Quinta Los Colorados del Monte,
octubre de 2006.
A don CARLOS FERNANDEZ
Buen compatriota y antiguo camarada:
Sepa usted que ando contento. Porque todos los análisis que ordenó mi doctora,
después de retarme como corresponde a un médico correcto, salieron muy bien. De
manera que aquellos que le contaron que en la sangre me encontraron pedazos de
molleja y en el orín restos de semillas de uva chinche, le han mentido sin asco.
Nada de eso mi amigo. Tampoco es cierto que a la presión me la toman en la
distinguida gomería del Chichilo Fuentes, y que tengo un punto menos que las
gomas del auto. Dígalo con fervor: no es cierto. Estoy bien, y a Dios y su
Madre, Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra, sean dadas las muchas gracias.
En la mañana de hoy me llegó su
envío. Sorpresivo el asunto porque no lo esperaba. Y sobre su contenido le
quería decir algunas cosas.
Me llamó la atención lo del caso de Julio López que dicen está desaparecido.
Bueno, mire: ¿qué quiere que le diga? Porque con la escasa información que
dispongo, la verdad es que no sé si será cierto. Enseguida además le digo que no
es el primer desaparecido. Porque cuento cerca de dos docenas de desapariciones,
nada más que en gobierno del que tiene un ojo para leer y el otro para repasar.
Y no le puedo decir cuántos en los 23 años de Democacacracia que llevamos
al hombro.
Pero quiero que me entienda: no son desapariciones como las de antes, forzadas,
violentas. No. Esta gente desapareció, digamos, por su propia voluntad, como la
nenita de Paraná de la cual no se encontró ni el moño y su presunto autor, el
único que podría haber guiado la investigación, amaneció suspendido del techo de
su celda con una sábana. Punto final.
Por otra parte este López no es el testigo más importante de la causa
Etchecolatz. Su declaración fue importante, allá, al fondo y a la derecha, que
es bien distinto. En dos oportunidades pude ver a López declarando: en una
inspección ocular que se hizo con el juez Rozanski (que tuvieron a bien no
repetirla más), paisano del autor de la nota, José Schulman; y otra
testimoniando desde el banquillo.
Creo, sin ser un abogado ni un técnico en Derecho Procesal Penal, que ambas
deposiciones de López como testigo, son, derechamente, un par de aberraciones. Y
muy difíciles de categorizar porque, al aceptarlas, se ha sentado una pésima
jurisprudencia que ahora gravita sobre la cabeza de todos nosotros.
Porque no puede ser don Carlos que
cualquier tipo, colocado en papel de víctima, tome la guitarra y se ponga a
cantar vidalitas. Y el juez toma a ellas como ciertas y terminantes. Las causas
penales no se laboran así: hay que llevar, si es posible, el cuerpo del delito,
testigos presenciales irrecusables, pruebas terminantes, fechas claras,
documentos contundentes, fotografías y, aparte, aguantarse la defensa llena de
chicanas. Y si usted no lleva esos antecedentes, sabe de antemano que su
denuncia no prosperará. Vaya usted a hacer una denuncia penal, con cualquier
juez Cachiquengue y después me cuenta.
Por otra parte surge la aplicación de leyes aparecidas con posterioridad al
hecho de la causa. Es anticonstitucional. Se viola una garantía que debe ser
brindada por el Estado y, en este caso, es el mismo Estado el que hace de
violador.
En cuanto a la obediencia debida, aparece como tal después de la Guerra
Mundial I, mire si será de vieja, aunque hay autores que aseguran que la figura
es más remota. Aquí parecería que la descubrieron anteayer. Ella se aplicó, por
ejemplo, en Nüremberg, Corea y Vietnam. Digamos, donde en apariencia no había
motivos para emplearla. Sin embargo prosperó y a sus beneficiarios no se los
molestó más. En el Estado de Israel, los judíos (como el Juez Rozanski y el
autor de la nota Schulman), viven aplicando la obediencia debida. Pero a
ellos aquí se les olvidó, como se les olvidó que son argentinos. Hace poco el
rabino Goldman les recordaba en una arenga a la comunidad: “no se olviden
ustedes que aquí (Argentina) son extranjeros.” Y que no me vengan con la
monserga del antisemitismo, porque esta es la verdad. ¡Por favor!
