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ENFERMERIDES ARGENTINAS
(Fechas Augustas de Argentinas Glorias)
por Juan Pampero

DIA DEL ATORRANTE [1]

   Viernes 10 de noviembre de 2006: Un supuesto médico desconocido, de apellido Barreiro, dice que Perón le refirió que tenía dos hijas. 

   En la noche de este día y amanecer del siguiente, un supuesto médico que dijo apellidarse Barreiro refirió que, siendo médico de cabecera del General Juan D. Perón, éste le había confiado que tenía dos hijas: una residente en Argentina y la otra en Francia. Agregando al final que a él no le cabía ninguna duda que Marta Holgado era la hija del Tirano Prófugo que vivía en nuestro país, aunque de la otra no sabía ni cómo se llamaba ni en qué lugar de Francia tenía residencia.

   Para que el público quedase impresionado, el galeno se cayó al programa, que se emite a partir de las 24 horas, con su guardapolvo blanco de médico, cruzado sobre su cuello un estetoscopio, muchas lapiceras en el bolsillo y una tarjeta de identificación de color azul en el bolsillo superior izquierdo del delantal. En otras palabras estimados lectores, que allí no había, para la mediocridad general que nos supera,  ninguna duda de que este Barreiro era un médico, porque estaba con todos los emblemas.

   Pero el mozalbete del periodista cometió algunos deslices, por los que pienso que el Gran Hermano le debe de haber dado un buen reto y alguna palma en la nalgada. Entre ellos el de preguntarle a Barreiro por su vida, cuando al que había que descuartizar era a Perón. Y comenzó el supuesto galeno a sacarle la chala al choclo, todo lo cual resultó veramente interesante y como siguiendo les diré.

   Lamentablemente se le había olvidado al doctor Barreiro en qué año se había recibido de médico. No dijo tampoco en que facultad. Ni dónde prestó servicios como residente y, dentro de ellos, en qué especialidad. Menos mencionar su matrícula provincial y nacional, cuando a mí para ingresar al Colegio de Ingenieros me pidieron hasta el certificado bucodental, el análisis de orina de las últimas 24 horas y me hicieron pagar de contado el arancel. No mencionó Barreiro a dónde había prestado servicios, con excepción de 17 años que estuvo en África. Pero como África es un continente y, para colmo grande, nos podría haber dicho en qué país, por lo que esto también fue a la cesta del no sé y no me acuerdo. Y viendo tanta amnesia se vino a mi aporreado caletre: si este hombre sabía dónde había nacido y quiénes eran sus padres.

   Al final lo único que le quedaba de médico era el guardapolvo blanco (que la mayoría de los médicos ya no usan, porque prefieren de colores) y el estetoscopio.

   Dentro de este mar de ambigüedades, el presunto doctor Barreiro dijo que Perón lo había consultado por su infertilidad y él “le había diagnosticado una prostatitis crónica”, por lo que le habría aconsejado que se opere. Y fue en esta serie de consultas que Perón le habría confiado su íntimo secreto: aquello de sus dos hijas, a las que él, de puro Tirano Sangriento, jamás les llevó el apunte ni les pasó un mendrugo para que vivan.

   En determinado momento Barreiro sacó de su costado izquierdo un libraco como de 400 páginas que tenía apretado con las nalgas. En aquel mamotreto demostraba los orígenes indígenas de Perón, que el Déspota Inhumano había mantenido en gran reserva porque, de no ser así, los militares, siempre oligarcas, racistas y malditos, no lo hubiesen dejado ingresar al Colegio Militar. Todo lo cual no dista mucho de ser una maravilla porque el doctor Barreiro no prueba allí otra cosa que no sean chismes.

   Pero: ¡cuidadito con esto! Y si no me creen miren los testimonios que arrimó a la causa Etchecolatz el señor Jorge Luis López, “un testigo clave”. ¿Pruebas? ¡Ah, no! Pruebas ninguna. Una catilinaria de versos solamente. Como los aprendidos de memoria. Y si no fue así, daba la sensación. Los piolines del titiritero que lo movían debieron cuidar este detalle antes de despatarrarse, porque todos nos dimos cuenta.

   Aunque en esto del Perón indígena mapuche, Barreiro no fue el primero: ya se le había adelantado Bonifacio del Carril (Memorias dispersas, El Coronel Perón, pág. 89, Ed. Emecé, Bs. As. 1984), y otros que compararon los discursos del ex presidente con el que Lucio V. Mansilla pone en boca del Cacique Mariano Rosas (Una excursión a los indios Ranqueles, Cap. LIII). De manera que por el lado de la indiada venía la cosa.

