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ANGELELLI... 
DETALLES DE UNA ENTREVISTA 
QUE QUIZÁS NUNCA EXISTIÓ


Horacio Palma

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  El hombre es viejo. Camina despacio y respira con cierta dificultad cuando habla mucho. Tal vez por eso habla pausado…como eligiendo sus palabras. Me estrecha una mano fría, pero firme, y se arrebuja en un sillón mullido que cruje, junto al ventanal por donde casi se nos cuela una plaza que sabe más de penas, que de glorias.

   Con una seña me invita a que tome el café que una mujer preparó, se nota, con esmero. El departamento es austero, como las palabras de la charla. El frío aprieta en la ciudad, y la gente corre, presiento que hacia la siesta que, por estos lugares, es religiosa.

   Cinco años de insistencia me trajeron hasta esta charla. Ha pasado una hora del mediodía. Sobre la mesa que está junto al sillón, descansa un diario de cierto prestigio, lo ilumina la luz amarilla de una lámpara de pie: “La Iglesia conmemora los 30 años de su Obispo mártir”. En sepia, la foto de Enrique Angelelli.

   Lo espío…mi anfitrión lo advierte. “Parece que ahora es negocio la mentira”, me dice con voz áspera, mientras toma un sorbo de café… “Tal vez alguien lo hubiera matado de todos modos al pelado…pero Dios metió la mano…” dice, y deja escapar una carcajada sonora, que no cuaja con la debilidad de su figura. “Que Argentina de locos, Dios mío. Si parece que ha pasado un siglo y no 30 años, pero hay todavía algunos vivillos a los que les conviene no hacer las paces con la historia… ¡qué ganas de revolver la bosta! Bueno, pero usted vino para otra cosa, y en recompensa a su insistencia le contaré algo sobre aquella época y sobre la auto proclamada Iglesia Riojana…".

   Mire, comienza el hombre su monólogo tomándose el mentón y clavando la mirada en la ventana, como haciendo un esfuerzo por recordar… con el fin de recoger datos sobre los sucesos en la provincia de La Rioja, donde varios centenares de residentes expulsaron al Obispo Angelelli y a algunos sacerdotes y religiosas de la población de Anillaco en las fiestas patronales de San Antonio, viajé a la Ciudad de Córdoba el 19 de junio (1973). Me mandó el viceministro, claro que hoy nadie sabe nada ni se acuerda de nada. ¡Pregunte por los Halcones!...nadie los conoce. La Federal era así. Bueno, me estoy yendo por las ramas… Llegué el sábado 20, me entrevisté con el Sacerdote riojano Juan de la Vega, de la Orden de los Mercedarios, a quien conocía de tiempo atrás y en cuya seriedad y prudencia podía confiar ampliamente. El mismo, en su Convento de la ciudad de Córdoba me pintó un triste e increíble cuadro de la situación religiosa que pasaba su provincia, por la acción perversa del Obispo, él lo definió así: “un verdadero vaciamiento de los valores religiosos y morales de La Rioja”. Claro que eran los tiempos furiosos “posconcilio”, la Iglesia en estado deliberativo

   Sólo tres sacerdotes que no seguían la línea pastoral de Angelelli ejercían su ministerio en La Rioja, de los cuales dos vivían refugiados fuera de sus parroquias a causa de la persecución de la que eran objeto. El tercero, resistía. Uno de ellos era el Pbro. Virgilio Carlos Ferreira, de la localidad de Anillaco, quien vivía refugiado en la casa de unos vecinos y al cual dos enviados del Obispo intentaron secuestrar, lo que pudo impedir la población, junto a la policía local. Angelelli le había quitado hasta la pensión por vejez que le hacía llegar puntualmente la Conferencia Episcopal por tener más de 65 años. También le había quitado el Rastrojero de la Parroquia. Se lo habían llevado aquél 13 de Junio del 73, y cuando lo reclamó, le dijeron que no molestara, pues ya estaba viejo para manejar.

   Otro sacerdote refugiado, de apellido Goyochea, se había visto obligado a trabajar un viejo coche de alquiler, pues el Obispo lo había privado de los medio comunes de vida para su sacerdocio, como es el ejercicio de su actividad en una parroquia. El tercero era el Padre Julio Ferreira, oriundo de Catamarca, por quien el decanato del Norte “apretó” al mismísimo Angelelli para que el Obispo lo enviara de vuelta a Catamarca. 

