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.Rivadavia y el
 Imperialismo financiero
(Cont. 17)

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Las minas del Famatina

 

Sin que el oro aflorase con las lluvias, ni las pepitas rodasen de los cerros para obstruir los patios riojanos, las minas del Famatina eran las mejores sino las únicas explotables de todo el territorio Argentino.  Su riqueza estaba en la plata más que en el oro.

 

En 1821 el gobernador Nicolás Dávila emitía "monedas de cordón" con la plata del cerro; poco después don Baltasar Agüero autorizado por el gobierno provincial, acuñaba monedas de mejor calidad; el 15 de agosto de 1824 fundaba la Casa de la Moneda con el respaldo de un pequeño patrimonio familiar. Como se hacía necesario poseer maquinarias modernas y contratar técnicos, Agüero amplió su empresa familiar con algunos capitalistas riojanos (Moral, Luna, Carreño, Villafañe) y otros de Buenos Aires, creando el Establecimiento de Casa de Moneda sociedad por acciones. No tenía la concesión de todas las minas del Famatina, pues Facundo Quiroga en sociedad con Gabriel Ocampo trabajaba otras. En febrero de 1825 se unifican ambas empresas en la entidad Directores y accionistas de La Casa de Moneda y Mineral de Famatina, con 500 mil pesos plata de capital. Aunque no podía alarmar el decreto porteño del 22 de noviembre de 1823 a la Casa de Moneda, pues su derecho sobre el Famatina emanaba de una legítima concesión provincial y la compra de los derechos de los antiguos propietarios de minas, por las dudas el diputado de La Rioja en el Congreso Nacional -el coronel Ventura Vázquez, ligado a la empresa criolla- llevó precisas órdenes de "no aceptar resoluciones que alteraran las tomadas por el gobierno y Junta de representantes de La Rioja acerca del establecimiento de la Casa de Moneda y Mineral"[14].

 

El Congreso Nacional había empezado sus sesiones con la ley-pacto llamada Ley Fundamental, el 23 de enero de 1825, que limitaba en forma precisa sus atribuciones: "Por ahora y hasta la promulgación de la Constitución que ha de reorganizar el estado, las provincias se regirán interiormente por sus propias instituciones (art. 3º); la Constitución que sancionare el Congreso será ofrecida a la consideración de las provincias, y no será promulgada ni establecida en ellas hasta que no haya sido aceptada (art. 6º) . Y esto fue una garantía para la Casa de Moneda.

 

Al tiempo de unificarse las empresas riojanas -principios de febrero de 1825-, estas resuelven la compra de maquinarias y contratación de técnicos en Alemania. Nada parecía turbar el negocio cuando el 20 de ese mes (febrero de 1825) se sabe en Buenos Aires que Rivadavia acababa de fundar en Londres una compañía de cinco millones de pesos (un millón de libras) para explotar, precisamente, el mineral del cerro de Famatina. Y lo que era más grave, que la Casa Hullet había transferido a esa sociedad una “autorización" sustituida por Rivadavia y proveniente del gobierno provincial de Buenos Aires, que le permitía "disponer de todas las minas de las Provincias Unidas"[15].

 

Los periódicos Nacional y Mensajero (redactado este última por el joven Valentín Alsina), órgano del partido rivadaviano, se lanzaron a una campaña a favor del capital inglés y violenta oposición a la Casa de Moneda: El Nacional, al dar con gran bulla la información de haberse creado la Mining londinense por los desvelos de Rivadavia dice: "El crédito que han dado a Buenos Aires no sólo su atribuciones, sino también el buen orden que ha prevalecido en este pueblo durante los últimos cuatro años", condena a "la banda de aristarcos perpetuos" (los capitalistas de la Casa de Moneda) que "no producían bien real al país", advirtiendo al público: "no supongan que este establecimiento (la Mining) tiene tendencia a recolonización como han tenido la sandez de suponer algunos respecto a los tratados celebrados con la Nación Británica bajo los principios de la estricta reciprocidad (…) en Méjico ya esta en ejercicio una sociedad igual de minas que con grandes ventajas para el país esta explotando las minas por capitalistas y operarios británicos”[16].

