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.Rivadavia y el
 Imperialismo financiero
(Cont. 14)

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CAPITULO V

 

LA COLONIZACIÓN

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"Implantar las costumbres de los ingleses"

 

Una de las constantes preocupaciones de Rivadavia durante su primera estadía en Europa, de 1814 a 1821, había sido traer "Labradores, comerciantes y demás hombres útiles del Norte" -escribe a Pueyrredón el 9 de septiembre de 1818- que sacarían de su marasmo latino a la república del Plata[1]. Ministro del gobierno de Buenos Aires en 1821 sigue en contacto, por carta, con John Thomas Barber Beaumont para traer "por lo menos mil familias inglesas." [2]

 

Ya había propuesto a la Junta de Representantes el 28 de julio de 1821 (acababa de hacerse cargo de la cartera), una ley para "negociar el transporte de familias industriosas del Norte de Europa que aumenten la población de la provincia", proyecto sancionado por la Junta el 22 de agosto[3]. De inmediato escribe a Beaumont -24 de septiembre- a fin de que se pusiera al habla con sus agentes particulares en Londres -Hullet Brothers-, que tenían instrucciones para llevar a efecto el negocio de colonización[4]. Surgen inconvenientes pues Beaumont exige la propiedad de la colonia. Don Bernardino está en un aprieto: acababa de inmovilizarse la tierra pública de Buenos Aires en garantía de la deuda pública. Pero él encuentra la solución: se daría la tierra en enfiteusis a la sociedad colonizadora -aun no formada- sin el pago del canon ni de ninguna clase de impuesto durante cuatro años; los gastos de traslado de las colonos serían por cuenta del gobierno, asistiéndolos además con 200 pesos por matrimonio y 100 pesos a los solteros a su llegada a Buenos Aires. La sociedad colonizadora tendría preferencia en obtener la propiedad de la tierra, una vez levantada la garantía hipotecaria que pesaba sobre la misma[5].

 

Las condiciones no parecieron aceptables a Barber Beaumont. Hubiese preferido la propiedad de inmediato pues el negocio de colonizar estaba en el mayor valor de la tierra por el trabajo de los aparceros. Quería una operación comercial de grandes posibilidades y sin riesgos: el gobierno debería pagar los gastos de traslado y donar la tierra. Y los inmigrantes que él reclutase contribuirían con el trabajo valorizador. Y todos se beneficiarían: los inmigrantes serían propietarios al cabo de unos años, la sociedad colonizadora embolsaría el valor de la tierra mejorada y el producto de los años de aparcería, y el gobierno tendría una colonia anglosajona para mejorar la raza nativa.

 

En el libro Travels in Buenos Ayres, etc., de John A. Barber Beaumont junior[6], después de explicar el objeto del negocio: "con la labranza y aumento de pobladores del suelo, la tierra aumentaría de valor y en el transcurso de veinte a treinta años podría ser parcelada y vendida con grandes beneficios". Expresa que también movió a su padre "la perspectiva de hacer felices e independientes a muchos cientos de familias que languidecían en la necesidad, la posibilidad de implantar en las fértiles costas del Plata la raza, las costumbres y las energías de los industriosos ingleses".

 

Persecución al criollo.

 

La perspectiva de una Argentina poblada con las razas viriles del norte entusiasmaba a Rivadavia y su partido. Al tiempo de encontrarse el ministro en correspondencia con Beaumont para fundar la sociedad colonizadora que traería mil familias inglesas, escribe a Agustín Lizaur gestionando el envío de doscientas familias escocesas, encomienda a Sebastián Lezica otras doscientas holandesas y alemanas, y entra en negociaciones con los suecos Jacques y Charles Jorsell para fundar una colonia de esa nacionalidad[7].

 

La tarea de arraigar a las razas viriles, exigía una previa de desarraigar a los nativos. La prepara el 19 de abril de 1822 con el decreto de Vagos que considera vagabundo a todo "hijo del país de la clase a que pertenezca" que no encontrase padrinos influyentes. Como "los vagabundos son un obstáculo real a los adelantamientos del país y una causa que impide o retarda el complemento de la Reforma General que se ha iniciado" el gobierno los arrojaba al ejército de línea, por ocho años, o "a trabajos públicos en contingentes forzados"[8]. Es el Martín Fierro dicho en prosa burocrática.

 

Las empresas de colonización

 

Un decreto de 24 de noviembre de 1823 -el mismo día se dictaba otro famoso sobre empresas mineras que estudiaremos luego- firmado por el gobernador Rodríguez y el ministro Rivadavia, autorizaba al ministro para negociar el envío de familias europeas "morales e industriosas" para "las poblaciones que deben elevarse en el territorio de la provincia"[9]. En abril el ministro transfiere sus poderes a una Comisión llamada de Emigración (tal vez porque la empresa se veía desde Europa, y de allí los colonizadores emigraban), en cuyo nombre el comerciante Lezica, jefe de la Casa Lezica y Compañía, donde Rivadavia tenia intereses[10], emprende viaje a Londres. Llega en junio y se pone en contacto, por intermedio de Hullet, con Barber Beaumont. Encuentra allí a John Robertson y Félix Castro, comisionados de Buenos Aires para contratar el empréstito de un millón de libras, que no se dedicaban solamente a los negocios financieros y tanto el uno como el otro se habían entusiasmado con la perspectiva de brillantes negocios de colonización. Castro, que ha ganado una fortuna con el corretaje del empréstito[11] entra en sociedad con Beaumont y Lezica en Londres, mientras Robertson se va a su Escocia natal para invertir su gran fortuna ganada con el empréstito y sus actividades mercantiles trashumantes, en una vasta empresa colonizadora de brillantísimas posibilidades.

