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.Rivadavia y el
 Imperialismo financiero
(Cont. 09)

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Fuga del oro

 

Al abrir sus puertas tenía el pequeño encaje metálico que perteneció al Banco de descuentos (14.000 onzas de oro y 37 mil macuquinas de plata), y los veinte mil de plata aportados por el gobierno. El curso forzoso (declarado el 9 del mes anterior) , fue eufóricamente levantado, permitiéndose el cambio del papel circulante que era el emitido por el Banco anterior, en las ventanillas de la nueva entidad. Con una modificación en el tipo "para evitar la exportación": el peso -tanto de plata como en papel-, valdría la 18ª. parte de una onza de oro en vez de la 17ª. Fue la primera desvalorización legal.

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Pese a esa desvalorización y al bloqueo brasileño que impedía la exportación de oro, los tenedores de papel se aglomeraron en ventanillas.  Algunos obtuvieron créditos del mismo Banco que inmediatamente cambiaron por oro. Levantar el curso forzoso en plena guerra -y en plena crisis- podría calificarse de desatino si no fuera un negocio para los que podían exportar el oro pese al bloqueo brasileño. Que eran solamente quienes podían valerse de la valija diplomática británica facilitada generosamente por Parish, no obstante las protestas del almirante bloqueador[21]. 

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Naturalmente a los veinte días de reanudado el cambio libre del oro, se agotaron las existencias del Banco. El Directorio, para mantener el canje libre, dispuso comprar pastas y barras en las provincias y en Chile, entregando en pago las letras del empréstito. Algo se consiguió, pagándose la onza a 19 y 20 pesos, insuficiente para la crecida demanda de ventanillas donde se canjeaba a 18[22].  Era la ruina a corto plazo, pero permitía a la presidencia de la república alabarse de "mantener el valor del peso" en plena guerra. ¡Ni Inglaterra había mantenido la libre venta de oro en tiempos de guerra! Por eso los liberales de aquí fueron mejores que los ingleses.  

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En abril se toca fondo, al parecer definitivamente: quedaban en el Tesoro solamente 320 onzas y cinco mil macuquinas. El 12 debe cerrarse la ventanilla "ínterin el Congreso delibera sobre las medidas para garantir el valor de los billetes". No se la llamó curso forzoso, para no dar una sensación desagradable a quienes no habían retirado oro porque no lo podían exportar en la valija diplomática inglesa. La inconversión fue disimulada el 5 de mayo con una chistosa ley llamada de Lingotes (que valiera al joven ministro de Hacienda, Salvador María del Carril, el remoquete de "Doctor Lingotes") permitiendo a los tenedores de papel cambiarlo no ya en simples monedas de oro y plata, sino -nada menos- en lingotes de ley y peso purísimos. Pero como deberían prepararse para "eliminar sus impurezas" y esta operación requería un tiempo se "suspendía hasta el 25 de noviembre la conversión en oro"[23].

 

Por supuesto nadie creyó en los lingotes, ni esperó al 25 de noviembre: en junio se paga en el mercado libre una onza a 22 3/4 pesos, en octubre a 46 1/2. Llega el 25 de noviembre y como no hay lingotes de oro ni plata, el curso forzoso debe declararse (7 de diciembre): el peso está a 50 3/4, había subido un 300 % en seis meses: Los soldados que en febrero del año siguiente triunfarían en Ituzaingó, recibirían su paga con retraso que llegará al año en "certificados de la deuda" que nadie quería recibir en Río Grande. Debieron pitarse filosóficamente el papel y seguir combatiendo por la patria que nada les daba[24]. De donde viene que en la Argentina  hambrear a sus soldados, pagarles sueldos miserables con papel de diario y a destiempo, no es un hecho enteramente casual, sino toda una Política de Estado.

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¿Dónde fue el dinero del Banco?

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 El Banco inició sus operaciones con liberalidad: al instalarse en febrero de 1826 hubo créditos por 1.145.986 pesos, en abril por 3.599.266, no obstante la prohibición de emitir más papel que su existencia de efectivo en caja.

