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¿QUÉ OPINA DON HUGO
CHAVEZ DE ESTO?

           

QuintaLos Colorados del Monte, julio de 2006. 

   A don Carlos Fernández

   Querido amigo y compatriota de ley: 

   A esta carta no se la debo, pero la escribo de puro comedido que soy. No ha mucho usted me anduvo preguntando por Simón Bolívar, el Libertador de la Gran Colombia que supo ser, y yo le mandé lo que más a mano tenía. Pero de tanto estar de balde en esta vida, en ocasiones me da por hurguetear en mi modesta biblioteca y en mis viejos apuntes que son una verdadera mugre. Tanto es así que dice mi mujer, que usted conoce, que el día que me muera les pegará fuego y que las llamas se verán de veinte kilómetros a lo redonda. Una exageración.

   Bueno, como le decía, me encontré algo sobre don Simón que no sé si le servirá de algo. Pero mi alma generosa me dice musitando a la oreja que se lo mande y usted con su elevado criterio decida. Por lo que, sin más introito, allí va.

   Resulta que el judío Mordechai Kissel, más conocido en los tabucos como Carlos Marx, su pseudónimo periodístico, se refirió a Simón Bolívar como el “canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque(carta de Marx a Engels de fecha 14 de febrero de 1858). Y Faustino Soulouque (1782–1867), le recuerdo, fue un político y déspota haitiano, casi contemporáneo de Marx, de raza negra, que se hizo proclamar emperador en 1849 con el nombre de Faustino I, hasta que, reventada la santa paciencia, lo derribaron en 1859.

   En esa misma misiva el Arcángel de los Obreros, don Mordechai, afirmaba a su amigo que Bolívar era un mito de la fantasía popular: “La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar.” ¿Qué le parece el desayuno que le estoy sirviendo? ¡Ahí le mando otro par de medialunas!

   La verdad es que con las distancias geográficas y las diferencias de los tiempos que les tocaron vivir a estos hombres (Bolívar nació en Caracas en 1783 y murió en Santa Marta en 1830, y Mordechai nació en Tréveris en 1818 y murió en 1883; es decir uno en América y el otro en Europa), nada hacía suponer que alguno de ellos sería objeto de atención del otro.

   Pero vea usted don Carlos que vino a ocurrir una coincidencia. En 1857, esto es un año antes de la carta de marras, un yanqui de nombre Charles Dana, director del New York Daily Tribune, solicitó a Marx y a Engels, un grupo de biografías para incorporarlas a la New American Cyclopaedia. Casualmente es el mismo Marx quien nos da la noticia de los reparos de Dana contra su artículo sobre Bolívar, porque estaba redactado en un tono prejuicioso y, además, le habría exigido más fuentes para sustentar sus dichos. Que es como decirle al Alma Tutelar del Proletariado que diese más sustantivos y se deje de joder con tantos adjetivos.

   Pero parece, siempre ateniéndonos a la carta citada, que el yanqui Dana era loco pero no tonto, distinto de los que tenemos en el Río de la Plata que son tontilocos, una variación genética de la lúes sifilítica que produce horribles deformaciones. Y terminó el editor rechazando el artículo del Padre de los Pobres porque se salía del tono enciclopédico. ¡Qué horror don Carlos! ¡Asesinar así las ideas!

   Sin embargo este texto de don Mordechai es la base y sustento de la leyenda negra de Simón Bolívar. Mire: sin ir tan lejos como Las Tablas de Sangre de Rivera Indarte que todo el mundo sabe que son fraudulentas, y sin embargo las siguen editando. ¿Me entiende don Carlos? El texto de esta carta delatora fue descubierto en 1935 por Aníbal Ponce en los Archivos del Instituto Marx-Engels-Lenín de Moscú (le recuerdo de paso que Marx, Engels y Lenín, vivieron, estuvieron, pasaron y salieron de Inglaterra, como tantos y tantos libertadores de esta tierra).

   Luego de traducido el documento al castellano se publicó, por primera vez, en la Revista Dialéctica (menchevique) de Buenos Aires en 1936 que mora hoy en día en la Biblioteca del Congreso (Sección Hemeroteca), para deleite de los progre. Solamente hay que ir y pedirla.

   Y yo, ¿qué quiere que le diga don Carlos? No sé por qué don Mordechai se descargó así contra el prócer venezolano. Cuando usted ha visto por televisión que los venezolanos hacen marchas con gigantescos retratos de Marx y al Mulato Cuarterón no se le cae de la boca lo de la República Bolivariana. Así como llevan retratos del Che Guevara: ¿y sabía usted que don Ernesto jamás mencionó por escrito ni verbalmente a Venezuela? Y si hay alguno que encontró una mención le ruego me la haga saber así la anoto y no digo más pavadas. Para el Che Guevara, Venezuela no existe. ¿Acaso la detestaba como Marx a Rusia por pastoril y guanaca? No sé. Pero mire lo que son las cosas: la revolución comunista se afincó en Rusia y ahora la guevarista en Venezuela. ¿Qué me cuenta? ¡Las cosas que nos pone Dios en el camino! ¡Ya necesito un San Ignacio de Loyola reforzado!

   Sin embargo no he dejado de ver las influencias de Hegel en el pensamiento de Carlos Marx, por aquello de “los pueblos sin historia”. Pero así y todo, Mordechai, se mete en un camino peligroso, que es mezclar la historia con las ideologías. Que es lo que le va a pasar al profesorucho de Felipe Pigna que ha hecho de la historia una ensalada de repollo y perejil: delincuente ahora, porque es pichón. Espere usted que emplume. Cuanto más alto vuele, más fuerte será el golpe.

   Pero además hay una curiosidad: esta visión del proceso revolucionario de las independencias hispanoamericanas, ha sido compartida por marxistas acríticos de la tendencia historiográfica soviética, hasta por lo menos 1959 (para nosotros la era del Gordo Codovila, amigo de Lonardi, Palacios y Norteamérico Ghioldi, con o sin los jugosos cheques que le mandaba la URSS). Pero los rusos, que no comen vidrio, en la segunda edición de estas obras, critican severamente la posición de Marx ante Bolívar. Pero ya era tarde, para ellos y para los hijillos que han desparramado por el mundo para la perdición de las almas. Porque la primera es la que vale. Además, Marx nunca se desdijo. Tampoco Engels lo corrigió. Los bolcheviques, sí. Y usted don Carlos, ¿con cual se queda?

   Que el Manto de la Inmaculada Concepción que tiene los colores de la Patria Amada lo cubra y proteja guardándolo bueno como hasta ahora. Es lo que le desea de corazón su siempre amigo

                                JUAN

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