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.Rivadavia y el
 Imperialismo financiero
(Cont. 11)

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Ocho días antes -el 8 de enero- William había escrito a la Casa de Baring para asegurarse el reparto amigable entre banqueros y “consorcio" de la diferencia entre el tipo de 70 y la cotización real del empréstito: "entendiéndose que cualquiera sea el precio a que puedan venderlo para nosotros, sólo somos responsables por setenta, y (así) si fueren a reunir un millón de esterlinas deben serle pagadas al gobierno 700.000 libras"[14]. El 8 de marzo el mismo William aseguraba a Alexander Baring que los gobernantes estaban de acuerdo, no obstante el perjuicio a irrogarse al Estado por la diferencia de tipo: "Se dará Ud. cuenta por supuesto que, a menos de tener perfecta confianza en el gobierno y completa evidencia de lo adecuado de su proceder", no se hubieran lanzado los del consorcio a la operación[15].

 

El 13 de marzo se embarca Félix Castro con la documentación, y el 12 de junio llega a Londres; el 25 John Robertson, en su nombre y el de Castro pasa a Alexander Baring una carta para dejar en claro la rapiña[16]:

 

"Damos por entendido que Uds. pondrán en circulación el empréstito entre los suscriptores, por cuenta nuestra, colocando las acciones al 85 %, y que el total de las entregas a medida que ingresen deberán ser llevadas al crédito del gobierno de Buenos Aires, a razón del 70 %, y al de Uds. y al nuestro en la proporción del 15 %. De esta manera cuando todas las entregas se hallen pagas, deben aparecer en el crédito de:

£

Gobierno de Buenos Aires

700.000

De vuestra casa   

30.000

Y de Mr. Castro y mío   

120.000

----------

850.000

   Deberán Uds. abrir un crédito a favor de Mr. Castro y mío para ser usado en la forma que lo precisemos por al suma de 120.000 libras (ciento veinte mil libras esterlinas)[17].

 

Alexander Baring, no obstante las cartas recibidas por William desde Buenos Aires, debería tener sus dudas sobre la conformidad de los gobernantes argentinos a tan extraña operación. Exigió y obtuvo que ambos negociadores garantizaran la aprobación del gobierno de Buenos Aires para embolsar el "consorcio" la enorme suma de 120.000 libras. Robertson y Castro  firmaron conjuntamente el documento que deja patente la complicidad, o la extraordinaria ingenuidad, de los gobernantes porteños:

 

   "Caballeros: Está también entendido que al pasar a nuestro crédito la antedicha suma  (las 120.000 libras) nosotros garantimos expresamente a Uds. la aprobación del gobierno de Buenos Aires sobre esta disposición . . . " [18].

 

Había sido tal la seguridad de Baring que, desde antes de la llegada de Castro a Londres el 12 de junio con las instrucciones, su banco ya había lanzado el empréstito: las primeras suscripciones por 590.000 libras fueron anotadas el 30 de marzo, completándose la operación entre esa fecha y el 6 de abril. Era tal el entusiasmo que la cotización de lanzamiento[19]. (de 85 por título de 100 libras), había subido a 93 7/12.

 

El Bono General

 

Castro se encontró, pues, a su llegada a Londres con una operación realizada. Se limitó a asegurar la parte del "consorcio" en la diferencia entre la cantidad recaudada y la suma a girarse al gobierno de Buenos Aires (garantizando que el gobierno estaba de acuerdo) y a aventar los escrúpulos de Baring asegurándole un mínimo de 30.000 libras de ganancia por diferencia de tipo, además de su cuantiosa comisión bancaria.

 

Debería elevarse a escritura pública el contrato con Baring y así se hizo el 1º de julio. Se dispuso en el Bono general de esa fecha:  

  • 1)  Los intereses (en total 60 mil libras anuales serian pagadas semestralmente con vencimiento el 12 de enero y 12 de julio de cada año; la Casa Baring quedaba encargada de hacerlo a nombre de Buenos Aires mediante una comisión del 1  % La amortización (5 mil libras) anual, se haría de la misma manera. El gobierno de Buenos Aires tendría esas sumas a disposición de Baring, por lo menos seis meses antes de los vencimientos.  

  • 2) El Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés"[20].  

E1 26 de julio[21] se completaba el Bono General estableciéndose la participación de los socios en la operación:  

  • 1)  Baring retendría 200 mil títulos debiendo por ellos acreditar a Buenos Aires 140.000 libras (es decir los tomaba al tipo de 70) y disponiendo para sí del excedente de su venta.    

