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LOS ILUMINISTAS Y LA
INDEPENDENCIA DE EE. UU.

TOMÁS JEFFERSON BENJAMÍN FRANKLIN ADAM WEISHAUPT JORGE WASHINGTON LA FAYETTE
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Quinta Los Colorados del Monte, julio de 2006.

   A don Carlos Fernández

   Mi querido compatriota don Carlos; buen amigo marca Flor: 

   Verá mi compadre que esta vez yo a usted no le debo ni una carta, pero lo mismo le escribo, porque ando con el alma hecha un revoltijo igual que menestra sancochada de iglesia pobre. Y mi indigente cabeza esquivando el golpe del balde como tortuga de pozo.

   Bueno, y usted dirá: ¿qué es lo que le anda pasando? Mire vea don Carlos, que me vine a enterar anteayer que el retrato que está en el anverso del billete de one dollar estadounidense, no es el de don Jorge Washington, figura legendaria que supo ser. No. Parece que es la figura de Adán Weishaupt. ¿Qué me dice? Imagínese como me puse yo, peor que una araña arriba de una sartén caliente.

   Porque la unidad monetaria, de la que hoy es una gran potencia mundial, llevaría implícito un fraude que usted comprenderá no es menor, y de un simbolismo que nos transporta a las nubes de Ubeda. Y a uno lo asalta el deseo, o la necesidad, de rechazar todo esto por parecer una entelequia obrada para causar daño, de no ser que este billete, como ningún otro de los Estados Unidos, lleva impresos una cantidad asombrosa de símbolos del esoterismo y de la masonería, y un sinfín de mensajes crípticos que año por año los van descubriendo los que andan metidos en esto. Algunos ciertos, es verdad, y otros medio caprichosos. Y le digo esto porque conozco a varios de ellos.

   No voy a caer don Carlos, en la exageración de decirte que el billete de one dollar de nuestra Madre Patria, los EE. UU., es un mensaje masónico, como el terrible billete de 5 Pesos Argentinos que lanzara el Proceso de Reorganización Nacional, y que tuviera vigencia hasta la aparición del Austral en tiempos del Hermano Alfonsín que inauguró la Democacacracia en la Norteamérica del Sur, nuevo nombre del país que nuestros bisabuelos llamaban desaprensivamente Argentina.

   Metido como siempre me puse a huronear entre mis cosas y encontré que Washington vivió entre 1732 y 1799 y Weishaupt de 1748 a 1830. De manera que, haciendo la cuenta, resulta que estos dos hombres compartieron el mismo tiempo que les tocó vivir durante 51 añitos. Por lo que se me ocurre llamarlos contemporáneos, de puro taita que soy. Claro está que medio lejos el uno del otro: Washington en aquel minúsculo territorio que habrían de ser con el tiempo una nación sin nombre, desde que se llaman Estados Unidos a secas; y Weishupt en lo que es hoy Alemania. Para que me entienda don Carlos: uno en América y el otro en Europa.

   Pero distantes y distintos son medio parecidos como la gordura con la hinchazón. Digo fisonómicamente. Impresión que me quedó después de ver a los que dicen son sus retratos que, para colmo son pocos. Y yo no le sabría decir, dilecto amigo, cuál es quién de lo parejos que son. Lo que también es propio de aquella época por el uso de los pelucones y los retratistas alquilados que eran una peste en cantidad y calidad.

   Entonces parece que un vivo se dio cuenta de este detalle y cambió un retrato por el otro. Cosa que a nosotros no nos sucedería con Sarmiento, por ejemplo, cuyo bello y aristocrático rostro es inconfundible aún para un pasmadote madurado a fomentos. O con el Hermano Néstor y su mirada, cuando tiene el sol de frente, que parece un japonés que se desveló pintando el techo.

   Pero ya sé don Carlos, porque lo conozco más que a mi hermano que es peronacho de los viejos, y esta no es mala gente, que se andará preguntando quien diablos es este gringo Weishaupt. Bueno, justamente es lo que le iba a decir: un vero diablo, como dice mi comadre Justina que vive en la Bajada Ancha, donde antes era la Aduana Vieja, en el distinguido barrio El Chilcalito.

