Quinta Los
Colorados del Monte, julio de 2007.
Carta a Don CARLOS FERNANDEZ.
Estimado amigo y compatriota:
Sabrá
usted que este título con la raíz hipo me hace recordar los tiempos de mi
escuela primaria. Tiempos duros mi amigo, porque nosotros nos enteramos después
que estábamos gobernados por un Tirano Sangriento. ¡Mire usted qué
peligro! Y uno andaba que para aquí, que para allá, diciendo que éramos felices.
No, si es como yo le digo, la inocencia de la gente no tiene límites. Bueno en
aquella época nefasta nos enseñaban a leer y escribir con el método del
deletreo, fonemas y el silabeo, que no puedo comparar con el
de hoy, porque ahora no se enseña nada derechamente, lo que es mucho más
práctico. Con las palabras del título se podría haber hecho una frase como:
“El hipopótamo con hipo mira a Hipólito”. Y con esto, nuestro querido
maestro se pasaba una clase entera explicándola, porque cambiaba de lugar las
palabras y armaba unos menjunjes fenomenales, pero entretenidos. Al vigilante
que tenía la parada sobre la oscura calle Bilbao, entre Carabobo y Camacuá, que
fuera amigo de todos las familias y pibes del barrio, lo echaron por ser
adicto al Tirano Prófugo. También a nuestro maestro por
adoctrinador de juventudes. A los dos los lloramos mucho y aquello nos
pareció injusto.
Bueno, ¿pero sabe don Carlos? Yo no quiero hablarle de esto, aunque sé que a
usted le gusta: de que conocí la libertad estando en tiranía, y conocí la
tiranía estando en libertad. No. Quería yo hablarle de don Hipólito
Irigoyen. Y del paquidérmico Régimen Perverso que lo maltrató a él y que hoy nos
maltrata a nosotros. Y no se descuide usted, porque en una de esas vuelven a
ganar para poder administrar el desastre que se les viene. Porque la gilada se
inventó con intención inodoresca: como receptáculo de todo tipo y género de
detritus pestilentes. La gilería es así, caro amigo, ya lo dijo en su momento
Discepolín. Y ahora aguante que irá la marca y ha de brotar el humito.
Seguramente usted habrá escuchado lo de la Argentina hasta 1930: que fue lo que
se dice la primera maravilla. Lo mismo pasa con aquella Argentina de 1930 a
1943, que es la segunda maravilla. De aquellas épocas de gloria y esplendor, don
Nicanor Hinostroza me ha dejado estas cuartetas para darle a la cuarta hasta que
salten las clavijas: Se juntó la vieja Cata/ con el viejo Filemón/ lleno de
lana el galpón/ y yo no tengo alpargatas. Y otra que le agrega como para el
contrapunto milonguero: Sopla el viento entusiasmao/ y se gana en las endijas:/
el parejero manteao/ y yo no tengo cubijas. Coplitas que pintan aquel
segmento de historia que derrochaba mieses y miel. Se estaba cosechando lo que
había sembrado la Degeneración del 80: estercolero el arbolito y estiércol la
fruta que la da.
Cuando don Hipólito Irigoyen asumió su primera presidencia en 1916, se había
imaginado que todo el país lo había elegido como presidente. Cosa que es
parcialmente cierta si nos atenemos al número de electores que tuvo. O bien como
a él le gustaba decir: que había sido plebiscitado. Pero también se dio
cuenta de otras cosas, como por ejemplo que la UCR no era un partido sino
un movimiento. Lo que también era cierto, porque los votos obtenidos
superaban ampliamente al número de afiliados radicales. Ello probaba que lo
querían los hombres de las más diversas tendencias políticas e ideológicas. Pero
esta conclusión era pecaminosa, porque si la UCR no era un partido, ¿qué era
entonces? Y se iba en contra de lo prescripto por el Estatuto Legal del
Régimen Perverso, que mucha gente llama también Constitución Nacional,
que nos dice que sin partidos políticos no se puede vivir, aunque jamás nadie
haya nacido en un partido político.
De manera que con estas conclusiones don Hipólito llegó a pensar que la UCR ya
no existía más porque había cumplido su misión. Fíjese don Carlos que vieja es
la partida de defunción de la UCR.: que digo unos 91 años a esta fecha. Hoy es
una momia reseca, sin vida, ni glorias, ni principios.
Pero pronto el viejo Caudillo se dio cuenta que aunque, pensaba correctamente,
estaba equivocado. Una parte del país no quería ser salvada. Porque el Régimen
se obstinaba en no desaparecer. Al principio sólo lo combatieron por los diarios
(Crítica, entre otros fue el más virulento, seguidos por La Razón,
La Prensa y La Nación), acusándolo de ser incapaz de resolver los
problemas que se le planteaban. Pero fuera de este periodismo, el Régimen
Perverso (el Hipopótamo) parecía moribundo. Sin embargo pronto recibiría éste,
como los grandes mamíferos de la escala zoológica, un hálito de vida y entrará
en épica lucha contra Irigoyen. Y no es para menos: Irigoyen tenía el Gobierno
Nacional, Santa Fe y Entre Ríos. En cambio el Régimen Perverso gobernaba en 11
estados. Con elecciones fraudulentas, ya lo sé, pero gobernaba. De manera que a
él pertenecían los diputados y senadores. La lucha que se avecinaba era entre el
Gobierno Nacional y la Provincias, entre el Poder Ejecutivo y el Congreso, que
pasó a ser el más infame de todos los tiempos.