  • 2)  Baring, "por cuenta del consorcio" y al 1 % de comisión, vendería en Bolsa -en realidad ya había vendido- las 800.000 libras restantes al precio de 85, acreditando a Buenos Aires solamente 70 y poniendo a la disposición del "consorcio" el remanente de 15 cada título de cien. Si el precio fuese mayor de 85 el "consorcio" reconocería a Baring una comisión adicional del 1/2 % por su cuenta.  

  • 3) En toda suma a entregarse en lo futuro por Buenos Aires, en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1 % de comisión a cuenta del gobierno.  

El saqueo del empréstito

 

No paró allí el aprovechamiento. La Casa Baring, al terminar de lanzar el empréstito en abril, tenía en su caja, por lo menos, la respetable cantidad de 850.000 libras, si hubiera colocado los bonos a 85, y de 931.000 si hubiese aprovechado el mejor momento. De ella, 700.000 solamente serían acreditadas a Buenos Aires, 120.000 al "consorcio" (o más si su parte hubiera sido retenida hasta obtener mejor precio), y 30.000, por lo menos, a los banqueros. No obstante este pillaje sobre los 700.000 dejados a Buenos Aires se lanzaron ávidos "consorcios" y banqueros para mejorar aún más sus ganancias. El primero fue Hullet, que a nombre de Rivadavia, renunciante a su ministerio se embarcó para Londres el 26 de junio, sacó el 20 de julio antes de llegar el ilustre viajero 6.000 libras esterlinas para gastos de su estada en Londres por "su carácter diplomático", aunque el viaje de Rivadavia era por asuntos personales y el puesto diplomático vendría después.

 

Robertson y Castro aceptan que se dé a Rivadavia esa parte de los fondos del gobierno, y aprovechan la ocasión para hacerse reconocer de paso, sobre los mismos, 7 mil libras de "comisión" y 3 mil de "gastos" no obstante no permitirles sus instrucciones se cargasen comisiones a cuenta del gobierno. Baring también acepta dar libras a ellos y al agente de Rivadavia, pero obtiene se le permitiera cargar 131.300 libras por  "cuatro servicios adelantados de intereses y amortizaciones", más una comisión del 1% sobre los mismos (120 mil de intereses, 10 mil de amortizaciones y 1.300 de comisión).

 

Con estas "extracciones" el empréstito del millón de libras había quedado reducido a 552.700 netas antes de finalizar el mes de julio. Era comprensible se mandase de inmediato a Buenos Aires y en oro, aunque nada decían sobre esto las últimas [22]. Pero desde el 2 de julio, el siguiente de firmarse el Bono General, Baring informaba a Buenos Aires no convenir "por prudencia" mandar oro a tanta distancia, y proponía que el remanente -salvo 60.000 libras (exactamente 64.004,11; £ 62 mil en letras y lo restante en doblones de oro), que creyó prudente remitir a Buenos Aires para que por lo menos le tomasen el olor- quedase depositado en su Banco londinense abonándose al gobierno porteño "un interés del 3 % anual, que es todo lo que podemos dar" [23].

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Pero Las Heras, gobernador de Buenos Aires desde mayo insiste en que se le mandase el remanente y en oro. No le parecía buen negocio pagar 60.000 libras anuales de interés para sacar un promedio de 15 600 dejándolo en Londres. Necesitaba el oro, no solamente por las angustias del comercio porteño, sino en previsión de la inminente guerra con Brasil. Ante la insistencia de Las Heras, Baring adquiere once mil onzas selladas (exactamente 10.991) y las manda a Buenos Aires en dos remesas; importaban 57.400 libras sin contar el uno y medio por seguro y flete cargados al gobierno. Más metálico no pudo o no quiso mandar, no obstante las súplicas angustiosas de Las Heras que carecía de moneda sonante para pagar el ejército nacional  acampado en Concepción del Uruguay[24].

 

El resto (alrededor de 450 mil libras) llegarían espaciadas a Buenos Aires a lo largo de 1825 en paquetes de letras de cambio firmadas en su mayor parte por comerciantes de Buenos Aires para pagos en Inglaterra [25]. Nos volvía de Londres, prestado a alto interés, nuestro propio crédito. ¿Qué se hicieron esos papeles? Con ellos no se construyó el muelle, ni se fundó un pueblo en la costa ni en la frontera, ni se instaló una cañería de agua corriente. Tampoco se empleó en los preparativos de la guerra con Brasil. Ni siquiera las 11 mil onzas de oro que Baring había enviado a consignación del Banco de Descuentos y éste, con la aprobación del ministro García, reservó para sus necesidades[26].

