Los
colonos escoceses
Mientras
tanto los hermanos Robertson (John en Escocia y William en Buenos
Aires) trabajaban en la empresa suya. William obtiene del gobierno
de Las Heras un decreto -19 de enero de 1825- dando facilidades de
transporte y adelantos de dinero a los inmigrantes, adquiere 16 mil
hectáreas de tierra desierta en Monte Grande por 60 mil pesos, y el
22 de mayo John embarca en Leith los primeros 220 escoceses
"destinados a poblarla y enriquecerla".
El
fracaso de la "Agricultural"
El
primer contingente de ingleses debería ir a San Pedro, "donde
el señor Beaumont (escribe el ministro García a Beaumont senior),
habrá de ver con verdadero deleite sobre las orillas del gran río
Paraná una hermosa ciudad que a él deberá su existencia" Nada
sabía el ministro de una concesión prometida por su antecesor
Rivadavia y suponía que la Agricultural había
comprado un campo. Nadie se hizo cargo de los viajeros en la rada, y
Lezica dejó el cometido a un tal Mister Jones "empleado con
buen sueldo de la Compañía", que tampoco mostró mayor
diligenciaAbandonados
a su suerte los inmigrantes acabaron enrolándose en los cuerpos de
línea y en la marina, necesitada de voluntarios para la guerra con
Brasilo
ganar los buenos salarios que obtenían los artesanos en la ciudad.
Solamente unos pocos consiguieron ser llevados a San Pedro, por
insistencias ante Jones y Lezica, para encontrarse que allí nadie
sabía nada de la concesión y el Juez de Paz les recomendó
"se volviesen nomás a Buenos Aires".
Sólo
cuatro quedaron de aquellos, porque
les gustó la vida nómade de los gauchosAnte
las quejas de Londres, Lezica adquiere para la Agricultural
un campo en Entre Ríos "a un alto precio"dónde
mandará el segundo contingente procedente de Liverpool. Lo hace
directamente desde Ensenada para impedir que los nuevos inmigrantes
se dejen seducir por los antiguos, captados por Buenos Aires y se
nieguen a trabajar el campo. E1 expediente no resulta. Aunque el
campo de Entre Ríos por lo menos existía, Lezica no envió los
enseres y útiles de labranza remitidos por la Agicultural
desde Londres, porque prefirió embargarlos previsoramente para
cobrarse sus gastos.
La
vida se hizo dificultosa para los ingleses en Entre Ríos, y
acabaron por abandonar la colonia e irse a Buenos Aires a ganar
buenos salarios como peones de saladeros, o abrir talleres de baja
artesanía.
Finalmente
llegó Beaumont junior con el ultimo lote. No había sido
feliz en su viaje, pues la mayor parte de sus colonos prefirieron
volverse a Londres al saber que había guerra entre la Argentina y
Brasil. Solamente con cincuenta inmigrantes pudo llegar a la
Argentina para encontrarse con que las dos tandas anteriores habían
fracasado, los "agricultores" no querían salir de Buenos
Aires, Lezica se había quedado con el dinero para gastos, y
embargado los enseres porque se consideraba perjudicado. Oyó decir
que, a cambio de la concesión de San Pedro se daría a los
inmigrantes una isla en el río Negro -posiblemente la Choele Choel-
pero se enteró que el río Negro estaba todavía en poder de los
indios.
Sin
embargo Rivadavia, ahora presidente de la República, parecía
interesarse en la Agricultural.
Quería colonizar tierras de enfiteusis con los colonos ingleses,
aunque Beaumont senior no había visto un negocio en la
enfiteusis por más de asegurarle Rivadavia que la empresa obtendría
el derecho de propiedad al pagarse la totalidad del empréstito
dentro de 33 años.Posiblemente
pensaría conceder a la Agricultural las grandes concesiones
que iba a dar a la Sociedad Rural Argentina en la cual estaba
interesado. Pero
Beaumont junior aparece en julio de 1826, al tiempo de
fundarse la Sociedad Rural,
desilusionado de negocios de colonización: solamente
espera que la amistad de Rivadavia lo ayude a "salvar lo
restante de nuestros bienes" y volver a Londres.