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Como a causa del bloqueo brasileño se habían encarecido las mercaderías extranjeras, se presentó la oportunidad de dar impulso a la industria nativa. Los ingleses vieron con recelo esta posibilidad: "En algunas provincias -informa Parish a Canning el 30 de mayo de 1826-, han sido compradas grandes cantidades de mercaderías nativas para ser vendidas a altos precios en Buenos Aires"[25]. Rivadavia "en vista de la situación"[26] faculta al directorio en julio a restringir los créditos prestándose solamente a los accionistas. Los créditos se restringen: en agosto quedan reducidos a la mitad ($1.563.000). Los accionistas, solos beneficiados, sacan dinero pretextando las empresas más ilusorias: granjas en Santa Fe, compañías de construcciones, exportación de yerba mate a Liverpool[27] que dejan sospechar una finalidad de agiotaje.

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El gobierno también saca dinero con facilidad: es comprensible que lo hiciera, pues se estaba en guerra con Brasil, pero sólo en mínima parte se empleó el dinero en esta guerra internacional. No se modernizaron los armamentos, ni renovó la escuadra y no pasó de medio millón la cantidad girada al ejército que, no obstante, no pudo pagar los sueldos atrasados de un año en junio de 1827. La mayor cantidad fue gastada en proyectos de obras públicas: el canal entre los Andes y Buenos Aires, alumbrado público en San Nicolás, ensanche de las calles de la capital, canal en San Fernando, instalación de una fuente de bronce en la plaza de la Victoria, jardín botánico, etc., o fundaciones de prescindible urgencia como escuelas de niñas en la campaña, provisión de útiles y creación de nuevas cátedras en la Universidad, un museo de "geología y aves del país", etc. Poco de eso pasó de proyecto, pero los pesos sacados del Banco no se devolvieron. Y estas, más otras por el estilo, son las loas que se cantan al “progresista” gobierno del “más grande hombre de la tierra de los argentinos” según don Bartolomé historiador.

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En realidad iban al  Ejército Presidencial que impondría al partido unitario en las provincias federales[28] (el Ejército de la Civilización). Como los "adelantos" del Banco eran a interés compuesto, Rivadavia dejó en julio de 1826 la presidencia con una deuda sideral: más de diez millones de pesos, dos veces el capital nominal del Banco[29].Pero como ésta es plata que paga el pueblo con su sudor, no se contabiliza y consecuentemente, las profesoras de historia no se lo cuentan a los niños y jóvenes, porque si bien existió, en realidad no existe, al ser contraída por un prócer de la talla majestuosa de Rivadavia. Y si se lo contaran, los echarían sin piedad.

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Dividendos

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No obstante el saqueo al Banco (muy superior al que hicieron los ingleses en 1806), las asambleas de accionistas seguían votándose jugosos dividendos. El primer ejercicio distribuyó el 12 %. Claro que sólo se dio a los accionistas particulares, pues los beneficios correspondientes al gobierno eran descargados en su cuenta: "Sin esta ficción de pago -dice Casarino- no habrían podido cobrar los accionistas (particulares) las cuotas declaradas por una razón simple: la falta de fondos"[30].

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Corrupción e imperialismo

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         Los liberales créditos facilitaron numerosas operaciones de agio. Era un negocio dejar un pagaré en la ventanilla de descuentos, recibir billetes de papel en la de pagos y cambiarlos por oro en la de conversiones. En primer lugar para los que podían exportar el oro a Londres valiéndose de la valija diplomática del complaciente Cónsul General inglés. Y también para quienes estuvieran en el secreto de la inevitable inconversión, lo guardaran en su casa para revenderlo a los tres meses cuadruplicando su valor en pesos, levantaran el pagaré embolsándose la diferencia entre el valor de compra y el valor de venta del metal. Fue el negocio por excelencia de los amigos del gobierno y del Banco. Y como el oro tendría que subir cada vez más, el negocio podría continuarse aún comprando el oro a mayor precio en el mercado libre, que siempre se revendería en ganancia. Todo estaba en la influencia para obtener crédito, que acabó como hemos visto otorgándose solamente a los accionistas. Y si alguna vez se producía una inesperada baja del metal como ocurrió en febrero de 1827 por las también inesperadas victorias argentinas de Juncal e Ituzaingó siempre quedaba el recurso de presentarse en convocatoria y obtener del Banco acreedor la carta de pago mediante quitas y esperas autorizadas por la ley[31].

