. Pero la rareza más grande
reside en que, como se sabe, el Che Guevara (El Cuquito), además de
comunista era un medio judío por parte de su madre, que viene de familia de
marranos. Por esta razón es que digo que tal vez Ernestito no haya leído a
Bakunín (que era ruso pero no judío). Aunque también cabe que lo haya leído (su
obra no es muy grande: La teología política de Manzini -¡Oh, oh y oh!-,
Dios y el Estado -¡Ay, ay, ay!-, el Catecismo revolucionario
-¡Uyuyui!-, y el trabajo aquí citado), quee adhiera a él de cuerpo y alma como
parece que fue.
No hace mucho
una bruja, de estas arrancadas verdes que pululan por los medios desparramando
sofismas como papel picado, decía que el Che Guevara era un hombre
polifacético. Sí, es verdad. Aquí le encontré una faceta que en verdad es
manquera: la de ser un nazi, por acoplarse a uno que fue nazi antes que los
nazis. ¿O no es así?
Quiero ver cómo
hacen los progre para desmentirme esto. Acá les he dado todas las fuentes
donde pueden encontrar lo que afirmo. También podría hacerlo el Instituto del
Libro de Cuba, organismo tan prestigioso que tiene la capacidad de decirle a
los cubanos lo que pueden leer y lo que no pueden leer. ¡Anímense muchachos y
chicas, defiendan a vuestro héroe de este ataque nazifascista! ¿Y los
judíos? ¡No me digan que se van a quedar callados! ¿Y los masones? No. No,
tienen que salir al ruedo. Los espero.
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