 

En primer lugar debieron reembolsarse al "consorcio'' los 250.000 pesos adelantados, más su considerable interés. El remanente (poco más de dos millones de pesos), junto con otro millón de letras de Tesorería se dispuso que fueran provisoriamente administrados por una Junta para "entretenerlos productivamente" prestándolos -pese al monopolio crediticio del Banco de Descuentos- al comercio de la plaza. Y precisamente a los integrantes del "consorcio"; los más favorecidos fueron Braulio Costa y John Robertson que recibieron, juntos, 878.750 pesos; William Robertson 262.840, y Miguel Riglos, 100 mil pesos[27]. En total la Junta Administradora prestó 2.014.234 pesos hasta el 24 de abril de 1825 en que traspasó su cartera al recientemente creado Banco Nacional. Allí los descuentos no se cancelaban por regla y renovándose a medida que la cotización del peso bajaba, o se finiquitaban por el sistema de "quitas" en vigencia, y las “ganancias" se distribuían en beneficios del 14 y 15 % a los accionistas particulares (el Estado no cobraba dividendos por sus acciones) , votados en asambleas que, al decir de Rosas en 1836 al incautarse del Banco "eran verdaderas fiestas en que hacía el gasto los millones de pesos del empréstito de Londres"[28].

 

La moratoria

 

Como Baring previsoramente había retenido cuatro servicios de intereses y amortizaciones, los vencimientos por intereses y amortizaciones solamente empezarían el 1º de enero de 1827. Seis meses antes de esa fecha, según los términos del contrato, deberían girarse 30.300 libras (30 mil de intereses y 300 de comisión) que en julio de 1826 en Buenos Aires no había materialmente de donde sacarlos por la desastrosa situación financiera de la presidencia con una guerra internacional, otra civil, y bloqueado el puerto por los brasileños.

 

No obstante, como dice Fitte, Rivadavia "no quiso aceptar que por culpa de la aflígete situación económica llegase a sufrir menoscabo el prestigio de la república"[29]. Quiso pagar la deuda y en oro sonante, porque otra cosa desmerecería el prestigio de la república. Lo malo es que las onzas, que antes de la guerra estaban a 17, ahora habían subido y si el gobierno se lanzaba a comprar subirían aún más. Eso llenaba de angustia a Baring que menudeaba sus cartas a Rivadavia, mientras los títulos del empréstito bajaban en la bolsa de Londres de 90 a 58 1/4[30], Pero Rivadavia pagó en oro de buena ley. No cobraron el ejército, ni la escuadra, ni los acreedores del Estado, pero sí los acreedores ingleses.

 

El gobierno compró oro en Buenos Aires (debió adquirir onzas a 50, porque cometió el error de anunciar que lo compraría) y lo remitió a Londres[31]; fue un esfuerzo inaudito que volvería a repetir el próximo semestre, en el que además del 3 % de intereses semestrales debía pagar el 1/2 % de amortización. Debió comprar a 54 la onza los últimos restos de oro -ya no de buena ley- que aún había en Buenos Aires, y girarlos a Londres[32]. No obstante encontrarse el ejército argentino -que acababa de triunfar en Ituzaingó- con un año atrasado de sueldos, y las acciones bélicas estar inmovilizadas por falta de medios.

 

El tercer servicio vencía el 12 de enero de 1828 y la guerra con Brasil seguía. Gobernaba Dorrego, tan escrupuloso como Rivadavia en el cumplimiento de las obligaciones exteriores. Ni en Tesorería ni en plaza había una onza de oro, ni letras contra Londres y Dorrego se encontró obligado a buscar otro medio. Ofreció a Baring la "garantía" personal de 31 enfiteutas que el banquero desechó[33]. Debió pedir prórroga, y el 5 de abril ya se había producido la mora- ordenó la venta de dos fragatas de guerra -Asia y Congreso- que para las necesidades bélicas se estaban artillando en el puerto de Londres. Una cantidad de embargos cayeron sobre el producido de su venta, y nada fue a los tenedores de títulos[34]. Desde entonces, hasta el arreglo Rosas-Falconnet en 1844, no se pagaría más un real por los servicios del empréstito.

