Busqué al Sabio en la
Biblioteca Nacional, ambiente de estudiosos y jubilados propicio al
recogimiento.
– ¡Don Alfonso! Quiero consultarle por un problema con la Suprema
Corte de Justicia.
– Malos son los enredos con las Cortes ¡si lo sabré yo! Tengas razón
o no irás siempre a galeras... Veamos que te ocurre.
– Dije que la sentencia de un juez era “inicua”, y dictada para cumplir los deseos del gobierno. Y la Corte
ofendióse.
– Que llamaras “inicua” a una sentencia, no es agravio. “Inicua” viene del latín iniquus
que quiere decir contrario a la equidad, como lo puedes leer en la página
723 de la última edición del Diccionario de la Real Academia; y tener
otro criterio que un juez, no puede tomarse como ofensa a éste.
En cuanto al propósito que le imputas ¿el juez ofendido era de
derecho o de hecho?
– Lo nombró el gobierno revolucionario.
– Entonces no era nombrado por el Soberano “destinado por la ley y
que goza del consentimiento del pueblo” como dice el título primero
de mi Partida Segunda.
– Entre nosotros no hay reyes...
– Pero hay un Soberano, que en una República como la vuestra es el
Pueblo. Si no lo nombró el Soberano, lo habrá nombrado un tirano, que
así llaman mis Partidas a quien valiéndose de su ascendiente entre los
hombres de armas, usurpa el poder del Soberano: “no gobiernan por
derecho, y consiguen un aparente asentimiento valiéndose de la
fuerza” ; es gente despreciable porque “traicionar al Soberano es lo
más vil que pueda caber en el corazón del hombre (aquí lo tienes en
la Ley nueve, capítulo segundo de mi Partida Séptima), es errar contra
su Señor natural, que vale tanto como errar contra los hombres y contra
Dios...”
– ¡Don Alfonso!... Hable más bajo...
– Aunque lo hiciera en susurros es la Ley misma.
– Si los tiranos nombrasen
jueces para que distribuyan el derecho en su nombre usurpado ¿sus
sentencias serían tan válidas como si fueran de jueces de derecho?
– En las cosas comunes se
los podría consentir, porque siempre debe haber juzgadores.
Pero en las relacionadas con el gobierno como resolver, por
ejemplo, la situación de los soberanos depuestos por ellos, sus
resoluciones carecen de equidad porque “quienes juzgan a nombre de los
tiranos tienen forzosamente que serles gratos” (Partida Séptima). No
son en realidad jueces sino “pendejos”...
– ¡Don Alfonso! : Que se
trata de hombres mayores y formales...
–
“Pendejos” como lo empleo en mis Partidas, es palabra del
antiguo castellano que viene del latín pendere
“estar a órdenes de otros”. En
el español actual se suele llamar así a los hijos bajo órdenes de sus
padres; por extensión la Real Academia llama pendejos
“a los hombres cobardes y pusilánimes” que carecen de voluntad
propia y “penden” de quienes les dan el sustento.
– ¡Gracias Don Alfonso! Ya
sé a qué atenerme con la Corte. Tomando
el correcto ejemplar de las Siete Partidas, edición Salamanca del año
1796, me despedí del Sabio.
– ¡Quién era ese caballero que decía verdades de a puño que es
preferible callar – me preguntó mi vecino de asiento – .
– El rey Alfonso X de Castilla autor de las Siete Partidas, base de
todo nuestro derecho.
– ¡Pero si Alfonso el Sabio murió en Sevilla el 4 de abril de
1284!
–
(¿?) ...... Con razón habla como un alma del otro mundo.)
José
María Rosa
NOTA
DEL EDITOR
Artículo publicado en la revista Línea
Nº 16 de noviembre de 1981, en
ocasión de un juicio por el que había comenzado a sentirse ofendida la
Junta Militar que nos gobernaba, cuando en la misma revista J. M. Rosa
calificaba de “inicuo”
un fallo que condenaba a la ex presidente Da. María Estela Martínez de
Perón, depuesta por el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Cabe
hacer la aclaración de que el juez del caso era un juez muy joven.
Edición compilada y arreglada por Ed. Del
Ilustre Restaurador..