Ocho
días antes -el 8 de enero- William había escrito a la Casa de
Baring para asegurarse el reparto amigable entre banqueros y
“consorcio" de la diferencia entre el tipo de 70 y la
cotización real del empréstito: "entendiéndose que
cualquiera sea el precio a que puedan venderlo para nosotros, sólo
somos responsables por setenta, y (así) si fueren a reunir un millón
de esterlinas deben serle pagadas al gobierno 700.000 libras"El
8 de marzo el mismo William aseguraba a Alexander Baring que los
gobernantes estaban de acuerdo, no obstante el perjuicio a irrogarse
al Estado por la diferencia de tipo: "Se dará Ud. cuenta por
supuesto que, a menos de tener perfecta confianza en el gobierno y
completa evidencia de lo adecuado de su proceder", no se
hubieran lanzado los del consorcio a la operación
El
13 de marzo se embarca Félix Castro con la documentación, y el 12
de junio llega a Londres; el 25 John Robertson, en su nombre y el de
Castro pasa a Alexander Baring una carta para dejar en claro la rapiña:
"Damos
por entendido que Uds. pondrán en circulación el empréstito entre
los suscriptores, por cuenta nuestra, colocando las acciones al 85
%, y que el total de las entregas a medida que ingresen deberán ser
llevadas al crédito del gobierno de Buenos Aires, a razón del 70
%, y al de Uds. y al nuestro en la proporción del 15 %. De esta
manera cuando todas las entregas se hallen pagas, deben aparecer en
el crédito de:
|
£ |
Gobierno
de Buenos Aires |
700.000 |
De
vuestra casa |
30.000 |
Y
de Mr. Castro y mío
|
120.000 |
|
---------- |
|
850.000 |
.
Deberán
Uds. abrir un crédito a favor de Mr. Castro y mío para ser usado
en la forma que lo precisemos por al suma de 120.000 libras (ciento
veinte mil libras esterlinas)
Alexander
Baring, no obstante las cartas recibidas por William desde Buenos
Aires, debería tener sus dudas sobre la conformidad de los
gobernantes argentinos a tan extraña operación. Exigió y obtuvo
que ambos negociadores garantizaran la aprobación del gobierno de
Buenos Aires para embolsar el "consorcio" la enorme suma
de 120.000 libras. Robertson y Castro
firmaron conjuntamente el documento que deja patente la
complicidad, o la extraordinaria ingenuidad, de los gobernantes
porteños:
"Caballeros:
Está también entendido que al pasar a nuestro crédito la
antedicha suma (las
120.000 libras) nosotros garantimos expresamente a Uds. la aprobación
del gobierno de Buenos Aires sobre esta disposición . . . "
Había
sido tal la seguridad de Baring que, desde antes de la llegada de
Castro a Londres el 12 de junio con las instrucciones, su banco ya
había lanzado el empréstito: las primeras suscripciones por
590.000 libras fueron anotadas el 30 de marzo, completándose la
operación entre esa fecha y el 6 de abril. Era tal el entusiasmo
que la cotización de lanzamiento
(de 85 por título de 100 libras), había subido a 93 7/12.
El
Bono General
Castro
se encontró, pues, a su llegada a Londres con una operación
realizada. Se limitó a asegurar la parte del "consorcio"
en la diferencia entre la cantidad recaudada y la suma a girarse al
gobierno de Buenos Aires (garantizando que el gobierno estaba
de acuerdo) y a aventar los escrúpulos de Baring asegurándole un mínimo
de 30.000 libras de ganancia por diferencia de tipo, además de su
cuantiosa comisión bancaria.
Debería
elevarse a escritura pública el contrato con Baring y así se hizo
el 1º de julio. Se dispuso en el Bono general de esa fecha:
-
1)
Los intereses (en total 60 mil libras anuales serian
pagadas semestralmente con vencimiento el 12 de enero y 12 de
julio de cada año; la Casa Baring quedaba encargada de hacerlo
a nombre de Buenos Aires mediante una comisión del 1
% La amortización (5 mil libras) anual, se haría de la
misma manera. El gobierno de Buenos Aires tendría esas sumas a
disposición de Baring, por lo menos seis meses antes de los
vencimientos.
-
2)
El Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus
efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago
exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas
y su interés".
E1
26 de julio
se completaba el Bono General estableciéndose la
participación de los socios en la operación:
-
1)
Baring retendría 200 mil títulos debiendo por ellos
acreditar a Buenos Aires 140.000 libras (es decir los tomaba al
tipo de 70) y disponiendo para sí del excedente de su venta.
-
2)
Baring, "por cuenta del consorcio" y al 1 % de
comisión, vendería en Bolsa -en realidad ya había vendido-
las 800.000 libras restantes al precio de 85, acreditando a
Buenos Aires solamente 70 y poniendo a la disposición del
"consorcio" el remanente de 15 cada título de cien.
Si el precio fuese mayor de 85 el "consorcio"
reconocería a Baring una comisión adicional del 1/2 % por su
cuenta.
-
3)
En toda suma a entregarse en lo futuro por Buenos Aires, en
concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1 %
de comisión a cuenta del gobierno.