Obtiene
una audiencia del "antiguo amigo de nuestra familia (25 bis) con quien tanto había
bromeado en nuestra mesa de Londres", que describe, entre
asombrado y sonriente, en el libro de su viaje: es recibido con gran
ceremonia por un edecán vestido de gala, y tras horas de antesala
hace su entrada Rivadavia previo tintineo de una campanilla,
"de casaca verde abotonada a lo Napoleón, calzones cortos,
medias de seda, zapatos de hebillas de plata". Con oído
displicente y augusto oye sus quejas, para acabar diciéndole que
"primero hablaré yo con los ministros, después los ministros
hablarían con él y después hablaríamos todos juntos".
Promete ocuparse de los colonos cumplidos esos trámites
protocolares, y da fin a la audiencia volviendo a tañer su
campanilla. Nunca más lo volvería a ver.
La
Agricultural había fracasado: a la "association"
se la llevó el crack bursátil londinense y a los colonos se los
tragó nuestra tierra generosa a pesar de los bandidos que la han
asolado.
El
7 de junio de 1827, Beaumont, "ligero de corazón y de
bolsillo" se volvió a Londres. Allí escribirá sus andanzas
por tierras del Plata y su experiencia con los nativos "amigos
de los ingleses".
Las
otras empresas colonizadoras.
Tampoco
dio resultado la colonización de escoceses en Santa Catalina, donde
los hermanos Robertson invirtieron íntegra su considerable fortuna
en un negocio que creyeron seguro y provechoso. Muy pocos se
avinieron a trabajar la tierra ajena en este país tan pródigo con
el esfuerzo propio. La colonia se diluirá en 1828; dos años después
los Robertson se embarcan definitivamente para Inglaterra donde John
conseguirá rehacer su fortuna con un matrimonio ventajoso, y ambos
podrán escribir libros para añorar sus juveniles aventuras
sudamericanas como mercaderes ambulantes, mineros de ocasión,
comerciantes de alto vuelo, banqueros del Estado, comisionistas a
gran porcentaje de empréstitos ruinosos y, finalmente, gestores de
negocios de colonización fracasados. Y en todo momento informantes
activos y agentes patrióticos del Foreign Office.
Algo
igual a lo ocurrido con los ingleses de Beaumont y los escoceses de
Robertson, pasaría con los irlandeses ovejeros de O'Brien en Santa
Catalina, los alemanes sembradores de trigo que Carlos Heine instaló
en la Chacarita y las muchachas del Highland que habrían de
ordeñar las vacas santafesinas.
Nadie
pudo trabajar a gusto o no quiso hacerlo para otros, y todos
acabaron estableciéndose por su cuenta.
Los
gringos acriollados.
Cuando
Beaumont junior llega amargado a San Pedro en 1826 para
averiguar la suerte de los inmigrantes de la Agricultural, encuentra que casi todos habíanse ido a Buenos Aires,
pero algunos "se habían adaptado a la vida de los gauchos y
parecían muy satisfechos con el cambio de situación, me hablaron
muy bien del país, y su apariencia robusta y sus rostros alegres
demostraban mejor que todas las frases que llevaban una vida
feliz".No
quisieron de ninguna manera trabajar en la empresa colonizadora ni
seguirlo en nuevas andanzas.
La
colonización efectuada con el doble propósito de redondear un
negocio y extranjerizar el país, produjo el efecto contrario. Los
empresarios se arruinaron, y resultó tan fuerte la personalidad del
país que los extranjeros, abandonados a sí mismos, acabaron por
olvidar sus costumbres y su lengua y adoptaron los hábitos y
modalidades de la tierra. En poco tiempo se hicieron tan argentinos
como el más gaucho u orillero, y sus hijos e hijas no se
diferenciarían nada de éstos.
La política
inmigratoria de los criollos agringados daría como resultado
a los gringos acriollados... Sin duda más útiles al país,
pero muchísimo más, que aquellos.
FINAL
DEL CAPITULO V
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