 

Cotización de los títulos

 

La seguridad de no estar la Argentina en condiciones de pagar los intereses, había hecho descender los títulos a 34 1/2 aún antes de incurrirse en mora; pero la perspectiva de cobrarse los acreedores con las fragatas Asia y Congreso los hicieron subir en 1828 a 48. Cuando esta ilusión se desvaneció los bonos bajaron a 32 y a 30.

 

En adelante seguirían las fluctuaciones demasiado violentas de las alternativas políticas argentinas[34bis]; la noticia de la paz con Brasil produjo un alza a 42, prontamente desvanecida por las informaciones de la revolución unitaria de diciembre de 1828; en abril (1829) están a 23, y en agosto a 20 (la quinta parte de su valor escrito). En diciembre llega a Londres la noticia del pacto de Cañuelas entre Rosas y Lavalle (celebrado en junio) y los títulos experimentaron una pequeña alza: se cotizarían a 27. Esta alza se robustece -30 ¼,  al saberse en enero el tratado de Barracas (celebrado en agosto), y en julio se consigue el alto precio de 45 1/2 el conocerse la elección de Rosas para el gobierno. Se esperaba de Rosas no solamente la terminación de la guerra civil prolongada en el interior por Paz, sino el cumplimiento (tal cual nos dicen ahora) de las "deudas sagradas"[35]. Pero Rosas no reanudó los servicios, no obstante la presión de los tenedores de títulos sobre Palmerston, entonces al frente del gobierno del Foreign Office[36]. La cotización llegaría al colapso: 24 1/2 en octubre, 22 en noviembre, 20 en diciembre. Desde esa fecha la cotización desaparecería por largo tiempo, de la pizarra de la bolsa de Londres[37]. .

FINAL DEL CAPITULO III

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Bibliografía, notas y comentarios
  • [14] E. J. Fitte,  pág. 51.  

  • [15] E. J. Fitte,  pág. 54.

  • [16]  E. J. Fitte, pág. 60.  

  • [17]  E. J. Fitte, pág. 63 A 67.  

  • [18] E. J. Fitte, pág. 69.  

  • [19] H. S. Ferns, op. cit., pág. 103. 

  • [20] E. J. Fitte, en  pp. 72 a 81, transcribe por entero la curiosa escritura. 

  • [21] E. J. Fitte da esa fecha en la pág. 83 de su libro, pero en la pág. 86 dice 26 de junio. Como no tenemos a mano los papeles de Baring no podemos saber cuál es la verdadera: si fuera la última -26 de junio- la escritura sobre las participaciones de los socios en la operación se habría producido al día siguiente de escribir John Robertson su carta elocuente a Alexander Baring del 25 de junio, ya transcripta. Y antes de firmarse el Bono General, que fue el 1º de julio. 

  • [22] E. J. Fitte descarga la culpa Baring por no haberse remitido oro (pág. 16). Es cierto, certísimo. La culpa no fue de Baring sino de los socios del "consorcio" negociante, y del gobierno redactor de sus instrucciones.

  • [23] Baring al Gobierno de Buenos Aires el 2 de julio de 1824 (AGN A-T-1825, encarpetada bajo la extraña carátula -comenta Scalabrini Ortiz- "Partidas de Campaña"). Aunque no lo dice Scalabrini ni Rosa, lo digo yo: una forma no muy ingeniosa pero efectiva de que no lo encuentre nadie.

  • [24] Casarino, op. cit., pág. 29.

  • [25] R. Scalabrini Ortiz, op. cit., pág. 90.

  • [26] Ver mas adelante el Banco Nacional. 

  • [27]  E. J. Fitte, trae en pág. 122 la lista de deudores de la Junta Administradora tomada del Archivo General de la Nación (1826, SX-13-9-7). 

  • [28] Mensaje a  H. Junta de Representantes del 30 de mayo de 1836.

  • [29] E. J. Fitte, pág. 146. Véase idéntica apreciación en el Coronel Piccirilli (Tomo II, pág. 219): "en medio de la guerra y sin más recursos que la dignidad de la pobreza, la nación salvó su compromiso inminente". Digo yo que la pobreza no es un recurso ni puede conllevar dignidad. La pobreza es una maldición que puede llevarse con dignidad. 

  • [30] Agote, nos da las tablas de la cotización en el Tomo IV, pp. 97 a 98. 

  • [31] No podían tomar letras contra Londres porque allí no había crédito. Debería mandarse oro a pesar del bloqueo brasileño que, dicho sea de paso se hacía por orden inglesa para hacer entrar a Buenos Aires en inanición. Se compraron las onzas enviándolas por la valija diplomática inglesa de Robertson. De esta manera el empleado del Foreing Office sabía en todo momento hasta el último miligramo de oro remitido. Y así debía ser, por cuanto él iba en un porcentaje de lo expatriado.

