Los Colorados del Monte,
julio de
2007.
A don CARLOS FERNANDEZ
Querido amigo y
buen camarada:
Como puede ver ya estoy de nuevo en casa, aunque
siempre lejos de los puebleros, burgueses sibaritas. Aproveche la ocasión de
hacer visita, y despunté el vicio en un rastrojo del vecino, cosechando en una
hora y media unas 40 perdices. Los perros han dejado de ser alumnos y ahora han
ascendido al rango de maestros. La puntería bien, como usted puede apreciar: de
paso me entreno, aunque no sé hasta cuándo me va a durar esto. Pero Dios ha sido
siempre muy indulgente conmigo, y tal vez me largue un poco más de hilo del
carretel para las temporadas venideras. Y si no, que se haga su voluntad y no la
mía.
Sepa usted que cuando me volvía, me enteré de la
muerte de este dibujante, y diz también que humorista, Roberto Fontanarrosa. Ya,
más distendido en la querencia, pude ver el despliegue fenomenal que los medios
hicieron arrodillados ante su cuerpo inerte; y a los periodistas les quedó corto
el castellano (aunque bien poco saben de este idioma), para adjetivar sobre la
vida del difunto. Viera usted para pintar al genio: que de aquí, que de
allá, que patatín, que patatero, anécdota va, dicho picaresco vuelve. Bueno: ya
se sabe usted cómo es esta cochambre. De donde vengo a colegir que, el tal
Fontanarrosa, era y pertenecía a los secuaces de este Régimen Perverso. De no
ser así, minga de noticias sobre su muerte, ni sobre su obra si la que hizo fue
tal, ni nada de nada. Los progre son así: todo bagre que no está en la
laguna no puede entrar, simplemente porque no existe, ni ellos permitirían que
exista. Son los que están y están los que son: ¡hace veinte y pico de años que
se vienen reciclando! Más el tramo que nos falta y que solo Mandinga conoce.
Este hombre, con apodo de entre casa El Negro,
hacía sus tiras cómicas en la Revista Humor, luego en Satiricón y
en otras de su estilo, todas hijas de los gramscianos Cascioli y Cognini
(creería que con este par ya estaría todo dicho). En realidad no conozco su obra
en detalle, pero sí que todos sus integrantes hoy, de una manera u otra, forman
parte del elenco estable del Régimen Perverso con estipendios más o menos
jugosos. Que yo sepa este Fontanarrosa no formó parte de estos cuadros, por lo
menos en la superficie, ignorando los motivos por los que quedó huérfano de la
ubre pública, aunque lo declararon ciudadano ilustre en varios lugares, y estos
títulos, normalmente, se aparejan con unas rupias que, por venir de arriba y sin
hacer nada, tienen un gustito muy particular.
El personaje medio, por el cual es conocido y en
torno del cual gira todo el Fontanarrosa, es Inodoro Pereyra. Este
personaje es un gaucho muy particular: su nombre es Inodoro, es decir, el lugar
donde se hacen ciertos depósitos, porque al parecer al genio no se le
vino otro nombre a la cabeza para nominar al gaucho que éste, tan allegado a los
detritus; además Inodoro es bruto y brutal, no sabe hablar, es desarrapado,
vago, pendenciero, tiene aspecto de un salvaje, su mujer es poco menos que una
bestia a la que él, en el fondo aborrece, y está condenado por el ciudadano
ilustre a hablar con su perro, Mendieta, que justamente es más sensato e
ilustrado que él. Con estas cosillas, aunque me faltan otras, el cuadro queda
armado. Pero esto, aunque usted no lo crea, no tiene nada de nuevo. Mas
observe don Carlos, que Fontanarrosa pinta a Inodoro Pereyra, pero se cuida muy
bien de decir qué es lo que produce a los Inodoros Pereyras. Veía los
efectos, pero se hacía (la cara la tenía) el pelotudo con las causas.
Es una mejor forma de vivir feliz, ¿no le parece?