   Adán Weishaupt fue un judío nacido en Ingolstad, en Baviera a orillas del Danubio, el 6 de febrero de 1748; diplomado como Doctor en Derecho (1768), ejerció como profesor suplente en Jurisprudencia (1772) y catedrático de Derecho Canónico (1775) en la Universidad de aquella ciudad. Tal vez resulte una casualidad que fuese ocupando los puestos que iban dejando los jesuitas por su extrañamiento, así como que fue un discípulo de ellos hasta su ingreso a la Universidad. Y vea don Carlos que es una maravilla ver como casi todos estos próceres han sido discípulos de los jesuitas: Voltaire, Diderot, Montesquieu, Rousseau, Mirabeau y los Enciclopedistas en general. En verdad: que uno no sabe con cuál quedarse de lo espléndidos que fueron.

   Por este tiempo don Weishaupt ingresó a la masonería, instalada en Alemania desde 1737 de la mano del Príncipe de Gales y como filial de la Gran Logia de Inglaterra. De los Hermanos Tres Puntos el hebreo quedó rápidamente desilusionado por considerar insuficiente su calidad operativa, ya por su falta de unidad, ya porque no se cedía bien al yugo de la obediencia pasiva. Entonces, aprovechando el gran afecto que le profesaban sus discípulos en la Universidad, echó en 1776 las bases del iluminismo creando la Orden de las Perfecciones u Orden de los Iluminados, con la “finalidad –se ha dicho- de trabajar por el progreso y la fraternidad”.  Resultando una corporación secreta que unía el atractivo de lo misterioso y la fuerza de la asociación, para imponer la voluntad única de los jefes invisibles a millares de individuos en Alemania.

   Pero vea don Carlos que las cosas terminaron de este modo: así como la secta de los Iluminados tomó buena parte de la Masonería (por ejemplo: siendo campeones de la Igualdad, lo primero que hicieron fue establecer un riguroso orden jerárquico de corte netamente verticalista); y a su vez la Masonería tomó elementos de esta secta (por ejemplo: su acérrimo sentimiento anticristiano y de lucha contra la Iglesia Católica), que están vigentes al día de hoy, con más de 230 años de testimonios de todo tipo, esparcidos en unas 12.000 obras, como para convencer al más indulgente de los democacacráticos.

   Pero, al parecer, los masones no quieren a los que fueron Iluminados (que vendrían a ser en nuestro presente los piantavotos). Dice Antonio R. Zúñiga, que fuera Director de la Biblioteca de la Masonería Argentina, que a este muchacho Weishaupt “le sobraba astucia, propia de su raza, hipocresía y maldad”, porque “para él todos los medios eran lícitos con tal de llegar al fin apetecido”. Una afirmación que viniendo de quien viene yo no me atrevo a desmentir. Ni me tomaré el trabajo. No sé usted don Carlos que es más prolijo.

   Y mire mi amigo que más cosas podría decirle yo de los Iluminados, como que con el tiempo les brotó el ala más arriscada que se llamó Tungembund (o Tungem-verein, unión de la virtud) y, más adelante nació la tenebrosa Deustchebund (Liga alemana). So pretexto de luchar contra Napoleón, estas organizaciones se llenaron de forajidos, ladrones, terroristas, incendiarios y asesinos. Y así como atacaban a las tropas imperiales, de paso saqueaban la aldea alemana más próxima y de noche, para calentarse, quemaban una iglesia. La Tungembund fue disuelta por el gobierno en 1813 y la Deutschebund en 1815.

   En su libro Sistema mejorado de los Iluminados (editada en Francfort 1779 y en Leipzig 1786), dice Weishaupt esta belleza: “Llegará un tiempo en que los hombres no tendrán otra ley que el libro de la Naturaleza. Esta revolución será obra de las sociedades secretas. Todos los esfuerzos de los soberanos, para impedir nuestros proyectos, serán inútiles. Esta chispa puede todavía quedar cubierta largo tiempo bajo las cenizas, pero el día del incendio llegará.”