 

Al día siguiente - 21 de febrero- los apoderados en Buenos Aires de la Casa de Moneda, escriben a Rivadavia a Londres a fin de disipar equívocos y llegar a un acuerdo con el poderoso hombre público porteño: expresan que su compañía, la Casa de Moneda, posee un título perfecto sobre las minas del cerro "adquirido a costa de mucho sacrificio y compromisos por los trabajos que tenemos en planta y por los que hemos promovido", y en consecuencia se han sorprendido de "los contratos que a nombre de este gobierno (de Buenos Aires) han hecho los señores Hullet con una compañía de esa capital (la Mining) y en los que la persona de usted (Rivadavia) ha intervenido muy activamente". En la esperanza de "conciliar las ideas que usted se haya propuesto (…) que siempre ha protegido los proyectos que favorecen a los hijos de país", le solicitaban rectificase el error cometido y concurriera con su ayuda y consejo al desenvolvimiento de la sociedad riojana[17]. No se trataba de un error de Rivadavia; ya sabía éste, en Londres, la existencia de la empresa Argentina desde antes de firmar el contrato de cesión de derechos a la Mining: el 1º de diciembre (de 1824) , tres días antes de transferirse el poder de Hullet a la compañía presidida por Rivadavia (que se hizo el 4 de diciembre) , John Hullet remite el proyecto de transferencia al directorio provisional de la Mining con la advertencia a Rivadavia de que un "Mr. Kinder esparce voces de que está bien asegurado que la Association no recibirá la sanción de la ley en Buenos Aires"[18]. Pero Rivadavia pasó por alto al Mr. Kinder; tal vez confiaba en su influencia para que, en definitiva el Congreso Nacional diera el Famatina a la Mining no obstante la concesión provincial a la Casa de Moneda.

 

Los mineros en la Argentina

 

El 1º de julio (de 1825) llegan a Buenos Aires en un buque fletado por Hullet ingenieros de minas, obreros mineros y maquinarias para el laboreo. La Casa Lezica, a quien venía consignado, se dirige a Las Heras -gobernador de Buenos Aires y Encargado del Poder Ejecutivo Nacional por la Ley Fundamental- solicitando "recomendaciones" a los gobernadores de provincias, especialmente las andinas, para que los mineros viajasen a sus destinos, y sobre todo que "de acuerdo al artículo 3º de decreto de 24 de noviembre de 1823, procure el Congreso la sanción de las bases de dicha sociedad y la modificación de los reglamentos de trabajos de minas conforme a lo Solicitado por los señores Hullet"[19]. Las Heras no se dejó envolver; proveyó: "Expídanse las cartas de recomendación que se piden, y contéstese que por la Ley Fundamental del 23 de enero último, sólo a los gobiernos de las provincias respectivas toca hacer aprobar o modificar los contratos, y variar los reglamentos de minería"[20].

 

El jefe de los mineros - capitán Francis Bond Head - debió torcer el gesto al encontrarse que la empresa, no solamente no era dueña de las concesiones por las cuales habíase pagado en Londres un bonus de 30.000 libras esterlinas, sino que el gobierno nacional, donde decíase con influencia Rivadavia, nada tenía que ver con la jurisdicción sobre las minas. Informa la extraña novedad a Hullet sugiriendo la presencia de Rivadavia en Buenos Aires para disipar el "mal Entendido". Mientras llegaba el patricio, Head recorre las zonas de Córdoba, Mendoza, San Juan y La Rioja: en Córdoba no encuentra yacimientos mineros, en Mendoza le parecieron pobres y además los halla otorgados a la empresa del Famatina[21].Habla en La Rioja con Facundo Quiroga, representante local de la Casa de Moneda, que no le pareció hombre dispuesto a acatar la influencia de Rivadavia. Solamente en San Juan, el gobernador Salvador María del Carril había puesto a disposición de la Mining la totalidad de las minas provinciales por decreto: pero éstas no parecían nada famosas[22]. En ninguna parte (ni en el Famatina) encuentra la abundante riqueza prometida en los prospectos londinenses.

Vuelve a Buenos Aires a esperar a Rivadavia, cuyo arribo se le anuncia para octubre (1825).