El 12 de octubre de 1928, Irigoyen asume por segunda vez la Presidencia de la
Nación de manos de Alvear. El cuadro patético es el mismo, pero ahora don
Hipólito tiene 76 años. Está viejo y cansado. Y se nota que está viejo y
cansado. La UCR está dividida aunque en superficie no parezca así. Le ha nacido
un forúnculo que la llevará a la ruina sin remedio: el Antipersonalismo
de Alvear. Son los peores enemigos que tiene El Peludo, y viven, como
ahora, buscando roscas fenomenales con los socialistas, particularmente, los
Demócratas Regresistas de Santa Fe, los conservadores y varios pelajes de
demócratas. Esta conducta extraviada los llevaría a la Concordancia de
Justo y la Unión Democrática de Tamborín y Mosca en 1945.
El 11 de mayo de 1929 Irigoyen debe inaugurar la Sesiones Ordinarias de las
Cámaras. Es este un precepto constitucional. Pero él no asiste. Resultando ser
el único caso que registra nuestra historia institucional. En su reemplazo manda
dos hojas muy breves manuscritas y un lector para que les diga algunas cosas a
los señores legisladores, y les promete que, con el tiempo hará llegar el resto
del mensaje.
Esta parte del escrito, así como la restante, es sumamente agresiva en los
aspectos políticos. Considera a su gobierno como “el primer gobierno legítimo”
que ha tenido la Nación. Porque el comicio, dice, “ha sido conculcado” durante
más de un tercio del siglo. La República ha recuperado su poder para “extinguir
el Régimen más falaz y descreído de que haya mención en los anales de las
naciones.” Sin sus “denonadas actitudes”, “el Régimen habría dilatado la
usurpación”. Sintetiza, seguidamente, la obra de los gobiernos anteriores de
esta manera: “en lo político, todas las transgresiones; en lo financiero, todos
los desaciertos; y en lo administrativo, todas las irregularidades”. Pero ahora,
sigue diciendo, “desagraviada la Nación en su honor y restaurada su soberanía,
corresponde proceder a su reconstrucción institucional y administrativa”.
Considera que en su elección está “implícito el mandato” del pueblo, puesto que
sus “doctrinas” son bien conocidas. Y agrega que por fin la Nación está siendo
gobernada por ella misma. Cuando se comparen las obras de distintos períodos
presidenciales, las actuales “ostentarán culminaciones insuperables.” Se explica
los ataques “a todas las medidas, orientaciones y probidades” del Poder
Ejecutivo: “vienen de todo cuanto ha causado el desastre en la República en el
período que debió ser más fecundo, porque ya constituida, no tenía más problemas
que ventilar que los de su propio engrandecimiento”.
Pero Irigoyen se estaba refiriendo a todas las presidencias que siguieron al
orden constitucional después de la Derrota Nacional de Caseros: Mitre,
Sarmiento, Avellaneda y los que les siguieron. Esto, ayer y hoy, es un Pecado
Mortal que ni un Pontífice con lavandina, muriático y rasqueta podrá borrar.
Irigoyen ha insultado a los Apóstoles del Régimen Perverso (la ha echado una
maldición al Hipopótamo) y a la madre que los parió al resto: la Degeneración
del 80. ¿Acaso sus días están contados? Sí, así fue. Pero: ¡que gustazo que se
dio don Hipólito! No me diga don Carlos.
Pero él, Irigoyen, será magnánimo, porque “nunca discutió individualidades
determinadas, sino la común solidaridad con el delito, desde el cual el Régimen
resistía las más justas y legítimas aspiraciones nacionales.” Y remata este
extraño documento cantándole la última de las cuatro frescas: “Apostolados de
tan grandiosa significación en la vida de las naciones, por nobles que fueran,
concitaron siempre coros de imprecaciones, como ecos de derrumbamientos que
debían producir.”
Las Cámaras quedan conmovidas. ¿Tal vez por lo dicho? No. Jamás. “Que no se
canse tu brazo en darle azotes a la espalda de un necio, pero no dejará de ser
un necio”, dice por ahí el Antiguo Testamento. Y los que estaban allí sentados,
todos eran necios, hijos y choznos de la canalla perdularia. Aparte de haber
pertenecido, en su gran mayoría, a los gobiernos que el mensaje presidencial
juzgaba como vulgares delincuentes.
Por ahora nada más don Carlos. Que Dios y la Virgen, Madre Misericordiosa, lo
cuiden y lo mantengan bueno como hasta ahora supo ser.
JUAN
Milico Desacatado
kkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk
|