3.
FORRO ROSADO
Este
magnífico galardón, muy disputado, fue otorgado entre cientos de candidatos, a
la Alcaldesa de la Ciudad de Buenos Aires doña Jorge Telerman, el reemplazante
de Ibarrita Cromañón en la guía de los destinos del muy benemérito pueblo
porteño que, de estar en las llamas, dio el salto salvador para caer de nalgas
en las brasas.
Muchas veces nos hemos reído con
aquel grueso cuento que narraba Anzoátegui en su Allá
lejos y aquí mismo, según el cual, un gallego maricón, que no es Rodríguez
Zapatero porque se llamaba Francisco, se quejaba de que en su tierra le dijeran
derechamente Paco, El Puto. Y, lleno
de amargo rencor, presentaba la antítesis de sus amigos de París, mucho más
refinados que los gaegos, que lo llamaban respetuosamente François, Le Sensible. Menos mal que no anduvo por la calle Santa
Fe, ni por los baños de Constitución, porque lo habrían incluido en la lista
interminable de eufemismos argentinos, llamándolo Pancho, El Diferente.
Pero lo que nadie imaginó nunca es
que el chiste se encarnara políticamente en nuestro tiempo. Efectivamente, leo
en el Número 1528 de la Revista Noticias
que me prestó el peluquero Festo Inocentti, de fecha 8 de abril de 2006, en pp.
24 a 29, que doña Jorge Telerman, luego de contribuir a la tesis conspirativa
relatando su cuádruple condición de judío, masón, comunista y puto redomado,
es sobresaltado por su interlocutor con la pregunta sobre su ostensible
homosexualidad. Sin dudar un instante la Alcaldesa contestó: No,
no gay, soy afrancesado. Sí, diría
mi hermano que es peronacho de los viejos, pero de los sans-culotte.
Ahora bien, visto este antecedente me
asaltan dos preguntas de puro bruto que soy: la una es por qué se hace llamar afrancesado,
y me han dicho que es porque esta gente tiene la buena costumbre de comerse
entre ellos las materias fecales. Sería como una variante de cámara séptica,
pero bípeda, ergo ambulante y a más voluntaria. Lo que para mí es una
calumnia, porque doña Jorge anda ponga y dele repartiendo besos a los niños y
a cuanto ser viviente se le arrime, sabiendo que la noche anterior se merendó
un soriano. No, no puede ser.
La otra pregunta es cómo hace ella
para llevar sobre sus hombros el pesado lastre de ser, al mismo tiempo, judío,
masón, comunista y puto sin abuela. ¿Cómo repartirá las horas de sus días
para dejar satisfechas las cuatro condiciones? Porque unas son absorbentes y las
otras penetrantes. Bueno, es que ahí está el asunto: esta es la causa por la
que, a este nuevo Titán, se le dio el
galardón de Forro Rosado.
No me diga el lector que no es
un mérito
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