 

El "Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario"

 

En mayo de 1825, Ignacio Núñez, amigo y secretario de Rivadavia, llega a Londres con el nombramiento de Rivadavia de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante las cortes de Londres y París, el suyo como Secretario de Legación, la ratificación del nombramiento de John Hullet de cónsul general de Las Provincias Unidas en Londres, y el ejemplar del tratado de comercio y amistad anglo-argentino para su canje formal, firmado en febrero en Buenos Aires entre Manuel José García y Woodbine Parish.

 

Rivadavia hace un intervalo a sus negocios bursátiles a fin de dedicarlo a la diplomacia. Cuando llegó a Londres en septiembre del año anterior había tratado infructuosamente de entrevistarse con Canning, aun sin encontrarse revestido de carácter diplomático, "por estar dispuesto a proporcionar cuanta información esté en su poder (…) es ciertamente muy importante para el gobierno de S. M. tener una fuente de información tan valiosa y auténtica" [23]Pero Canning no habrá demostrado mayor interés, y Rivadavia no pudo pasar del despacho de Mr. Planta, jefe de negociado del Foreign Office encargado de los asuntos sudamericanos, a quien dio "los informes" valiosos y auténticos. Ahora que era Ministro Plenipotenciario escribe a Mr. Planta el 8 de mayo para disponer su recepción como tal[24]. No fue feliz. A Canning no le gustó que llegase acreditado como Ministro Plenipotenciario cuando Inglaterra tenía en Buenos Aires un simple Encargado de Negocios y por el momento no pensaba elevar el rango de esa representación diplomática; además un nombramiento doble para Londres y París no entraba en los usos de la diplomacia británica: "nos han mandado un medio ministro" se dejó decir en el Parlamento [25]En tercer lugar había un traspié protocolar en el nombramiento de Rivadavia: la carta de presentación estaba dirigida a Canning cuando debió ser a Jorge IV.

 

Canning expresó por escrito a Rivadavia "el pesar" de Jorge IV por no poderlo recibir en esas condiciones. Calló otro motivo que obstaba al trámite, pues no era solamente por fallas protocolares que el rey lamentaba no recibir a Rivadavia. A Canning no le parecía correcta la conducta de Rivadavia en Londres para un representante diplomático: el 5 de junio hizo veladas, pero graves alusiones en el Parlamento "a especulaciones poco serias en minas sudamericanas"; y el 26 de septiembre (Rivadavia ya había regresado a Buenos Aires, llamado por el capitán Head) , Canning informaba reservadamente a Parish la causa real de haberse negado a recibir a Rivadavia en su carácter diplomático: "Mientras permaneció aquí Mr. Rivadavia estuvo en constante relación con establecimientos comerciales de este país (…) que estaban interesados en la fluctuación de los asuntos comerciales. Deseo que no pierda la oportunidad de convencen a Mr. García (Manuel José García, Ministro de Relaciones Exteriores de Las Heras), de lo inconveniente que resulta al gobierno de Buenos Aires poner la gestión de sus asuntos en manos de cualquier persona en semejante situación. Es absolutamente necesario para el prestigio de ese gobierno evitar toda comunicación que pueda suponerse influya en las transacciones monetarias de la metrópoli. Me sería muy difícil mantener cualquier relación confidencial con un Ministro extranjero que motivara sospechas aparentemente fundadas de estar interesado en un establecimiento comercial particular. Claro es que cuidará usted de comunicar a Mr. García la parte esencial de lo que he escrito, de manera de no ofenderlo, ni insinuar la menor opinión adversa a Mr. Rivadavia"[26].

No haber sido recibido como Ministro Plenipotenciario fue un golpe en la vanidad de Rivadavia. Había acariciado el sueño de saludar a Jorge IV en traje de corte, besar sus manos, agradecerle el regalo de la tabaquera con su retrato (enviada en 1823), y departir largamente con el monarca sobre el porvenir de las Provincias Unidas. Si motivos formales (ignoraba los otros) impedían o postergaban su recepción diplomática en Saint James, acarició por un momento la ilusión de que Canning lo llevase ante el rey como ex Premier de un Estado sudamericano abierto por su influjo al capital civilizador británico. Pero nada consiguió. Todo el trabajo "diplomático" de Rivadavia en Londres fue canjear las ratificaciones del tratado de "comercio y amistad"; que pudo hacerlo el secretario Núñez o cualquier otro pues no requería plenipotencia alguna[27].

