stedes sin duda querrán, a esta altura del partido, conocer la
verdad. Y la verdad es que tengo tanta literatura sobre la Argentina
Maravillosa de los Dorados Años ’30 que no sé bien por dónde
empezar. Esta especie de discreto semanariecillo será el ejemplo que
me evitará cien explicaciones. Porque son estos los casos de tangos
en prosa. O por bien decir, una prosa a la cual usted le puede poner
de fondo cualquier tango, de preferencia con fuelle arrabalero,
arrugado de tristezas, llorón de acordes mistongos. De esta prosa
delatora de una edad, se han olvidado todos, incluidos los que
tenían y tienen la obligación de recordarla. A lo mejor es porque no
capitula ante los progre, o porque es una antigualla que no
conviene conozca la muchachada a la que engrupen sin pudor. Entonces
se mantiene viva la llamita de los nazis y de los
fascistas que son los cucos contra los que se debe
luchar, aunque haga 60 años que ya no existen. Y así la juventud
anda buscando las hormiguitas en el jardín mientras al lado le pasan
los elefantes al trote.
¡Argentina tierra irredenta! ¡Cuándo volverás a ser la maravilla que
fuiste en los años ’30! Con un 148 ‰ de mortandad infantil antes de
llegar al primer año de vida en el Partido de la Matanza, a las
puertas de la gran urbe, la ciudad modelo. Unas 150.000 personas que
la Parca y la Guadaña se llevaban anualmente por el paludismo en las
provincias del noroeste y alrededor de 3.500.000 chagásicos
ambulantes que se morían en las veredas. ¡Cuándo, por Dios,
volveremos a tener estas cifras que nos hicieron grandes y nos
decían que éramos el octavo país del mundo!
Los
liberales y marxistas de hoy en día, que se hacen llamar progre,
porque les da vergüenza que los identifiquen con Alvaro Alsogaray o
el Gordo Codovila, hicieron y hacen un esfuerzo tremendo para que
volvamos a la Maravilla Veinteñal con más de medio millón de
personas muertas, por hambre solamente, o desnutrición (unos 35.000
por año) en los veinte años de Democacacracia. Pino Solanas,
rancio cojo e hipócrita sin abuela, se sorprende de esta cifra en su
último bodrio: Memoria del Saqueo. Y le llamo bodrio a su
documental y cojo a él, porque cuenta la mitad de las cosas
falsificando la historia; e hipócrita porque no se le animó a
Kirchner y a su Régimen Perverso. Dicen que se le acabó la cinta en
de la Rúa. Tampoco se acordó de Duhalde su corralón, el ajuste,
misia devaluación del 300% y ser el autor de que el Tuerto Maldito
esté usufructuando el poder lo más pancho. ¡Qué pena!
¡Se
acuerdan de Celestino Rodrigo, ministro de Isabelita, y su
rodrigazo, pero no se acuerdan de duhaldazo! ¿Pero a
quién le ganaron estos cosos?
Ya
se me calentó el pico. No sigo más. Vayamos a los tangos en prosa:
que suenen las guitarras y se desarrugue el bandoneón, que la música
es recuerdo y el recuerdo una ilusión. Son dos que he seleccionado
para ustedes sin mucho hurguetear como les dije enantes.
1.
Pedrín
(1923)
En el triste caso de Pedro Fiaschi, abogado de éxito
en Buenos Aires, que manda a sus viejos a Europa, nos encontramos
con un diálogo interesante:
“El doctor Pedro Fiaschi encendió un cigarrillo
–comienza diciendo don Félix Lima que no puede ser tildado de
niponazifachofalanjoperonacionalista como yo-, y se ubicó en el
amplio sillón de búfalo. Cruzó las piernas, echó humo y apoyó la
cabeza en el casquete de brin de aquel.
-
Bueno, todo está arreglado… El vapor
“Cavour” sale mañana. Aquí tengo los pasajes.
-
Securo que de seconda se iremo, Pedrín,
¿no?
-
No es posible, mamá. La crisis…
-
¡Ma de lo clientes no te fartan, Pedrín!
-
Es cierto, papá. Pero…
-
¿Qué te costaba mandar a tus viecos a
l’Oropa de seconda crase? ¿Te es olvidao, Pedrín, que se venimo con
vos de tu Italia en terza, gateando sopra la cubierta del “Mateo
Bruzo”, cerquita hace de trenta año?... ¿Acaso nosotro, no ti dimo
de l’indocación de chico?
-
Tienes razón, papá… yo tengo que hacer
economías. El 15 de este mes me caso… Yo no olvidaré de enviarles
cien pesos mensuales a Catellamare.
-
Meno mal así, Pedrín. Argo es argo.
Gracia… Nuosotro sapemo que a Buenos Aires te disturbamo… Por eso se
ne vamo a l’Oropa, de voerta. Te deseamos que tengas de la felicidá
con tu futora esposa que se tiene del grande peyido sociale.
Nuosotro semo vieco… ¿Está cierto, Pedrín, que ahora hacés del socio
del Yokey Crú?