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.           El poder corruptor del Banco en la clase social que dominaba la política fue terminante. Al discutirse el 25 de septiembre el proyecto de Constitución que quitaba el voto a los peones, jornaleros y soldados "porque se dejaban influir en las elecciones", Dorrego diría cosas muy ciertas y muy valientes: "¿Quién queda?  -preguntaba el brioso líder federal y tal vez el auténtico Libertador que hemos tenido-... queda cifrada en un pequeño número de comerciantes y capitalistas la suerte del país... Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones. Porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas. He aquí la aristocracia del dinero: y si esto es así, podría ponerse en giro la suerte del país y mercarse... Hablemos claro: el que formaría las elecciones sería el Banco"[32].

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La institución fue un instrumento dócil en manos de Ponsonby, como no podía menos de serlo. Por su intermedio la guerra con Brasil se concluyó como quería Inglaterra. En 1828 Dorrego (encargado de las relaciones exteriores desde el año anterior) no encontró apoyo en el directorio para seguir la guerra y estuvo obligado a la paz. Ponsonby pudo escribir a Lord Dudley aquellas palabras famosas: "No vacilo en manifestar a Ud. que yo creo que Dorrego está ahora obrando sinceramente en favor de la paz... a ello está forzado... por la negativa de proporcionársele recursos salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas"[33].

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Entre 1827 y 1829

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Rivadavia, que había renunciado a la presidencia el 27 de junio, dejó el cargo el 3 de julio en medio de un tremendo caos político, diplomático, moral y financiero. No quedaba en caja ni una onza de oro, ni un peso de plata ni un billete de papel: quedaban deudas. Solamente deudas. El gobierno de López y Anchorena que lo sustituye toma medidas drásticas: suspende las obras públicas, suprime la mitad de los empleados, anula los giros librados por el ministro Carril después de renunciar, y también prohíbe las exportaciones de oro, pese a las protestas de Ponsonby[34],  y las nuevas emisiones de papel.  La circulación quedó estabilizada en diez millones. Dorrego mantiene ambas prohibiciones y sigue una política austera en la hacienda pública. Sus dos objetivos son: restablecer en la Convención de Santa Fe la unidad nacional que paradójicamente los "unitarios" habían quebrado llevando la guerra civil al interior, y con el apoyo provincial seguir las hostilidades contra Brasil. El peso, que llegará a 70 en octubre (de 1827), empezará lentamente a recobrarse: estará a 49,5 en mayo de 1828 y a 46,5 en noviembre en vísperas de la revolución unitaria.  

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Dorrego quería seguir la guerra con Brasil, pero Ponsonby es el dueño del Banco. Escribe a Dudley el 1-1-28: "... mi propósito es conseguir los medios de impugnar al coronel Dorrego si llega a la temeridad de insistir en la continuación de la guerra"[35]. Pero Dorrego se afirma y tiene popularidad. El 9 de marzo de 1828, Ponsonby escribe nuevamente a Dudley "es necesario que yo proceda sin demora a obligar a Dorrego a hacer la paz con el emperador (...) no sea que esta república democrática en la cual por su esencia no puede haber cosas semejantes al honor, suponga que puede hallar medios de servir su avaricia y su ambición"[36]. La avaricia y la ambición consistían en proceder con sentido nacional. Y el 5 de abril de 1828 puede informar a Dudley que habría paz, como dijimos pues Dorrego está forzado por la "negativa de facilitarle recursos, salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas". No obstante, preparó las cosas para voltear a Dorrego, aunque por tener que irse de Buenos Aires en agosto no podrá asistir a su caída y fusilamiento, logrados gracias a la ayuda del Banco que adelantó los sueldos del ejército de línea. Rosas escribía a López a los doce días de su estallido, explicando la causa del éxito inicial revolucionario: "El señor gobernador, a pesar de lo que trabajaban los enemigos, tenía en manos de estos los principales recursos que son las armas y el Banco (...) Sólo creo que están con ellos (los revolucionarios) los quebrados y agiotistas que forman esta aristocracia mercantil"[37]Lo repetiría en 1836 al cerrarlo: "En combinación con ese establecimiento (el Banco) se fraguó el motín del 1º de diciembre y con él se contó; como lo ha acreditado la experiencia, para pagar el asesinato del jefe del Estado y un ejército de sublevados que creían volver a dominar la República"[38].