 

En junio llegaron a Londres las primeras informaciones desconcertantes del capitán Head sobre sus entrevistas con Las Heras; ese mismo mes, Canning hizo en el Parlamento las alusiones referidas a "especulaciones poco serias en minas sudamericanas"; en julio las cartas de Head desde Mendoza y La Rioja eran angustiosas y pedían con insistencia la presencia de Rivadavia en la Argentina para aclarar los "malos entendidos". De la misma opinión fueron los directores de la Mining y el propio Hullet. Rivadavia debió dejar para otra oportunidad su presentación ante la Corte, y embarcarse para Buenos Aires en agosto. El 16 de octubre llegaba a destino.

 

El camino a la Presidencia de la República

 

Lo precedía el gran ambiente creado a su favor por la prensa partidaria. Los artículos del Times y el Sun habían sido reproducidos, ampliados, comentados y bordados, con convicción y entusiasmo, por Valentín Alsina, Juan Cruz Varela, Manuel Bonifacio Gallardo y demás redactores de El Nacional y El Mensajero. Las recepciones en los clubes bursátiles de la City, para facilitar el lanzamiento de acciones de la Mining, habían sido tomadas en serio por sus amigos de Buenos Aires: Rivadavia triunfaba en Inglaterra, y se hincharon de orgullo los parroquianos de los cafés de Catalanes y Marcos por el éxito social del paisano. El Padre de las Luces, después de deslumbrar a los londinenses, se dignaba patrióticamente volver a fulgurar en el medio nativo.

 

Siempre tuvo prestigio entre nosotros el hombre que llega de Europa, y mejor si trae doctrinas exóticas y mucho más si es un tilingo. Si a ese tránsito por la civilización se añade el estrépito de una propaganda ultramarina ¡nada menos que el Times y el Sun! - ampliada hasta hacerla estentórea por los órganos periodísticos locales, siempre pletóricos de tarambanas y parásitos, el prestigio del viajero alcanza un grado superlativo. Si a eso se agrega que el interesado es el primer convencido de su importancia -y lo demuestra en todos sus actos, gestos, ademanes y frases, entonces la gloria llega al delirio y es muy difícil dejar de aceptarla. Eso ocurrió con Rivadavia en 1825.

 

Cuenta Ignacio Núñez la indigestión de grandeza que había tomado al presidente de la Mining en su regreso de Londres: viajaba como un monarca; tomó para sí solo toda la cámara del buque relegando a su asombrado secretario a una cucheta improvisada; comía solo, como los reyes, mientras su amigo Núñez (que rumiaba un tremendo despecho), debía compartir la mesa común del pasaje. Sus ademanes de mulato acaballerado, graves de naturaleza, habían cobrado la majestad de un prócer; su tono y palabras afectaban una grandiosidad sublime en los pocos momentos que se dignaba aparecer en cubierta y rozarse con los demás mortales[28].

 

En Buenos Aires lo esperaba Mr. Head. La entrevista no resultó agradable; e1 capitán "deliraba" (escribe Rivadavia a la Casa Hullet), suponiendo que otra empresa pudiera disputarle seriamente a la Mining la explotación del Famatina. Sin embargo se encontró obligado a reconocer que "las cosas se presentaban confusas" debido a la malhadada Ley Fundamental dictada en su ausencia por el Congreso, pero de todos modos "interpondría su prestigio a favor del negocio”[29].

 

Después de la conferencia inicial, el primer día de su arribo, al siguiente el desconfiado capitán urge a Rivadavia "sin escrúpulos" -escribe este a Hullet[30]-. Fue la última entrevista: no pudo Head visitar a Rivadavia, tal vez por la gran cantidad de gente que hacía antesala en su casa y la rigurosa etiqueta dada a sus audiencias.