   También me hizo especial advertencia de La Vega, que el asunto de la ocupación de tierras en Aminga había surgido por el esfuerzo del Obispo y sus colaboradores, empeñados en arrancarle al Gobernador Carlos Menem la promesa de entregar un predio (100 hectáreas) para organizar un grupo de granjas colectivas (Codetral). Pero según pude indagar, ciertos sectores de la Iglesia estaban convencidos de que dichas granjas serían en realidad, como lo habían sido en otros países, el reducto de grupos marxistizados nacidos tras Medellín, y manipulados por el Movimiento de Sacerdotes Tercermundistas. La reacción del pueblo, que salió a protestar en masa, impidió que se llegara a concretar dicho otorgamiento.

   También me informó el Padre de la Vega la existencia de un campo de aterrizaje clandestino en una zona llamada “El señor de la Peña”, y otro en Barrizales. Allí se habían detectado aviones que traían cargamentos de armas desde Chile. En este asunto, siempre según los dichos del sacerdote, estarían implicados varios satélites del Obispo, especialmente, el sacerdote Arturo Paoli, que vivía en un lugar estratégico: Suriyaco. De la Vega me dio varios nombres para poder contactarme en La Rioja. Y me informó que toda la familia del gobernador Carlos Menem estaba en contra de su gobernación, por las relaciones estrechas que el gobernador tenía con el Obispo. El mismo padre del gobernador Carlos Menem le había prohibido a éste entrar a su casa, mientras Carlos mantuviera relación de amistad con el Obispo Angelelli. Por otra parte, la esposa del gobernador, Zulema Yoma, rogaba a los hermanos que hicieran algo para alejarlo de las influencias de Angelelli. 

   El día 21 estuve en contacto con el Mayor T, a cargo de la Inteligencia en Córdoba, quien vino a verme a pedido del General D, persona de mi amistad, y en cuya casa estaba hospedado. Los agentes de inteligencia, según me mostró el Mayor, confirmaron una serie de datos que el sacerdote de La Vega me transmitiera antes, y me mostraron algunas fotos donde aparecía el Obispo Angelelli asistiendo de incógnito a reuniones en Córdoba, con su aspecto disfrazado (tenía peluca y anteojos oscuros). Eran las famosas reuniones de mentalización marxista, donde se afianzaba la Teología de la Liberación y se concertaba la Pastoral Popular de Filipuzzi, basada en el documento sexto de San Miguel del año 1969. Por todo eso decidí viajar a La Rioja. Viajé el lunes 23 en un avión militar que me dejó en Chamical. En un vehículo enviado por el Coronel C, viajé directamente al comando donde traté el asunto.

   Allí me confirmaron las conexiones del Obispo con Alipio (tito) Paolletti, del diario El Independiente, de total apertura hacia la izquierda y que en La Rioja era conocido como el diario Bolche o el diario del Obispo, desde donde se desataban todas las campañas de intimidación y confusión. Paoletti luego se hizo famoso por su libro “Como los Nazis, como en Vietnam”. Allegados a los Polletti eran los Lanzilloto.

   En la reunión, recuerdo que cité los nombres que el sacerdote me había dado en Córdoba. Y como uno de ellos vivía en Chamical, fui a su casa. El señor F participó de mi opinión, según la cual convenía que yo me informara en los lugares donde se habían producido los hechos, o donde los sacerdotes y las monjas tercermundistas realizan sus tareas. Me pareció correcto, así que el día 24 a las 6.30 horas partí en auto junto a él hacia la zona de “La Costa”, llamadas así, pues las poblaciones en cuestión están recostadas en el faldeo del cerro Velazco.

   Próximos a Anjullón cruzamos el lugar llamado Barrizales. Pude constatar que era perfectamente factible el aterrizaje de aviones, aún pesados, pues se trata de una extensa laguna desecada y en la cual la arena y el salitre mezclados con el barro, han formado una muy espesa capa, endurecida por el sol y la falta de humedad. No crece ninguna clase de arbustos, ni siquiera hierbas y tiene una longitud de varios  kilómetros, más de cinco, por dos de ancho. En ese lugar se habrían producido las descargas de armas, había huellas y yo saqué varias fotos. 

