Un día, de esos
del Señor, vino la Reina Isabel II de Incalaperra a llamar a su
presencia a Néstor Kirchner. Entonces, presuroso, viajó Néstor para
verla y gozar de su audiencia. Y llegado que fue a aquellos reinos do
mora Calvino, pidió verla. De inmediato lo hicieron pasar a la recámara,
conducido por los brazos por dos guardias portando sus filosas alabardas
y vestidos de jubones carmesí, hasta que quedó enfrente de su Graciosa
Majestad sentada en su trono de áureo estofado. Flanqueaban a la
Soberana el Primer Ministro Tony Blair a su diestra, y su consorte, el
Príncope de Edimburgo, a su siniestra, distraído mientras leía La
vida de los Parásitos de Mauricio Maeterlinck.
Puesto de
rodillas sobre el frío mármol blanco que hacen juego con los doseles
escarlatas en el fondo de aquel recinto, unidas las manos implorantes
como para adorar, Néstor, que tiene la ventaja de mirar con un ojo a
Blair y con el otro al Príncipe, se atrevió a preguntarle a su Majestad
que parecía una efigie escapada del Olimpo:
-
Ama
y señor mía: ¿para qué me has llamado?
-
Mirá Néstor –le dijo la Reina de todos los reinos y de los que no lo son
también, apuntándole con su dedo sarmentoso-, ahí me han contado que te
andas haciendo el pelotudo con el asunto de Malvinas. Quiero saber la
verdad, porque te haré pasar por la máquina de picar carne y te
transformaré en una albóndiga embrujada.
-
No
mi ama –le replicó Néstor tembloroso, guiñando el ojo derecho porque la
veía doble-. Lo que yo digo y lo que dice mi ministro sobre este asunto,
sólo es para entretener a la gilada. Pero su Majestad sabe que soy todo
suyo y que nunca le fallaré. Aquí me tiene firme como tapón de arena. Y
nadie me hará recular.
-
Bien. Ustedes dos –añadió señalando al ministro y a su esposo-, son
testigos de lo que acaba de decir este coso. ¡Guay con que te hagas el
chancho rengo, Néstor!
-
Mi
ama conoce mi consigna: las Malvinas son argentinas y las Falkland son
inglesas. Y los militares que se metieron con posesiones bien habidas de
su Majestad y mataron a sus súbditos, hoy tienen de mi parte el escarnio
y mi venganza. Ya verá mi ama: los escarmentaré de por vida.
-
Puedes irte Néstor –le dijo la Reina haciendo un gesto con su mano con
más anillos que Saturno-. Caminá derechito y por las piedras. No te
vayas a mancar.
-
Me
iré mi ama. Pero antes de hacerlo –agregó Néstor- quiero hacerle una
pregunta.
-
Más
te vale que sea una pregunta que valga la pena. Porque de no serlo, te
haré cortar la lengua y luego me la comeré a la vinagreta con mucho ajo.
-
¿Cómo hace mi ama para tener en su gabinete tantos hombres inteligentes?
-
¡Ah, muy fácil! –respondió la soberana-. Les tomo un examen y listo el
pollo. Haber, por ejemplo: Tony –dijo mirando fijamente a su Primer
Ministro-: ¿cuál es la persona que no es tu madre, que no es tu padre,
ni tu hermano ni tu hermana?
-
¡Ese soy yo! –le contestó rápidamente Blair.
-
¡Muy bien! ¡Muy bien! –dijo la Reina mientras hacía el ademán de
aplaudir-. ¿Vio Néstor? Este es el más inteligente que tengo entre
sofocientos mil que me sirven.
Se despidió
Néstor de aquel boato y regresó al virreinato del Río de la Plata. Y
aburrido por las doce horas de vuelo, imaginó en ellas la idea de hacer
lo mismo con su gabinete.
Al llegar a su
despacho se puso a arreglar unos papeles viejos de Skanska, cuando
acertó a pasar por allí Alberto Fernández y se dijo: esta es mi
oportunidad.
-
¡Alberto! –exclamó dando un grito destemplado-. Necesito hacerle una
pregunta.
Corrió Alberto y,
con voz temblorosa como la que usaba con Cavallo y Martínez de Hoz, le
dijo mientras sacaba su pañuelo por las dudas hubiese que llorar:
-
Presidente: me he transformado en una oreja. Sólo para escuchar sus
palabras.