   Ahora bien: todos sabemos quién fue el doctor Bonifacio del Carril, como por ejemplo que fue masón, hijo y nieto de masones y, como tal amigo, del General Lonardi que estaba rodeado de masones pero que él no lo era. Bonifacio del Carril es el que en el número 55 de “Renovación” del martes 19 de febrero de 1946, definiera su posición en contra del Coronel Perón, “en apoyo –dice- de la Unión Democrática”, por considerarlo un canalla mentiroso (según él mismo: B. del Carril, Crónica Interna de la Revolución Libertadora, pág. 231 y ss., Ed. 1959). O que don Bonifacio fuera abogado de los Bemberg (de la criolla familia Hirsch) y del SOFINA (vulgo CADE o SEGBA), aunque no le hacía asco a clientes como los criollazos Bunge y Born, Dreyfus, el grupo ANSEC y qué se yo, como él mismo tiene el desparpajo de decírnoslo muy suelto de cuerpo, tal cual como si fuera un chiste. De manera que nada nuevo hay por aquí, que no sea lo macabro de un prevaricador consuetudinario.

   Pero lo que no sabemos es en qué anda Barreiro o con quién anda, quiénes están detrás de él, por adelante o detrás, arriba o abajo y si está pago en euros o en dólares. Dicen algunos, a media voz, que es un tentáculo de Martha Holgado. Y si fuere así estamos en la misma, porque nadie sabe quién está detrás de los fines u objetivos inconfesables de Marthita.

   En un teatro descomunal, con su sala ahíta de público anhelante, sobre el escenario han quedado inermes estos dos títeres, a la espera de que se les descerraje unas buenas andanadas de papazos y naranjazos mezcladas con algún ladrillo.

   Más aún: a medida que Martha Holgado fue perdiendo terreno por los resultados anticipados de ADN, Barreiro ha ido desapareciendo. Y los resultados que iba a presentar “la hija” el 24 o 25 de noviembre, procedentes de los EE. UU. no aparecieron, por lo que Barreiro que se mandó la maratón por los canales de televisión, ha pasado al estado gaseoso. Y nadie más habla del tema. Los lenguaraces han sido silenciados por el Gran Hermano, que tiene la habilidad de pasar los cuerpos del estado sólido al gaseo y viceversa, con un solo chasquear los dedos.

   Barreiro es un atorrante, de menor cuantía desde luego, pero atorrante al fin. Sería interesante investigarlo porque seguramente se encontrará allí una veta inacabable. Esta será una responsabilidad de la familia Perón o de algún abogado con hormonas y genitales.

   No Barreiro, no. A mí a esta no me la vas a contar. Y la próxima vez que te den micrófono, que en apariencia tanto te gusta, recítanos los números de tu matricula nacional y provincial que acredita tu protomedicato. En verdad yo con esto me sentiría conforme. Más aún, podrías mostrarnos el formulario del último pago a la DGI, con lo que el caso quedaría cerrado y nadie podría decir esta boca es mía.

   Ahora diga el lector si el “dotor” Barreiro no se merecía esta Enfermérides de atorrante.

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NOTAS MARGINALES
  • [1] Ahí me aparecieron algunos diciendo que yo usé en el caso de Martha Holgado y ahora en el de Barreiro, la palabra atorrante, que no es castiza y más bien es un argentinismo perteneciente al lunfardo. Y están equivocados. Hace un tiempo apareció la noticia de que la palabra atorrante provenía de una firma llamada A. Torrant, que existió y había ganado la concesión para hacer los desagües pluviales de Retiro y zonas adyacentes. Esta empresa había acumulado una buena cantidad de caños de gran diámetro y, como la obra se demoraba, mucha gente indigente y de mal vivir, aprovechó la ocasión para domiciliarse en estos caños de noche: eran los atorrantes. De día salían a estragar infelices. Periódicamente la policía los purgaba. Era el anticipo de lo que después se llamarían villas de emergencia.
       No me digan que esto, como cuento para tomar el sueño, no es bueno. Pero no es así. La palabra atorrante tiene su raíz en el atorrarse canario, que no es otro que el azorrarse de la Academia. Y azorrarse es “quedarse como adormecido por tener la cabeza muy cargada.” Claro que de azorrarse, quedarse dormido, bien se puede decir de quien lo está, que está azorrando; y por el mismo cambio que la z pasó a la t en Gran Canaria, decir que está atorrando: del verbo al adjetivo hay un sólo paso, atorrante. Esto es más lógico.
       Estas etimologías que hacen nuestros lingüistas son muy graciosas. Hace años la Compañía Argentina de Alpargatas sacaba unos almanaques con ilustraciones de Molina Campos; también la Compañía de Fósforos Sudamericana que fabricaba las cerillas Rancherita y otras más. En estos almanaques se podía leer la habilidad de los lingüistas nativos: Novio provenía de no-vió (la gorda que después se le vino encima); Marido salía de mar-ido (como el que se va al mar y se tira de cabeza para suicidarse); Esposa, porque en la vida terminaba siendo una esposa o grillete que portaba el individuo de por vida, etc.
       ¿Les parece gracioso esto? Sí. Tan gracioso como que atorrante ha salido de A. Torrant.