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.Rivadavia y el
 Imperialismo financiero
(Cont. 15)

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Los colonos escoceses

 

Mientras tanto los hermanos Robertson (John en Escocia y William en Buenos Aires) trabajaban en la empresa suya. William obtiene del gobierno de Las Heras un decreto -19 de enero de 1825- dando facilidades de transporte y adelantos de dinero a los inmigrantes, adquiere 16 mil hectáreas de tierra desierta en Monte Grande por 60 mil pesos, y el 22 de mayo John embarca en Leith los primeros 220 escoceses "destinados a poblarla y enriquecerla"[18].

 

El fracaso de la "Agricultural"

 

El primer contingente de ingleses debería ir a San Pedro, "donde el señor Beaumont (escribe el ministro García a Beaumont senior), habrá de ver con verdadero deleite sobre las orillas del gran río Paraná una hermosa ciudad que a él deberá su existencia"[19]. Nada sabía el ministro de una concesión prometida por su antecesor  Rivadavia y suponía que la Agricultural había comprado un campo. Nadie se hizo cargo de los viajeros en la rada, y Lezica dejó el cometido a un tal Mister Jones  "empleado con buen sueldo de la Compañía", que tampoco mostró mayor diligencia[20] Abandonados a su suerte los inmigrantes acabaron enrolándose en los cuerpos de línea y en la marina, necesitada de voluntarios para la guerra con Brasil[21], o ganar los buenos salarios que obtenían los artesanos en la ciudad. Solamente unos pocos consiguieron ser llevados a San Pedro, por insistencias ante Jones y Lezica, para encontrarse que allí nadie sabía nada de la concesión y el Juez de Paz les recomendó "se volviesen nomás a Buenos Aires".

 

Sólo cuatro quedaron de aquellos,  porque les gustó la vida nómade de los gauchos[22]. Ante las quejas de Londres, Lezica adquiere para la Agricultural un campo en Entre Ríos "a un alto precio"[23] dónde mandará el segundo contingente procedente de Liverpool. Lo hace directamente desde Ensenada para impedir que los nuevos inmigrantes se dejen seducir por los antiguos, captados por Buenos Aires y se nieguen a trabajar el campo. E1 expediente no resulta. Aunque el campo de Entre Ríos por lo menos existía, Lezica no envió los enseres y útiles de labranza remitidos por la Agicultural desde Londres, porque prefirió embargarlos previsoramente para cobrarse sus gastos.

 

La vida se hizo dificultosa para los ingleses en Entre Ríos, y acabaron por abandonar la colonia e irse a Buenos Aires a ganar buenos salarios como peones de saladeros, o abrir talleres de baja artesanía.

 

Finalmente llegó Beaumont junior con el ultimo lote. No había sido feliz en su viaje, pues la mayor parte de sus colonos prefirieron volverse a Londres al saber que había guerra entre la Argentina y Brasil. Solamente con cincuenta inmigrantes pudo llegar a la Argentina para encontrarse con que las dos tandas anteriores habían fracasado, los "agricultores" no querían salir de Buenos Aires, Lezica se había quedado con el dinero para gastos, y embargado los enseres porque se consideraba perjudicado. Oyó decir que, a cambio de la concesión de San Pedro se daría a los inmigrantes una isla en el río Negro -posiblemente la Choele Choel- pero se enteró que el río Negro estaba todavía en poder de los indios.

 

Sin embargo Rivadavia, ahora presidente de la República, parecía interesarse en la Agricultural. Quería colonizar tierras de enfiteusis con los colonos ingleses, aunque Beaumont senior no había visto un negocio en la enfiteusis por más de asegurarle Rivadavia que la empresa obtendría el derecho de propiedad al pagarse la totalidad del empréstito dentro de 33 años[24].Posiblemente pensaría conceder a la Agricultural las grandes concesiones que iba a dar a la Sociedad Rural Argentina en la cual estaba interesado.  Pero Beaumont junior aparece en julio de 1826, al tiempo de fundarse la Sociedad Rural, desilusionado de negocios de colonización: solamente espera que la amistad de Rivadavia lo ayude a "salvar lo restante de nuestros bienes" y volver a Londres[25].