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La primera medida tomada por el Cóndor Ciego, Lavalle, al pronunciarse contra Dorrego, fue permitir nuevamente la libre emisión: en febrero circularon 14 millones de billetes[39].  Por supuesto el oro saltó a 60 en diciembre; 63 3/8 en enero y llegaría a 100,5 en octubre con regocijo de los especuladores. El directorio se deshizo del escaso metálico conservado (320 onzas y 5 mil macuquinas) porque "esa cantidad es insignificante para garantir el papel circulante.”[40] Ya no quedó una moneda de oro en el país[41].  

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Muy contentos los accionistas se votaron un 15,5 de beneficios[42].  

FINAL DEL CAPITULO II

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Bibliografía, notas y comentarios
  • [21] H. S. Ferns, pág. 165.  

  • [22] R. Scalabrini Ortiz, pág. 68.

  • [23] Podían canjearse los billetes por lingotes de oro de 20 quilates y peso de 53 onzas o plata de once dineros y 365 onzas de peso, hasta la tercera parte del "giro del Banco" durante los primeros seis meses; después el canje llegaría a la mitad "del giro" durante otros seis meses, a las dos terceras partes otro semestre, etc. "Es lo más absurdo -comenta V. F. López (Historia Argentina, Tomo X, pág. 287)- que se haya conocido y lanzado en país alguno".

  • [24] J. P. Oliver, El fundador del Banco de la provincia de Buenos Aires, pág. 10.

  • [25] H. S. Ferns, pág. 166.  

  • [26] R. Scalabrini Ortiz, pág. 68. 

  • [27] H. S. Ferns, pág. 133.  

  • [28] El ejército de General Vidalita (Lamadrid), llamado presidencial desde febrero de 1826, tenía por objeto imponer el partido unitario en el interior, desplazando a Quiroga, Bustos e Ibarra. Estaba financiado con letras descontadas por las Cajas Provinciales (sucursales) del Banco giradas por Lamadrid y Arenales contra la Tesorería Nacional. Estaba integrado por mercenarios, entre ellos los tristemente famosos colombianos de López Matute, cuyas crueldades (que asustan al mismo Lamadrid en sus Memorias), dieron origen al epíteto salvajes unitarios. Años después otra banda de mercenarios chilenos al mando del también chileno, y además borracho, Mayor Irrazábal, todos conchabados por Mitre presidente, darían muerte al General de la Confederación don Angel Vicente Peñaloza, El Chacho.

  • [29] Exactamente $ 10.327.166.

  • [30] N. Casarino, pág. 49. 

  • [31] La ley de quitas y esperas provenía de los tiempos de los españoles y equivalía a nuestra actual convocatoria de acreedores. Por los abusos, Rosas la suprimió en 1836.

  • [32] Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo III, pág. 352.

  • [33] Citado informe de Ponsonby a Lord Dudley (R. Scalabrini Ortiz, pág. 69).

  • [34] H. S. Ferns, pág. 165.  

  • [35] Citada de Ponsonby a Lord Dudley (R. Scalabrini Ortiz, pág. 69).

  • [36] Idem.

  • [37] Rosas a E. López de 12 de diciembre de 1838, citada entre otros por Julio Irazusta, Vida política de J. M. de Rosas a través de su correspondencia.

  • [38]  Mensaje a la Legislatura en idem. 

  • [39] El 5 de noviembre de 1828 había en circulación 10.215.000 pesos en papel según balance aprobado por Dorrego; en febrero de 1829 la circulación era de pesos 14.160.843 (N. Casarino, pág. 56). 

  • [40] N. Casarino, pág 46.

  • [41] Rivadavia era fuerte accionista del Banco en 1829, según resulta de un informe de su apoderado F. Schmelling, reproducido por el Coronel Pichirilli, Rivadavia y su tiempo, Tomo II, pág. 484. Rivadavia que al llegar al gobierno comía, de vez en cuando, papas y cebollas crudas, declaró, durante su estancia en Río de Janeiro y luego en Cádiz, ser poseedor de una fortuna fabulosa en dinero en efectivo, joyas, propiedades en por lo menos tres países y acciones de diversa índole. Cualquier semejanza con la realidad actual no es una coincidencia.   

  • [42] La historia posterior del Banco y su apoderamiento por Rosas en 1836 para convertirlo en empresa exclusivamente fiscal es materia tratada en Rosas y la defensa contra el imperialismo, de José María Rosa.