   En Anjullón no encontramos al señor Y. la persona que buscábamos, estaba en Buenos Aires, entonces continuamos hasta Anillaco, unos diez kilómetros al sur, y allí nos entrevistamos con el ex Párroco, Pbro. Virgilio C. Ferreira. Se trataba de un anciano de 74 años, quien se encontraba enfermo con problemas en la vista, y asilado en la casa de unos amigos. Toda la población lo veneraba y lo trataba como a un familiar. Me confirmó todos los dichos del sacerdote De La Vega, y me contó la acción metódica y progresiva del Obispo para desplazarlo a él y a los otros sacerdotes, y suplantarlos por los sacerdotes que  habían llegado a La Rioja en los últimos tres años. Angelelli recibió a todos los expulsados por los Obispos de otras diócesis, toleró a monjas afincadas de manera irregular (sin el permiso de sus Congregaciones), promovió la ordenación de seminaristas que no habían terminado los estudios, y aceptó a muchos sacerdotes llegados del extranjero, principalmente de Francia. El escribano allí presente, amigo del padre Ferreira, contó sobre algunos sacerdotes de la diócesis, como Armando Amiratti, sacerdote jefe del movimiento que se alzó contra Mons. Bollatti, Arzobispo de Rosario, Amiratti es quien apareció en una foto del diario El Independiente celebrando misa junto a Angelelli con una bandera de Montoneros en el altar.

   Además, comentó también el escribano, que el diario El Independiente, vocero del Angelelli, publicó que Amiratti estaba casado con Elvira Carlino y que se había ido de luna de miel a Roma, curiosamente, nadie lo desmintió; también nos contó del ex jesuita Hueyo, quien viviría “amancebado”; del sacerdote Gervasio Mecca, que había sido expulsado del Seminario de Córdoba por sus relaciones con la guerrilla; del padre Juan Aurelio Ortiz y de su indisimulada relación con la señorita Susana G, docente de la escuela parroquial Pío XII,  del padre Roberto Queirolo (con problemas con Mons. Laisse en su diócesis de San Luis), y muchos más, todos pertenecientes al Movimiento De Sacerdotes para el Tercer Mundo. También nos comentó el intento de secuestro del cual casi es víctima el padre Ferreira por parte de emisarios del  Obispo, cosa que la policía de Anillaco me ratificó. Nos contó que desde aquél día de San Antonio, el Departamento de Castro Barros estaba declarado en “Entredicho”, y por consiguiente, todas los templos impedidos de celebrar actos litúrgicos, como misas o casamientos. Además, ningún sacerdote podía ejercer su ministerio sin la delegación del Obispo, so pena de quedar suspendido ipso facto.

   Muchos de estos dichos me fueron luego confirmados por el señor Amado Menem, hermano del gobernador, testigo presencial de los sucesos de Anillaco y cuya casa está junto a la Parroquia. Amado Menem me mostró fotografías tomadas en ocasión de la fiesta de Anillaco lugar de expulsión del Obispo, en las cuales se puede observar a uno de estos sacerdotes (Antonio Puigjané) que, sin hábito sacerdotal, de boina y poncho, evidenciaba bajo el mismo la silueta de lo que parece un arma larga. Puede parecer increíble, pero lo cierto es que, sin avisarme, puso ante mí una serie de fotografías y me pidió que le indicara si observaba algo anormal en la foto. Y claro, vi claramente la silueta del arma bajo el poncho, al que viento adhería a la silueta del barbado sacerdote capuchino.

   Toda la mañana y la tarde, hasta las 17.30 hs. estuve recogiendo testimonios. Hablando con muchas personas; serranos sencillos y abiertos. Todos referían cosas parecidas: pensaban que el Obispo realizaba un vaciamiento espiritual e ideológico. “Ha ido sustituyendo nuestros sacerdotes auténticos, por hombres y mujeres que no actúan como verdaderos cristianos". Aluden a que el lenguaje del Obispo es de barricada, y el discurso de los sacerdotes, agresivo. Que suceden cosas insólitas, como que alguien pida permiso a viva voz en medio la misa para poder fumar, y el sacerdote le diga, también a viva voz, que no hay problema, que fume nomás. La comunión se hace en muchos templos, partiendo con la mano unos cuantos kilos de pan francés, y hasta se utiliza el vino de una damajuana para la consagración, y otras muchas cosas que le quisieron imponer a la gente por la fuerza. Todos notan un apoyo y dependencia del Obispo hacia Arturo Paoli, extraño personaje venido de Argel, afincado extrañamente en el medio de la nada. Un baquiano me confirmó que Suriyaco, donde reside el sacerdote italiano Arturo Paoli, está precisamente en el cruce de las recuas que vienen de Chile. Y que él vio una vez cómo se descargaban bolsas con armas, y quienes las descargaban le dijeron si le gustaban, que eran checoslovacas. El baquiano hizo luego una denuncia policial, la documentación pude verla luego en una dependencia policial.