El
saqueo del empréstito
No
paró allí el aprovechamiento. La Casa Baring, al terminar de
lanzar el empréstito en abril, tenía en su caja, por lo menos, la
respetable cantidad de 850.000 libras, si hubiera colocado los bonos
a 85, y de 931.000 si hubiese aprovechado el mejor momento. De ella,
700.000 solamente serían acreditadas a Buenos Aires, 120.000 al
"consorcio" (o más si su parte hubiera sido retenida
hasta obtener mejor precio), y 30.000, por lo menos, a los
banqueros. No obstante este pillaje sobre los 700.000 dejados a
Buenos Aires se lanzaron ávidos "consorcios" y banqueros
para mejorar aún más sus ganancias. El primero fue Hullet, que a
nombre de Rivadavia, renunciante a su ministerio se embarcó para
Londres el 26 de junio, sacó el 20 de julio antes de llegar el
ilustre viajero 6.000 libras esterlinas para gastos de su estada en
Londres por "su carácter diplomático", aunque
el viaje de Rivadavia era por asuntos personales y el puesto diplomático
vendría después.
Robertson
y Castro aceptan que se dé a Rivadavia esa parte de los fondos del
gobierno, y aprovechan la ocasión para hacerse reconocer de paso,
sobre los mismos, 7 mil libras de "comisión" y 3 mil de
"gastos" no obstante no permitirles sus instrucciones se
cargasen comisiones a cuenta del gobierno. Baring también acepta
dar libras a ellos y al agente de Rivadavia, pero obtiene se le
permitiera cargar 131.300 libras por
"cuatro servicios adelantados de intereses y
amortizaciones", más una comisión del 1% sobre los mismos
(120 mil de intereses, 10 mil de amortizaciones y 1.300 de comisión).
Con
estas "extracciones" el empréstito del millón de libras
había quedado reducido a 552.700 netas antes de finalizar el mes de
julio. Era comprensible se mandase de inmediato a Buenos Aires y en
oro, aunque nada decían sobre esto las últimasPero
desde el 2 de julio, el siguiente de firmarse el Bono General,
Baring informaba a Buenos Aires no convenir "por
prudencia" mandar oro a tanta distancia, y proponía que el
remanente -salvo 60.000 libras (exactamente 64.004,11; £ 62 mil en
letras y lo restante en doblones de oro), que creyó prudente
remitir a Buenos Aires para que por lo menos le tomasen el olor-
quedase depositado en su Banco londinense abonándose al gobierno
porteño "un interés del 3 % anual, que es todo lo que podemos
dar"
.
Pero
Las Heras, gobernador de Buenos Aires desde mayo insiste en que se
le mandase el remanente y en oro. No le parecía buen negocio pagar
60.000 libras anuales de interés para sacar un promedio de 15 600
dejándolo en Londres. Necesitaba el oro, no solamente por las
angustias del comercio porteño, sino en previsión de la inminente
guerra con Brasil. Ante la insistencia de Las Heras, Baring adquiere
once mil onzas selladas (exactamente 10.991) y las manda a Buenos
Aires en dos remesas; importaban 57.400 libras sin contar el uno y
medio por seguro y flete cargados al gobierno. Más metálico no
pudo o no quiso mandar, no obstante las súplicas angustiosas de Las
Heras que carecía de moneda sonante para pagar el ejército
nacional acampado en
Concepción del Uruguay
El
resto (alrededor de 450 mil libras) llegarían espaciadas a Buenos
Aires a lo largo de 1825 en paquetes de letras de cambio firmadas en
su mayor parte por comerciantes de Buenos Aires para pagos en
Inglaterra. Nos
volvía de Londres, prestado a alto interés, nuestro propio crédito.
¿Qué se hicieron esos papeles? Con ellos no se construyó el
muelle, ni se fundó un pueblo en la costa ni en la frontera, ni se
instaló una cañería de agua corriente. Tampoco se empleó en los
preparativos de la guerra con Brasil. Ni siquiera las 11 mil onzas
de oro que Baring había enviado a consignación del Banco de
Descuentos y éste, con la aprobación del ministro García, reservó
para sus necesidades.
En
primer lugar debieron reembolsarse al "consorcio'' los 250.000
pesos adelantados, más su considerable interés. El remanente (poco
más de dos millones de pesos), junto con otro millón de letras de
Tesorería se dispuso que fueran provisoriamente administrados por
una Junta para "entretenerlos productivamente"
prestándolos -pese al monopolio crediticio del Banco de Descuentos-
al comercio de la plaza. Y precisamente a los integrantes del
"consorcio"; los más favorecidos fueron Braulio Costa y
John Robertson que recibieron, juntos, 878.750 pesos; William
Robertson 262.840, y Miguel Riglos, 100 mil pesos.