 

La "Rio Plata Agricultural Association".

 

El 7 de septiembre hace su entrada Rivadavia en Londres para promover "los verdaderos intereses de su país sin miras personales ni deshonrosas", dice con gran estrépito la prensa inglesa[12]. Aunque su objetivo principal era fundar una empresa minera que explotase el cerro Famatina, también está interesado en formar una sociedad colonizadora. "Su residencia en Inglaterra -dice un biógrafo- efectuó el milagro de producir el arribo franco y seguro del extranjero" (12 bis), En noviembre, entre Beaumont, Lezica, Castro y Hullet han constituido la Rio Plata Agicultural Association con un millón de libras de capital para el negocio de comprar propiedades, o concesiones de enfiteusis, y poblarlas con agricultores ingleses llevados al Plata mediante ventajas que les daría el gobierno argentino.

 

 Los clerks de la casa Hullet escribieron folletos sobre "las fértiles praderas de las pampas", y el diligente secretario de Rivadavia, Ignacio Núñez, un libro publicado en cinco idiomas donde ofrecía a los extranjeros "un territorio inmenso, virgen y fértil, con abundantes producciones y un temperamento benigno (…) que reclama lo que sobra en otros países: brazos, y capitales"[13]. Se formó el directorio y se repartieron entre los fundadores las acciones liberadas; Beaumont era presidente con quinientas acciones liberadas, Rivadavia no figura entre los ejecutivos pero Lezica y Castro -con ochocientas acciones liberadas a su nombre- están como directores "juntamente con cuatro barones ingleses de la más alta respetabilidad"[14].

 

 La empresa se presentaba bajo los más risueños auspicios y Hullet, encargado del lanzamiento de  las acciones las colocó en la bolsa arriba de la paridad[15]. No hay constancia que ninguno de los fundadores, ni el entusiasta Beaumont, invirtieran dinero propio en la empresa. Pero se sabe en cambio -por el amargo libro de Beaumont junior- que Lezica y Castro, que al parecer no se hacían muchas ilusiones sobre el negocio, “vendieron sus acciones cuando todavía estaban en alta obteniendo una maravillosa ganancia de ochenta mil libras sin arriesgar un solo penique"[16]. Quizá el único en creer reales las "fértiles praderas de las pampas" fue Barber Beaumont, que no vendió sus títulos y se empeñó en llevar adelante la empresa.

Rivadavia había asegurado formalmente que el gobierno argentino, donde influía a través de la masonería metida en esta estafa, daría a la sociedad en perpetuidad "las tierras del convento suprimido de San Pedro"[17].

 

Empezaron por lo tanto a reclutarse agricultores; era momento propicio porque la crisis industrial había paralizado muchos brazos y la desocupación y el hambre eran considerables. Agentes de la Agricultural anotaban en los suburbios fabriles a quienes quisieran ir, con viaje pago y un pequeño adelanto al embarcarse: la primera tanda de sesenta "agricultores" de los suburbios de Glasgow se embarcó en febrero de 1825, a fin de año la segunda desde Liverpool que llegaba a doscientos, y en marzo de 1826 la tercera, también de doscientos. Piloteaba esta última Barber Beaumont junior. Debía ocuparse de los primeros Sebastián Lezica, regresado al país con ellos.

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Bibliografía, notas y comentarios  
  • [1] Recopilación de documentos de Rivadavia publicados con el nombre de Páginas de un estadista, pág. 87, Bs. As., 1945.  

  • [2]  A. Beaumont, Viajes por Buenos Aires , Entre Ríos y la Banda Oriental (1826-827), pp.138 a 140.

  • [3] Leyes y Decretos de Buenos Aires, Tomo II, pág. 144, Ed. Prado y Rojas.  

  • [4] Prólogo de S. Bagu en Beamont, pág. 15.

  • [5] Rivadavia a Beaumont en ídem anterior, pp. 138 a 140.  

  • [6]  Idem, pág. 143.

  • [7] Idem, pág. 16 (prólogo de S. Bagu).

  • [8] El mismo concepto que los hijos del país, merecían a Rivadavia los indios: "Mi padre escribe Beaumont junior -ídem, pág. 88- trató de convencer al señor Rivadavia cuando estuvo en Londres de la conveniencia de mantener una política de conciliación con los indios antes que destruirlos y poblar el país con emigrantes de Europa. La respuesta del señor Rivadavia era siempre: Es mala gente; hay que acabar con ella".  

  • [9] Leyes y decretos,Tomo II, pág. 440, Bs. Aires.

  • [10] Ver más adelante, La Rio Plata Mining Association.  

  • [11] Mencionado antes.

  • [12] Ver La Rio Plata Mining Association, punto "El viaje a Londres". (12 bis) Véase Piccirilli, Tomo II, pág. 113.  

  • [13] Beaumont, pág. 131.

  • [14] Idem, pág. 144.  

  • [15] Eran los tiempos del boom bursátil londinense de 1824 que describo en el cap. La Rio Plata Mining Association.

  • [16] Beaumont, pág. 145.  

  • [17] Idem anterior.