-
Alberto: ¿cuál es la persona que no es tu madre, que no es tu padre, ni
tu hermano ni tu hermana?...
-
Bué…
Presidente: usted ya sabe, yo no tengo hermana –le repuso el Ministro ya
más distendido-. Solamente tengo hijos chimbos y algunos morajú de allá
itê. Unos cuantos digamos para no errarle. Así que no sé qué decirle.
-
¡Ya
lo sé! –lo interrumpió Kirchner al borde de perder la paciencia-. Ya lo
sé. Pero te pregunto haciendo una suposición, ¿eh? Contestame.
-
Bueno Presidente: para responderle esto con un mínimo de seriedad
necesito tiempo. No se olvide que soy abogado –garantizó el Ministro
alelando-.
-
Tomate tu tiempo Aníbal. Pero hoy, sí o sí, quiero la respuesta.
Salió presuroso
de aquel despacho Alberto hecho una galleta con sus nervios y sin que le
falte uña por comerse. En el camino se encontró con Aníbal Fernández y
le dijo.
-
Aníbal: el Presidente quiere saber para hoy antes de las 24 horas, quién
es la persona que no es tu madre, que no es tu padre, ni tu hermana ni
tu hermano.
-
Mirá Alberto –expresó el otro Ministro-: yo no te puedo ayudar. Vos
sabes que tardé tres años, seis meses y dos días para aprobar
Introducción al Derecho con un 4. Yo que vos llamo a una reunión de
gabinete y chau. Dejate de joder.
Y así lo hizo el
Jefe de Gabinete, convocando a todos los Ministros del Virreinato.
- Muchachos
–comenzó diciéndoles a los de la banda-: el Presidente quiere saber
quién es la persona que no es tu padre, tampoco tu madre, ni tu hermana
ni tu hermano. El que responda tiene que hacerlo con fundamentos.
- ¡Ah, pero
no! –saltó Filmus hecho una araña-. No. ¡Pero este tipo nos quiere
reventar con semejante pregunta! Ni los rabinos en la sinagoga me han
hecho esta pregunta. Yo soy de opinión se llame a alguno de la Comisión
Nacional de Energía Atómica y que conteste. ¡Che: para eso se les paga!
Se rascan todo el día esos podridos.
Y resultó que la
propuesta del buenazo de Filmus trajo un gran debate. Unos porque sí.
Otros porque querían que lo llamen a Moyano y otros al Turco Majul. En
esto estaban cuando acertó a pasar por allí Lavagna, disfrazado de
Alfonsín, que siempre va a contarle a Néstor lo que se come la gilería,
o cómo van a arreglar tal o cual frangollo.
- ¡Lavagna!, ¡Lavagna!
–gritaba Aníbal cuando lo vio-. Vení por favor. Decime: cuál es la
persona que no es tu padre, tampoco tu madre, ni tu hermano ni tu
hermana.
Tembloroso se
acercó Lavagna pensando que aquello era un atraco. Y desde aquel asunto
de la Bodega Vinaria en Mendoza, Lavagna conjuga el verbo atracar en
todos los tiempos.
- Muy sencillo:
ese soy yo. Y ahora te dejo porque estoy viendo con Raúl cómo hacemos
para pasar del 6% de los votos. ¡Octubre me parece tan cercano! –agregó
cabizbajo y sollozando. ¡Ayudame Alberto: valgo menos que un atadito de
chuenga!
La respuesta
recibió un cerrado aplauso de todo el gabinete, incluido Rosendo Fraga
que había ido a recoger las últimas mentiras. Alborozado Alberto
Fernández se fue a ver a Néstor Kirchner al trote, y con aire compadrón,
atusándose el bigote que él usa para bajarse al pesebre, le dijo:
-
Presidente: ya sé cuál es la persona.
-
¿Qué persona? –le respondió Néstor que estaba formando palabras con la
sigla ENARSA y hasta ese momento le habían salido E SARNA y ES RANA,
solamente.
-
La
que no es tu madre, la que no es tu padre…usted ya sabe… ¿eh?
-
¡Ah, sí! ¿Y quién es?
-
¡Es
Lavagna!
-
No
boludo –le gritó Kirchner-. Es Tony Blair. Me lo dijo él delante de la
reina.
JUAN PAMPERO
Milico Matrero y
Resentido Social
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