En total la Junta Administradora prestó 2.014.234
pesos hasta el 24 de abril de 1825 en que traspasó su cartera al
recientemente creado Banco Nacional. Allí los descuentos no se
cancelaban por regla y renovándose a medida que la cotización del
peso bajaba, o se finiquitaban por el sistema de "quitas"
en vigencia, y las “ganancias" se distribuían en beneficios
del 14 y 15 % a los accionistas particulares (el Estado no cobraba
dividendos por sus acciones) , votados en asambleas que, al decir de
Rosas en 1836 al incautarse del Banco "eran verdaderas fiestas
en que hacía el gasto los millones de pesos del empréstito de
Londres".
La
moratoria
Como
Baring previsoramente había retenido cuatro servicios de intereses
y amortizaciones, los vencimientos por intereses y amortizaciones
solamente empezarían el 1º de enero de 1827. Seis meses antes de
esa fecha, según los términos del contrato, deberían girarse
30.300 libras (30 mil de intereses y 300 de comisión) que en julio
de 1826 en Buenos Aires no había materialmente de donde sacarlos
por la desastrosa situación financiera de la presidencia con una
guerra internacional, otra civil, y bloqueado el puerto por los
brasileños.
No
obstante, como dice Fitte, Rivadavia "no quiso aceptar que por culpa de la aflígete situación económica
llegase a sufrir menoscabo el prestigio de la república".
Quiso pagar la deuda y en oro sonante, porque otra cosa
desmerecería el prestigio de la república. Lo malo es que las
onzas, que antes de la guerra estaban a 17, ahora habían subido y
si el gobierno se lanzaba a comprar subirían aún más. Eso llenaba
de angustia a Baring que menudeaba sus cartas a Rivadavia, mientras
los títulos del empréstito bajaban en la bolsa de Londres de 90 a
58 1/4,
Pero Rivadavia pagó en oro de buena ley. No cobraron el ejército,
ni la escuadra, ni los acreedores del Estado, pero sí los
acreedores ingleses.
El
gobierno compró oro en Buenos Aires (debió adquirir onzas a 50,
porque cometió el error de anunciar que lo compraría) y lo remitió
a Londres
fue
un esfuerzo inaudito que volvería a repetir el próximo semestre,
en el que además del 3 % de intereses semestrales debía pagar el
1/2 % de amortización. Debió comprar a 54 la onza los últimos
restos de oro -ya no de buena ley- que aún había en Buenos Aires,
y girarlos a Londres
No
obstante encontrarse el ejército argentino -que acababa de triunfar
en Ituzaingó- con un año atrasado de sueldos, y las acciones bélicas
estar inmovilizadas por falta de medios.
El
tercer servicio vencía el 12 de enero de 1828 y la guerra con
Brasil seguía. Gobernaba Dorrego, tan escrupuloso como Rivadavia en
el cumplimiento de las obligaciones exteriores. Ni en Tesorería ni
en plaza había una onza de oro, ni letras contra Londres y Dorrego
se encontró obligado a buscar otro medio. Ofreció a Baring la
"garantía" personal de 31 enfiteutas
que el banquero desechó.
Debió pedir prórroga, y el 5 de abril ya se había
producido la mora- ordenó la venta de dos fragatas de guerra -Asia
y Congreso- que para las necesidades bélicas se estaban
artillando en el puerto de Londres. Una cantidad de embargos cayeron
sobre el producido de su venta, y nada fue a los tenedores de títulos.
Desde entonces, hasta el arreglo Rosas-Falconnet en 1844, no
se pagaría más un real por los servicios del empréstito.
Cotización
de los títulos
La
seguridad de no estar la Argentina en condiciones de pagar los
intereses, había hecho descender los títulos a 34 1/2 aún antes
de incurrirse en mora; pero la perspectiva de cobrarse los
acreedores con las fragatas Asia y Congreso los
hicieron subir en 1828 a 48. Cuando esta ilusión se desvaneció los
bonos bajaron a 32 y a 30.
En
adelante seguirían las fluctuaciones demasiado violentas de las
alternativas políticas argentinas;
la noticia de la paz con Brasil produjo un alza a 42, prontamente
desvanecida por las informaciones de la revolución unitaria de
diciembre de 1828; en abril (1829) están a 23, y en agosto a 20 (la
quinta parte de su valor escrito). En diciembre llega a Londres la
noticia del pacto de Cañuelas entre Rosas y Lavalle (celebrado en
junio) y los títulos experimentaron una pequeña alza: se cotizarían
a 27. Esta alza se robustece -30 ¼,
al saberse en enero el tratado de Barracas (celebrado en
agosto), y en julio se consigue el alto precio de 45 1/2 el
conocerse la elección de Rosas para el gobierno. Se esperaba de
Rosas no solamente la terminación de la guerra civil prolongada en
el interior por Paz, sino el cumplimiento (tal
cual nos dicen ahora) de las "deudas
sagradas"
Pero Rosas no reanudó los servicios, no obstante la presión
de los tenedores de títulos sobre Palmerston, entonces al frente
del gobierno del Foreign Office.
La cotización llegaría al colapso: 24 1/2 en octubre, 22 en
noviembre, 20 en diciembre. Desde esa fecha la cotización
desaparecería por largo tiempo, de la pizarra de la bolsa de
Londres[37].
.
FINAL
DEL CAPITULO III
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