-
Si, papá, es cierto. Esta noche mis
amigos del Jockey Club me despiden de la vida de soltero con un
banquete.
-
E tu vieca, Pedrín, que se venía a
invitarte a comer con nuosotro, en esta última noche d’America…
Loisa amasó lo tallarini, amasó.
-
Lamento, mamá… No es posible…
¡Discúlpenme!... Mis amigos…
-
¿Ma pero, mañana, te veremos en la
dársina, para despedir a tus padres, Pedrín? A la dié sale el “Cavour”.
¿Te veremo, Pedrín?
-
No faltaré mamá.
-
Intonce no te distorbaremo más, Pedrín.
Hacé lo que tené que hacer, hacelo. Son la sei… Hasta mañana,
intonce.
Besos y lágrimas. Y desde la puerta del ascensor, el viejecito
remató la despedida:
-
¡E que te vaya bien a la comida al
Yokey Crú!
-
¡Banqueto, vieco! Má claro así… (…)-
(Pero Pedrín no llegó al día siguiente a la dársena a despedir al
Cavour donde viajaban sus padres).
(…)
Y el padre del doctor Pedro Fiaschi empujó a su esposa destino a la
“terza”, en tanto que la consolaba con estas palabras:
-
Decalo vieca. Estará trabajando de
arquentino…”
(Félix Lima, Entraña de Buenos Aires, Ed. Solar-Hachette,
Buenos Aires 1969)
2.
Mordisquito
(1951)
AUDIO DE MORDISQUITO
PULSE AQUÍ
“Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo
digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que
estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto
macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón, la
milagrosa.
Ellos nacieron como una reacción a tus malos gobiernos. Yo no lo
inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su
defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un
largo camino de miseria.
Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la verdad. Porque yo no
lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la lucha salvaje de
gobernar creando, los trajo la ausencia total de leyes sociales que
estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo
desprecio por las clases pobres a la que masacraste, desde Santa
Cruz a lo de Vasena, porque pedían un mínimo respeto a su dignidad
de hombres y un salario que les permitiera salvar a los suyos del
hambre. Si, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus
viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su
asco[1].
No.
Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu
intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del
candidato a presidente que mataba peones de su ingenio porque le
pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la
siesta.
Sí,
yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a
terminarla de una vez. Porque yo no lo inventé a Perón ni a Eva
Perón. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza
de hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto
lo más infame. Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia.
Tendrías, como un señor que yo conocía y que iba todos los meses a
cobrarlo, un puesto de ama de cría para cubrir sus gastos[2],
que se lo pagaban oficialmente, y un sueldo para salir con el Klan[3].
Yo me acuerdo del Klan. Y vos también. Aquella mafia siniestra que
salía sólo para aterrorizar gente y mataba una vez a gomazos, otra
vez a tiros y a veces con el camión para hacerlo más divertido. No
si la memoria fastidia. Pero yo no lo inventé a Perón ni a Eva
Perón. Los trajo la estulticia que manejaba el país. Mirá, si vos
hubieras estado en la Semana Trágica[4]
como yo y como tantos, en Cochabamba y Barcala, y hubieras visto
morir primero aquellos cinco, luego a cientos (…)
Los
maestros sirviendo de burla en lugar de hacer llorar porque estaban
sin cobrar un año entero.
¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado!.
Yo
sé que te da rabia que te lo repitan tantas veces, pero me
entristece también pensar que no lo querés oír. El otro día en un
discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1918: “Ya por
ese entonces los obreros gozaban…” ¿De qué gozaban? ¡Los
gozaban!, que no es lo mismo. Y sí, Mordisquito, ¡los
gozaban!
La
nuestra es una historia de civismo llena de desilusiones. Cualquiera
fuese el color político que nos gobernó, siempre la vimos negra.
Aspiramos a gozar y al final nos gozaron. ¡Todos! ¡Siempre! (…)
A
Perón lo trajo el fraude, la injusticia y el dolor del pueblo que se
ahogaba de harina blanca para no morirse de hambre. Tampoco te lo
acordabas. ¡Ay, Mordisquito, que desmemoriado te vuelve el amor
propio!
Te
dejo. Con tu conciencia. ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva
Perón También! Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es
agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país.
Gracias te doy por él y por ella, por la Patria que los esperaba
para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A
mí ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta otra vez, sí. Hasta
otra vez.”
(Enrique Santos Discépolo, Mordisquito, Audiciones Radiales,
Segundo Ciclo, Nro. II).
NOTA
Este
“hasta otra vez” no se dio nunca. Desgraciadamente. Porque 23 días
después de esta audición radial, el domingo 23 de diciembre de 1951
a la mañana, mientras departía una charla con un amigo en su casa,
moría Discepolín. Es que Dios es así y nosotros no entendemos sus
mensajes. El camina por sus prados y, de vez en cuando, encuentra
una flor, que también es de El, entonces la arranca y se la lleva
para tenerla a su lado. Tenía 50 años. Había nacido en Buenos Aires
el miércoles 27 de marzo de 1901.
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