   Ya en la ciudad de La Rioja, me entrevisté con tres vecinos, reconocidos profesionales, que venían de Buenos Aires. Habían viajado con la misión de proveer al señor Nuncio, pruebas, fotografías, testimonios, y grabaciones de lo que el Obispo y sus sacerdotes auto titulanLa Iglesia de La Rioja”. Me confirmaron que en la nunciatura habían recibido toda la documentación con sumo interés.

   Recuerdo que hice un informe escrito, debo tener la copia entre tantos papeles, y que en ese informe dije que lo peor del MSTM(1) lo había reunido Angelelli a su vera. Es colaborador de Paoli, representante del Pax en la zona Atlántica del América del Sur. Y recuerdo que pasé por escrito algunas observaciones, pues si mirábamos el mapa de la zona norte de Argentina, encontrábamos una alarmante serie de realidades que no podíamos ignorar. Al Noreste, Misiones, intensamente trabajada por un Obispo tercermunista y copada por las Ligas Agrarias. Al sur y algo más al  Oeste, Goya con Devoto, sin comentarios, y también las Ligas Agrarias. Al este de La Rioja, Chaco. En Roque S. Peña otro Obispo signado: D Estéfano, más Ligas Agrarias.

   Justo ocurrió lo de Ezeiza, eso fue en junio del 73. Allí cayeron guerrilleros de origen brasileño y argelinos. ¿De dónde venían?...me preguntaba en julio mientras escribía el informe. A Misiones entraban los que querían. Sobre Roque S. Peña estaban los argelinos, y en Formosa también. Y Paoli había venido a La Rioja procedente de Argel. Y La Rioja era como un cerrojo que abría la compuerta de Chile para Hombres y armas en manos de individuos muy inteligentes y que manejaban mucho, pero mucho dinero.

   Si este cerrojo actuaba, creía yo, tendríamos entonces en Argentina una nueva Sierra Maestra que embolsaría los grupos guerrilleros de izquierda. Y si no hacíamos nada, solo había que esperar un nuevo cordobazo para que la guerrilla avanzara hacia una zona liberada. Y de ahí, recuerdo que escribí, derechito a la guerra civil. Ahora que lo veo en perspectiva…no estuve tan errado: fue Tucumán, y al poquito tiempo.

   Bueno, antes de volver a Buenos Aires, hice un alto en el camino para consultar a una persona de toda confianza del viceministro (el viceministro después siguió de funcionario en el gobierno de Perón). Esta persona de confianza era Monseñor B, una persona muy amable y culta. Me atendió con mucha deferencia. Conocía muchas de las cosas que le comenté, y se asombró ante algunos documentos que le mostré. Tras la charla, Monseñor me dijo que gran parte de la Iglesia pensaba que no había más remedio que eliminar de alguna manera a Angelelli (el pueblo casi lo ahorca en Anillaco). Me indicó  que él estaba convencido de que el mejor camino, pues se trata del Obispo al que más le teme la Santa Sede, sería el escándalo periodístico. Un ataque sostenido de la Prensa que lentamente obligara su remoción no sería cosa difícil, pues de hecho, varios sacerdotes de su diócesis vivían con mujeres, varias religiosas sostenían relaciones con sacerdotes en sus vivencias en comunidad, y hasta un allegado al Obispo en la Catedral, sacerdote él, tenía un hijo con una ex cocinera a la que habían mandado a Córdoba, y a la que le enviaban dinero todos los meses. Además, muchos Seminaristas fueron ordenados por el Obispo sin haber terminado sus estudios. Y no eran cosas ocultas, sino que era la ideología impuesta desde una pastoral abiertamente tercermundista, escrita por el Presbiterio riojano en varios documentos, tras las reuniones de los distintos Decanatos de la diócesis.

   Eran tiempos difíciles…y yo la vi venir, pero qué querés mijito: con el Tio Cámpora creyéndose el presidente del pueblo, y con semejante Ministro del Interior!!!” 

   La charla fue derivando luego en cosas menos importantes. La tarde de invierno ya se hacía noche. El hombre tomó su batería de remedios, y me miró con una mirada que invitaba a ir terminando. Comprendí. Le agradecí la charla, me disculpé por la molesta insistencia. Pero creo que él comprendió mi joven curiosidad, pues cuando me estaba yendo, me tocó el hombro y me dijo “Pibe…tomá, una atención por la insistencia”. 

   Yo agarré la carpeta, le agradecí la deferencia y me perdí por las calles frías de aquella ciudad linda, que se aprestaba para recibir una noche lluviosa.

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