 

Head debe escribirle cartas para saber de una buena vez "si consideraba o no la existencia de la sociedad, y si ésta habría de obtener en las Provincias Unidas los privilegios y derechos que le habían sido garantizados por el decreto del 24 de noviembre de 1823”[31]. Rivadavia se limitó a responderle, también por escrito: "He de ver al ministro en el día de hoy, y el lunes le contestaré su carta”[32]. No informa a Head esa entrevista cuyo resultado se ignora. Prefiere escribir a Hullet el 6 de noviembre: "El negocio que más me ha preocupado, que más me ha afectado, y sobre el cual la prudencia no me ha permitido llegar a una solución, es el de la Sociedad de Minas (…) todas las minas desocupadas de las provincias de Salta, Mendoza y San Juan se encuentran a disposición de La Sociedad. Con respecto a las existentes en La Rioja, cuya importancia es superior a las de las otras provincias, en el transcurso de un corto plazo, con el establecimiento de un gobierno nacional todo cuanto debe desearse se obtendrá (…) ello (ahora) es imposible por la posición en que ha sido colocado el Congreso; la necesidad de un cambio es evidente y las primeras medidas ya han sido tomadas (…) Me veo obligado a emplear la mayor circunspección para no comprometer inútilmente mi influencia y no debo decir mas por el momento"[33].

 

La posición en que ha sido colocado el Congreso por la Ley Fundamental y el otorgamiento del Ejecutivo Nacional a Las Heras, permitían a La Rioja disponer de su propia riqueza; era prudente no precipitar la solución de entregar el Famatina contra la ley del Congreso; y esa solución que consistía en el establecimiento de un gobierno nacional  con jurisdicción en las minas de La Rioja, se conseguiría en el transcurso de un corto plazo y todo cuanto debe desearse se obtendría. Por lo pronto ya habían hecho atmósfera los periódicos rivadavianos sobre la necesidad de un cambio político con robustecimiento, bajo pretexto de la guerra, de las atribuciones del poder central; pero debería emplearse la mayor circunspección y no comprometer inútilmente la influencia suya con un apoderamiento liso y llano del Famatina, pues seguramente sería él la nueva autoridad nacional. Las primeras medidas habían sido tomadas con la duplicación de los diputados en el Congreso.

 

Es curioso que al escribirse esta carta comenta Vicente Fidel López nada había trascendido del establecimiento de un gobierno nacional y menos del sistema unitario a que se ceñiría[34]. Los únicos en saberlo eran Rivadavia y la Casa Hullet de Londres. Los compromisos financieros obligaban al hombre público a lanzarse a una aventura presidencial, trastrocar el régimen político del país, emprender una guerra civil y descuidar la guerra internacional, para que la compañía minera en la cual estaba interesada y a quien había vendido el Famatina, pudiera explotarlo conforme a lo convenido en Londres. Nada le importaron sus declaraciones sobre autonomías provinciales de 1821, nada del tratado Cuadrilátero de 1822 ni las instrucciones sobre federalismo al deán Zavaleta en 1823, menos la realidad de la Ley Fundamental, base de la unión Argentina ante el peligro de Brasil. El negocio que mas le ocupaba era el porvenir de su compañía minera y a él debió sacrificar la actualidad política del país y su futuro internacional: "Don Bernandino - comenta Piccirilli- jugaba la seriedad de su palabra valiosa y responsable como la letra de un documento público"[35].

 

Rivadavia acompañó su carta a Hullet con un giro contra la casa londinense por tres mil libras esterlinas. Suma muy grande hoy en día, y entonces sencillamente fabulosa. Hullet abonó el giro y Rivadavia empleó la suma en especular colocándola en la Casa Lezica al 13 y 14 % de interés, entonces usurariamente inusitado[36].

 

Mientras tanto el capitán Head, que no debía tener mucha confianza en la influencia de Rivadavia o en los medios de éste para hacerla valer, se dirige a Las Heras, directamente, pidiéndole que afianzase los gastos incurridos en su infructuosa expedición tras el oro que afloraba con las lluvias. Como no lo consigue, resuelve cobrarse con las maquinarias de la Mining existentes en Buenos Aires: las vende, de ocasión, a la compañía rival; y aconseja a los ingenieros y obreros que lo acompañaban se contratasen en ella mientras él se iría a trabajar en 1a Chilean and Peruvian Mining trasandina. Indignado Rivadavia pide al directorio de Londres -el 29 de diciembre (1825) - la destitución de Head "por una conducta que se aproxima al delirio y ha de darle un gran motivo para arrepentirse"[37].