Soslayando a Sarmiento (al que Fontanarrosa le hace
un sentido homenaje en una de sus últimas charlas), digo el Gran Sanjuanino, que
de Fontanarrosa hubiese hecho su vicepresidente, nos encontramos a un tranco de
don Estanislao del Campo, perteneciente a la Degeneración del 80. El ridiculiza
a un gaucho, que por lógica tiene que ser bruto, de apelativo Laguna, que
concurre al teatro para ver el Fausto y se maravilla de todas aquellas
fantasmagorías, y se cree a pie juntillas todas las imbecilidades habidas entre
el vejete del doctor Fausto, Mefistófeles y la dulce Margarita, una reina de la
gambeta, a quien el malevaje la hubiese llamado mishia grela. Pero
mientras discurro estas palabrejas, vaya usted don Carlos, atando el cordón
umbilical de estas genialidades: Sarmiento, del Campo, y Fontanarrosa
como el yo mejor de este Triángulo de las Bermudas. Mas he aquí que en medio de
la Década Infame (también ate aquí estos cabos: Degeneración del 80,
Década Infame, sólo faltaría la Unión Democrática y la
Involución Libertadora con la Línea Mayo Caseros y hacemos
cartón lleno), apareció el legítimo antecesor de Fontanarrosa, que se llamó
Molina Campos, El Turiferario Iconoclasta.
Este Molina Campos, que debió haber aprender a
dibujar por correspondencia, justo cuando lo agarró una huelga larga, y a
combinar los colores primarios en la Escuela Al Moco Elegante, fue un
tilingo y un palangana de fuste, de vida errática y controvertida, un típico de
aquella edad que los liberales lacrimosos llaman Años Dorados, que es
como la de ahora sin polainas, galera y bastón. Hizo este sujeto algunas docenas
de caricaturas que ridiculizan al gaucho, a su mujer, a su rancho y su caballo,
sus enseres y quehaceres; láminas que fueron publicadas por Alpargatas
(de los criollos Bemberg) para ilustrar sus almanaques bochornosos e infames. Se
escudó diciendo que eran caricaturas, nada más, porque le salió el avispero
nacionalista queriendo merendárselo, pero el daño ya estaba hecho.
Y así de un icono en el que deberíamos vernos todos, orgullosos
de él, resultó que no era nada más que eso: un ridículo con los ojos de huevo
duro, con bocaza de riñón partido, borracho y mal llevado. Digamos que un
inodoro cualquiera cuyo único interlocutor es un perro.
De analizar a estos cosos se me vienen las ganas de
decir: que Estanislao del Campo fue a la Degeneración del 80, lo que
Molina Campos fue a la Década Infame y lo que Fontanarrosa fue a este
Régimen Perverso. Pero Fontanarrosa ha muerto: zurdo, ateo y gramsciano
militante de toda la vida, lejos de lo que está cerca y cerca de lo que está
lejos. No lo llore porque no es el único, hay más, y por ello digo que no será
el último. Porque no hay ni puede haber absolutamente nada de lo que pueda
sentirse orgulloso el Pueblo Argentino. Nada. ¿Al pueblo? Déle azote y déle
palo, que es lo que él necesita: de todo el que nació criollo, esta es la suerte
maldita.
También quería comentarle que he descubierto un
canal (en realidad tendría que ser una acequia) que se llama Encuentro
(¿qué será lo que habrán encontrado?). El dato de su existencia me la pasaron
los tilingos azotacalles. Es esta una emisora bicéfala: unos días es
menchevique y, en otros, es bolchevique. En los ratos de descanso es
anarquista. Con esto quiero decirle que es gente de tiempo completo.
No me diga que estos muchachos no tienen sus méritos. Situación que para mí, en
verdad, ni me viene ni me va. Pero me ponen mal cuando mienten como
deschavetados. ¿Quién estará detrás de ellos?
Hace unos días, en un programita que se llama
Historia Argentina, Siglo XX, se dedicaron al período que va de 1930 a 1940.
Imagínese usted: es como pisarle el juanete a una vieja en el colectivo en un
día de humedad. Apoltronado en los cojines púseme a verlo, con un tinto
mendocino que hace crecer el pelo debajo de las uñas, y unos cigarros
correntinos que ni las arañas se me arriman. ¿Y sabe de qué me enteré? Que los
defensores a ultranza de don Hipólito Irigoyen fueron los radicales y los
socialistas, con la invalorable ayuda de los Demócratas Regresistas de don
Lisandro de la Torre. A la mañana siguiente me vestí de bailarina escandinava
con un moño carmesí en mis guedejas, y provisto de una canastita con los colores
británicos, siempre en puntillas de pie, díme a buscar al lobo, antes de que le
pase el destapa cañerías a la abuelita y a Caperucita. Pero me parece, por la
mirada brillante de la abuela, que llegué tarde. ¿Qué quiere que le diga don
Carlos? ¿Qué estas cosas me tienen más que hinchado, recontra repodrido? Perdón,
me estaba olvidando:
Pero todo esto no obsta para despedirme de usted con un:
NI YANQUIS NI MARXISTAS
DIOS, PATRIA y HOGAR
Un abrazo siempre
en Cristo y María.
JUAN (Milico
Redomón)
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