 

Obtiene una audiencia del "antiguo amigo de nuestra familia (25 bis) con quien tanto había bromeado en nuestra mesa de Londres", que describe, entre asombrado y sonriente, en el libro de su viaje: es recibido con gran ceremonia por un edecán vestido de gala, y tras horas de antesala hace su entrada Rivadavia previo tintineo de una campanilla, "de casaca verde abotonada a lo Napoleón, calzones cortos, medias de seda, zapatos de hebillas de plata". Con oído displicente y augusto oye sus quejas, para acabar diciéndole que "primero hablaré yo con los ministros, después los ministros hablarían con él y después hablaríamos todos juntos". Promete ocuparse de los colonos cumplidos esos trámites protocolares, y da fin a la audiencia volviendo a tañer su campanilla. Nunca más lo volvería a ver[26].

 

La Agricultural había fracasado: a la "association" se la llevó el crack bursátil londinense y a los colonos se los tragó nuestra tierra generosa a pesar de los bandidos que la han asolado.

 

El 7 de junio de 1827, Beaumont, "ligero de corazón y de bolsillo" se volvió a Londres. Allí escribirá sus andanzas por tierras del Plata y su experiencia con los nativos "amigos de los ingleses"[27]

 

Las otras empresas colonizadoras.

 

Tampoco dio resultado la colonización de escoceses en Santa Catalina, donde los hermanos Robertson invirtieron íntegra su considerable fortuna en un negocio que creyeron seguro y provechoso. Muy pocos se avinieron a trabajar la tierra ajena en este país tan pródigo con el esfuerzo propio. La colonia se diluirá en 1828; dos años después los Robertson se embarcan definitivamente para Inglaterra donde John conseguirá rehacer su fortuna con un matrimonio ventajoso, y ambos podrán escribir libros para añorar sus juveniles aventuras sudamericanas como mercaderes ambulantes, mineros de ocasión, comerciantes de alto vuelo, banqueros del Estado, comisionistas a gran porcentaje de empréstitos ruinosos y, finalmente, gestores de negocios de colonización fracasados. Y en todo momento informantes activos y agentes patrióticos del Foreign Office.

 

Algo igual a lo ocurrido con los ingleses de Beaumont y los escoceses de Robertson, pasaría con los irlandeses ovejeros de O'Brien en Santa Catalina, los alemanes sembradores de trigo que Carlos Heine instaló en la Chacarita y las muchachas del Highland que habrían de ordeñar las vacas santafesinas[28]. Nadie pudo trabajar a gusto o no quiso hacerlo para otros, y todos acabaron estableciéndose por su cuenta.

 

Los gringos acriollados.

 

Cuando Beaumont junior llega amargado a San Pedro en 1826 para averiguar la suerte de los inmigrantes de la Agricultural, encuentra que casi todos habíanse ido a Buenos Aires, pero algunos "se habían adaptado a la vida de los gauchos y parecían muy satisfechos con el cambio de situación, me hablaron muy bien del país, y su apariencia robusta y sus rostros alegres demostraban mejor que todas las frases que llevaban una vida feliz"[29].No quisieron de ninguna manera trabajar en la empresa colonizadora ni seguirlo en nuevas andanzas.

 

La colonización efectuada con el doble propósito de redondear un negocio y extranjerizar el país, produjo el efecto contrario. Los empresarios se arruinaron, y resultó tan fuerte la personalidad del país que los extranjeros, abandonados a sí mismos, acabaron por olvidar sus costumbres y su lengua y adoptaron los hábitos y modalidades de la tierra. En poco tiempo se hicieron tan argentinos como el más gaucho u orillero, y sus hijos e hijas no se diferenciarían nada de éstos[30].