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Bibliografía, notas y comentarios  
  • [14] D. Peña, op. cit., pág. 95.

  • [15] La noticia llegó el 20 de febrero de 1825 en correspondencia traída por el paquete inglés Soord Hobard con alcance al 28 de diciembre anterior.

  • [16] Nacional del 24 de febrero de 1825 (citado por D. Peña, op. cit., pp. l01 y 102 n.). 

  • [17] Transcripta por Piccirilli, Tomo II, pp. 567 y 568. Al margen Rivadavia anotó contestada, pero no se conoce la contestación. 

  • [18] Idem, Tomo II, pág. 90.

  • [19] Idem, Tomo II, pág. 94. 

  • [20] Idem, Tomo II, pág. 94. 

  • [21] La resolución de Mendoza (gobierna Juan de Dios Correas), del 19 de marzo de 1825 se hace "un deber en acceder a su solicitud (de la Casa de Moneda) en razón de haber sido los primeros en recabarla, y de ser capitalistas del país" (D. Hudson, Recuerdos históricos de las provincias de Cuyo, en Rev. de Buenos Aires, XXIII, 37).

  • [22] Salvador María del Carril, gobernador de San Juan, en su Mensaje a la Sala Legislativa del 20-6-1825 pide "la explotación de las minas de esta provincia bajo el plan que manifiesta el convenio de los señores Hullet y Cía., firmado en Londres y movido por nuestro ilustre compatriota don Bernardino Rivadavia (…) la masa metálica de nuestra cordillera debe ser una atracción irresistible (…) compañías como la del señor Hullet, que deben traer capitales útiles e inteligencias para la explotación de las minas (hasta ahora) explotadas por trabajadores sin capital ni saber” (Hudson, ob. cit., Rev. de Buenos Aires, 27 de junio de 1827). Como se sabía que la Mining no podía explotar el cerro Famatina por la previa concesión a la compañía criolla, Carril propuso seriamente "que San Juan y La Rioja formen una sola provincia" en el mismo Mensaje (ref. en Hudson cit.). Seis días después el 26 de julio Carril, uno de los asesinos de Borrego, perdía el gobierno de San Juan.

  • [23] Piccirilli, Tomo II, pág. 75. 

  • [24]  Idem, Tomo II, pág. 76.

  • [25] Iriarte, Memorias, Tomo III, pág. 215.

  • [26] Foreing Office, 6-7, Canning a Parish, Webster, Tomo I.

  • [27] Como consuelo, Canning hizo regalar a Rivadavia, en el momento de canjearle la ratificación del tratado, una nueva caja de rapé con otro retrato del rey orlado de brillantes. Al parecer habría abundancia de reales tabaqueras para sudamericanos en el Foreign 0ffice.

  • [28] Confidencias de Núñez al General Iriarte (Memorias, Tomo III, pág. 320). 

  • [29] Piccirilli, Tomo II, pág. 95. 

  • [30] Idem.

  • [31] Idem. 

  • [32] Idem. 

  • [33] Esta comprometedora carta, como las dos que siguen de Rivadavia a Hullet de 27-1-1826 y 14-3-26 reproducidas muchas veces -Dorrego en El Tribuno, 26-2-827; Dorrego y Moreno en Impugnación a la Respuesta, 1828; de Angelis en El general Rosas y los salvajes unitarios, del Archivo Americano, de 1845; V. F. López, Historia Argentina, Tomo X, pág. 273 (Ed. 1883); fueron tomadas de los Reports relating to the failure, etc., Londres, 1827, del Capitán Sir F. B. Head. Quien a su vez las tomó de un folleto en defensa de la Mining publicado en diciembre de 1826 por Hullet. La mención de Mendoza entre las provincias que habían concedido a la Mining la explotación de sus minas es errónea. Pues el gobernador Correas las había dado a la Casa de la Moneda en 1825, y su sucesor Corvalán mantenido la concesión. 

  • [34] V. F. López, Tomo X, pág. 273. 

  • [35] PICCIRILLI, Tomo II, pág. 96. 

  • [36] Idem.

  • [37] Idem, Tomo II, pág. 97.