   Así como Inglaterra inventó la Masonería para despedazar al Imperio Español con mano de obra española, reduciendo a España a lo que es hoy en día y a nosotros en el inodoro, el Iluminismo de Weishaupt se creó para los alemanes, pero lo hicieron suyo los franceses que llegaron a ponerlo como credo y considerarlo Política de Estado.

   Vea don Carlos: lo que los tilingos de café llaman revolución, y los palanganas heredoluéticos le agregaron francesa para que parezca más importante, es obra exclusiva de los iluministas. Así lo han demostrado, con documentos que no han sido rebatidos hasta el día de la fecha, el Padre Agustín Barruel (Memoires pour servir a L´Histoire du Jacobinisme), y Juan Robinson (Pruebas de una conspiración contra los reyes y las religiones).

   De uno de estos documentos depositados en el Archivo Público de Munich (Escritos originales de la Secta de los Iluminados, impresos por la Corte de Justicia de Baviera), podemos leer la siguiente maravilla: “Buscar a los que se distinguen por su poder –dicen los iluministas instruyendo a los franceses-, su riqueza, su saber. No rehusar su ayuda, pero guardarse de hacerlos partícipes de nuestros secretos. Buscar la dirección de la  educación, de las cátedras y del gobierno de la Iglesia. Entusiasmarlos por la humanidad y hacerlos indiferentes por la familia y la nación. Esforzarse por fiscalizar las revistas y los diarios y ganar a las editoriales para nuestra ideas” (P. A. Barruel, op. cit., Tomo IV, pp. 23 y 134, del año 1797 y J. Robinson, op. cit., pp. 39 y 191, del año 1798). Cualquier parecido con nuestra realidad, don Carlos, no es una mera coincidencia. Por eso le hago esta cita.

   Bueno, me dirá don Carlos, siempre apurado, ¿dónde está la relación entre don Jorge Washington y don Adán Weishaupt? Pero, ¿quiere que le diga la verdad? No sé. No. No es un chiste: no lo sé. Pero tengo algo peor que eso que es mi presentimiento. ¡Porque mire que anduve detrás de estos dos sin encontrar nada! Así que me inclino por la conjetura.

   No en vano se ha dicho que Weishaupt fue “el más poderoso organizador de conspiraciones de los tiempos modernos.” Pero esto, aparte de ser un halago para el semita, fue un dolor de cabeza para él y una seria preocupación para los gobiernos de la época. Y, como es de suponer, sobrevinieron las persecuciones.

   Resulta que en 1775, según mis rastreos bibliotecarios, ocurrió un accidente. Un pastor protestante de apellido Lause quedó achicharrado en un santiamén por una terrible descarga eléctrica. Digamos que lo partió un rayo. Intervino la maldita policía que encontró en los bolsillos y en la recámara de este santo varón, documentación muy comprometedora vinculada con los Iluminados. Parece que el finado Lause mataba su tiempo haciendo, entre arengas y bendiciones como las que se ven hoy por televisión, de correo de la secta por la baja Silesia, debía visitar logias e informarse de las persecuciones que sufrían los Hermanos en Baviera. Entonces intervino la justicia, que inició una lenta investigación que hizo eclosión el 11 de octubre de 1786 con el allanamiento del domicilio de un tal Zwack, en Landshut, y del palacio de Sanderdorff, propiedad del barón de Bassus, antiguo satanista, donde se encontraron todos los papeles y todos los archivos de los iluministas.

   Simultáneamente, en los Estados Unidos, Washington  era delegado entonces por Virginia en el Congreso General que se reunió en la ciudad masónica de Filadelfia el 5 de septiembre de 1774. Antro masónico donde se hiciera la famosa declaración de los derechos. El 19 de abril de 1775, con el sitio de Boston, comenzaron las hostilidades contra los ingleses, y el 3 de julio don Jorge asume el mando de las operaciones militares.