 

          La  política inmigratoria de los criollos agringados daría como resultado a los gringos acriollados... Sin duda más útiles al país, pero muchísimo más, que aquellos.

 

FINAL DEL CAPITULO V

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Bibliografía, notas y comentarios  
  • [18] O. C. Batolla, Los primeros ingleses en la Argentina,  pág. 119, Bs. As., 1929.

  • [19] Beaumont, pág. 147.

  • [20] Idem anterior. 

  • [21] Enrique Guillermo Parker se enroló en la marina de guerra; fue el segundo jefe de la "25 de Mayo" y moriría en 1827 en combate frente a Colonia.

  • [22] Beaumont, pág. 150.

  • [23] Idem anterior.

  • [24] Beaumont, pp.  138 a  140.

  • [25] Idem, pág. 180.

  • [26] Todos los detalles de la entrevista en idem, pp. 187 a 190.

  • [27] Idem,  pág. 259. 

  • [28] Fancis Bond Head cuenta de manera pintoresca esta curiosa emigración, otra consecuencia de la fiebre de empresas alocadas que tomó a Londres en 1824 y 1825: "Teníamos toda clase de especulaciones inglesas en Sud América, algunas realmente divertidísimas. Ocurrió de repente a unos hijos de John Bull que, como había numerosas vacas en las Provincias Unidas del Río de la Plata, abundancia de buen pasto, y los porteños carecían de manteca para su pan, respondería admirablemente una compañía para batir leche y producir manteca; y antes que esa idea envejeciese, un cargamento de muchachas ordeñadoras escocesas se mecía en las calmas ecuatoriales ... Pero las dificultades con que tropezaron fueron grandísimas; en vez de apoyar sus cabezas en pacientes animales domésticos, se les pusieron por delante una cantidad de vacas chúcaras con aspecto tan feroz que ninguna muchacha se atrevía a aproximarse y menos a ordeñarlas. Pero los gauchos enlazaron a las vacas, las manearon con guascas y... después que se vencieron todas las dificultades se descubrió, primero, que la manteca no duraba en ese clima, y segundo que, de cualquier modo, los nativos preferían el aceite". Las Pampas y los Andes, traducción de 1920, pág. 185. Las escocesas acabaron por casarse con gauchos y constituir familias argentinas. Es decir, como manda la naturaleza y la tierra, y no como mandaba Rivadavia y su banda. 

  • [29] Beaumont, pág. 231.

  • [30] La completa identificación al medio de los anglo-criollos en esta tierra, alarmó a los ingleses. Sir Francis Bond Head escribió su libro La pampa y los Andes (pág. 184), en parte para desalentar futuras empresas mineras, y en parte para desengañar "a quienes estén en circunstancias apuradas en Inglaterra'' de venir a estas tierras. Era cierto -dice- que "se aliviarán de los sufrimientos causados por la falta absoluta de alimento, pues irán a lugar donde la carne ordinaria es barata, y los artesanos tendrán buenos salarios en la ciudad de Buenos Aires, pero la sociedad de ingleses e irlandeses de clase inferior en Buenos Aires es muy mala (!) y su físico evidentemente decae (?) mientras se degrada mucho su moral (!) y carácter. Lejos de la religión (?) y del ejemplo moral (!) de su país, incurren en hábito de abandono (?) y disipación (…) son de aspecto enfermizo (?), sucios en su traje y deshonestos (?) en su conducta (…) es seguramente mejor (para el inglés pobre) que sus hijos pasen necesidad en Inglaterra (!)". Menos mal que Charles Dickens, que pintó magistralmente aquella Incalaperra que pregona Mr. Head, nos exime de hacer todo comentario. Y Dickens era inglés, no como yo que soy anglo-santiagueño. Y yo no puedo contradecir lo que dice un súbdito de Su Majestad. Así nos enseñó Mitre. De todas maneras contrasta este juicio peyorativo de Head con 1a lozanía y alegría encontrada por Barber Beaumont en los cuatro ingleses que se hicieron gauchos en San Pedro, mencionado más atrás.