  • [32]  La mala calidad del oro (exceso de cobre en la mezcla) obligó a la Casa Baring a cargar 21.885 libras a cuenta del gobierno argentino (E. J. Fitte, pág.153). He aquí una diferencia. Lo que nadie dice es quién se quedó con esta diferencia.

  • [33] Borrego, desesperado, había tenido el propósito de vender la tierra pública, afectada al empréstito, para pagar los servicios próximos. Significaba el fin de la enfiteusis, y por eso 31 enfiteutas ofrecieron sus garantías por un monto de 20.750 libras a fin de que la tierra pública ocupada por ellos no se vendiese. Dorrego ofreció las dos soluciones -venta de la tierra pública y garantía de los enfiteutas- a Baring. El 26 de diciembre de 1827 Baring rechazaba ambas propuestas: la tierra pública nada o poco daría en las condiciones del país, y la garantía de los enfiteutas resultaba insuficiente. 

  • [34] E. J. Fitte, pp. 166 a 170. Las fragatas Asia y Congreso habían sido vendidas al gobierno por Hullet Brothers, banqueros y socios del presidente. Hubo un embargo de Hullet por saldo de precio, y finalmente el producto de la venta acabó embargado por acreedores provenientes de la guerra de corso, que en definitiva se quedaron con el dinero. Ambas fragatas fueron compradas por el emperador de Brasil, Pedro I, y servirían para transportar su ejército desde las islas del Cabo Verde hasta la ciudad de Oporto cuando las guerras civiles portuguesas entre Don Pedro (ya para entonces Pedro IV de Portugal) y su hermano Don Miguel.

  • [34bis] En las notas publicadas con posterioridad a la impresión de este libro La Casa  Baring y la historia política Argentina, en el semanario Compañero, por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, un buen trabajo que, en general muestra cierto criterio en estos dos marxistas para interpretar el pasado, se dice que Juan Francisco Gil, encargado de negocios argentinos en Londres, entrevistó a lord Dudley para informarle que el gobierno de Buenos Aires no se encontraba en condiciones de pagar el empréstito Baring. Dudley no aceptó la notificación porque los "asuntos de las bancas privadas no pueden ser tratados oficialmente de gobierno a gobierno", pero no dejó de advertir a Gil que "las Provincias Unidas no pueden dejar de pagar el empréstito contraído por Baring ya que Inglaterra las ha reconocido como Nación"; a lo que Gil argumenta que "el bloqueo del puerto de Buenos Aires impedía a la aduana recaudar, y por eso no se podían pagar los dividendos". "Razón de más -habrá dicho Dudley- para que se haga la paz". Ni Gil, ni el dueto Ortega Peña-Duhalde, se dieron cuenta de que el bloqueo brasileño era a propósito. Además estos autores, inexplicablemente, omiten la fecha de esta importante nota de Gil, que supongo debe coincidir con el pago de los servicios de enero de 1828, que después se quiso cubrir infructuosamente con la venta de las fragatas.

  • [35] "Cuando Rosas llegó por primera vez al poder -dice Ferns en  pág. 222-, Parish (Encargado de Negocios inglés) estaba lleno de esperanzas sobre el empréstito de 1824: "Yo estoy persuadido -informa a comienzos de 1830- que los recursos de este país son amplios, y bien administrados podrían satisfacer a todos los acreedores públicos internos y externos". (F. 0. 6/30, Parish a Aberdeen el 24 de mayo de 1830). Rosas mismo alentaba estas esperanzas. En su primer mensaje a la Legislatura, después de recibirse del cargo, dijo ser "necesario recobrar nuestro crédito comprometido afuera". Son palabras del Ilustre Restaurador, pero, ¿qué querían que diga? 

  • [36]  H. S. Ferns, pp. 222 y 223: "Al finalizar ese año (1831) un comité de tenedores de títulos escribió al Ministro de Relaciones Exteriores. Palmerston ordenó al Subsecretario "informarles que su gestión era exclusivamente privada, y el gobierno de la Reina no podría dirigirse por ese motivo oficialmente al gobierno de Buenos Aires (F. O. 6/35, enero de 1832), pero prometió, sin embargo, instruir al Ministro de S. M. a fin de emplear sus buenos oficios".  

  • [37] Véase la historia posterior del empréstito en Rosas y la defensa contra el Imperialismo.