Para terminar, porque esto tiene mucha tela para cortar, aparece en la sentencia
la figura de Genocidio, que no existe en nuestro Código Penal y sí en el
Diccionario que no es un código. Y no sé en que Código Penal pueda existir en el
mundo entero. Recién ahora una comisión de Diputados está estudiando una ley
para introducirla. Pero se van a hacer guasca, porque ni el Diccionario de la
Academia dice lo que ellos pretenden que diga. La tendrán que llamar
Aldonpirulero, pero genocidio no. Y esto en el Derecho Penal es otra
aberración, porque justamente, en las causas penales, el reo debe ser
encuadrado perfectamente en artículos del Código. Si sí, sí y si no, no. No
puede haber ambigüedades. Esto es terminante. Cualquier estudiante de abogacía,
de esos que cursan la carrera por correo, lo sabe al dedillo.
Los otros que se van a hacer hilacha serán los del Tribunal de Casación donde ha
apelado la defensa de Etchecolatz. Justamente con estos y otros argumentos. Mas
no sé con qué argumentos arbitrarios se descolgarán.
Al mismo tiempo le recuerdo que no defiendo a Etchecolatz. No. Me defiendo yo y
defiendo a toda la comunidad contra estos forajidos. Porque usted, don Carlos,
no está exento de que mañana se junten cuatro tipos y digan, guitarra en mano,
que usted los torturó en 1978 en tal o cual lugar, y se manden allí una
inspección ocular como la que le hizo López al Juez Rozanski. Le aplicarán la
homologación, y por más que grite y patalee, irá a dar con su osamenta a una
fría mazmorra. No lo dude. O en otras palabras: no estamos en la capacha porque
esta gente es buena. ¿O no?
Y a esta justicia lenta, ineficiente, deficiente y pervertida como el Régimen
que la parió, se debe agregar ahora que todas las sentencias son susceptibles de
revisión. O en otras palabras que no hay sentencia firme. Lo estamos viendo
diariamente. Los abogados amigos me dicen que esto no es tan así. Y yo les
respondo: ¡qué lástima que no sea abogado! Porque la de cascotes que recibirían
a diario.
Respecto a lo que me dice del camarada Labaké es, en el fondo, un buen
diagnóstico de lo que está pasando y que seguramente pasará. Claro que él tuvo
la visión de decirlo en el 2004. Es un mérito. Labaké fue por muchos años
abogado de doña Isabel Perón y después no sé qué pasó que lo cambió por otro. O
al revés: que él la dejó a ella. Es una persona de mucho coraje y fue el único
que tejió públicamente una tesis sobre el tema de las manos de Perón.
Sobre este particular yo tengo el mío, más o menos coincidente con el de Labaké,
en particular que es parte de un rito masónico que aún se aplica en la masonería
inglesa. Pero a los ejecutores se los debe buscar entre los residuos de la
subversión, con una cabeza ordenadora y motora que fue Troccoli. Sin olvidarse
que todas las organizaciones subversivas que actuaron en Argentina tuvieron
estructura masónica. Lo que no quiere decir que hayan sido masónicas. Esta es
una parte que nadie ha investigado. ¡Pero Claro! ¿Quién se quiere orinar los
zapatos? Y otras cosillas como por ejemplo: del panteón deberían haber existido
dos juegos de llaves. La investigación encontró nueve. No cuento aquí las 15
personas que murieron en torno a las manos de Perón. ¡Hasta al borracho que
dormía en la Chacarita lo pasaron por las armas!
Pero el amigo Labaké tiene una falla, ¿Y quién no? Humanos somos. Y es que a
veces me parece que se pasa de rosca y, de vez en cuando come los tallarines con
la izquierda. Bueno dejémoslo allí.
Le mando un abrazo y mis saludos. Que lo suyo no sea nada y pronto lo tengamos
relinchando como siempre. Que Nuestro Salvador Jesucristo lo siga protegiendo
como hasta ahora y lo mantenga bueno.
JUAN
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