   Siguió así la lucha en la colonia con muchos altibajos, hasta la victoria de Príncenton (3 de enero de 1777), y la recuperación, diez días después, de la región de Jersey. La noticia llegó a  la desconfiada Europa a mediados de febrero y, por estos triunfos, creyóse salvada la causa de los rebeldes.  Entonces del Viejo Mundo acudieron innumerables voluntarios, de las sectas masónicas principalmente. Y entre ellos se destacaría María José marqués de La Fayette (1757 – 1834) que pertenecía, como se ve, a la misma progenitura de Weishaupt.

   Don María José era un muerto de hambre, masón incendiario y turbulento, protector y amante de los pobres. Hasta que, poco antes de partir hacia América, se casó con la marquesa de Noailles, perteneciente, en ese momento, a la más rancia nobleza, que dicen, además, era la mujer más rica de Francia. De allí le viene lo de marqués, porque pasó de canillita a campeón. Un auténtico Ceniciento, porque es la versión masculina de la Cenicienta. Y todo esto a fuerza de pinta don Carlos, que la tenía este coso según sus retratos, por eso no tuvo necesidad de perder el zapatito ni hacer viajes en calabaza.

   Muy joven La Fayette se inició en la masonería, pero después dio el tranco y se hizo iluminista como casi todos los franceses de su generación. Pero de una variedad que no le he nombrado todavía a usted: Los Hermanos Negros, que se basaban en todos los principios del iluminismo pero tenían solamente cinco grados. Ellos se asentaron en Giessen, en Marboury y en Francfor del Oder, donde se hacían llamar unas veces Cabezas de Muertos y en otras Los Caballeros Negros. Una sarta de “bandidos y embaucadores” según la policía alemana y la justicia que llegó a llenar las cárceles con ellos.

   Esta estructura de los Hermanos Negros es la madre del rito que fundara La Fayette a su regreso triunfal de América (después de Saratoga) y que algunos llaman impropiamente francés. El rito de La Fayette comprende los tres primeros grados (aprendiz, compañero y maestro) de la Masonería (lo que los ingleses, sus inventores, llaman craft masonnery, o masonería azul, que es la tropa de choque de estos diablos), y los dos últimos (los sublimes o consistoriales) de los 33 grados simbólicos y que son: Rosa Cruz y Caballero Kadosch (¿será por esto que dicen que San Martín era un caballero?)

   La renombrada e inofensiva Logia Lautaro de Buenos Aires, estaba organizada según el rito de La Fayette, y San Martín tenía, de conformidad con todos los historiadores, el grado 5° dado por los ingleses, es decir Caballero Kadosch. Ergo la Lautaro (o L.A.U.T.A.R.O.), es sobrina de Los Hermanos Negros y nieta de Weishaupt y del iluminismo. Cuando se creó la Lautaro, Weisaupt (en Gotha, Baviera) y La Fayette (en París, Francia, con su marquesa), estaban vivos y les faltaba treinta años para morirse. Decir que la Lautaro fue una logia patriótica es una puerilidad que no tiene límites: era masónica, tenía su matriz en Inglaterra y estaba impregnada del iluminismo.

   Afirmar que Weishaupt estuvo en América con Washington, es una temeridad. Aunque dicen que, como fugitivo pasó por Londres (siempre todos pasan y pasaron por Londres, hasta el Mahatma Gandhi y el Ayatollah Komeini, sin contar los marinos argentinos), y de allí se fue con los franceses a ver a don Jorge. De ser cierto esto, Inglaterra era tan libertaria que exportaba libertadores para que se liberen de ella misma. Weishaupt no tenía necesidad de hacer esto, porque les había mandado su mejor alumno: La Fayette. El que después les haría de puente a Benjamín Franklin y a Tomás Jefferson en sus andanzas satanistas por los tabucos de Europa, aunque los habían mandado en calidad de embajadores para despistar a la gilada de anteayer, de ayer y de hoy.

   Un abrazo don Carlos y que Dios y su Santa Madre lo mantengan bueno como hasta ahora.

JUAN

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